Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 10
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- 10 - Capítulo 10: Rivahan, tierra de jinetes y caballos
—¡¿Cómo está?! —pregunta Ulfar sin apartar la mirada sobre el oso.
—¡Muy herida, tenemos que llevarla de regreso o no sobrevivirá! —exclama Hilde.
—¡De acuerdo, adelántense! —dice Ulfar.
El oso lanza otro rugido mucho más poderoso que el anterior. Animales quedan en un estado de miedo tan profundo que salen despedidos para alejarse del gran depredador. Sin embargo, Ulfar no se inmuta, sino que avanza con una determinación característica de él.
Una explosión sobre la nieve hace que se forme una columna varios metros hacia las alturas. Ulfar cruza sus brazos antes de que el oso lo envista con su cabeza. Apenas lo mueve. Luego, el montañés lo toma del cuello, gira y usando el peso de la bestia lo avienta contra el suelo con una monstruosa fuerza. Alika y Hilde no creen lo que están viendo.
El muchacho pelea de igual e igual frente a un animal de leyenda al punto de estar derrotándolo sin problemas. Su fuerza somete y hiere con puñetazos en el rostro del oso. La velocidad con la que se mueve para efectuar los ataques y reflejos para evadirlo son tan precisos que sin duda llena de desesperación.
Cuando el oso alcanza a darle un zarpazo contra el lado izquierdo, Ulfar lo soporta porque un aura azul cubre esa zona. Luego con su puño imbuido en aura roja le golpea la mejilla y manda a volar contra una gran roca:
—E-Esto es imposible. Se supone que ese oso es el de la leyenda. Es un come hombres que por décadas ha estado causando caos en estas tierras. Jamás imaginé que fuera real pero tampoco me imaginé que…Ulfar…un simple montañés tuviera la fuerza y capacidad de combate como para someterlo con tal facilidad. ¿Quién? ¿Quién es este chico? —piensa Hilde con una perspectiva renovada y algo temerosa sobre el alcance real del poder y fuerza de Ulfar. Alika se queda también estupefacta. —Alika, ayúdame a llevar a esta chica. ¡Rápido!
—S-Si, discúlpame. —responde. Vuelve a mirar a Ulfar. —Que increíble es Ulfar. —piensa sorprendida.
Mientras, Ulfar domina al oso de tal manera que lo incapacita unos breves momentos al romperle la pata de un puñetazo y luego da otro en el abdomen. El depredador lanza un nuevo rugido muy cerca del rostro del joven. Por respeto no se inmuta ni se aparta. Se permite recibir esa voluntad de seguir luchando que trae consigo el animal.
La pata con sus amplias y filosas garras se levantan y apuntan a dar contra el cuerpo del montañés. Él da un salto tan alto que acaba elevándose sobre la cabeza del oso. Apenas se da cuenta, levanta la cabeza y ve a Ulfar cargar su puñetazo:
—Lo siento por acabar con tu vida y…muchas gracias por haber nacido y permitir que tu existencia nos beneficie. Haré que tu cuerpo sirva y no se desperdicie. Te lo prometo. —exclama con una expresión nostálgica al recordar las costumbres de su gente. Mientras, el oso muestra temor desde sus ojos como si no deseara morir, aunque lo más extraño es que no se defiende.
Del puño derecho de Ulfar sale un estallido de aura color rojo y de un puñetazo sobre la cabeza le rompe el cráneo y automáticamente muere sin siquiera darse cuenta. Un golpe limpio sin sufrimiento. Ulfar elimina una leyenda de mucho tiempo en un instante, pero siente tristeza una vez aterriza y se para frente al cadáver del animal de casi cuatro metros.
Le acaricia el hocico y la cabeza que aún permanecen calientes.
Ulfar apoya su frente contra la cabeza del titan bear y hace unas oraciones practicadas en su clan y luego saca su cuchilla para enterrársela en el cuello y empieza a cortar para arrancarle la piel. Piensa en Hilde y Alika para otorgarles una vestimenta en base a piel de ese oso de leyenda.
En ese momento, Hilde y Alika buscan mantener caliente el cuerpo de Gyara colocándole muchas pieles y enciendo una fogata. Se mueven muy rápido ya que varias partes del cuerpo tienen heridas y eso puede atraer la necrosis:
—Hilde ¿Qué sucedió? —pregunta Alika.
—¿Con que? —responde Hilde.
—Con el clima. Se supone que debería estar nevando intensamente por esta zona, pero…el cielo está despejado y la tormenta de nieve está demasiado débil.
—Claro, ella no lo notó del todo debido a que cuando Ulfar golpeó al oso estaba luchando para que la ventisca no ocasionara problemas en su visión. —piensa Hilde. —Fue el golpe de Ulfar, por alguna razón que desconozco cuando golpea al oso sacudió al viento y provocó que surgiera una onda expansiva tan fuerte que se elevó y abrió el cielo. —explica.
—¿Tiene lógica tal cosa?
—Ja, no, la verdad que no, pero eso fue lo que pasó. —exclama sonriendo. —Aun así, no puedo imaginar la clase de fuerza o poder que posee Ulfar. ¿Quién es en verdad? —se pregunta.
Alika mira el suelo nevado y reacciona con ciertos detalles que la hacen caminar por los alrededores. Hilde, comprendiendo que puede ser parte de su habilidad, observa detenidamente a la joven.
Los murmullos que salen de la boca de Alika. Sus idas y vueltas tocando el terreno y calculando distancias permiten sacar una conclusión. Como efecto secundario y doloroso para ella, cuando se trata de personas fallecidas ella siente todo lo que ocurrió e incapaz de soportarlo empieza a llorar y abraza su pecho:
—¿Alika? ¿Qué te ocurre? —se percata Hilde.
—Cuando uso esta habilidad no solo encuentro rastros físicos sino emocionales, pero en lugar de quedarse estáticos o desaparecer, me atacan a mí. El arrepentimiento, dolor, frustración, odio, tristeza, me duele como si hubiera estado ahí.
Tras unos escasos minutos regresa con Hilde, se sienta frente a ella mientras cuidan de la joven Gyara aún inconsciente:
—¿Te sientes mejor? —pregunta Hilde.
—Si…—asienta con la cabeza.
—Me alegro. Por favor no te sobre exijas. Entonces ¿encontraste algo?
—Si, pero no es nada bueno y siendo honesta quizás ella no deba saberlo.
—Dímelo.
—Aquí hubo una masacre unilateral. Siete personas murieron mientras una sola continuó todo lo que pudo. Ella…parece ser muy importante.
—Como para ser protegida con tanta bravura significará algo para esas personas.
—Si. Tampoco hay cuerpos por lo que ese gran oso se los debió comer sin discriminación. Lo que no me explico es porque bajó desde las montañas y erradicó a todo ser vivo que se pusiera en su camino.
Una silueta se acerca lentamente portando una capa gruesa de piel de oso. Tras casi una hora quitando la piel del animal y cortando colmillo y carne, llega hasta donde están las chicas:
—La razón no importa. Es lo que ha deseado la madre naturaleza y el dios el invierno. Simplemente tenemos que aceptarlo. —responde Ulfar a las dudas de las chicas. Les entrega lo que él preparo para ellas como vestimenta. —Tengan. Quizás sean incomodas, pero no habrá más frio. También le preparé a ella una vestimenta para que no sufriera las bajas temperaturas.
—¿Es la piel del titan bear? —pregunta Alika.
—Si. —asienta con la cabeza.
—¿Quién te enseñó a preparar ropa con piel de animal? —pregunta Hilde.
—Me enseñó…bueno…—sonríe al pensar en ella. —una amiga muy querida.
Luego de responder con una notable cara de felicidad, se pone serio y medita sobre lo que acaba de pasar. Sus creencias en que la naturaleza puede ser despiadada, bondadosa y también creativa cautivan inmensamente al muchacho:
—Me pregunto ¿Qué fue lo que este oso causó que fuera visto como presa? —se pregunta en voz alta.
—Si la leyenda es cierta o no eso no importa. El motivo de todo este problema de la montaña maldita y la tríada de misiones más difíciles quedó atrás. —exclama Hilde.
—No tenemos que pensar de esa forma. Sabiendo lo que ocurrió es necesario que pensemos sobre lo que impulsó esta locura. —dice Ulfar.
—Las creencias de las personas. —desliza Alika llevándose las miradas de Ulfar y Hilde. Tiene toda la razón del mundo. Generaciones que se vieron seducidas por una leyenda y un oso demonizado que nació con proporciones enormes y se tuvo que curtir en batalla.
Ulfar recuerda haber encontrado no solo huesos de hombres y otros animales sino de osos que fácilmente reconoció por los cráneos. Se permite sospechar que ese oso ha visto como morían sus parientes y los arrastraba hacia dentro de la caverna. Para que no fueran victimas de los hombres, el titan bear recurría al canibalismo y así arrebatarles a los oportunistas la posibilidad de obtener recursos de los cuerpos:
—Es la codicia, Alika. La codicia en el corazón de los hombres. —exclama Ulfar.
En ese momento, Ulfar se da media vuelta y mira el vendaval color blanquecino producto de la persistente tormenta de nieve. Siente otra presencia un poco más alejada pero que se mueve en su dirección. Ulfar no alcanza a discernir, pero no duda que esa persona sabe que están ahí y por eso se acerca velozmente.
Hilde también se da cuenta así que deja a Gyara con Alika y camina hasta quedar a la par de Ulfar. Lleva su mano hacia el mango de la espada y desenvaina un poco a la espera de que esa persona revele su presencia. Esperan en silencio hasta que oyen un estruendo seguido por nieve estallando y el vendaval abriéndose y dejando paso a un objeto, una lanza, acercarse. Aparta a Hilde de un empujón y cruza ambos brazos. Si da un paso en falso podrían sufrir heridas serias tanto Alika como Gyara por lo que se para firmemente sobre el suelo.
Hilde mira a Ulfar que sin darse cuenta sus brazos se imbuyen en aura azul:
—¿Eso es? —piensa Hilde. —¡Espera Ulfar, te dará de lleno! —exclama ella.
La lanza es veloz y con una fuerza aterradora impacta en los brazos de Ulfar que actúan como escudo de carne y hueso. El impacto genera un estallido y onda expansiva enorme. Hilde actúa rápido y se lleva a cuestas tanto a Alika como la inconsciente Gyara.
El causante de ese ataque se revela acercándose hasta donde se encuentran ellos. Ulfar mira a su rival y se queda sorprendido de que sea Haalkan aunque su expresión no es para nada amigable. Sus ojos están hinchados y negros de poco dormir y su andar es torpe ya que cuando se acerca lo suficiente se tropieza con sus propios pies y cae al suelo golpeándose el rostro contra la nieve.
Ulfar corre a su encuentro para ayudarlo sin embargo se repone y desenvaina su espada con la que genera distancia, obligando al montañés a retroceder:
—Oye, Haalkan, soy yo, Ulfar. ¿No me recuerdas?
—¿Ulfar? ¿estás jediéndome? Él está en el pueblo. No puede ser que seas tu. Además…tienes a la señorita Gyara contigo. Sea lo que sea que trames te mataré por secuestrarla.
—¡Espera, no es lo que piensas! La salvamos de un enorme oso. —intenta explicar Ulfar.
—¡Mentiras! No podré vivir tranquilo conmigo mismo si la señorita no se encuentra en su hogar…y…los mataré a todos. —se tambalea.
—No te encuentras bien. Estás débil. Seguramente además de no haber dormido ni siquiera habrás comido. Tienes que descansar. —le pide Ulfar encarecidamente.
—¡Cierra la puta boca! —se pone de pie y corre hasta Ulfar.
—Lo siento, no quería pelear contra ti, pero debo defenderme. —murmura.
—¡Mueeeereeeeeeeee! —grita Haalkan con sus dos manos sosteniendo torpes la espada y la punta de la hoja filosa en el frente.
De repente, una silueta pequeña y delicada corre superando la visión de Ulfar. El objetivo de Haalkan cambia cuando esa persona es Gyara. Su expresión es amigable y feliz. Sin embargo, la joven extiende su mano abierta hacia un lado y toma impulso. Abofetea tan fuerte a Haalkan que le hunde en la mejilla toda la mano y lo manda a volar varios metros lejos:
—¡Se más cordial cuando intenta explicarte algo, Haalky! —lo regaña Gyara.
—¿Haalky? —se pregunta Ulfar con ganas de reírse.
—¿Heeh? ¿Por qué me golpeó señorita Gyara? —pregunta Haalkan sobre el suelo y tomándose la mejilla.
—¿Por qué te he golpeado? ¡fíjate entonces a quien intentaste matar! Él te conoce y no quiso golpearte. Significa que es un conocido tuyo. —le dice ella.
—¿Qué? —mira a Ulfar y queda estupefacto. —¡¿Enserio intenté atacarte?! —le pregunta al montañés con un sentimiento amargo de angustia.
—Pues sí, aunque te comprendo. —se acerca a Haalkan y le extiende la mano. —Yo también protegería a quienes me importan como sea.
—Cielos, eres un tremendo problema, aunque me alegra de haberte cruzado y también agradezco porque hayas salvado a la señorita.
Entonces, Gyara colapsa sobre el suelo. El impulso por detener la pelea aun cuando la fiebre es alta hace que su salud se debilite. Haalkan la socorre, sin embargo, el hombre también se encuentra en un estado calamitoso por lo que mira a Ulfar y exclama:
—Por favor, Ulfar, ayuda a la señorita a regresar al campamento. Yo te esperaré.
—No sobrevivirás más tiempo. —exclama Ulfar. Luego posa su mirada sobre las chicas. —Hilde, Alika, por favor regresen al pueblo y entreguen a Breggo esto. —les da los colmillos del oso como prueba del éxito de la misión. —Volveré en unos días. Y ahora…—levanta entre sus brazos a Gyara y al mismo tiempo incentiva a Haalkan para que lo siga sin importar que. —¿A cuántos días estamos del campamento?
—Menos de un día solo que con este mal tiempo se nos ha dificultado movilizarnos de regreso al palacio. —responde Haalkan.
—¿Y aún así tomaste el riesgo de venir tu solo por Gyara? Eres increíble Haalkan. —piensa Ulfar con admiración. —Ven, los ayudaré a llegar sanos y salvo. —declara con determinación.
Entonces, Ulfar lleva a los dos supervivientes de la brutalidad del invierno a paso lento debido a Gyara y su mal salud y a Haalkan con el agotamiento de buscar incesantemente a la chica.
AVAVAVAVAV
Dos días después, Ulfar aún lleva en sus brazos a Gyara y Haalkan se apoya en él para seguir caminando. A pesar de haber descansado en tramos cortos y por poco tiempo, Ulfar se encuentra en las ultimas a punto de desmayarse.
Sin embargo, ve a los lejos unas empalizadas de madera con picos mirando al cielo, una puerta y guardias protegiendo desde torres la estructura.
Desde que avista la estructura siente múltiples presencias siguiendo a la distancia. Todos son jinetas experimentados con lanzas, espadas y hachas preparadas para atacar a la más mínima estimulación. No deja de ser sorprendente para Ulfar ver que hay tantos guerreros sobre animales de tal porte increíble.
Como ha vivido toda la vida en las montañas jamás había visto un caballo o solo en historias de otras generaciones del clan, pero nunca frente a sus ojos. Haalkan alza la mirada y ve aliviado la empalizada. En cuanto observa que llegaron sanos y salvo exclama antes de colapsar sobre la nieve:
—Por fin…llegamos…por favor…lleva a la señorita a su tienda…
—¿Haalkan? ¡Haalkan! —grita Ulfar.
Los jinetes cabalgan velozmente hasta donde se encuentra Ulfar. Lo rodean con sus lanzas apuntando hacia él y de entre todos se asoma uno cuyo caballo es de color negro pero poderoso porte. Ulfar logra percatarse de que ese pueblo dedica su vida entera a los caballos. Lo ve en su bandera, en sus armaduras y el cuidado y destreza en esos animales. Además, da cuenta de que no son guerreros ordinarios:
—¿Quién eres y que haces con la señorita Gyara en tus brazos? ¡responde rápido! —exige uno de los hombres que aprese comandar a esos jinetes.
—Me llamo…Ulfar…—se presenta. Los efectos del agotamiento son fuertes para él así que cae de rodillas. Le cuesta respirar y su visión está borrosa. Si cierra los ojos durante más de dos segundos, es posible que acabe desmayado. Se reincorpora para mostrarse firme y con fortaleza física.
—¡Señor, aquí está el capitán Haalkan y está muy agotado! —exclama otro jinete.
—De acuerdo. Lleven a Haalkan y Gyara a sus tiendas. Tu vendrás conmigo. El señor de Rivahan querrá conocerte.
Ulfar se limita a seguir y hacer lo que le pidió el hombre que lidera a esos jinetes. Ve con curiosidad a muchos hombres alrededor de grandes fogatas. Hombres de cabello largo y barbas pronunciadas y llevan armaduras con imágenes pintadas de caballos en el pecho u hombreras. El peso que tienen los caballos es notable. Incluso hay otros jinetes que portan orgullosos tatuajes, labrados con su sangre y colorante extraído de vegetales, en sus cuerpos.
Es llevado hacia el campamento y una vez atraviesa la empalizada ve como transportan con sumo cuidado tanto a Haalkan como a Gyara. Le cuesta entender la posición que tiene la chica entre los jinetes.
El hombre lo detiene frente a una enorme tienda donde hay dos guardias protegiendo la entrada. Se da media vuelta y con la mirada puesta sobre el montañés pregunta:
—Antes de ingresar quiero que me expliques una cosa. ¿Quién eres? No pareces ser esclavista o un guerrero de otras tierras. Tu vestimenta no es acorde a nada de lo que yo haya visto y tu accionar para con la señorita y el capitán Haalkan me hacen sospechar.
—Me pregunto también…
—¿Huh?
—¿Por qué una chica tan joven se encontraba en un bosque y siendo acosada por un enorme oso come humanos? —contraataca con otra pregunta.
—Su pregunta…no parece que la esté diciendo para confrontarme. Su expresión lo dice todo, está preocupado. —piensa al escuchar la tremenda determinación de Ulfar. —La señorita decidió irse por su propia voluntad y contra los deseos de su padre a buscar al titan bear. Ahora responde mi pregunta. —repite el hombre.
—Soy un montañés miembro del clan carmesí.
—¿Clan carmesí? Que yo sepa sus miembros no bajan de las montañas. Además, no veo cabello rojo. Estás mintiendo.
—No necesito que me crean. Solo cumplí con una misión. Tan solo me resta una más…—murmura eso ultimo.
—¿Qué dices?
—Nada. Ahora debo irme…
—Lo siento, pero no. El señor de Rivahan quiere verte.
—¿El señor de Rivahan?
—Son las tierras en las que descansan tus pies y todo lo que alcanzas a ver. El señor, así como su hija Gyara son aquellos a los que servimos.
—Con razón le dicen señorita. Ella es alguien demasiado importante. —dice Ulfar.
—¿Tampoco sabes quien es el señor y su hija? Vaya, quizás sea cierto que eres un salvaje. Sin embargo, tendrás que responderme…
Uno de los guardias sale de la tienda y camina hacia el hombre. Le habla al oído e inmediatamente suspira:
—Tendrá que esperar mi interrogatorio. Ven, mi señor quiere verte por cierto soy Halbaran.
Halbaran escolta a Ulfar hacia dentro de la tienda donde lo esperan varios hombres de gran impronta, sentado a los costados formando una hilera y a un enorme hombre de barba prominente y larga caballera, enorme cuerpo y marcas de muchas batallas y el paso del tiempo que endurecieron su rostro, sentado en un trono cubierto de oro, plata, pieles y madera. La distribución de las personas en la tienda le recuerda a como es el consejo liderado por Aalborg.
Todos los presentes miran desconfiados hacia la figura de Ulfar. Muchos solo reaccionan con desdén mientras que otros solo con desconfianza entremezcladas con curiosidad.
Solo el señor de las tierras reacciona de manera positiva con un aplauso y poniéndose de pie a lo que los demás hacen lo mismo para no ser descorteses con su señor:
—Bienvenido a mi campamento joven. Me llamo Sarko Sonna, señor de Rivahan y padre de Gyara. Agradezco de corazón que hayas rescatado a mi hija y la traigas de regreso. En verdad estoy muy agradecido con tu valor. Dime ¿deseas una recompensa?
—Solo tengo una petición. —responde. —Si, debo hacer esto para lograr ascender y regresar a mi hogar. —piensa.
—Siéntete libre de pedirme lo que quieras.
—Quisiera ser parte de su guardia personal, señor. —pide imitando a los guardias que lo escoltaron los cuales se inclinaron haciendo reverencia hacia su señor. Algo que no le parece adecuado a Ulfar ya que, según su creencia, todos son iguales en el seno de la madre naturaleza y los brazos del dios del invierno, pero al final es una cultura distinta. Tiene que asimilarla si quiere lograr su meta.
—¿Eso es lo que desea tu corazón? —pregunta Sarko.
—Si…señor.
—Entonces bienvenido seas guardia…
—Ulfar, señor.
—Bienvenido guardia Ulfar.
—Muchas…gracias…—dice mientras su cuerpo colapsa por el agotamiento hasta que cae sobre la alfombra que traza un camino desde el trono hasta la entrada.
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