Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 7
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- 7 - Capítulo 7: La tríada de misiones más difíciles
El dueto compuesto por Ulfar y Hilde llegan hasta la posada donde ven a un grupo de hombres acosando a una mujer en la puerta. La chica está asustada mientras los hombres la fuerzan a que vaya con ellos “a donde puede divertirse mejor” reconociendo la estratagema tan cobarde que tienen.
Hilde da un paso para poner fin a la tortuosa experiencia de la joven, pero se le adelanta Ulfar con una incontenible sed de sangre. Imposible ignorar tan presión que emana. Uno de los hombres observa cómo se acerca el joven de más de metro noventa y lo intercepta parándolo con la mano en el pecho, pero en su estado de furia toma del rostro al sujeto y lo empuja varios metros contra la nieve. Deja en claro que su fuerza es distinta.
Los acosadores se dan media vuelta y la chica aprovecha para salir del círculo en el que ha caído para refugiarse detrás de Ulfar. Hilde la contiene mientras el salvaje montañés no detiene su andar:
—¡¿Qué es lo que te pasa imbécil?! ¡arruinaste el momento con nuestra amiga! —arremete verbalmente uno de ellos.
—¡¿Amiga?! ¡¿Cuál es tu problema tarado?! —dice la joven salvada.
—¡Puta, basura, inservible! —insulta otro de ellos.
Ulfar no habla, pero de sus hombros se asoma un destello eléctrico oscuro. Acto seguido los ocho hombres caen debilitados hasta que pierden el conocimiento. Breggo sale de la posada y ve al grupo sobre el suelo blanco y mira a Ulfar con Hilde y la otra chica. Su expresión es la de un hombre agradecido de que no haya pasado a más la situación. Se funde en un abrazo amoroso con la mujer:
—¿La conoces? —pregunta Ulfar.
—Es su hija. —dice Hilde.
—Hola Hilde. Ha pasado tiempo. —exclama Breggo al ver a Hilde.
—Muchas gracias por ayudarme. Se los agradezco a ambos. —exclama la joven. —Me llamo Alika.
—Soy Ulfar. —exclama sonriendo.
—Hilde.
—¿Por qué no pasan? Hay mucho de qué hablar. —dice Breggo.
Ulfar sigue a Hilde por detrás para preguntarle en voz baja al oído:
—¿Cómo es que se conocen?
—Es una larga historia.
—No es tan larga, pero si compleja. Los oí. —exclama Breggo.
—Oh, jejeje, lo siento. —sonríe incomodo Ulfar.
Se les acerca Alika con expresión curiosa:
—¿Son pareja?
—¿Heh? —reacciona abruptamente Hilde.
—¡N-No, no para nada! —se exalta Ulfar.
—Jajaja, tranquilos. No parecen tener esa relación. A decir verdad, parece que tu tienes a alguien en el corazón y en la mente. Un amor no correspondido, pero no por ella sino por las circunstancias.
—Alika ¿Qué te he dicho de sobre analizar a las personas? —pregunta Breggo.
—Lo siento padre.
—¿Sobre analizar? —pregunta Ulfar.
—Si, Alika tiene una habilidad demasiado extraña. Puede observar apenas a una persona que ya en pocos segundos averigua todo. Absolutamente todo sobre las personas. —explica Breggo.
—¿Enserio? Eso es increíble.
Para Alika, esas palabras llenan su interior encerrado en sentimientos de cuidado y rechazo hacia su propia habilidad especial. Breggo lo considerado inoportuno al punto de que cualquier persona o grupo si llegasen a enterar de su condición podrían raptarla y usarla para diferentes fines.
Breggo los lleva hasta una de las mesas. Les indica que tomen asiento aprovechando que en la parte de la taberna está vacío y pueden hablar sin problemas. Alika se les une ya que tiene que aprender del oficio y poder heredar la posada. Breggo siempre quiso un hijo varón, pero por azares del destino Alika es el futuro de la familia.
Breggo regresa con una bandeja y cuatro jarrones llenos de líquido. Tres de esos jarrones llenos de cerveza pura de la costa y una de licor de leche de cabra. Hilde da un ligero sorbo mientras que Ulfar sorbe despreocupadamente. Producto de la sed se vacía muy rápido, pero Ulfar tiene una resistencia al alcohol inmensa.
Hilde apoya con suavidad la jarra y mira con ojos prejuicios a Breggo a quien le dice:
—Ten mucho cuidado con lo que le pides a Ulfar. —en tono amenazante.
—¿Por qué dices eso?
—Ya sabes por qué.
—Esa misión no tenía ni idea de que fuera una trampa para viajeros.
—¿De qué están hablando? ¿Cuál misión? —pregunta Ulfar.
—Hubo un tiempo en que yo trabajé aquí haciendo misiones. Un día elegí una de las misiones más complejas que consiste en matar a un diente de sable y traer sus colmillos. El producto era lo importante el animal no. Solo parecía una misión común y corriente…
—¿Y qué pasó? —pregunta Ulfar.
—Era una trampa ideada por esclavistas para capturar gente habilidosa para venderla y emplearla para lo que sea. Piratería o guardias de caravanas de esclavos. —exclama Hilde. —Cuando intentaron acorralarme no tuve de otra que matarlos a todos. Un total de veinticinco idiotas que desconocían mis habilidades. De eso…hace cinco años…
—Enserio Hilde, no tenía ni idea que esa misión fuera una trampa. —se disculpa sentidamente Breggo.
Alika se para abruptamente y con una mano en el corazón le pide a Hilde:
—Por favor, perdona a mi padre. Sé que no tuvo la intención que crees.
—Haaa…fue un largo día y solo quiero dormir. —Hilde se queja y rasca su cabeza.
—Siento mucho lo que diré. —exclama Breggo. Su expresión es de alguien preocupado. En su mano aprieta un papel del mismo material que las misiones que están en el tablero. Hilde se ve venir algo crítico.
—No Breggo…
—Necesito su ayuda. —les da el papel con la misión.
—¿Qué es? ¿una nueva misión? —pregunta Ulfar desconociendo lo que implica ese papel hecho con piel.
—Hilde ¿conoces la tríada de misiones?
—¡¿Qué dices?! Tienes que estar bromeando. —se exalta Hilde y sin contenerse pone de pie y retrocede un paso.
La tríada de misiones es una consecución de las más peligrosas en la posada y, quizás, de todo el norte, y no muchos están en condiciones de lograr completarlas.
Esas misiones llevan más de cien años sin poder realizarse y se sospecha que quienes lo dejaron en el tablero están muertos pero el problema persiste sin una solución. Son tan difíciles que al leerlo muchos acaban desistiendo por su complejidad.
Incluso guardias personales de los señores de las tierras de anteriores generaciones buscaron ganar algo más que dinero. Otorga prestigio, honor y gloria para los victoriosos y sus familias.
Sin embargo, allí esperó la tríada por alguien que pudiera vencer la consecución de las misiones más difíciles de todo el norte. Hasta la fecha. Hilde no escapa a lo que significa puesto que todos por debajo de las montañas conocen de que se trata:
—No puedes pedirnos esto así tan a la ligera. —exclama Hilde en tono molesto.
—Lo entiendo y me disculpo.
—¿En qué consiste la tríada? —pregunta Ulfar en tono serio.
—¿No estarás pensando en…? —lo mira ella.
—Si es algo necesario, tenemos que hacerlo Hilde. —responde sin apartar la mirada en la misión.
—Haaa…explícaselo Breggo. —pide Hilde.
—Si. —expande el papel y muestra cada misión. —Es lo que se llama “consecución de misiones”, es decir, son misiones que depende una de otra. Para completarlas tienes que seguir un orden y cada una le sigue a la otra. Por ejemplo, la primera misión es localizar una caverna en la cima de las montañas “Halliven” al este de aquí. La segunda misión es ubicar a la bestia denominada “titan bear”. Un oso cuyo tamaño es considerable, más que la de los osos de caverna que usualmente vemos o conocemos. —escuchar ese nombre hace que la sangre de Hilde se hiela y se nota lo impactada que está.
—Si, se quién es titan bear. —dice Ulfar. —Es una leyenda y considerado guardián de esa montaña.
—Vaya, pensaba que al estar tan lejos no tenías tal conocimiento. —dice Breggo.
—No, no es así. —dice Ulfar. —Ese animal es un mata hombres despiadado que vive entre esqueletos. —sentencia.
—¿Ulfar? —desliza Hilde.
Bregga bebe el ultimo sorbo de la cerveza y continua con la explicación de la tercera misión para desviar el tema y salirse de la situación incómoda:
—Como tercera misión es simplemente matar a esa bestia y arrebatarle la piel, regresarla y tasarla.
—¿Tasarla? ¿acaso es una maldita misión para algún idiota comerciante? —pregunta Hilde.
—Si. Pero ¿saben qué? Les daré dos habitaciones para que descansen. Invita la casa. Pueden quedarse también y pensar si hacer o no la tríada. Cuando mucho dirán que no y la vida continua.
Ulfar y Hilde quedan un rato más en la mesa, bebiendo el resto del contenido de las jarras. Mientras tanto, Alika se retira a sus aposentos a descansar tras un arduo día como mesera. Breggo limpia las jarras de madera restantes y realiza el conteo de bebidas, así como ingredientes en la despensa.
Hilde está callada y no deja de mirar el papel de piel en cuya superficie está escrita la misión conocida como “tríada”. Ulfar se alarma por la actitud adoptada por ella así que le pregunta:
—¿Hilde? Te noto muy altera desde que llegamos. ¿te encuentras bien?
—Si, estoy bien.
—Pues no lo parece.
—¡¿Acaso me conoces?! ¡tú no sabes nada de mi así que no opines! —responde agresivamente.
—Oh, disculpa.
—No, yo…quiero que me disculpes. Ya venir aquí me da mal humor.
—¿Será la misión?
—…
—Está bien si no quieres contarme.
—No, no tengo problema en hacerlo.
La joven pelo plateado sorbe lo último que le queda al contenido de la jarra y mirando hacia el fondo empieza su historia con esa bestia. Una historia no tan feliz de muerte y sufrimiento:
—Todo esto ocurrió cuando yo tenía diez años. Era parte de un pueblo pescador en los ríos “taleborn” que se encuentran más al este. Teníamos buenas relaciones con los esquimales por lo que comerciábamos bastante con ellos. Ambos pueblos teníamos una sola regla para mantener los vínculos y eso era no acercarse a las montañas “Halliven”. Te podrás imaginar que siendo una niña tan curiosa no respeté eso así que me infiltré en los dominios de la gran bestia que resultó ser titan bear. La historia sigue, pero prefiero no continuar. Estoy un poco ebria. —exclama trabando su lengua en algunas frases.
—Jaja, si, se te nota.
—Habías actuado igual de raro que yo cuando se mencionó al titan bear. ¿Tienes alguna historia con ese animal?
—En realidad nada. Solo que hay leyendas entre la gente del clan carmesí que involucran a un enorme oso que mata hombres curiosos, pero protege a aquellos que se pierden. En realidad, no se tiene seguridad de lo segundo, pero estoy intrigado sobre quién pudo haber puesto esa misión y si se trata de ese animal.
—Cierto. Si esa misión tiene más de cien años significa que es muy longevo.
—Lo cual es imposible. He vivido entre animales de montaña y los osos de las cavernas no son la excepción. No viven más de sesenta años. Ni en las mejores condiciones podrían vivir más de cien años.
—Habrá que averiguarlo. Antes de eso me iré a dormir. Estoy muy cansada y…—se cae desde atrás hacia el suelo en la silla.
Ulfar la socorre alzándola entre sus brazos y carga hacia las escalares rumbo al cuarto de ella.
Llegan hasta la puerta y cuidadosamente abre y avanza hasta la cama dejando a la chica sobre las sábanas de piel. La cubre con ellas y acaricia la frente con una sonrisa.
Una vez deja a Hilde en la cama se retira y cuando cierra la puerta y gira dando media vuelta encuentra a Breggo. Lo está esperando para una conversación secreta. Lleva a Ulfar hacia afuera de la posada para tomar aire fresco y fumar una pipa.
Ulfar y Breggo camina hacia la puerta detrás de la posada donde se encuentra el establo. Allí hay cubos de paja que usa Breggo cada tanto para descansar tras un día de trabajo. Toman asiento y dejan que el aire fresco llene sus pulmones. Nada más natural que el frio aire invernal.
Breggo saca de su bolsillo una larga pipa hecha con cuerno de siervo. Mientras tanto pregunta a Ulfar:
—Hilde ¿está durmiendo?
—Si y muy ebria.
—Me alegro. Ella es demasiado seria y nunca descansa, no desde que forma parte de la orden asesina allí al sur. No podría decir que su decisión está errada, pero ¿volver aquí? Esa muchacha nunca podrá tener una vida propia si no abandona el pasado.
—¿Qué le ocurrió?
—No me corresponde contarte. Solo puedo decirte es una gran chica que tuvo que cerrar el corazón a la gente. Parece confiar en ti así que vuélvete su gran amigo y no le falles.
—Yo…
—Es solo tonterías que un tonto podría decir…pero si lo haces entonces no me sentiré tan mal, jejeje. En fin, parece que tienen una decisión tomada.
—Si, mañana a primera hora partiremos a las montañas.
—Breggo quiero preguntarte algo. Y necesito que sea con la verdad.
—Por supuesto, pregúntame.
—Ese titan bear ¿de verdad es el mismo de hace más de cien años?
Breggo guarda silencio con dudas acerca de que responderle. Tampoco es que tenga una respuesta a tal enigma. Sin embargo, hay algo que si sabe acerca de la bestia y es que con el correr de los años su salvajismo no tiene límite y los pueblos bajo su montaña ahora están desierto. Muchos afirman que fueron devorados por el oso y otros se convirtieron en la nieve que la tormenta arrastra para formar parte de la ira desata del dios del invierno y la diosa de la naturaleza:
—No lo sé…tampoco estoy seguro si se trate de su fantasma. De lo que si estoy seguro es que cada seis meses tenemos que actualizar las misiones y por más que cueste creerlo esa bestia sigue apareciendo y matando gente. Los supervivientes dan su testimonio. Ulfar…no se trata de un animal cualquiera ¿entiendes?
—Me encargaré de ese oso. —exclama poniéndose de pie y palpando sus piernas para quitarse la nieve. —Pero debe haber un motivo por el que tiene esa conducta. Intentaremos averiguarlo antes de actuar contra él.
—Estoy de acuerdo.
—Aun así, me parece sospechoso este asunto. —piensa dirigiéndose hacia dentro de la posada. —Bueno, lo importante es que estoy permitirá acercarme a mi objetivo.
AVAVAVAVAV
Por la mañana temprano, Ulfar y Hilde parten rumbo hacia las montañas recorriendo un largo camino con capas de nieve que les llega casi a las rodillas. Luego un sendero ridículamente lleno de arbustos de mas de metro y medio y cubierto de vayas deliciosas y comestibles. Ulfar aprovecha para llenar su bolso de piel con frutos y vayas. Mientras que Hilde vigila y observa a su alrededor:
—Que extraño. —murmura ella, pero llegando a los oídos de Ulfar quien se da vuelta.
—¿Qué cosa? —pregunta él.
—Mientras más nos acercamos a las montañas ¿no sientes que el silencio es cada vez mayor?
—Ya que lo dices es verdad. Cuando cruzamos el sendero menos animales vimos. Quizás el oso expandió su rango de caza.
—Seguramente.
Luego de recolectar algunos recursos importantes continúan con la trayectoria. Ulfar se percata de que alguien los sigue a la distancia y muy discretamente. No le da importancia ya que siente que no representa ninguna amenaza, al menos por ahora.
Hilde se adelanta hasta un árbol el cual trepa hasta la copa más alta. La vista es panorámica y le permite ver con mayor nivel de detalle la zona. A lo lejos está la montaña y un río que corta el terreno boscoso. Da un salto al vacío y llega hasta el suelo con un aterrizaje más que interesante al impactar contra la nieve.
Ella sale del suelo y advierte a Ulfar:
—Alcancé a ver a la montaña. Tenemos unos diez kilómetros más de bosque y luego un río que no parece ser peligroso. Hay un inconveniente.
—¿Cuál?
—Según parece no hay animales hasta las montañas.
—A juzgar por la distancia que mencionaste resulta imposible que su rango de caza llegue hasta aquí.
—No es el oso. —una voz interrumpe.
De entre los arbustos sale una persona encapuchada de complexión pequeña y frágil. Hilde saca su espada, pero Ulfar la detiene al anteponer su mano en el camino. Ella lo mira confundida y luego el salvaje hace una mueca para que se diera cuenta de que no es ningun peligro:
—¿Quién eres? —pregunta Hilde.
—Alika, me sorprende que tu padre te haya permitido venir. —dice Ulfar.
—¿Alika? —desliza Hilde.
—Siento mucho haberlos seguido. —se quita la capucha rebelando a la joven de apenas quince años, pero con la rebeldía que a Ulfar le recuerda a Fyarla. —No quiero dejar que hagan esta misión sin alguien que pueda ayudarlos.
—¿De que hablas? —pregunta Ulfar.
—Este territorio está en disputa y hay una gran necesidad por resolverla lo antes posible. —exclama Alika.
—Ya me lo imaginaba. —exclama Hilde.
—¿De que está hablando, Hilde? —pregunta Ulfar.
—Si, entiendo que los clanes no lo sepan, pero los señores de las tierras están intentando obtener recursos en sitios clave para comercializar con otras tierras del norte. Estás tierras están disputadas por el oso y los hombres. —explica Hilde.
—No solo ellos. —interrumpe Alika.
—¿Qué otro grupo? —pregunta Hilde.
—No es un grupo de esclavistas, piratas o los señores. Son los tigres diente de sable.
De repente, Ulfar siente como si su cabeza estuviera dando vueltas oyendo distintas respiraciones y gruñidos. Hay pisadas por todas partes rodeándolos. Entonces Ulfar toma de la mano a Hilde y Alika y las lleva lo más rápido posible rumbo al río. Sabe que quienes los acechan son los dientes de sable y que diez kilómetros corriendo es imposible. Hilde se percata de lo que sucede ya que también pudo sentir las múltiples presencias de los animales como Ulfar al usar de manera inconsciente el origen de la observación.
Hilde le suelta la mano a Ulfar y asienta con su cabeza para indicarle que estará bien, pero la prioridad de la chica. Así que Ulfar la levanta entre sus brazos y luego acomoda en el hombro para mejorar su velocidad.
A medida que avanzan miran a la derecha y ven unos tres o cuatro de esos animales persiguiéndolos. Luego miran a la izquierda y ven a uno más. Por detrás los persiguen otros dos. Una manada preocupante que tienen que perder si quieren avanzar de manera segura.
Hilde se desvía mientras desenvaina la espada. Corre hacia la derecha para eliminar al grupo de ese lado que además engloba a la mayor cantidad de atacantes.
Salta sobre ellos y a uno le corta la cabeza. Al ser el que lidera ese lado termina cayendo al suelo y los demás se llevan puesto al cuerpo. La joven aprovecha la situación para degollarlos uno por uno.
Cuando termina de matarlos reanuda la persecución para erradicar a los de la retaguardia. Entonces ve volar a uno y su cuerpo impacta contra el tronco duro y congelado de un pino el cual acaba siendo derriba por la fuerza. Hilde queda estupefacta y luego ve a otro diente de sable salir volando con uno de los colmillos partidos del golpe y el cuello roto.
De tan solo un puñetazo acaba de matar a dos enormes animales carnívoros sin ningún tipo de problema.
Los animales restantes del grupo se escapan asustados al sentir la presión que emana Ulfar cuando desvía su mirada sobre ellos. Una vez más esa extraña presión hace acto de presencia para ayudar al montañés:
—¡Eso fue asombroso! —exclama Alika.
—¿Cómo es que lo hiciste? —pregunta Hilde.
—En las montañas siempre peleaba con osos. Me crie de esa forma.
—Eres bastante interesante Ulfar ¿lo sabias? —dice Alika.
—Jejeje, puede ser. —exclama avergonzado.
—Avanzamos en esta persecución tres kilómetros. —dice Hilde.
—Y todavía nos quedan otros siete para llegar hasta el rio. —añade Ulfar mirando hacia las montañas. Su destino.
—¿Qué hacemos? —pregunta Alika entre temblores por el frio.
—Para empezar, no viniste muy preparada para soportar el frio. Tampoco tenemos tiempo como para regresar. —dice Hilde.
—Quedémonos por ahora en el bosque. Descansemos hasta mañana. —propone Ulfar.
—¿Luego? ¿Qué? —pregunta Hilde.
—Al amanecer partimos hacia las montañas. —dice Ulfar.
—Me parece bien. —exclama Hilde envainando la espada y dejando se caer sobre la nieve.
—Alika ¿te parece bien? —pregunta Ulfar a la chica.
—Yo…estoy bien con lo que ustedes crean mejor. —responde ansiosa.
—Entonces preparemos el fuego. Recolecté varias cosas interesantes y tenemos los suministros que nos dio Breggo. ¿Qué dicen de comer estofado de conejo y papas con salsa dulce?
—¡Eso suena delicioso! —dicen las dos al unísono y contentas. Sus estómagos rugen como leones lo que hace que Ulfar se ríe.
Después de comer el estofado, cortesía de las estupendas habilidades culinarias de Ulfar, los tres preparan donde van a dormir. Siempre alrededor de la fogata para recibir el calor en la noche invernal que, aunque parezca cruda y hostil en medio de la tormenta de nieve, el fuego logra ayudar a soportarlos. Y para mejorar el ambiente se quedan juntos un árbol y cuelgan sobre sus cabezas una larga manta de piel para evitar que la nieve les caiga encima y la fogata se apague o arruine el estofado.
Como es una costumbre Ulfar es el primero en hacer guardia y proteger que ningún depredador se les acerque y ataque. Mientras está de guardia pasa el tiempo afilando su cuchillo y la espada regalada en la posada. Y como siempre no aparta ni por un instante la mirada sobre la montaña. Es un deseo inamovible el volver a ver al clan y en especial a Fyarla.
De repente escucha una voz, la de Alika quien le pregunta:
—¿Siempre te sientes ansioso como miras hacia las montañas?
—Siempre que puedo las veo y siento como mi interior se acelera.
—¿Qué crees que sea?
—Amor. Sin duda que lo es.
—¿Quién es la afortunada?
—Es una amiga de la infancia. Su nombre es Fyarla.
—Oh, que lindo. ¿Cómo es ella? Supongo que para enamorar a un hombre bastante fuerte como tu y seguro de si mismo tiene que ser una mujer en toda regla.
—Si, lo es. Su corazón indomable y espíritu combativo además de que tiene una habilidad para la arquería increíble. Es una cazadora de las mejores que existen y una persona increíblemente bondadosa. No podría explicar con claridad como me siento de pensar en volver a ver.
—La amas.
—Si, la amo y espero poder verla de nuevo ya como un guerrero respetado.
—¿Eso es lo que te lleva a estas tierras? ¿forjar un prestigio?
—El tener la fuerza para decirle al líder del clan que soy digno de pasar toda mi vida con su hija sin que el rechazo por ser mitad carmesí y mitad oriental continúen importando.
Esas ultimas palabras hacen sonreír a la joven porque nunca creyó que podría conocer a un hombre que tuviera tantos deseos de luchar por una mujer y ni hablar de pasar por tantos peligros para demostrar ser digno de esa persona. Le da envidia sana y a la vez agradece conocerlo.
Tiene una decisión tomada y no hay manera de que alguien le haga cambiar de parecer, ni siquiera su propio padre.
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