Academia de Asesinos - 88
Megumi, tras muchas horas deambulando por el bosque, se encuentra perdida incapaz de poder regresar. Ni recuerda cómo es que llegó, mucho menos el camino que puede tomar para volver. Los árboles son demasiado altos como para vislumbrar la torre de la academia por la que suena cuando hay descanso o terminan las clases.
El hambre y temor hacen que se ponga de muy mal humor.
Ya sin fuerza como para seguir avanzando en la búsqueda de la salida, se acurruca junto a un árbol y envuelve con sus propios brazos para darse calor. Es la madrugada, casi hora de que el sol salga, pero no se da cuenta de si eso está ocurriendo o no por la maleza sobre su cabeza. Las opciones son bastante limitades, está entre quedarse despierta mientras espera para que la luz del día pueda brindarle calidez y claridad y quedarse dormida con el peligro de que algún animal salvaje la ataque. El peso del cansancio hace que vaya bajando sus parpados.
Cada cierto tiempo, escaso, piensa como es que llegó al bosque. No es normal que le ocurra, pero hace un par de semanas que siente que nos es ella misma. Siente que es como si alguien estuviera ocupando también su propio cuerpo.
Para ella suena disparatado, basándose en la lógica resulta irreal que algo así ocurra, pero ¿y si es cierto? ¿hay algo malo con ella?
Después de cerrar sus ojos producto del agotamiento, Megumi siente el calor del sol en su cabeza, las manos tocando agua y sus pies descalzos sintiendo el seco suelo con hojas que recién caen de los árboles, así como frutos los cuales piza sin problemas.
Entonces, ella abre sus ojos y se encuentra junto a un lago y a su lado una enorme roca. Sobre ella ve algo raro, como un altar así que atraída por la curiosidad se acerca hasta la roca y trepa con cuidado. La roca está tan lisa que se resbala y casi cae de lleno a siete metros del suelo, pero por suerte logra sostenerse por una abertura.
Los impulsos extraños siguen moviéndola creyendo que es un sueño y que pronto despertará. Sin embargo, lentamente se da cuenta de que no es un sueño cuando al llegar a la parte más alta de la gran roca encuentra un altar que se ve muy antiguo:
—¿Qué será este altar? —se pregunta a sí misma.
Se acerca al altar compuesta por una figura de madera incrustada sobre la piedra, flores marchistas de hace mucho tiempo junto a un pequeño libro cuyas hojas están secas y con una fecha escrita en la primera página y junto a ella un nombre que Megumi lee en voz baja:
—Kathelyn Forwick, año 826. La primera entre las del oeste. ¿Qué significa? ¿Qué es este lugar? —observa a su alrededor. Toma el libro y guarda entre la poca ropa que posee.
Megumi no deja de ver el altar, así que a modo de respeto le reza y guarda silencio. Luego cuando toca la figura de madera, una sensación violenta pero también que la envuelve en una posterior paz hace que se caiga hacia atrás y desmaye.
Una vez más, la joven de cabello plateado vuelve a sucumbir contra el suelo y así otra alucinación la aleja del altar hasta otro sitio.
Muy poco tiempo ha pasado cuando vuelve en sí y se encuentra a ella misma junto al mismo rio y atrás, a varios metros de distancia, se escuchan gruñidos salvajes, múltiples de ellos acosándola.
Como ella sospecha de que se trata, intenta no voltearse y muy lento se mueve hacia el frente con tal de alejarse, pero esos gruñidos la siguen hasta que pisa una rama, la cual altera a los animales detrás.
Cuando se da vuelta, ve a cinco lobos con ojos rojos y fauces abiertas liberando espuma. Están furiosos porque la caza no ha sido fructífera y también porque hay un señor del bosque que los ha obligado a tener que irse a otro lado a cazar por lo que no están de buen humor.
La diabólica imagen de esas bestias asusta a la chica, quien apenas puede reaccionar, entonces se le ocurre correr hacia adelante mientras es perseguidas durante casi doscientos metros.
Uno de los lobos logra dar un enorme salto y caer sobre la espalda de Megumi, que en el proceso termina contra el suelo y golpeándose el tobillo haciendo que no pueda levantarse y menos dar un paso. En la caída también se golpea la cabeza contra una roca, desmayándose y quedando a merced de los animales hambrientos quien uno de ellos alcanza a mordisquearle la pierna derecha.
El silencio se apodera del bosque, nada ni nadie puede evitar que los lobos puedan comer por fin, o eso al menos es lo que esas bestias asumen porque detrás de ellos cae una figura encapuchada y capucha viaje. Inmediatamente los lobos se dan vuelta y gruñen, muestran sus dientas y el pelo en sus espaldas se eriza hasta que se dan cuenta de que quien está frente a ellos es aquel que los hizo correrse y si se meten con él, entonces la muerte es más que segura.
Solo una mirada directa al líder del grupo es suficiente como para causar pavor en todos ellos.
El resulto es la pequeña manada escapando como cachorritos asustados.
La vista borrosa de Megumi solo atina a ver como esa figura se acerca sigilosamente y la observa con desconfianza y luego la toma entre sus brazos y mueve con cuidado a través de los árboles hasta que se desmayada, incapaz de mantenerse despierta por el duro golpe.
***PARTE II***
Mientras tanto en la Academia, Doncaster se entera que Kaizer, Megumi, Lucian, Maia y Kamata no están en sus camas y nadie los ha visto desde el día anterior. Inmediatamente moviliza a todos los profesionales y los profesores para encontrarlos sanos y salvo:
—Búsquenlos, pongan un perímetro extenso. No pudieron haberse ido tan lejos. —ordena Doncaster. —Primero el ataque de Alexander y ahora esto. Parece como si todos los problemas nos quieran alcanzar uno tras otro. —se queja.
—Podríamos extender un perímetro hasta el puerto de Pumbakar. —propone el profesor Sylax.
—Imposible, son más de mil kilómetros hasta el puerto y no tenemos los asesinos para eso. —exclama Hiroshi.
—¿Qué tal si nos comunicamos con los demás directores? Ellos nos podrían ayudar con mas personas. —propone Lucy.
—Están con otros problemas. Piratas al este, salvajes al norte, trata de personas en el sur. Por esto dudo mucho que destinen esfuerzos. Lo considerarían como una pequeñez y no los culpo para nada. —exclama Doncaster tomándose la cabeza y mirando a la nada.
A los problemas que está dando Alexander se suma que los chicos están desaparecidos. Después de todo, hay una especie de apuesta en la nueva generación por ellos y si algo las pasa seria una terrible perdida para la orden asesina. En pocas palabras, Doncaster les ve un valor algo mas distante que el cariño que le tienen Hiroshi, Lucy y Olympico, algo similar a que esos chicos son un reemplazo para los miembros de la orden.
Puede parecer pura frialdad, pero también es mirar hacia el futuro y el temor hacia lo desconocido.
Con el correr del tiempo y ya sin opciones, Hiroshi decide salir a buscar a los chicos por si mismo, perseguido por Lucy y Olympico quienes deciden seguirlo para poder encontrarlos. Ninguno discute ni intercambia palabras, lo mas importante es encontrarlos sanos y salvo.
Mientras tanto, Doncaster bebe descontroladamente el whisky debajo de su asiento. Su enfermedad avanza de manera veloz y la angustia de cometer decisiones tan cuestionables para alguien que se muestra comprensible para con los más jóvenes lo ponen agresivo consigo mismo.
Un ave se posa sobre la ventana y junto a sus garras hay un pedazo de papel escrito cuyo contenido lo desespera una vez que lo lee. Toma la botella del alcohol y arroja contra la puerta mientras grita ferozmente sin importarle que pasen guardias y otros profesores:
—Maldición ¿tienes que hacerme la vida tan difícil? —murmura el director.
Ve que el remitente es de su informante, Glover, un hombre que se ha ganado el respeto y confianza de Doncaster otorgándole mucha información no solo de Ophiros y los movimientos de los mercenarios en Antares y las aguas limítrofes sino de su propio hijo, Alexander. Las motivaciones de Glover son misteriosas, pero hay una fijación constante en Kaizer que lo ha hecho dudar de la lealtad que el hombre tiene, aunque también se pregunta que conexión tiene uno con el otro.
El director suelta una carcajada producto de la ebriedad hasta que se desmayada y golpea su cabeza contra el escritorio.
Antes de cerrar sus ojos y echarse a dormir exclama:
—Será cuestión de tiempo…para que todo por lo que hemos luchado esté en juego…ellos son la clave de todo y no podemos…perderlos…
***PARTE III***
En la entrada del bosque detrás de la academia, Hiroshi junto con Lucy y Olympico investigan si los chicos decidieron hacer una especie de prueba de valor entrando al lugar salvaje. Suposición o no, encuentra ciertos rastros que observa con cuidado:
—Pisadas, pero no creo que sean de los chicos.
—Seguramente sean de los guardias. —dice Lucy.
—Si, durante la noche recorren este sector. Ya tuve conversaciones con ellos para explicarme los perímetros a cubrir. —dice Hiroshi.
Lucy parece intrigada porque ve que a varios metros de la entrada principal la madera que actúa como un muro a lo largo y que separa a la academia el bosque, se encuentra cortada. Entonces guía a Hiroshi y Olympico para buscar pistas y allí ven la madera partida con un corte en seco y rápidamente se le viene a la mente una persona capaz de tal proeza y que no es precisamente un profesional o intruso:
—¿Kamata? —pregunta Lucy.
—Es un corte excepcional. Fue cuidadoso con evitar destruir con excesiva fuerza los contornos. Un corte preciso sin duda. —explica Hiroshi.
—Y al parecer fueron en conjunto. Miren las pisadas, son varias y todas van en dirección a esta entrada que armaron. —exclama Olympico.
—¿Qué fueron hacer allí? —se pregunta Hiroshi.
—Informémosle a Doncaster. —dice Lucy.
Hiroshi la detiene tocándole el hombro y señalando dentro del bosque:
—Esto no fue espontaneo sino más bien premeditado.
—¿Estás seguro? —pregunta Lucy.
—Algo los impulsó a meterse en el bosque. —explica Hiroshi mientras entra al bosque y nota que, costeando con el muro de madera, ve mas pisadas que no se apartan el limite entre la academia y el lugar. —Ellos siguieron una ruta mas segura y siguieron en línea recta.
—Es como si estuvieran buscando algo. No fue una cuestión de adolescente. —enuncia Olympico.
—La pregunta seria ¿Qué es lo que quieren con entrar al bosque? ¿Qué buscan? —pregunta Lucy.
Hiroshi se queda mirando a la ruta que va hasta Amazon Ville. Luego agacha la mirada para observar que sus posiciones están bien planificadas ya que Kaizer es quien lidera, mientras que Maia y Lucian se mantuvieron en el centro y Kamata protegía la retaguardia, sin embargo, le parece extraño que no esté Megumi en la formación:
—Estas huellas indican una formación de la cual hay un faltante. —dice Hiroshi usando todo su talento y experiencia en la división de inteligencia de la orden asesina. No se le escapa nada y cada pista es analizada minuciosamente.
—Seguramente sea de alguien que olvido algo y tuvo que volver. —dice Olympico.
—Podría ser el caso si no fuera porque la huella faltante es la de Megumi. —dice Hiroshi. —En las huellas afuera hay al menos cuatro tipos de pisadas, pero no hay una quinta que es mas pequeña que el resto y mas delicada al pisar.
—Espera, Megumi también está perdida. No encontramos ni a ella ni a Maia en su habitación. —exclama Lucy, preocupándose cada vez mas por sus alumnos.
—¡Carajo! Megumi está perdida y el grupo de Kaizer también. —maldice Hiroshi.
Los tres se miran entre sí, y enseguida Hiroshi les pide que sigan investigando, pero con la petición extra de que sea con el mayor de los silencios. Olympico sale primero y Lucy se acerca a Hiroshi y pregunta mientras le toca el rostro con la mirada fija en sus ojos:
—Te veo demasiado preocupado.
—Tengo mis sospechas, pero debo investigar por mi cuenta. Créeme, quiero encontrarlos a como de lugar, pero…él…puede que sea la causa.
—¿Vas a verlo?
—En circunstancias normales no tendría que ir a molestarlo, pero Kaizer, esos chicos seguramente sientan curiosidad porque ya se les apareció mas de una vez.
—Entiendo. Te apoyaré.
—Muchas gracias, Lucy. —sonríe el espadachín.
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