Academia de Asesinos - 89
Momentos antes en Amazon Ville…
Ese hombre, de cabello blanco por las canas y la dureza del mar en su rostro, prende un cigarro dentro de la casa motivo por el cual Margeory le golpea de lleno en la cabeza y lo regaña por ser tan poco educado:
—Chicos, disculpen esta penosa escena. —se disculpa la mujer y luego mira al hombre. —Tu compórtate, son unos niños, maldito idiota borracho.
—Si, sí. —responde mirando a un lado, pero con el rostro mostrándose avergonzado.
—Dijiste que nos contarías sobre quien está viviendo en el bosque. ¿Podrías contarnos por favor? —pide Kaizer.
—Como les dije hace un momento puedo contarles, pero tendrán que creerme o no. Eso dependerá de ustedes. —aclara Kieber.
—Lo dices como si fuera una revelación que podría inquietarnos. —dice Kamata.
—Ya veremos si eso pasa o no. —dice Kieber.
Kieber se percata de que esos chicos no son ordinarios. Lo ve en sus ojos, sus manos, su mirada y forma de actuar. No se apresura a sacar conclusiones, pero siente que esos chicos pasaron y pasarán por muchas cosas más. Piensa entonces que puede ser una gran oportunidad para contarles y que ese peso que tanto le provoca dolor y profunda depresión se pueda sanar. Si, esos chicos pueden ser parte de la solución y el salvataje a la vida de ese alguien que vive en el bosque.
Los chicos miran con inquietud a la espera de lo que pueda decir Kieber.
Sobre la mesa, Margeory coloca tazas de té con galletas y panes de queso. Kamata se adelanta a todos y toma uno de los panes, Maia lo sigue extendiendo su mano hacia una de las tazas con té y Lucian asalta las galletas. Kaizer es el único que no se inmuta y espera por escuchar la historia de Kieber. Esperan a que el hombre termine de beber el té:
—Haaaa, esto ayuda bastante a la borrachera. —exclama Kieber.
—Sin contar que te habrás tomado muchas jarras de alcohol. —exclama Kamata sin pelos en la lengua.
—Chico, sí que tienes una lengua muy filosa pero ya lo he extendido demasiado esto. Les contaré todo lo que sé y por qué durante estos años hemos estado protegiendo a ese chico que eligió vivir en el bosque.
—¿Chico? ¿dijiste chicos? —pregunta Lucian.
—Sin saberlo se terminó convirtiendo en una leyenda rural, pero es un chico inocente. —añade Margeory.
—Escucharemos la historia. Nos puede ayudar a comprenderlo. —exclama Kaizer.
—Solo quiero saber una cosa antes de contarles. —dice Kieber.
—Claro. —responde Kaizer.
—Ustedes ¿Cómo saben de su existencia? ¿ha ocurrido algo? ¿los atacó o algo por el estilo? —pregunta en tono de preocupación.
Después de ver la mirada de Kaizer, el hombre espera una respuesta y tras unos largos segundos de silencio abre la boca para responder:
—En los exámenes de primer año, nos ayudó con animales salvajes y siendo honesto, nos llamó mucho la atención. Nos acercamos a este pueblo para saber si hay información sobre ese chico. Ahora sabemos que se trata de una persona y posiblemente un chico de nuestra edad. —explica Kaizer.
—¿Qué harán si llagaran a encontrarlo? —pregunta Kieber, indagando más en el tema.
—Queremos conocerlo, saber su historia y…ser su amigo. —responde con una sinceridad conmovedora para Kieber.
El agua del té aún permanece caliente por lo que Kieber vuelve a darle sorbos a la taza y prosigue a contar su propia historia como jefe de puerto en Pumbakar así como lo sucedido una noche hace ya varios años. Como un niño se aferró al cadáver de su difunta madre en medio de agua, fuego y muerte.
La historia resulta impactante, pero a la vez resulta familiar ya que ninguno de los chicos presentes tiene una historia personal “normal”, más bien cada uno es producto de su diferente origen y es lo que también los ha unido en todo el año.
Kieber desea con todas sus fuerzas quitarse el enorme peso de ese hecho en su pecho. Desde que vio el resultado de la masacre en aquel barco, todo ha sido cuesta abajo para él, abandonó su trabajo, se dedicó a beber todo el tiempo, pero sin apartar la mirada en el bosque donde ese joven se refugió para alejarse de las personas:
—Ese chico necesita de personas de su edad, pero…me preocupa que tantos años viviendo en el estado salvaje haya perturbado su mente. Escuche, esta es una petición de un viejo que ha vivido al punto del colapso por no haber podido hacer nada por ese barco. Por favor, se los pido, búsquenlo, encuéntrenlo y sean amigables con él.
—Suenas a que tenemos un peso extra y que sería tuyo. —Kamata mira de reojo. —¿Por qué tendríamos que hacernos amigos de alguien a quien no hemos encontrado aún?
—Porque ese chico ha sufrido muchísimo. No podría imaginarme cuanto más lo ha hecho en la soledad del bosque. —responde Kieber.
—Haremos lo que podamos solo esperamos poder encontrarlo y no sea hostil con nosotros, aunque si no lo fue durante los exámenes entonces…—exclama Kaizer.
—No podemos asegurar que sea distinto ahora. —dice Lucian.
Kaizer se levante del asiento cuando ve que la luz del sol ya se asoma por la ventana. Ahora aprovechan a salir de la casa de Margeory, no sin antes despedirse de ella y Kieber y agradecerles por toda la información. Antes de que empiecen a caminar de regreso, Margeory les ofrece descansar en una posada cercana de la que el dueño es amigo de ella, pero es rechaza la propuesta ya que necesitan resolver el misterio entorno al chico. Kieber le hace entender a ella que son chicos que tienen un impulso a buscar la verdad de las cosas y se nota en los ojos el compromiso con ello.
Una vez se alejan de Amazon Ville y se acercan al bosque, Kaizer va sintiendo una voz susurrante acompañado por aullidos que no se logran escuchar por parte de personas ordinarias. Cuando llegan a la pequeña abertura que Kamata creó durante la noche para que pudieran salir e ingresar al pueblo, Kaizer se detiene y pone en cuclillas. Maia se acerca para saber que tiene:
—¿Kaizer? ¿Qué tienes? —se arrodilla le levanta el rostro y nota que está con los ojos desorbitados y sus manos le tiemblan.
—¿Estás bien? —pregunta Kamata.
—¿Kaizer? —se preocupa Lucian.
—¡Aaaaaaaaaaaaaagggghhhhhhh! —grita Kaizer con severo dolor de cabeza y colapsado por todos los sonidos que escucha. Siente, también, que a no muy lejos escucha un alarido de dolor.
—¡Kaizer! ¡¿Qué te está sucediendo?! —exclama Kamata.
—¡Hay una voz, una vez que está sufriendo! ¡mi cabeza! —su mente es apuñalada por voces y no sabe de donde proviene.
—Cálmate por favor, solo respira con calma. —le pide Maia siguiendo los procedimientos médicos que aprendió en el año.
—Maia ¿necesitas algo? Solo dímelo. —exclama Lucian.
—No, haaaa…haaaa…estoy bien, solo…quiero sentarme unos momentos. —dice Kaizer.
Margeory y Kieber, quienes estaban al pendiente de ellos, se acercan con agua fresca y algunas medicinas para el chico. Casi colapsa de una manera atroz.
Después de darle mucha agua, el grupo se regresa a la casa de la mujer para ser tratado por el médico del pueblo.
El medico analiza a Kaizer y no ve nada extraño, solo la extraña característica de sus ojos, pero aparte de ellos no ve problemas de salud ni nada por lo que pueda alarmarse. Simplemente recomienda que tenga mucho descanso ya que casi sufre de un colapso mental y es bastante de elogiar el hecho de que no se haya desmayado. Margeory le permite una de las habitaciones al chico para que descanse un poco.
Maia y Lucian hablan con el médico para recibir consejos y que puedan transmitírselo a los de la academia. Al parecer es un asunto serio lo que sufre Kaizer pero él saber lo que pasa y no es para nada una enfermedad sino algo más.
Mientras tanto, Kamata vigila la puerta con una ferocidad digna de elogio por parte de Kieber quien se acerca y exclama:
—Cualquiera que protege a sus amigos de esa manera no es alguien a subestimar.
—Supongo que sí. —responde el espadachín.
—Enviamos un mensaje para la academia. Será cuestión de tiempo para que la reciban.
—Gracias, por lo que están haciendo por nosotros. —Kamata se inclina hacia adelante haciendo reverencia.
—Reverencia, una tradición oriental. Así que eres oriundo de allí. Es un honor recibir tal muestra. ¿Sabes que pudo haberle pasado a Kaizer?
—No lo sé. Es la primera vez que le sucede desde que lo conozco.
Una hora más tarde, Kaizer despierta y pide por sus amigos y tanto Margeory como Kieber. Su expresión es seria, no es como si no se haya mostrado así, pero lo que desea hablar es acerca de lo que le pasó.
El chico está tapado pero sentado en la cama. A su lado hay una taza de té con un vaso de agua al lado.
Kieber le pregunta a Kaizer si los dolores de cabezas se detuvieron a lo que el chico responde asentando con la cabeza. El joven mira al frente y una gota de sudor recorre el rostro hasta caer sobre la sabana:
—¿Qué fue lo que te pasó? —pregunta Kamata.
—De repente, empecé a sentir ruidos, voces que golpearon mi cabeza como si fueran puñales. Fue lo mismo que pasó mientras recorrimos el bosque, pero demasiado violento. —explica Kaizer.
—¿Voces? ¿ruidos? —piensa Kieber.
—¿Es la primera vez que te pasa? —pregunta Maia.
—Tan violento…si, pero no es la primera vez que siento voces y ruidos.
—Kaizer, quiero preguntarte algo. ¿Esas voces y ruidos te permitieron encontrar algo o alguien? Es decir ¿ubicar a un objetivo? —pregunta Kieber.
—En un par de casos, pero ¿Qué significa? ¿es acaso una habilidad o algo? —pregunta Kaizer.
—Me lo suponía. Tienen que regresar. —dice Kieber.
—¿Por qué? —pregunta Lucian.
—Si fue tan violento significa que alguien a quien aprecian o es muy cercano se encuentra en muy grave peligro.
Kaizer ve en el rostro de Kieber que no bromea. Entonces, la imagen de Megumi se presenta en la mente del chico a lo que escapa de su boca:
—¡Megumi!
—¡Mierda! —exclama Kamata dándose cuenta que algo anda muy mal.
—¡Carajo! ¡Muchas gracias por su hospitalidad! — agradece Lucian.
—Si, muchas gracias. No lo olvidaremos. —Maia se apresura a tomar las pertenencias de todos.
Mientras se alejan, Kieber dice en voz baja:
—Deja que te ayuden, niño, no permitas que tu mal juicio del mundo te impida ser feliz. Es lo que tu madre…hubiera deseado para ti, que alguien se preocupe y lleve por el buen camino.
Los chicos se apresuran a abandonar el pueblo y adentrarse al bosque y así llegar a la academia a salvo y ver que Megumi se encuentra en la biblioteca. Kaizer se mueve impulsado por la extrema preocupación por ella, su querida amiga.
Siguen el mismo camino por el que llegaron desde la academia del oeste. Gracias a que Margeory les obsequió suministros, se detienen a comer galletas y a beber de una botella llena de agua fresca.
Cada cierto tiempo Maia pregunta a Kaizer como se siente y el simplemente le responde con el pulgar arriba y una sonrisa.
Sin embargo, a unos veinte metros se acerca una manada de lobos a paso lento y silencioso, pero Kaizer siente, con mucho temor por lo vivido, esos movimientos de una manera tal que permite saber la distancia como si fuera una especie de radar en su mente. Su mirada vuelve a ponerse feroz y las pupilas se afinan. Se inclina a un costado y allí los ve a los animales, oliendo su presencia.
Kaizer suspira y extrañamente las hojas se alejan en dirección hacia los animales quienes se alejan despavoridos.
Kamata es el único en darse cuenta, pero decide no preguntar y Kaizer no da importancia, piensa que huyeron porque no los encuentran. Nadie es tan perceptivo como Kamata. ¿Qué acaba de pasar? ¿eso fue producto de Kaizer? Son algunas de las preguntas que se hace el espadachín, pero no hay tiempo que perder cuando hay una amiga tan importante que quizás esté en peligro.
***PARTE II***
Mientras tanto cerca del centro del bosque, Megumi despierta dentro de una cueva y cubierta con una piel de oso que le cubre la parte baja del cuerpo. Su vista se tarda en acostumbrar a la penumbra de la cueva hasta que lograr enfocar bien. Junto a ella está su falda, medias y calzado. Mueve su pierna sintiendo un gran dolor y ve que tiene el pie herido con mordida, pero entablillado con un ungüento y hojas para tratar la herida.
La herida está muy bien tratada con diferentes hierbas medicinales y un paño descansa en la frente.
Se toca la cabeza mientras intenta ver que hay en la cueva, allí se encuentra con una especie de cama hecha de paja, maderas y piel de animal y a pocos metros una fogata. La cueva tiene la forma de cuello de botella y más lejos de ella está la salida. Por más que desee irse, el dolor, la dificultad para moverse y la curiosidad de saber si quien la salvó es esa persona que habían planeado ir a buscar la hacen reconsiderar quedarse.
El suave movimiento de su cabeza hace que el paño caiga sobre su regazo y cuando levanta su mirada tras el trapo mojado allí ve al misterioso encapuchado:
—Tu…—deja escapar Megumi.
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