Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 4
Breggo escucha la petición de Ulfar para completar la misión de dificultad alta y que solo se debe realizar con un grupo de personas competentes. La expresión lo dice todo. Esa petición de Ulfar impacta de tal manera al dueño de la posada que se queda completamente en silencio.
Luego de unos momentos se recompone y camina hacia una de las botellas con el más fuerte licor de leche de cabra. Saca dos tarros de madera y llena ambos hasta prácticamente desbordarlos. Le entrega uno a Ulfar y el otro lo bebe él mismo de un sorbo largo y sin pronunciar palabra.
Ulfar bebe el licor que raspa su garganta y contiene un toque de amargura y picor. Es un líquido pesado y dulce que permite pasar el crudo invierno sin sufrir las bajas temperaturas. Tras disfrutar la bebida pregunta:
—¿Entiendes que es un riesgo lo que estás pidiendo?
—Si. Pero tengo que hacerlo. —responde Ulfar con mucha convicción.
—Algún motivo debe haber.
—Solo quiero formar parte de la guardia personal del señor de estas tierras.
—Puedo darme cuenta de que eres extremadamente fuerte. Lo noté cuando peleaste contra todos esos esclavistas, pero ¿estás seguro que podrás matar a esos sujetos?
—No estoy seguro…pero alguien lo tiene que hacer.
Breggo no se muestra muy convencido, aunque Haalkan le haya dicho que seguramente sea capaz. De igual manera no le queda de otra que aceptar su intención de cumplir esa misión por lo que sale de la barra en dirección hacia donde tiene un baúl cercano a la puerta donde duerme usualmente. Allí saca un cuchillo y un papel que es usado para escribir los contratos.
Primero le presenta el contenido del papel hecho con piel fina. Como Ulfar no tiene conocimiento para leer el mencionado contenido, Breggo se toma su tiempo para explicarla con cuidado:
—Este es un contrato donde se describe la misión. En que consiste y su pago. También el hecho de que si ocurre algo contigo en este caso no habrá consecuencias para nosotros.
—Eso suena extraño.
—Puede ser, pero evita que mi posada y el gremio queden mal parados. Además, si lo piensas vivimos en un equilibrio que constantemente puede destruirse.
Ulfar ve unos símbolos en el extremo derecho superior. Unos números que por su analfabetismo le es imposible leerlo. Le señala a Breggo y pregunta:
—¿Qué significa esto?
—¿Eso? Es la fecha. El año en que vivimos.
—El año. ¿Cuál es?
—Es el año 178 después de la gran guerra.
—Gran Guerra…casi doscientos años pasaron de eso.
—Si, mucho tiempo ¿verdad? Bien, continuemos.
—De acuerdo.
—Lo que tú tienes que hacer es cortar tu pulgar con esto. —le muestra el cuchillo oxidado que guarda con los contrarios. —Luego apoyar el dedo en donde se encuentra la marca en el papel y oficialmente ya estarías para empezar la misión.
—¿Así sin problemas?
—Créeme que es más complejo. Usualmente no permitiría que vayas solo, pero tienes confianza en conseguirlo así que ¿Por qué no?
Ulfar lanza una leve y cómplice sonrisa. Toma el cuchillo y apoya el filo oxidado en la yema del dedo pulgar. Mueve la cuchilla tirando hacia abajo creando un corte lo suficientemente abundante para que la sangre permita la firma en el papel.
Una vez firma el contrato con el dedo, Breggo se lleva el papel con la misma cuchilla ensangrentada lo atraviesa en el tablero de misiones con el cual decreta que hay alguien que ha tomado esa tarea.
Sigue siendo un mundo extraño para Ulfar pero está convencido de lo que tiene que hacer para cumplir con su propia misión personal. Solo espera que el tiempo sea justo con él y le permita lograrlo a tiempo.
Por la noche, Ulfar se queda una última noche por cortesía de Breggo quien le permite sin costo alguno poder descansar con un plato de comida y cerveza de leche de cabra.
Como cada noche desde que se fue de su hogar, Ulfar se recuesta contra la ventana para observar hacia las montañas. Los recuerdos de Fyarla le producen nostalgia. No ve la hora de poder reencontrarse con ella y decirle tantas cosas entre ellas sus verdaderos sentimientos. Esos sentimientos que nunca tuvo el valor, pero ella siempre ha sospechado.
Se pregunta si logrará su cometido y teme que Fyarla lo olvide una vez lo consiga.
Sus ojos se cierran, cansados de tanto pensar en todo. Antes de finalmente sucumbir ante el sueño, mira a la cama y se dirige hacia ella arrastrándose. Se recuesta agotado y permanece unos momentos mirando al techo y una mano descansando sobre su frente.
El alojamiento es áspero, pero tan cómodo que le permite sentirse a gusto, solo por un breve tiempo olvida las penurias de haber sido exiliado de su clan, pero las esperanzas no las pierde ni por un momento.
AVAVAVAVAV
Al día siguiente, Ulfar sale de su habitación y encara a las escaleras donde lo espera Breggo:
—¿Estás seguro? Puedes detenerte en este punto. Nadie va a juzgarte.
—Si quiero ser considerado para guardia personal del señor tengo que arriesgarme.
—Son muchas personas a las que tienes que matar.
—Correré el riesgo.
—Ten. —le entrega un pequeño bolso de piel. —Quiero que le quites a todos sus collares. Según entiendo cada miembro del grupo usa un collar. Cuando completes la misión quiero que arranques de sus cuerpos esos objetos.
Tan pronto como le termina de explicar la importancia de los collares Ulfar asienta y camina hacia la puerta. Sale de la taberna encontrándose con un panorama nevado y una tormenta de nieve que no cede. Y aún faltan meses para que el invierno se termine.
Ulfar había recibido un mapa con varias indicaciones fáciles de seguir. Abre el mapa y observa el territorio reconocible. Allí ubica sin dificultad el pueblo y luego una marca donde están acampando los salvajes sádicos. La distancia es bastante larga puesto que el pueblo y el campamento están en puntos opuestos.
La puerta de la posada se abre y de la nada sale volando una espada algo vieja y oxidada. Ulfar la toma extendiendo su mano. Breggo, desde la puerta y sonriendo, lo alienta a iniciar su misión. El muchacho devuelve el gesto.
Una vez guardada la espada en su cintura se adentra hacia la tormenta de nieve. Corre entre los fuertes vientos y heladas envestidas que solo el norte podría sufrir. Ulfar recorre el camino hacia el sur, una vez más, pero en dirección a oriente de donde se encuentra su hogar del que tuvo que irse.
Después de varias horas caminando y atravesando el extenso campo blanco llega hasta un lago helado con escasos pinos cubiertos de nieve. En los alrededores hay manadas de animales que contrastan fuertemente con los que Ulfar estaba acostumbrado en las montañas.
Las bestias tienen de nombre “Behemoth” para los extranjeros, sin embargo, para los norteños su nombre es “mamut”. Estas bestias se mueven en manadas de veinte o treinta y cuando se termina el invierno se reúnen todos en el lago que está frente a él y pueden llegar a convocarse mas de veinte mil. Aunque también llegan depredadores tan peligrosos como un grupo de mamuts.
Al lado de Ulfar se asoma un diente de sable quien acecha a la manada sobre todo a una pequeña cría de mamut. La bestia carnívora se acerca lenta y silenciosamente sin percatarse de la presencia del montañés:
—¿Qué clase de bestias son estas? —piensa sin apartar la mirada en el dienta de sable. Está conmovido por la vista que tiene en frente, aunque el peligro a su lado no es cosa de broma.
El animal gira su cabeza hacia donde está Ulfar. Ahora se queda viéndolo durante unos momentos mientras que el joven salvaje acerca su mano a la cintura donde descansa la espada.
Ulfar se sorprende cuando el diente de sable se achica de temor y huye despavorido. Sin conocimiento de lo ocurrido decide retomar su camino. El tiempo apremia y hay una misión que cumplir. Aún así reflexiona sobre lo que acaba de ocurrir que no es para nada normal.
Varias horas después de caminata, Ulfar llega hasta una choza con cierta familiaridad para él. Esa construcción tan precaria es de la misma clase que hay en su clan. Se ve vieja y arruinada, pero es indudablemente una choza construida por miembros del clan:
—Increíble. —acaricia las paredes hechas con ramas gruesas de los pinos en los alrededores y un techo con el mismo material y amarrado con fibras flexibles que solo se consiguen en las montañas.
La entrada a la choza, en la que al menos diez personas podrían descansar, tiene aún su cortina de piel de oso, aunque apenas cubre la mitad.
Ulfar traga saliva y camina nervioso hasta la entrada. Aparta la cortina solo para encontrarse con el lugar vacío. Apenas hay rastro de una fogata y varios huesos de animales y frutas podridas.
Sin embargo, no duda de que la choza pertenece a un grupo de montañeses que estuvieron hace varios meses y su apariencia es por el violento invierno y las tormentas de nieve que aceleraron el proceso de degradación de la construcción:
—Tiene que ser una broma. —exclama mientras deja sus cosas a un lado para buscar en la choza algo para encender una fogata. A un costado, oculto debajo de un trapo largo de piel unas ramas las cuales usa para encender fuego. Se recuesta a un lado de las llamas y mira al techo, pensando en lo que tendrá que hacer, pero siempre el objetivo será el mismo no importa que.
Mientras mira por un pequeño orificio del tacho, un pequeño copo de nieve se filtra y cae en su frente sintiendo como si fuera un beso. Será la reconocida “locura invernal” que tras pasar mucho tiempo en las temperaturas bajas y la soledad produce que cualquiera sienta como alguien les comparte su empatía y cariño o simplemente está cansado.
Ulfar cierra sus ojos y acurrucado contra la fogata espera paciente unas horas para que agarre un poco de calor y descanse tras casi doce horas caminando bajo la tormenta de nieve que azota incansable las tierras del norte.
AVAVAVAVAV
Por la mañana del día siguiente, parte hacia su destino aun restándole casi cien kilómetros de distancia.
En el camino se encuentra con pisadas muy recientes que van en dirección a un bosque frondoso que queda de paso. Puede que allí se encuentre el grupo de salvajes o pistas para poder encontrarlos. Su capacidad para detectar personas es incluso mayor de la que poseen los más experimentados en el clan.
Ciertamente llega al bosque solo para encontrarse con al menos cinco hombres vestidos con pieles típicos de los montañeses, pero sus características físicas no son las conocidas, muertos sobre la nieve y su color blanquecino empañado por el rojo de la sangre. Todavía portan sus abrigos de piel, pero al buscar entre los cuerpos y apartando la vestimenta se encuentra con que algunos fueron apuñalados y otros atravesados por flechas.
El misterio aumenta cuando encuentra un sexto cuerpo partido a la mitad con los órganos afuera. La mitad superior está contra un árbol. Sigue un camino de sangre que se desvía hasta setenta metros lejos de la masacre solo para encontrar la otra mitad, la inferior, entre arbustos y con las piernas devoradas:
—¿Qué pasó aquí? Estos tipos…murieron de esta manera y estaban vestidos como los montañeses, pero…no se ven como nosotros. Aunque no se como puede verse alguien de otro clan. —se pregunta en voz alta. —Tal parece que esta misión no es ordinaria. ¿Huh? —mira hacia los bolsillos empapados de sangre y encuentra un rollo metido. Se agacha para recogerlo y cuando lo abre no entiende los símbolos porque se encuentra en otro idioma. Sin embargo, su expresión es seria al ver que el símbolo es la silueta de un oso dentro de un circulo con figuras lineales parecida a la de una estrella.
Ulfar mira en dirección a donde hay mas de veinte pisadas en dirección a las montañas que a lo lejos alcanza a ver.
Empieza a sospechar que algo más ocurre en las tierras bajas del norte y por alguna razón la misión no fue elegida. Un gran misterio se asoma en el frio invierno y Ulfar está en el centro de la escena.
AVAVAVAVAV
Mientras tanto a kilómetros del pueblo y muy cerca del rio más importante en el norte llamado “Vikarg”, los esclavistas supervivientes de lo sucedido con Ulfar llegan al campamento de su grupo donde los espera el líder.
Alrededor de doscientos hombres y mujeres habilidosos esperan las noticias y entre ellos dos hombres con peculiares apariencias. Uno delgado con cuerpo tonificados con una capa y cabello largo. Otro cuyo tamaño es tan impactante como barriga y los colores de su cabello y barba son similares a los del clan carmesí.
En el final del camino, una choza enorme rodeada por picas de madera donde los espera un hombre imponente de mirada penetrante y estragos de batallas anteriores en el cuerpo espera saber que ocurrió con el grupo:
—Te ves fatal, Haufhyll. ¿Qué mierda pasó?
—Los guardias personales del señor…nos encontraron y…
—¿Enserio fue solo eso?
—S-Si…—responde con temor y sin mirarlo a los ojos.
—Yo creo que no es todo. —dice el hombre enorme y barrigón que forma parte de los miembros de confianza.
—También pienso lo mismo. —exclama el otro hombre.
—¿Q-Que? N-No, yo…digo la verdad…
—Vamos Haufhyll, sabes que en mi grupo la mentira es castigable. Habla y no quiero mentiras. —se da media vuelta y enfoca su mirada llena de odio y salvaje que petrifica a Haufhyll.
Hauhfyll traga saliva, sus manos y piernas tiemblan y su mirada no deja de enfocarse sobre el suelo. La tensión lo hace caer sobre la nieve. A su alrededor los miembros del grupo observan y juzgan:
—Sigo esperando.
—Todo lo que dije…es cierto. —reitera.
—Increíble pedazo de mierda…—exclama el hombre de cabello negro y capa de piel.
—Espera Sygwer. —lo interrumpe el líder. —Continua.
—Pero había alguien más. Un maldito idiota. Un salvaje. Él no parecía tener idea de donde se encontraba o que hacía, pero…congenió bastante con el capitán de la guardia. —explica Hauhfyll.
—Un salvaje no es un problema serio. —exclama el barrigón colorado.
—No, no lo es Borful. —dice el líder. Toma un hacha que descansa al costado de la entrada de la choza. Un hacha de un filo, pero increíblemente enorme que solo él puede manipular con una mano. La toma y camina hacia Hauhfyll. —Pero siempre existe la posibilidad de que se convierta en un problema ¿verdad? —llega hasta el hombre y apoya el filo del hacha debajo del mentón. —Eso creí. —de un golpe le corta la cabeza a Hauhfyll frente a todos los esclavistas que solo atinan a observar.
Sygwer se acerca y propone:
—Kerfall. —le dice al líder. —Dame diez hombres de los más capaces y me encargaré de ese imbécil de mierda.
—No, no hará falta. Al menos por ahora. Tenemos otros asuntos que atender. —exclama Kerfall. —En dos meses acabará el invierno. Cuando pase nos movilizaremos hacia los bosques a kilómetros del castillo. Vamos a fastidiar a los señores empezando por el de estas tierras.
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