Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 3
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- 3 - Capítulo 3: Conociendo un nuevo mundo
Un día después, Ulfar llega a un pequeño pueblo a no más de diez kilómetros de las montañas. Del paisaje que observa destacan casas de madera de construcción singular muy distinta a las que lo tenía acostumbrado.
La tormenta de nieve es cada vez más fuerte en la noche por lo que busca algún sitio para poder quedarse. No deja de ser un ser humano que al exponerse durante muchísimo tiempo a bajas temperaturas podría sucumbir de hipotermia, pero no como una persona común y corriente. Puede presentar mayor resistencia al frío.
Lo primero que se encuentra es con un enorme edificio lleno de nieve en su techo y madera en las paredes. Asume que allí puede haber gente que le permitan quedarse. Se acerca hasta la puerta y antes de que pudiera abrirla esta lo hace desde adentro y varias personas salen del edifico, ebrios y buscando pelea con cualquier persona.
Desde el interior del edificio se escuchan gritos y muchas voces. Asoma su rostro para ver y escuchar y ve un gran espacio compuesto por dos plantas, la más baja es donde se encuentra un gran espacio con mesas y sillas, a un costado una barra con otras personas que entregan jarros con líquido. Y en la plata de arriba una escalera que lleva a un pasillo y varias habitaciones en los lados. Por primera vez se encuentra en una posada.
Traga un poco de saliva y se mete dentro de la posada. Su vestimenta, forma de caminar y apariencia atrae demasiado la atención. Ulfar llega a sentirse incomodo y sospecha que son hostiles. Se presenta ante quien atiende la barra en el idioma común cortesía de su padre cuando era un niño:
—H-Hola…me llamo…U-Ulfar…quisiera…dormir…aquí…—dice con la dificultad que le representa hablar en un idioma que nunca pudo practicar.
—¿De qué mierda estás hablando? —pregunta el hombre. —¿Porque hablas como idiota? Haaaaa, como sea. Cinco vekasidiana la noche.
—¿Veka…sidiana? Okey…—busca entre sus pertenencias en el bolso. Su expresión cambia cuando encuentra algo en el fondo y lo saca. Luego lo coloca en la barra con una sonrisa confiada.
—¿Es una maldita broma? —lo mira confundido al ver que le dejó un par de raíces.
—Es…pago….
A su alrededor varios hombres dejan de beber y ponen de pie. Algunos se acercan lentamente desde los otros extremos. La atmosfera cambia drásticamente y Ulfar observa sutilmente a su espalda.
Ulfar cierra sus puños tronando los huesos. Siente a su alrededor a todos los que se van acercando usando el origen de la observación. Un solo giro de su cuerpo bastaría para dar inicio a una batalla campal dentro de la taberna.
Entonces un hombre de unos treinta y tantos empieza a reír a carcajadas con una gran jarra en la mano y golpea el hombro de Ulfar quien solo atina a mirarlo en completa confusión:
—¡Jajaja, santo cielo sigues siendo tan gracioso como siempre!
—¿Lo conoces? —pregunta el hombre que atiende la barra.
—¡Pues claro, es mi nuevo subordinado! Tendrán que disculparlo. Hace un par de años le golpearon en la cabeza con un mazo y eso lo volvió estúpido.
—Haaaa, haberlo dicho antes. —exclama suspirando el hombre. Hace un gesto para que los demás continúen con sus bebidas. —¿Quieres que le sirva lo mismo que a ti?
—Por favor.
—Bien.
El hombre continúa bebiendo hasta dejar vacía la jarra. Luego encara a Ulfar durante unos largos y silenciosos segundos. Lo mira y lo mira detenidamente hasta que finalmente se da cuenta de quien es:
—¿Clan carmesí de las montañas?
—S-Si ¿Cómo lo supiste? Por cierto ¿Cómo es que hablas mi idioma?
—Son muchas preguntas.
—Lo siento.
—No te preocupes. Me di cuenta de dónde vienes porque los montañeses suelen cargar un enorme bolso de piel inclusive cuando cazan no muy lejos de sus clanes. Lo que me llama la atención es que no eres pelirrojo. ¿Eres un carmesí?
—A medias.
—Interesante.
—¿Qué es lo interesante?
—Jamás escuché sobre un montañez a medias. Y dime ¿Qué te trae a la aldea de “Odersborg”?
—¿No tendrías que presentarte primero?
—Oh, que buenos modales, pero tienes razón. —se baja de la silla y pisa con fuerza. —Soy el capitán Haalkan de las grandes tierras dominadas por Sarko Sonna. Comando a las fuerzas que protegen el territorio y el castillo de mi señor.
—¿Eres un guerrero?
—Podría decirse que sí.
Ulfar ve la oportunidad de convertirse en un gran guerrero que le permita regresar al clan lo más rápido posible. Quizás siendo uno consagrado pueda presionar a Aalborg a permitirle volver y también tomar a Fyarla como su esposa. La ilusión es enorme. Cada oportunidad que aparezca tiene que aprovecharla como sea:
—Haalkan ¿verdad?
—Si.
—Quizás puedas ayudarme a convertirme en un gran guerrero.
—¿Huh? ¿estás ebrio? —mira a la barra para averiguarlo. —Ah, no, eso lo hace más extraño ¡jajaja!
—¿Qué es lo que te hace reír?
—Nada, eres muy interesante. ¿Por qué viniste a este pueblo?
—Ya te lo dije…
—Dime la verdad. —se pone serie. No aparta la mirada en Ulfar.
—Tengo que convertirme en un gran guerrero para poder regresar y reclamar a mi pareja.
El oír eso se queda en silencio y toma la cabeza. Vuelve su mirada al frente y con leves golpeteos de su dedo índice en el costado de la cabeza piensa y piensa. Esto durante varios largos segundos casi un minuto. Suspira y se pone de pie. Saca de sus bolsillos unas monedas cuya acuñación es irregular pero aceptada por el hombre que atiende el bar.
Haalkan se retira del lugar, no sin antes hacerle un gesto a Ulfar para que lo siga hacia afuera.
Ulfar y Haalkan llegan hasta una caballeriza donde el capitán se detiene frente a un enorme caballo. De su cintura desenvaina una espada apunta al Montañez:
—Escúchame… ¿Cuál era tu nombre?
—Ulfar.
—Bien. Te lo preguntaré una sola vez y de ahí dependerá de tu respuesta.
—De acuerdo.
—¿A que viniste aquí? Piénsalo bien.
—Tengo que convertirme en un gran guerrero para demostrarle a Aalborg que soy digno de continuar en el clan…y…
—¿Y? ¿y qué?
—Que me tome enserio para ser el que merece a Fyarla. —dice con un tono firme de voz.
—Okey. —envaina la espada y de un brinco se sube al caballo. —Quédate en la posada durante unos días hasta que pare la tormenta de nieve y espera que te contacte.
—¿Para qué?
Haalkan arroja una pequeña bolsa de piel con muchas monedas dentro que Ulfar alcanza a tomar en el aire con un pequeño salto. Haalkan tira del caballo para salir de la caballeriza mientras que el joven carmesí lo sigue por detrás. Incapaz de entender que hace Haalkan le pregunta:
—No comprendo ¿Por qué me estás dando esto?
—Te dije que esperes unos días. Tendrás lo que pediste, pero no será fácil.
—¿Cómo?
—Te lo explicaré cuando nos volvamos a ver. Por cierto, procura estar callado y no hablar con nadie. Es una época compleja donde los esclavistas están rondando estas tierras. Por ejemplo, los que se acercaban hostilmente hacia ti son grupos que trafican personas y los montañeses son realmente codiciados. Ten cuidado. —le aconseja.
Haalkan se aleja a todo galope mientras que Ulfar abre la bolsa y ve muchas monedas. Las preguntas son demasiadas y sus dudas no parecen detenerse. Se siente inquieto, pero también cansado por tanto viaje así que regresa a la posada donde intenta comunicarse con el hombre de la barra:
—Son cinco monedas la noche. ¿Cuánto tiempo te quedarás?
—Tenga. —deja veinticinco monedas.
—Okey, son cinco días. Sube las escaleras y camina hacia el pasillo. Es la puerta al fondo del pasillo a la izquierda.
Todo eso sigue siendo desconocido para él. Haalkan resulta ser alguien misterioso ya que conoce bastante sobre el clan carmesí y el dialecto Montañez. Aun así, hay que descansar para afrontar un nuevo día.
Tras seguir las indicaciones del de la barra llega hasta la puerta la cual abre despacio y allí ve una cama con sábana de piel, una silla a su lado y una pequeña mesa con plato de madera al igual que cubiertos del mismo material.
Ulfar deja sobre la mesa el bolso de piel y se quita la ropa quedándose en paños menores. Su cuerpo tiene un enorme desgaste de tanto viaje y sin dormir ni comer. Se queda junto a la ventana y mira en dirección a las montañas preguntándose:
—Fyarla ¿Cómo te encuentras?
Sin saberlo, ella también está observando desde la rama más alta de un árbol en la dirección que lo vio por última vez. Una lagrima cae de su rostro hacia la nieve que se acumula en la base del árbol.
AVAVAVAVAV
Con el correr de los días y viendo que Haalkan no ha vuelto, Ulfar decide salir de la taberna para continuar su viaje. La tormenta de nieva cesa por la mañana así que aprovecha para recoger sus cosas y abrigarse y salir para retomar el camino.
Afuera de la posada lo espera un total de quince hombres armados con hachas y martillos. Sus apariencias no son lo que podría considerarse como un habitante del frio norte y es evidente en como responden ante las bajas temperaturas. Son sospechosos.
Uno de ellos se acerca con una espada oxidada y una notable cicatriz en la mejilla que denota una vida llena de malas decisiones y sufrimiento ajeno:
—Nos hiciste esperar bastante tiempo maldito infeliz. Dinos algo, tú no eres de por aquí. Eres un maldito salvaje de las montañas ¿o me equivoco?
—A esta altura no puedo negarlo. —piensa Ulfar. —Diez por delante y cinco detrás. Quieren rodearme, pero ¿acaso es un grupo solo de esclavistas? Tendré que confrontarlos.
—¿No vas a responderme? Entonces no hay más que decir. Te llevaremos a un lugar más cálido sea con o sin piernas. De cualquiera manera pagaran bien por un salvaje Montañez. Agárrenlo. —ordena a los demás.
Ulfar se queda quieto en la espera por el primer contacto.
Cuando siente la mano de uno de ellos sobre su hombro, Ulfar reacciona rápidamente tomándolo del brazo y con la otra cerrándose le golpea en el antebrazo rompiéndoselo y provocándole una fractura expuesta. Luego da un golpe con la palma de la mano desde abajo contra la mandíbula hasta levantarlo y tirarlo contra el suelo.
Ninguno de los esclavistas sabe que hacer pues la situación genera que queden en shock y no pudieran moverse.
El esclavista, que resulta ser el líder del grupo, ordena a todos que lo ataquen ya sin importar que sea sin daño alguno. La realidad tan cruda es que hay personas en el sur que tienen interés en el canibalismo y suelen tener como preferencia la carne de los montañeses por su grasa que al digerir animales como osos y lobos, suele añadirse al organismo humano. Una práctica, como la del canibalismo, que es aborrecida pero practicada por muchos pueblos en el sur.
Sin embargo, la resistencia tan brutal que manifiesta Ulfar deja tan sorprendido al esclavista que su preocupación es visible y da un paso hacia atrás:
—¡¿Q-Quien es este maldito bastardo?! —piensa al ver como Ulfar destroza a golpes a cada esclavista que se le acerca con sus armas agitándolas. —¡Este bastardo es demasiado peligroso! —añade asustado.
Uno de los esclavistas es golpeado en el estómago y enviado varias decenas de metros contra el suelo hasta ser arrastrado sobre la nieve. El violento impacto del puño contra la cara resuena convirtiéndose en una serenata de batalla que hace sucumbir de temor a los violentos que intentan capturarlo:
—No tengo motivos para pelear contra ustedes. —exclama Ulfar mientras observa el suelo tras su golpe. —Pero…—levanta lentamente su rostro hasta enfocar la mirada sobre el que aparentemente es el líder del grupo. —no pienso dudar en defenderme.
Sin darse cuenta provoca un cambio notorio en la atmosfera que hace caer inconscientes a varios de los sujetos y otros quedan arrodillados con una sensación de pesadez en el cuerpo y mareos:
—¿Ahora que mierda está sucediendo? ¿Por qué me siento débil? ¡¿Quién mierda es este maldito bastardo! —piensa el esclavista.
Ulfar siente una presencia acercándose por detrás así que sin mediar palabra da medio giro con su puño cerrado y con el impulso busca asestar un golpe brutal hacia el rostro. El impacto es tal que genera una onda expansiva y pequeño temblor a su alrededor. Sin embargo, su puño es detenido a duras penas por la mano de esa persona. Cuando Ulfar se voltea a mirarlo ve a Haalkan con su mano sosteniendo el puño del salvaje montañez.
Al ver que no es un enemigo quita el puño y se disculpa no una sino varias veces mostrándose arrepentido y preocupado por el estado del brazo. Ve que la manga que cubría el brazo terminó por reventarse del violento impacto del puño:
—Siento mucho lo que hice. —se disculpa una vez más.
—Tranquilo, tranquilo. Estabas a la defensiva. El error fue mío al acercarme por detrás. Descuida. —sonríe Haalkan. Luego mira a los esclavistas con desdén y asqueado de su presencia. —Entonces…por fin salieron de sus pocilgas ratas bastardas. —desliza molesto.
—¿Los conocías? —pregunta Ulfar.
—No en realidad. Solo esperábamos a que salgan de la posada.
—No comprendo.
—¿Recuerdas que yo estaba en la barra de la posada?
—Si.
—Bueno. El asunto es que yo estaba esperando a que estos idiotas salgan de la posada para encarcelarlos o matarlos. Pero como la posada es un sitio neutral ellos se refugian cuando las condiciones climáticas no son las mejores y cuando necesitan escapar de los guardias.
—Entonces ¿lo del otro día fue para atraerlos?
—Una parte si, lo siento. Pero por el otro es verdad que iba a venir por ti. —responde mientras se acercan guardias de su grupo para detener a los esclavistas y encarcelarlos. —Aun así, siento que no estás preparado para esto. Te recomiendo algo mejor, si te parece.
—¿Qué cosa?
—Te dije que la posada es sitio neutral. Es porque funcionan los gremios dentro. Entra a la posada y verás una pizarra de madera. Allí encontrarás con tareas que te ayudarán a subsistir.
—Yo…
—¿Sí?
—No se leer ni escribir, jejeje. —ríe y rasca su cabeza.
—Oh, eso es un problema. Hablaré con Breggo, es el hombre que atiende la posada y también es administrador del gremio. Te ayudará. Por lo pronto dedica todo lo que queda del invierno en hacer esas tareas. Cuando la tormenta de nieve se detenga vendremos hacer el reclutamiento. Vendré por ti. —extiende su mano para presentarle sus respetos al salvaje.
Ulfar sonríe y devuelve el gesto tomando, no la mano, sino del antebrazo como un saludo y señal de mutuo respeto que es de costumbre en las montañas. Luego de este gesto amable entre poderosos individuos, Haalkan se despide y tras ponerle grilletes a los esclavistas se los lleva para encarcelarlos.
Uno de los guardias cae al suelo y a lo lejos se observa que cuatro hombres escapan entre ellos el líder del grupo. Haalkan no se lo toma para nada bien así que toma su lanza de la silla de montar y acomoda en su mano desde la mitad del arma. Su postura es clara y amplia. Apunta hacia arriba y pone todo su peso sobre el pie derecho que está al frente. Arroja el arma con tal fuerza que su cuerpo expulsa viento envolvente en todo el cuerpo.
La lanza hace una trayectoria desde las alturas hasta caer hasta el medio del cuello de uno de los esclavistas matándolo en el acto. Ulfar se queda sorprendido de tal habilidad con esa arma, aunque no es la verdadera especialidad de Haalkan. Su destreza destaca demasiado:
—Como verás tenemos demasiado trabajo sobre todo en el invierno. Estás basuras humanas no hacen más que escabullirse. Cuando todo se normalice te reclutaré. Adiós.
—Claro.
Luego de despedirse, Ulfar mira en su bolsillo cuantas monedas le quedan encontrándose solo tres de ellas. Apenas un día en la posada con comida y bebida incorporada. Si Haalkan habló con Breggo significa que no habría problema en empezar alguna misión por lo que regresa a la posada, que ahora que no están los esclavistas solo quedan cuatro o cinco personas en las mesas, pero al menos unas diez mirando el tablero de madera buscando misiones.
Breggo lo ve pasar y hace un gesto para que se acerque. Ulfar hace caso y camina a paso lento sin dejar de mirar donde está ubicada el tablero:
—Ulfar ¿cierto? —pregunta Breggo.
—Si.
—Mi consejo, si quieres ganar buen dinero, es que elijas las misiones que están del lado izquierdo.
—Lado izquierdo.
—Si. Verás, las misiones están organizadas según la dificultad. Son exactamente tres dificultades. La primera consiste en trabajos comunes como quitar la nieve de una entrada o los alrededores de una casa o granja o búsqueda de niños perdidos en la nieve que salieron a jugar con esta tormenta. La segunda consiste en misiones donde se requiere la capacidad de búsqueda y exploración. También son misiones para la capturar de criminales o como protector de una caravana.
—¿Y la última? La del lado izquierdo.
—Es la que se requiere eliminar a objetivos múltiples o rescate, pero con una dificultad demasiado alta. Para esas se suele necesitar de varias personas.
—Entonces quieres que de esa clase de misiones.
—Escucha. Entiendo porque Haalkan te ve como alguien capaz y vi tu pelea con los esclavistas. Te cuento un secreto de estas misiones. —le indica con su dedo índice que se acerque.
Ulfar acerca su oído y Breggo susurra:
—Los que logran completar cinco misiones de esa dificultad por lo general reciben oportunidad de ser parte de la guardia personal del señor de estas tierras. Es eso o ser reclutado como soldados o guardia común y te tardarías años en formar parte de la guardia personal. Sería como un ascenso para rápido, pero no deja de ser difícil en términos de misión. Por eso una sola persona logró tal proeza y lo conociste hace cinco días exactos.
—¿Haalkan?
—Pues ¿ya ves lo importante que es ese tipo? Además, completo esas misiones en solitario. Jamás se volvió a ver tal cosa en estas tierras.
Ulfar camina hacia el tablero siendo el único en quedarse viendo la columna con las misiones más difíciles y que requiere de un grupo. La cantidad de misiones son solo de tres y se renuevan cada mes por lo que se podría tardar mucho tiempo. Además, puede realizar solo una misión de esas. Las misiones tienen sus recompensas monetarias. Arranca los papiros de piel que tienen símbolos escritos con tinta vegetal y se lo lleva a Breggo para que se los lea. Uno a uno el cantinero le lee a Ulfar las misiones, pero su atención se la lleva una en particular:
“Misión Clase 3: Eliminar a grupo de salvajes que bajaron desde las colinas blancas.
Descripción del problema: Desde hace seis meses que cincuenta salvajes están provocando incidentes en los pueblos en la base de la colina. Un total de quince personas murieron y otras cinco están desaparecidas en su mayoría mujeres.
Pago: 20 vekasidiana”
AVAVAVAVAV
En el camino nevado donde los guardias transportan a los criminales, Haalkan lidera al grupo desde el frente con su caballo y junto a él se encuentra su segundo al mando de la guardia. Este mira el brazo de Haalkan con el que pudo bloquear el golpe de Ulfar. Ve como acaricia todo su antebrazo y un hematoma se había formado tras ese espectacular impacto:
—¿Te duele?
—¿El que?
—Ya sabes. Tu brazo.
—Un poco.
—Es la primera vez que veo que alguien te da un golpe y obliga a retroceder.
—¿Lo viste?
—Si. En solo un microsegundo te arrastró casi cinco centímetros.
—Ese sujeto, Ulfar, es demasiado fuerte. Sería un gran reclutamiento.
—¿Vas a traerlo a la guardia?
—Claro, pero necesitamos tiempo como para comprobar sus habilidades y si es confiable.
—Ya veo por esa razón le recomendaste trabajar en el gremio antes de formar parte de la guardia.
—Y por otra razón.
—¿Cuál?
Haalkan no responde, pero algo comprende con el encuentro que tuvo con Ulfar y es que el norte puede llegar a cambiar con alguien como él si en verdad está del mejor lado posible. Solo es cuestión de tiempo para saber si estará en el mejor lado.
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