Academia de Asesinos: Ulfar, martillo helado - 9
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- 9 - Capítulo 9: Encuentro en medio de lo inhóspito
En medio del bosque sobre la base de la montaña se oyen estruendos y rugidos de un animal pesado e iracundo sediento de sangre al mismo tiempo que el grito de una joven parece desentonar con fuerza en el ambiente.
Un oso de proporciones enormes para su especie se abalanza contra una delicada figura ensangrentada y ropa desgarrada. La bestia se abre paso a fuerza bruta, rugidos y zarpazos tan feroces que produciría temor en los corazones de aquellos valientes soldados que desean enfrentarlo.
Momentos antes, un grupo de siete soldados escoltan a una joven de cabello rubio, expresión de inocencia, piel blanca y que viste con ropajes que fácilmente podría confundirse con el ambiente gélido del norte, pero cuyo rostro es tan amable como cariñoso.
El grupo se mantiene junto tras haberse separado de otro compuesto por otros diez soldados. Mantienen a la joven en el centro como muestra de su estatus en el grupo lo que refleja que es alguien a quien tienen que proteger a toda costa. Se apresuran a dirigirse hacia el oeste, aunque la tormenta de nieve los deja a la deriva sin saber hacia dónde avanzar ya que, además, quien los guía se encuentra con el otro grupo.
Por el clima tan salvaje acabaron por separarse y ahora luchan por regresar.
Uno de los soldados se aparente experiencia según un par de cicatrices en el rostro se acerca a la joven mientras ordena que dos más vayan al frente y otros dos se queden en la retaguardia:
—Señorita Gyara.
—Capitán Forka ¿sabe si estamos cerca del campamento?
—No, lo siento. Por el momento tendremos que seguir recorriendo en busca de algún lugar reconocible.
—Ya veo. —se muestra angustiada.
—Pero puede confiar en que saldremos de este problema. Puede contar con que su guardia personal lo afrontará sin dudarlo.
—Muchas gracias capitán. —sonríe la joven.
La tormenta es cada vez mayor a medida que el sol se oculta y aparece la noche. Gyara siente como la fría ventisca golpea sus mejillas mientras el frio hace mella sobre ella. Forka se quita su capa de piel y la coloca detrás de ella para que pueda repeler un poco el frio.
Forka ordena a los guardias que aceleren el paso porque ahora es cuando ese territorio se vuelve más peligroso. Con tigres diente de sable, osos y lobos saliendo a cazar aprovechando la noche hostil, no hay manera de que pudieran recorrer la zona sin ser acechados.
La prioridad máxima es Gyara por lo que Forka siente la incontenible necesidad de apresurar el paso y cuidar de la integridad física de la joven. Hace reunir alrededor de ella, pero con mayor cercanía y ordena moverse rápidamente. El capitán le dice a Gyara al oído que tendrá que caminar más rápido y si no logra mantener el paso entonces él la llevará sobre su espalda si es necesario. Ella asienta con la cabeza y Forka también hace lo mismo en respuesta.
Una vez reorganizado al grupo se predisponen a correr la mayor distancia posible en dirección al oeste donde supuestamente está el campamento. Allí esperan casi cincuenta hombres y un padre preocupado por su hija:
—¡Señor, no hay visión delante! —advierte uno de los guardias que está al frente.
—¡Sigamos unos metros más y si no conseguimos encontrar algún punto de referencia retrocedamos! —exclama el capitán.
—¡Entendido!
—¡Señor Forka! ¡¿Qué está pasando?! —pregunta Gyara bloqueando el viento con la mano como puede.
—¡Hay poca visión así que vamos a tener que volver y esperar a que pase la tormenta! —responde Forka.
El capitán vuelve su mirada hacia el frente y los costados para corroborar que esté el grupo completo. Rasca su barbilla cubierta de pelo y canas. A sus cuarenta y nueve años, Forka ha vivido tantos fenómenos de ese estilo que sabe que hacer incluso si están perdidos. No hay forma de que lo agarrase por sorpresa. Es un supervivientes incluso para su edad y el rango y oficio:
—Nos desviamos unos pocos metros, pero si mantenemos este ritmo es posible que lleguemos a un lago y bosque enorme. —piensa Forka.
—¡Capitán Forka! —exclama uno de los soldados al costado izquierdo.
—¡Aquí estoy! ¡¿Qué sucede?! —responde el veterano.
—¡No sé si me equivoco, pero hay una enorme sombra moviéndose a mi lado! —exclama.
—¡¿Qué dices?! —Forka mira hacia esa dirección y no ve nada. Sin embargo, da un vistazo hacia atrás solo para darse cuenta de que los dos que protegían la retaguardia ahora ya no están. Sus pisadas ocultas bajo la nieve y el silencio obligan al capitán a movilizarse más rápido. —¡Manada de animales! —grita para alertar a sus subordinados. Se agacha frente a Gyara para que ella se suba sobre su espalda y correr lo más rápido posible y llegar hasta el lago congelado. No es una opción viable debido a que muchos depredadores hacen acto de presencia ahí, pero permitirá una mejor visión y no solo estarán ellos sino otros animales en manada que son inofensivos como mamuts o zorros.
—¡Capitán! ¡¿A dónde vamos?! —pregunta Gyara. —¡¿Qué pasó con Abi y Haim?! —observa hacia atrás, preocupada por los dos soldados que cubrían su retaguardia.
—¡Hay un lago no muy lejos solo tenemos que seguir un par de kilómetros más! —responde tajante omitiendo al oso para no alterar a la joven.
Forka no dice más y mira a cada uno de los soldados. Asiente con su cabeza para correr todo lo que puedan ya que la prioridad de Gyara. El capitán, sin embargo, ve como a su lado izquierdo nota que hay una enorme silueta color oscuro que destaca entre la nieve que cae furiosa. Se da cuenta de que es lo que los persigue así que vuelve a acelerar el paso hasta que los pulmones están en su tope.
Ante su mirada, el capitán ve como los del frente son golpeados de tal manera que sus cuerpos acaban arrojados contra unos árboles. Uno golpea de lleno con el rostro, rompiéndose el cuello. Mientras que el otro se parte la columna con una rapa gruesa y cae al en suelo nevado.
Luego, el que cubre la parte izquierda se desvía para ver a sus dos compañeros. Forka intenta detenerlo, pero este niega con la cabeza y hace un gesto para que continúe.
Tras avanzar unos metros escuchan el grito del guardia como si algo lo estuviera devorando sin piedad. Gyara se cubre los oídos para no escuchar esos gritos, pero no evita preguntar al capitán:
—Capitán ¿Qué está pasando?
—No quiero que te preocupes. Vamos a llegar al lago y estaremos sanos y salvo…—se queda estupefacto al darse cuenta de que no hay más soldados. Todos desaparecieron incluyendo al que protegía el lado derecho. Eso no detiene a Forka pero se siente impotente al no haber podido hacer nada para ayudar.
Sin embargo, Forka se detiene al ver una enorme figura de casi cuatro metros está frente a ellos a casi diez metros. Los mira y acecha. El gruñido es sonoro y no se trata de un animal depredador ordinario. Baja a Gyara y le dice:
—Señorita por favor aléjese a mi derecha unos cuantos metros y corra sin parar hacia donde nos dirigíamos. Estaré con usted en unos momentos por favor espere en el lago.
—P-Pero ¿y usted?
—No se preocupe. Ahora vaya. Esta bestia va a tener que ser domesticada a base de puños. —exclama mientras agita su cabeza y sonríe.
Gyara sale corriendo alejándose de la batalla y siguiendo las indicaciones del capitán. Mientras tanto, Forka da unos pasos solo para encontrarse con una bestia de pesadilla que en sus fauces está la sangre de sus subordinados y entre los dientes hay dedos y tela de la ropa aún sin digerir. El verlo hace que sienta gran enojo ya que para él sus subordinados eran una gran responsabilidad y los conocía a todos y a sus familias:
—Vaya momento te decides a aparecer y a decir verdad me decepciona que te llamen fantasma. —habla con firmeza como si intentara minimizar su temor hacia la bestia frente a él.
El enorme oso lanza un feroz rugido que sacude todo el lugar y se abalanza hacia el hombre quien desenvaina su espada y salta contra él en un ataque suicida.
La joven, al escuchar eso, grita con sus manos sobre los oídos mientras corre sin mirar hacia atrás y tampoco sin visión al frente. Corre hacia la nada misma.
Sus pulmones se enfrían con el ingreso de aire helado. El abrigo que le entregó Forka es llevado por el viento y arrastrado por el suelo. Gyara se detiene unos momentos para recogerlo, pero al ver que el viento es cada vez peor retoma su camino para ponerse a salvo:
—Haaa…haa…mis pulmones, me duele la garganta. —piensa Gyara.
Sin darse cuenta se tropieza y cae por varios metros golpeándose con capas de nieve, algunas ramas que sobresalen y pequeñas rocas que le causan magulladuras en brazos, piernas y rostros. Su vestimenta se desgarra y ensucia con sangre. Aun así continua con su búsqueda del lago.
De repente es envestida por una enorme criatura que la aleja casi quince metros de distancia de donde se encontraba. Se levanta como puede y ve al enorme oso de ojos rojos y pelaje oscuro.
Gyara cubre su boca ante la impactante escena del oso con alguna que otra herida, pero sin Forka a la vista. Pero en la sangre que corre por sus venas, Gyara no se da por vencida ya que ella proviene de un linaje digno de las mujeres del norte y eso la hace combativa si se trata de sobrevivir por lo que se despierta en ella una incontenible necesidad de huir como puede.
Ella es interceptada y golpeada de nuevo por el animal.
La conducta del oso es distinta a con los guardias. Se comporta como si jugara con Gyara. No la ve como amenaza a sí que se dispone a de nuevo golpearla para romper sus huesos y aun así seguir el juego:
—Haa…haa…tengo miedo…—se oculta detrás de un árbol mientras el oso intenta ubicarla mediante el olfato. Mira junto al árbol que hay heces de zorro, no lo piensa ni por un momento y se cubre de mierda para escapar al olfato. El aroma es intenso. Gyara hace arcadas al cubrirse el rostro con las heces color marrón y verde pero el poder de la supervivencia humana obliga a hacer cosas inconcebibles pero necesarias.
Por supuesto que engañar a un animal cuyos sentidos están ampliamente desarrollados es solo una utopía. Gyara avanza entre medio de algunos pinos y a lo lejos observa el lago. A medida que se acerca al lugar, la intensidad de la ventisca se reduce. Eso trae consigo un gran alivio para la joven asustada:
—¡Por favor, por favor, solo un poco más por favor! —siente sus pies helados como témpanos de huelo. Sus heridas arden y el severo golpe que recibió en su tobillo reduce la velocidad de su andar. Deja caer sus lágrimas sobre la nieve. En el camino su calzado se desliza y sale del pie.
El oso lanza un segundo rugido con potencia que deja sorda unos segundos a Gyara. Acto seguido es golpeada por la cabeza del animal e impacta contra unos arbustos. Mueve su cabeza de un lado hacia el otro y avanza lentamente hacia ella.
Horrorizada, Gyara se arrastra para alejarse y evitar ser la nueva comida de ese animal. Las suplicas de ellas son constantes en el silencio del bosque y luego exclama:
—Por favor…no…no quiero morir…por favor…
La bestia se pone cara a cara contra la chica y la huele. Gyara alcanza a ver más de cerca al animal, sus ojos rojos, una cicatriz antigua que lo cruza y el pelaje negro, así como el aliento tan pútrido proveniente de su hocico por los cadáveres devorados. Uno de sus ojos está completamente ciego.
Al principio siente desagrado al confundirla con un cadáver gracias a la mierda que la chica mezclo contra su piel. Con sus enormes patas mueve el cuerpo de Gyara, aprovechando que está asustada e inmóvil por los dolores de las heridas. Ella llora y el miedo se orina encima. Siente que no tiene salvación así que cierra los ojos y espera a su inminente final.
Cuando abre el hocico para darle un mordisco en la cabeza y arrancársela del cuerpo se oye un estruendo desde unos cien metros. Ella abre sus ojos y ve una figura humana volando con el puño cerrado y listo.
El oso gira la cabeza y recibe de lleno un puñetazo tan bestial y violento que es arrastrado varias decenas de metros y golpea varios árboles en el camino, así como una onda expansiva que sacude la nieve no solo que se acumuló, sino que cae desde el cielo. Deja un camino destructivo. Levanta la nieve a su paso y derriba todo lo que se le cruza.
Gyara mira a esa persona caer sobre el suelo y voltea a ver cómo se encuentra la joven. Dos personas más se le unen. Dos chicas que rápidamente se van con ella y la socorren, pero la atención de Gyara está puesta sobre ese hombre de espalda ancha y vestimenta de las montañas.
Él vuelve a mirarla y sonríe. Ulfar acude en ayuda de la indefensa joven para poner fin a la leyenda de un animal que desequilibró a la fauna de ese territorio durante muchas décadas y que engloba un misterio.
Gyara se desmaya por el dolor y al sentirse aliviada de estar a salvo.
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