Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 2
Al día siguiente, se reúne el consejo de ancianos con los diferentes lideres de roles dentro del clan. Los lideres de grupos que se encargan de pesca, recolección, caza, y mujeres que deben proteger a los niños.
La reunión es bastante grande ya que Aalborg decidió reunirlos de urgencia.
El rechazo a casarse por parte de Fyarla y la situación de Ulfar dentro del clan que, para él, es insostenible. Aghuna es parte del consejo de ancianos y a pesar de tener fuerte influencia si es una reunión de tal magnitud, lo que se decida no puede cambiarse.
Incluso por la expresión de Aalborg ya parece que la decisión está tomada:
—No es común que estemos todos si no es para elegir al nuevo líder de clan o los festivales. —mira en silencio a cada uno de los presentes. Los cinco ancianos, se ven raros. —Es muy extraño.
Aalborg entra a la choza y encara a su asiento de pieles sin emitir sonido ni mirar a nadie. Se lo ve confiado y seguro de sí mismo. Aghuna alerta eso ya con su expresión y sospecha de que lo que ha decidido no es bueno ni para Fyarla ni para Ulfar.
La tensión es palpable apenas hace su aparición. Nadie hace nada ni emite sonido. Solo se escuchan los pasos de Aalborg y su agitada respiración en su andar.
El hombre se sienta y acomoda con su mirada al frente. Los demás están a los lados en filas formando una columna que va desde la entrada hasta donde Aalborg está sentado. Apoya su codo en los costados de la silla y descansa el mentón sobre los nudillos:
—Los he convocado para hablar de dos situaciones. Algunos estarán al tanto y otros no por lo que sería justo explicarlo. Como sabrán, mi hija Fyarla tiene un compromiso con el heredero del clan Jarlbarl pero como es una testaruda no lo acepta.
—¿Cómo no va a aceptar si nunca le explicaste como es debido? —cuestiona Aghuna.
—No he terminado de hablar, Aghuna. Por favor, permíteme dar la explicación. —exclama Aalborg.
—Si. Le siento.
—Bien. Necesitamos de este matrimonio porque así nos aseguraremos que este invierno tan extenso nos permitirá sobrevivir. Es por eso que convoco a este consejo para discutir acerca de este problema.
Si, lo que más temía Aghuna, Aalborg ya había decidido que hacer, pero como no puede decidirlo todo él tiene que usar al consejo para sentirse respaldado. Se nota en los ojos del hombre que es un hecho. Sin embargo, un brillo en los ojos le hace dar cuenta de que hay un rastro de dolor que no quiere que se sepa y lo disfraza de una actitud soberbia y completamente enfocada rozando la frialdad. Se trata de su propia hija ni más ni menos y hay dolor que solo Aghuna descubre.
De entre los presentes se levanta un hombre de complexión similar y edad, de cabello carmesí como todos los demás y una cicatriz que recorre desde el costado izquierdo del rostro hasta debajo del mentón. Es Gaalbarg, líder del grupo de cazadores y uno de los mejores amigos de Aalborg y, además, padrino de Fyarla. Como uno de los líderes principales en el consejo siente el deber de opinar al respecto por todo el amor que tiene hacia su ahijada:
—Como saben este es uno de los inviernos más crudos desde hace más de 200 años y nuestras raciones disminuyeron bastante.
—¿Cuánto nos queda? —pregunta Aalborg.
—Menos de seis meses. —responde Gaalbarg.
—Ya veo. —exclama Aalborg con decepción.
—Es por eso que el compromiso tiene que hacerse. Fyarla debe casarse con ese mocoso si queremos sobrevivir.
—¿Alguien más quiere dar su aporte? —pregunta Aalborg.
El más joven de los miembros del consejo y amigo tanto de Fyarla como Ulfar se anima a dar su aporte. El muchacho es Orsded líder del equipo de construcción y de los que más apoya, junto con Aghuna, a Ulfar en su situación convirtiéndose en alguien tan cercano como a un hermano:
—Si, Orsded. —exclama Aalborg, mirándolo con desagrado ya que sabe acerca de la posición que tiene sobre Ulfar y Fyarla. Previene el apoyo hacia ellos dos.
—Verán, a diferencia de Aalborg y Gaalbarg, yo no creo que debamos entregar a Fyarla solo por recursos. Además, por tradición se fusionarían ambos clanes por lo que la proporción de suministros estarían igual que antes. Sin contar que el heredero del otro clan será el nuevo líder de nosotros.
—Orsded, comprendo tu relación con mi hija. Ambos son amigos de la infancia al igual que Ulfar y deseas lo mejor para ella. Lo agradezco, pero no comprendes esta situación porque ciertamente no eres padre así que te agradecería que hables con fundamentos y no desde lo emocional. ¡Todos aquí fueron convocados para decidir el destino de nuestro clan y aquellos que no sepan entenderlo los invito a retirarse!
Al decir eso Orsded se molesta por cómo es tratado así que se levanta de su silla y encara a la salida donde lo espera Fyarla cruzada de brazos junto a un árbol. Intercambian miradas apenas y caminan uno al lado del otro recorriendo los bosques seguros de la montaña. Ella guarda silencio, algo que suele incomodar a Orsded por lo que este rompe con ese ritmo tan nervioso:
—¿Quieres hablar sobre lo del consejo?
—¿Para qué? Ya sé lo que dirás. Mi padre es demasiado terco.
—Seguramente ya hayan decidido sobre tu matrimonio y ahora tratarán el tema de Ulfar.
—¿De Ulfar? —se detiene. —¡¿Qué…pasará con Ulfar? ¡él es miembro del clan! —se desespera.
—Oye, tranquila. No estoy seguro porque me fui antes de que se trate el tema. Además…ya sé que es parte del clan, pero para muchos miembros del consejo no es así y siempre fue un intruso.
—Él…no lo es…es muy buena persona…él siempre ayudó al clan y hasta es aceptado por.
—No por todos Fyarla y de eso tu padre podrá aferrarse.
—Me niego a aceptar una decisión que haga que Ulfar tenga que abandonar el clan.
—Créeme que si tuviera el poder haría que tu padre lo reconsidere, pero no me respeta y la anciana Aghuna no parecía convencida de poder hacer algo. Creo que los cinco ancianos estaban atados de manos.
Fyarla se siente inquieta por las cosas que le dice Orsded. Son solo malas noticias y aunque el chico las suele evitar, parece que esta ocasión es diferente. Ella se va caminando sola y el joven apenas extiende su mano para intentar alcanzarla. Tan solo se queda parado dejándola sola recorrer por un camino seguro en la soledad que tendrá que afrontar.
La joven de cabello carmesí piensa y piensa sin parar y sin darse cuenta llega hasta un lugar donde usualmente se practican las trampas con cuerdas amarradas en ramas finas pero fuertes y un círculo de estas ocultas en la nieve. Pisa un espacio sospechoso y automáticamente es atrapada cuando las cuerdas se aferran al pie y tiran hacia arriba dejándola cabeza abajo colgada:
—¡Aaaghhh, niños no deberían practicar sus trampas sin señalizar la zona para eso! —se queja bajo mucho estrés.
—Lo siento era yo. —se acerca Ulfar a ella.
—¿Qué haces en una zona para niños? —pregunta tímidamente.
—Estaba muy nervioso así que pensé en venir aquí como lo hacía de niño. —se apoya contra el árbol de donde cuelga ella.
—Veníamos aquí los dos. —cruza los brazos.
—Si, cuando tu padre nos regañaba y veníamos aquí enojados. —sonríe al recordarlo.
—Es verdad. Pasamos muchas horas hasta que Aghuna tenía que venir a buscarnos en medio de la tormenta de nieve. —al igual que Ulfar, ella sonríe feliz.
—¿Sabes? Pensaba algo.
—¿Sí? Oye, antes de contarme ¿podrías…bajarme?
—Ah, yo…lo siento…jejeje…—exclama rascándose la cabeza. Saca de su pierna un cuchillo y corte de un tajo la cuerda.
Fyarla cae de lleno, pero es sostenida por Ulfar. Ambos se miran con cariño y se apoyan la frente con los ojos cerrados. Una costumbre de los montañeses muy común es que se suele demostrar mucho aprecio al apoyar la frente contra la de esa persona. No es una demostración de amor sino aprecio entre un hombre y una mujer sea pariente, pareja o una amistad.
El momento tan tierno y único es interrumpido por Aalborg y Gaalbarg. Detrás de ellos se acerca Aghuna en silencio y rostro distinto al de siempre. Fyarla se baja de los brazos de Ulfar y decide confrontar a su padre, pero está es ignorada completamente. Ni siquiera Aalborg es capaz de mirarla. El hombre encara a Ulfar y sin decir nada le indica ir a la choza para hablar sobre su futuro.
Fyarla intenta expresar su opinión, pero rápidamente Gaalbarg la detiene tomándola del hombro. Ella mira al hombre y este niega con la cabeza. Ya está tomada la decisión sobre el destino de Ulfar:
—No…no…por favor…—murmura y cae de rodillas sobre la nieve mientras ve como Ulfar se va con Aalborg y Gaalbarg. Aghuna llega para consolarla abrazándola.
—Ya mi niña. Se hizo todo lo que se pudo. —dice la anciana no ocultando la tristeza ya que también considera como un nieto a Ulfar.
—¿Por qué tiene que pasar esto?
—Tu padre cree que lo mejor es que no sigan permaneciendo juntos.
—Él no es malo ni nada. —dice entre lágrimas.
—Lo sé y muchos en el clan lo saben, pero no deja de ser una decisión del consejo.
Ulfar llega a la choza tras avanzar a través de los miembros del clan. Lo miran expectantes con preocupación en sus rostros. Aalborg lo invita a sentarse a la silla al lado de la del líder. Ulfar da un respiro y toma asiento a la espera de lo que tiene que decirle el hombre. Gaalbarg se marcha hacia afuera para permitirles conversar:
—¿Tienes sed? —pregunta Aalborg.
—No, gracias.
—Okey. Entonces dime Ulfar ¿Qué opinas sobra que Fyarla se comprometa con el heredero de uno de los clanes vecinos?
—No tengo que opinar. No me incumbe.
—Pero si tienes una opinión formada ¿verdad?
Ulfar se queda en silencio. Teme que, si dice que sí, Aalborg se lo tome a mal, pero la situación es crítica porque la reunión no es una cualquiera. Se decidió su futuro. Aalborg no es ningún tonto, mantiene su mirada firme sobre el joven. Espera una respuesta concreta:
—¿Y bien? —pregunta Aalborg.
Aprieta los dientes y su puño cerrado. La impotencia lo agobia por no saber que hacer para ayudar a su querida amiga. Está entre la espada y la pared, sin apoyo que pudiera sacarlo de esa situación:
—Pienso que hay que respetar lo que Fyarla sienta.
—¿Aunque vaya contra muchos miembros del clan que piensan necesario el matrimonio?
—Se puede hacer algo más que usarla como regalo para obtener comida y madera.
—¿Cómo qué?
—Bajar de las montañas y…
—Oh ¿acaso propones huir de nuestro lugar ancestral rumbo a terreno bajo donde los esclavistas esperan a capturar mujeres, niños y hombres jóvenes?
—No es lo que…
—¿Piensas? Pero acabas de opinar.
—Si, pero…
—Bien. No hay más que decir. Ahora vamos al tema en cuestión. Sabes que hoy en día no tenemos mucho lugar debido a que los más jóvenes están buscando demostrar su valía. Tu por ejemplo eres uno de ellos que no tiene su lugar en el clan.
—¿Qué estás queriendo decir?
—Ulfar, eres un guerrero talentoso, pero no lo suficiente como para tener un lugar importante entre nosotros. Te agradezco lo que hiciste por mi hija todo este tiempo, pero es momento de que te vayas del clan y hagas un lugar como guerrero.
—¿Qué? N-No…
—Hasta que tu nombre sea escuchado hasta este rincón inhóspito, no volverás aquí. Espero que nos perdones. Ahora vete de aquí.
Gaalbarg vuelve a entrar a la choza para llevarse a Ulfar.
Él se siente desconsolado, pero son las órdenes del líder del clan. No se puede contradecir.
Cuando sale de la choza ve a Fyarla correr a lo lejos, llorando con una mezcla de enojo y tristeza. Aalborg ordena a Gaalbarg que le entreguen las pertenencias de Ulfar para que se vaya rápidamente sin chances de despedirse de aquellos que le dieron un lugar en el clan.
Inesperadamente aquellos que lo menospreciaban por no tener cabello carmesí también se sienten tristes porque debe irse del clan. Es como si un pariente estuviera abandonando la familia. Así de fuerte son los lazos entre miembros del clan.
Ulfar deja caer su bolso de piel con suministros y corre hacia ella para, aunque sea, despedirse. Gaalbarg intenta detenerlo, pero los montañeses del clan se interponen para impedirlo. Aalborg se resigna al ver eso y permite que pueda despedirse de su hija.
Ulfar y Fyarla siguen corriendo como en un juego del gato y el ratón hasta que ella se detiene dándole la espalda. Él deja de avanzar por la nieve. Solo diez metros de distancia los separa, pero ella ni se voltea a mirarlo:
—¿Por qué? —pregunta en voz alta junto al árbol donde está tallada esa promesa de cuando niños.
—Fyarla…
—Dime ¿Por qué está pasando todo esto? ¿Por qué mi padre está haciéndonos esto?
—Es el líder del clan, hace lo que hace para protegernos.
—Entregarme por suministros y expulsarte de aquí ¿eso es para protegernos?
—Quien sabe.
—Si no vas a levantar la voz y defender tu derecho a estar aquí…con nosotros…conmigo…entonces vete.
—Vamos Fyarla, quiero despedirme, pero no de esta manera. Solo quiero…
Fyarla se abalanza con sus brazos abiertos y los envuelve en el cuerpo de Ulfar. Con lágrimas en los ojos se aferra a su pecho ancho:
—Fyarla…
—Cállate. Solo…quédate un momento así. Déjame abrazarte por una última vez.
Ulfar la abraza con fuerza y una lágrima sale de su ojo derecho. El dolor de tener que separarse de ella es insoportable. Entonces, ella se acerca a su rostro y besa dulcemente, apenas unos pocos segundos, pero los suficientes como hacerle saber que él siempre ocupará un lugar en su corazón pase lo que pase y los años que transiten separados. Fyarla acaricia el rostro de su mejor amigo y sonríe.
Sin palabras para continuar, regresa por su bolso de piel y sin darse vuelta camina entre los árboles nevados y un camino de nieve hacia la base de la montaña a un mundo violento y mezquino.
Desde lo alto de uno de los pinos, Fyarla se sube a la rama más alta para observar a Ulfar hasta que su silueta se disuelve entre la tormenta de nieve que es cada vez más fuerte. Esa sería la última vez que ambos estarían en el clan.
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