Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 5
Ulfar sigue los rastros de pisadas que se expanden a casi un kilómetro en dirección a las montañas. Su capacidad para encontrar lo que sea es tan evidente que no se escapa ningún detalle. Desde el tamaño de las personas involucradas, su peso y condiciones, así como edad. Todos esos detalles ayudan a comprender a la presa en este caso a humanos buscados como criminales.
El bosque está silencioso y sobre su cabeza el cielo se oscurece de repente. Decide apurarse para encontrar a la causa de la masacre de esos hombres y con ello averiguar dónde están los demás y desentrañar los motivos por los que se separaron del grupo.
En el camino se encuentra con un oso del bosque que acaba de cazar una cría de mamut y en el otro extremo, acechando sin escrúpulos, un tigre dientes de sable. Ambos depredadores se disputan el cuerpo mientras que Ulfar observa, espera y aprende. No puede continuar hasta que la batalla cruel y despiadada tenga un ganador y por ende el que arrebate el cadáver.
Decir que Ulfar está seguro detrás de uno de los árboles a casi veinte metros es demasiado errado ya que ambos animales huelen el aroma a sudor, suciedad corporal y también hierbas medicinales que recolectó por el camino y eso los atrae hacia él.
Tanto el oso como el diente de sable voltea y se acercan con una clara intención de añadir un humano al platillo del día. Entonces, el montañés retrocede lentamente y con las manos levantadas. Por recomendación de Breggo, si llegaba a encontrarse con alguna bestia feroz lo mejor era mostrarse grande, no temerle y para nada del mundo hacer un movimiento repentino que podría alertarlos.
El intento de escapar es un éxito, hasta que pisa una rama y apoya su espalda contra otro pino. El límite del camino es el árbol en cuestión. El diente de sable es el primero en acercarse a toda velocidad, seguido por el oso y su torpeza, pero su solo zarpazo es tan poderoso como para romper los huesos de la mitad del cuerpo:
—Ay mierda. —exclama Ulfar. Sale corriendo para encontrar algún pino y treparlo.
El felino, de porte imponente y colmillos enormes, lo sigue a tan poca distancia que si tuviera que extender las garras fácilmente lograría capturarlo. Para sorpresa tanto de Ulfar como del tigre, el enorme oso llega desde un costado y lo atropella con tal violencia que lo arroja varios metros contra la nieve.
Cuando el muchacho levanta su rostro, con mareos, ve a ambos animales acercándose lenta y amenazantes. Se pone de pie y mira sin temor. No es la primera vez que enfrenta a un oso siendo el oso de las cavernas un rival usual en las montañas y además es mucho más grande que el que tiene de frente, pero la situación es de desventaja con el diente de sable en el otro costado.
Aun así no tendría problemas para poder pelear contra ambos. Su fuerza, resistencia y capacidad de combate son reconocidas entre los miembros del clan. Combate contra un oso y un felino enorme, sería una primera demostración para poder cumplir con la misión.
Sus ojos se centran. La postura del cuerpo es firme y el temor es inexistente. El cabello se eriza en tramos intermitentes de tiempo mientras que una brisa pesada lo envuelve y luego se expande hacia las dos bestias. Se quedan paralizados de miedo y sin poder avanzar. Luego salen huyendo, así como lo hizo ese diente de sable en el lago.
Las preguntas para Ulfar se acumulan, pero el tiempo apremia y debe continuar con su viaje. Aún tiene que averiguar qué pasó con esos salvajes criminales y encontrar al resto de la banda.
Junto a las pisadas se encuentra con un rastro extraño como si se estuviera arrastrando algo afilado contra la nieve y la marca acompaña a una sola pisada, pequeña no como las de un niño, pero tampoco de un hombre. Una mujer es la primera opción. Eso le genera gran preocupación porque posiblemente haya una mujer en peligro o, al contrario, tenga que enfrentarse a una.
La capa de nieve es cada vez más fina hasta que llega a un lugar extenso en lo que parece ser otro lago congelado y a su alrededor el bosque bordeándolo. Inexplicablemente el frio se reduce y dentro del algo congelado se encuentra una persona sentada sobre una pila de cuerpos.
Aquella persona es una mujer de unos veintitantos de cabello plateado, ropa que no parece ser de ningún clan y una espada fina y larga en su mano. Ella descansa con la espada atravesada sobre la espalda de uno de los tantos cuerpos.
La chica se percata de la presencia de Ulfar pero no le da mucha importancia. Solo descansa tras una masacre en desventaja. Un hándicap a lo que parece estar acostumbrada según su tranquilidad. Sin embargo, Ulfar se siente en el borde junto a uno de los árboles y exclama que de que ella pueda escucharle:
—¿Eres la causante de esta matanza?
—¿Te agrada?
—No sería precisamente que me agrade. Al parecer esta gente es parte de un trabajo que debía cumplir. Te me adelantaste.
—¿Sí? Bueno ¿lo siento?
—¿Por qué lo hace sonar como si no supiera que hizo algo malo? No, haber, ¿hizo algo malo? —se pregunta.
—¿Podrías decirme que día, mes y año es?
—No tengo idea. Solo sé que es el año 178 después de no sé qué.
—Gracias. Ya con eso me dijiste todo.
—¡¿podrías dejarme sacarle el collar a cada uno?
—¿Te refieres a esto? —la joven levanta su mano con un bolso lleno de collares.
—¡Si, eso!
—Lo siento, pero tengo que llevar estas cosas conmigo.
Da un salto tan alto y largo que acaba aterrizando detrás de Ulfar y muy lejos del lago. El salto hace que la capa de hielo fino se quiebre y rompa. Los cuerpos se hunden dentro del lago helado.
Ulfar ve como la chica escapa rápidamente.
El joven decide perseguirla, pero los pasos tan agiles que demuestra le dan ventaja en un terreno tan complicado como el nevado. Salta hacia las ramas de un árbol para seguir su escape desde la altura entre los pinos.
Ulfar no deja de seguirle con la mirada:
—Es bastante veloz incluso al nivel de Fyarla. Tengo que pararla como sea. —exclama agitado por la persecución. —¡Oye, entrégame los collares, por favor! —grita.
—Lo siento, pero…
De repente, cuando la chica llega hasta una rama ubicada en la cercanía de ella se tambalea y el árbol se mueve bruscamente provocando que no llegue y termine cayendo al vacío. Su gran capacidad atlética y agilidad le permiten caer de pie y sin ninguna exigencia.
Ve a Ulfar apoyado contra el árbol. Como último recurso optó por empujar violentamente al pino el cual acabó moviéndose con brusquedad:
—Por favor, necesito llevar esos collares. —pide Ulfar volviéndose hacia la chica.
—¿Por qué quieres estos objetos? —pregunta ella.
—Estoy intentando cumplir un objetivo y me lo estas impidiendo.
—¿Qué objetivo es el que quieres lograr entregándote esto?
—No puedo decirlo.
—Entonces olvídalo.
—Perdón, pero si no me lo entregas…
—¿O qué? ¿vas a arrebatármelo por la fuerza?
En silencio, Ulfar saca su espada. No tiene la intención de usarla, pero como última alternativa buscará asustarla. Sin embargo, la chica de cabello plateado desenvaina también su arma y apunta hacia él:
—¿Cuál es tu nombre? —pregunta ella.
—En mi clan aquellos que preguntan son los que primero deben revelar el suyo.
—Bien. Es aceptable. Me llamo Hilde Brunh.
—Ulfar Akhor.
—Ulfar, no quiero pelear contigo así que abandona toda idea que haga que este conflicto empeore.
—Lo siento Hilde, pero no me rendiré. Necesito llevarme esos collares.
Hilde suspira ante la terquedad de Ulfar y adopta una postura doblando las rodillas y la espada tomada por ambas manos a la misma altura que el mentón y la punta en dirección hacia su rival.
El muchacho no tiene un arma que lo represente y aun así confía en la espada que le otorgaron para poder vencer a la mujer.
Hilde desaparece ante la vista precisa del montañés y ataca por un costado con la parte no filosa del arma. Ulfar bloquea con la oxidada espada y con mucha fuerza empuja a la misteriosa mujer. Es arrastrada varios metros sin caer al suelo. Se percata que no hubo fuerza desmedida por lo que considera una muestra de piedad. Le causa rechazo tal actitud:
—No quiero pelear. Enserio. —insiste Ulfar.
—Yo tampoco, pero hasta que no me digas lo que necesito, olvídate de los collares.
Ulfar se aproxima entre los fuertes vientos y la nieve que opacan su presencia. Hilde pierde de vista al muchacho.
Mira hacia arriba y ve como algo está cayendo por arriba de su cabeza. La reacción más rápida es apartarse saltando a un costado. Ulfar cae desde muchos metros de altura e impacta con su puño contra el suelo cubierto nevado. El impacto destroza la zona con una violenta onda expansiva que arrastra toda la nieve acumulada y vientos que sacuden los alrededores incluyendo a Hilde
El ataque no se detiene ahí porque Ulfar se impulsa hacia ella dejando la espada en el camino y apelando a los puños. Hilde se aleja de él corriendo hacia un árbol y cuando llega hasta allí salta sobre la corteza y da unos pasos hasta impulsarse y elevarse en línea horizontal por sobre Ulfar. Luego le da una patada al costado de la cabeza, pero el montañés bloquea el ataque y toma la pierna. La levanta con fuerza y avienta contra la nieve.
Entonces ella responde usando su espada rozando con el filo el brazo y pierna para hacerlo tambalear y alejarlo.
Ulfar y Hilde se acercan uno hacia el otro y con sus puños cerrados golpean al rostro con tal fuerza que el montañés es tumbado contra el suelo una vez más y la chica de pelo plateado es arrojada contra los arbustos a unos metros de distancia.
La lucha continua unas horas más hasta que la oscuridad de la noche obliga a terminarla sin un claro ganador. Ulfar está agotado y con heridas leves en el rostro:
—Creo…creo que me excedí. —murmura observando que casi destruye la zona. Ve un par de árboles que casi caen y ramas acumuladas que por el viento generado se encuentran débiles como para mantenerse en los pinos.
—Con tanta fuerza me sorprende no haberte visto en la orden. —exclama sorprendida. Sus heridas son menos serias que las de Ulfar. Hilde se da cuenta de que el muchacho se estuvo conteniendo todo ese tiempo.
—¿Orden? ¿Qué es eso?
—Si, se nota que eres de los clanes de montaña. ¿Acaso nunca oíste hablar de la orden asesina?
—No.
—Haaaa…—suspira con decepción. —Supongo que no hay caso de seguir con esto en mi poder. Pero…—lo mira a los ojos y se acerca hasta quedar cara a cara. —tienes que decirme para que quieres esto y yo…bueno…puede que te diga mi motivo. ¿Te parece?
—Claro.
Los dos arman un pequeño campamento con sus abrigos de piel junto a una fogata armada gracias a las habilidades de Ulfar. La carne de conejo y algunos frutos invernales que recogió por el camino sirven para endulzar la comida. Mientras Hilde controla el estofado de conejo y algunas papas que ella porta para comer:
—Entonces ibas a decirme por qué quieres estos objetos.
—Tengo…necesito completar esta misión para el gremio de estas tierras.
—¿El gremio? ¿el que dirige Breggo?
—Si. ¿Lo conoces?
—…—su expresión cambia drásticamente. —Creo que estarías bien si no trabajas para él.
—¿Por qué?
—Solo es un consejo. Tómalo o déjalo. Pero dime algo ¿es acaso algo de lealtad o tienes un motivo más convincente?
—Vengo de las montañas más precisamente del clan carmesí. Hasta hace no mucho era parte, aunque no del todo aceptado. Pero ¿sabes? Había una persona que me apoyaba en todo y me aceptaba a pesar de no ser puro.
—Con razón no tienes cabello colorado.
—Si. Mi padre era esclavista de oriente y mi madre del clan carmesí. Ellos se enamoraron y nací en clan.
—Mencionaste alguien que te aceptaba.
—Fyarla. Ella es mi mejor amiga y alguien a quien amaba…amo…demasiado.
—Suena a que algo los forzó a separarse.
—El deber…y su padre. Ella tiene que casarse con alguien de otro clan bajo las leyes matrimoniales de supervivencia de las montañas. Yo era visto como un donnadie y débil como para ser parte del clan. No lo culpo, pero…me siento impotente ya que dijo algo…una verdad indudable.
—¿Cuál?
—Tengo que ser alguien fuerte y respetado y siento que no lo soy.
—¿Tu? ¿débil? ¿enserio? Mierda, ese tipo es un imbécil. De entre todos los tipos a los que enfrenté, tu definitivamente eres el más duro. Ulfar, siento que la razón no es que fueras débil, sino que te veía como alguien a quien no quería ver con Fyarla.
Ulfar se le queda mirando y luego ríe a carcajadas:
—¿De qué te ríes? —hace una mueca graciosa al sentirse burlada.
—Es que parece tener mucho sentido.
—Si lo reconoces ¿Por qué sigues aquí?
—Porque necesito un motivo para ser reconocido por Aalborg y poder casarme con Fyarla.
Esas palabras no son usuales que provenga de un montañés y su cultura tan endurecida como los inviernos de esos territorios. Se queda enmudecida ya que causa cierta ternura en él. Sin embargo, siente que es su deber el explicar la crudeza del mundo, pues Ulfar es como un niño pequeño en un enorme bosque al que recién conoce. No hay manera de que pueda lograr su cometido desconociendo ese mundo:
—Te daré un consejo Ulfar.
—¿Sí?
—Por supuesto. Y es que no debes confiar en nadie de estas tierras. Confía en mí. No preguntes el porqué.
—De acuerdo. Por cierto, mencionaste algo sobre una orden asesina.
—Si. Olvide explicarlo. Es una organización que busca mantener la paz del continente.
—¿Dónde viven?
—Por el momento estamos establecidos en el centro del continente. No es tan antigua como podrías pensar. Diría que tiene muy pocos años de existencia y apenas somos un puñado, pero nuestros esfuerzos para otorgarle paz a Antares hacen que valga la pena.
—Suena a que buscan hacer el bien.
—Lo intentamos, aunque nos faltan los números.
—¿Tu porque estás aquí?
—Ya te habrás dado cuenta de que estaba buscando a estos imbéciles.
—Si, lo sé, pero ¿solo eso te trajo aquí?
—En parte. Y por otro lado yo nací aquí, en el norte y decidí regresar para ayudar a mi hogar a sanar de los esclavistas y salvajes…bueno…sin ofender.
—No lo hiciste.
—Pero me doy cuenta de que se necesitará de muchos años para lograr esa paz.
—Yo estoy seguro que se podrá. —exclama Ulfar con una positividad alentadora para Hilde.
—Jajaja. —rompe en risas. —Si, eres muy extraño, pero también adorable. —su expresión fría ahora está adornada por una sonrisa sacudida por la mezcla de masculinidad, ternura e inocencia de él.
Más adentrada la noche, Hilde duerme junto a la fogata mientras Ulfar se queda haciendo guardia siempre atento a su alrededor y en ocasiones mantiene la mirada sobre la montaña. Eso no pasa inadvertido para Hilde, que espía en secreto lo que hace Ulfar. Su desconfianza la hace tomar ciertas decisiones, pero en esta ocasión es enternecida por el joven. Todo lo que le dijo fue con la mayor honestidad posible.
A la mañana siguiente, Ulfar despierta junto a un largo tronco y ve hacia la fogata que está apagada. Hilde se encuentra sobre una rama a varios metros de altura vigilando que no se acerque nadie.
Junto a él encuentra la bolsa con los collares. Lo toma y mira su contenido observando que efectivamente Hilde lo dejó allí.
La chica se baja dando un salto hacía el vacío y cae ligera como pluma sobre la nieve:
—Buenos días.
—Buenos…días.
—Tienes el sueño muy pesado.
—Si, hace varios días no puedo dormir bien.
—Entiendo. —mira a la bolsa que sostiene Ulfar en la mano. —Te pertenece. Por tu historia diría que lo necesitas más que yo.
—¿Estás seguro?
—Oye, tú eras el que me lo estaba pidiendo.
—Te lo agradezco.
—No tan rápido para agradecerlo.
—¿Huh? —se queda confundido Ulfar.
—Te acompañaré en tu viaje.
—¿Qué? No, no, yo viajo…
—Solo…si, ya se me ese cuento, pero te guste o no…emprenderé este viaje contigo.
—¿Por qué?
—Digamos que encuentro interesante tu viaje de autodescubrimiento y crecimiento.
—Dices cosas realmente extrañas.
—Cállate y partamos hacia la posada. ¿No tienes que entregar la misión completa?
—Es cierto.
Ulfar y Hilde regresan al pueblo, desconociendo que debajo de tanta nieve se esconde un mundo oscuro y tenebroso que haría palidecer a cualquiera. Incluso Hilde tiene una mirada y expresión cuestionable. Aunque sus verdaderas intenciones son desconocidas, la realidad es que ella buscará el bien por sobre cualquier método cuestionable. Sin embargo, otro motivo es que se siente conmovida tras conversar casi toda la noche con Ulfar y se siente impulsada para ayudarlo a cumplir con el cometido.
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