Academia de Asesinos - 91
Cuando el sol empieza a ocultarse, Megumi se recuesta a aquella cama hecha de paja y piel de animal con la pierna envuelta en paños y ungüento en la herida que le ocasionó un lobo salvaje. El chico, preocupado por la condición de la ella, permanece en la entrada de la cueva.
Durante todo el día pudo disfrutar del aire fresco y una comida caliente cortesía del encapuchado, pero al atardecer la temperatura de su cuerpo se eleva hasta quedar postrada y débil.
Él se acerca en trotes apresurados para ver cómo se encuentra. Indudablemente reconoce que la herida está infectada, pero moverla en tal condición y casi en la noche sería un terrible error debido a que empiezan a salir los animales salvajes a cazar y recorrer el bosque. Piensa, piensa y rasca su cabello sin saber que hacer. Mira la herida de la pierna y si, está infectada, pero puede ser curada si se la lleva a un centro médico, obviamente si es que se la lleva:
—¡Mierda, mierda, mierda! —repite frustrado.
—Hey…tranquilo, estoy bien. —dice ella con una esforzada sonrisa.
—No puedes seguir aquí. La infección está avanzando sobre tu pierna. A lo sumo puedes soportar unos días, pero la pierna en cuestión. —toca la herida y en respuesta, ella lanza un quejido y aparta la pierna. Aprieta la herida hasta que sale pus. —Maldición, es una infección profunda.
—Puedo regresar…caminando…enserio, no hace falta que te preocupes. —exclama Megumi bajo los efectos de la fiebre.
Megumi está sorprendida de que se preocupase tanto por ella siendo que no se conocen tanto como para que se estuviera esforzando por ayudarla. Sale corriendo de la cueva y mira a su alrededor buscando que no haya ningún animal salvaje por la zona. A lo lejos ve a un oso y más próximo a ese junto a un pequeño rio se hayan los lobos correteando a presas pequeñas como conejos y ardillas.
Se queda mirando en la ya establecida oscuridad.
Sus años viviendo en lo salvaje le han otorgado una capacidad de adaptación en ese entorno hostil con bestias peligrosas que muy pocos podrían lograr adquirir.
La albina se levanta apenas y ve como cuida la entrada para que nadie entre y los ataque, sobre todo teniendo a una invitada malherida y en un estado de vulnerabilidad critica:
—Vorex…—dice el chico.
—¿Huh?
—Mi nombre…es lo único que no he olvido por vivir durante muchos años en el bosque. Es Vorex aunque también he escuchado de Kieber que tengo otro nombre de cuando llegué a las costas con refugiados.
—¿Cuál es el otro?
—Tu… ¿sabes porque los lobos y osos permanecen junto a sus crías incluso cuando nacen en lugar de abandonarlas?
—N-No, no lo se.
—Porque sienten la necesidad de proteger ese legado del que jamás podrán llegar a vivir a su final, pero de alguna manera sienten que ese futuro será brillante.
—¿En qué sentido dices eso?
—Digo esto porque mi nombre involucra a un legado que desconozco y ciertamente me importa una mierda. Ese nombre…con el que llegué aquí es lo que me ata a ese momento tan terrible de mi vida.
—¿Y tu nombre actual…Vorex?
—Gracias a ese nombre personas desconocidas me han cuidado sin pedirme nada a cambio y lo siguen haciendo. Les debo mucho. Vorex es un nombre que me han dado para romper las cadenas que me involucraban a ese lugar de terror del que provengo.
Megumi es la primera persona que sabe sobre eso y desde el propio Vorex, aun cuando no tenía que hacerlo él decide contarle al creer que es digna de eso.
Los escalofríos de la joven empeoran y así la fiebre. Vorex toca la frente y nota que está hirviendo por lo que desesperado sale hacia el rio más cercano a buscar agua fresca.
Al volver con una cubeta llena de agua se sienta junto a ella y tira de un pedazo de tela de la capa que usa diariamente para tener un paño. Hunde la tela en el agua y escurre para colocársela en la frente. La destapa y pide que por favor se quite la falta y camisa. Megumi se muestra reacia pero el chico intenta convencerla de que es necesario bajarle la fiebre o podría sufrir mucho más por ello.
Tras pensárselo mucho, decide hacerle caso, pero con la condición de que no tiene que mirar y que ella va a ponerse los paños a lo que él acepta sin quejas. No pregunta los motivos de que ella sea tan tímida, le es indiferente.
Vorex regresa a la entrada y se sienta mirando al bosque. Bajo ningún concepto se voltea, solo pregunta cómo se encuentra ella:
—Creo que me ha bajado un poco la fiebre. —exclama ella tras ponerse por treintava vez el paño húmedo en la frente, otro en la axila derecha y otra en la izquierda.
—¿Cómo está tu herida? ¿sigue doliendo? —pregunta Vorex con la mirada fija sobre un zorro recorriendo el pasto y entre árboles.
—Creo…creo que sigue igual. No tengo una buena idea sobre heridas. Mi amiga Maia es buena en eso.
—¿Amiga?
—Si, amiga ¿sabes lo que es?
—No ¿podrías explicarme?
Se le nota en su voz que siente curiosidad así que Megumi le explica:
—Tengo varios amigos, la que recién te nombré Maia, también está Lucian, Kamata y Kaizer…—al decir este último nombre ella sonríe y se sonroja.
—Ya veo. Se nota en tu voz que a ese chico Kaizer lo quieres mucho.
—¡¿Heh?! ¡¿q-que?! ¡¿Por qué…porque lo dices?! — se pone nerviosa mientras se toma las mejillas.
—Solo pienso que el tono de tu voz y otros factores al decir ese nombre cambiaron bruscamente. Cuando vives mucho tiempo en el bosque adquieres una destreza distinta.
—Él…bueno, es alguien a quien tengo mucho aprecio, pero en estos momentos me encuentro confundida.
—Eso ¿es amigos?
—En realidad…es más complejo. Ni yo lo entiendo del todo.
—Ya veo. ¿Y qué es eso de amigos? Aun no me explicaste y sigo sin comprender.
—Creo que tampoco sabría explicarlo del todo bien. Supongo que es algo que tiene que suceder naturalmente y en esos momentos florecen sentimientos bellos como si se tratase de una familia a la que eliges formar parte.
—Una familia…a la que eliges pertenecer. Cuéntame más por favor.
Un silencio irrumpe con la conversación, Vorex espera un poco y vuelve a preguntar por el significado de “amigos” pero ella sigue sin responder. Entonces se da media vuelta y la ve con los ojos cerrados y aun respirando. La fiebre se había calmado, pero luchar contra la infección le agotó.
Vorex se vuelve hacia el bosque pensando en que de alguna manera puede ser feliz con tan solo pequeños momentos. Conocer a personas interesantes es lo que reconforta su solitaria alma.
Toma de entre sus ropajes un martillo gastado con grietas del metal grueso y se aferra a la cinta de cueto del mango. Ya con la oscuridad de la noche, tendrá otra vigilancia nocturna protegiendo a Megumi. Nadie debe de perturbar su sueño mientras descansa de su herida y la fiebre.
Vorex cambia su mirada ya seria mientras se pone en estado de alerta. Con una desagradable sensación de que está siendo observado, retrocede hacia dentro de la cueva. Los animales escapan del perímetro aun siendo la noche, momento en el cual estaban correteando libremente a la búsqueda de comida. Algo se encuentra en el bosque que ocasiona temor entre los animales:
—¿Pasa algo? —pregunta una dormida Megumi que gracias a ese breve descanso pudo recuperar gran parte de la fuerza perdida.
—Sigue descansando, yo te protegeré.
—¿Qué? ¿Qué ocurre Vorex?
—Algo nos está vigilando y no parece ser animal. Es algo más. Siento su hostilidad hasta aquí. —dice Vorex sintiendo una intensa sed de sangre.
La poca luz y terreno escarpado ofrecen una momentánea seguridad contra lo que sea que los amenaza a la distancia.
***PARTE II***
A no muchos kilómetros de distancia, Kamata, Lucian, Maia y Kaizer apuran el paso en plena oscuridad solo guiados por esas extrañas visiones similares a un radar en su mente. Para gente lógica como Lucian o Maia, o incluso gente que se guía por su capacidad de combate, resulta una locura moverse a través de una mera sensación proveniente de lo que ocurre en la mente, pero tratándose de Kaizer nada resulta normal. Sus habilidades son reconocidas incluso por sus amigos y enemigos:
—Chicos… ¿podríamos…haaa…haaa…descansar un momento? —pregunta Maia, exhausta por las corridas.
—Opino igual, hemos estado corriendo sin parar desde hace horas. Un poco de descanso no nos vendría mal. —dice Lucian.
—Si, lo siento. Me deje llevar demasiado. Descansemos una hora ¿les parece?
—Me viene muy bien, haaa…—Maia se deja caer al suelo y acomoda sobre la tierra y pasto húmedo.
Kaizer habla con Kamata para ver si puede hacer un reconocimiento a lo que el espadachín, sin muestra alguna de agotamiento, responde con una mirada severa y luego sonríe.
El espadachín da un gran salto hasta una rama gruesa de uno de los pinos altos, y allí empieza a treparse hasta llegar a la copa del árbol. Su capacidad para adaptarse en cada terreno es asombrosa y en eso es insuperable.
Al llegar a lo más alto del árbol ve un paisaje nocturno de casi todo el pequeño bosque alcanzado por la luz de la luna. Se deja cautivar brevemente y luego de observar por unos momentos, llega a ver una formación rocosa a un par de kilómetros de ellos. Entonces se lanza al vacío donde cae de pie sobre una de las ramas y así hasta llegar a donde se encuentran los demás.
Una vez llega al suelo, Kaizer le arroja una botella de agua que aún tiene temperatura aceptable para refrescarse:
—¿Viste algo? —pregunta Kaizer.
—En la oscuridad es más difícil distinguir, pero logré ver a lo lejos una estructura rocosa o de tierra. Parece ser una especie de cueva, pero puede que la falta de luz me haya perjudicado.
—Es normal que haya cuevas incluso sobresalgan. Los animales salvajes dependen de ello para sobrevivir. —dice Lucian.
—La cueva puede ayudarnos a refugiarnos si nos movemos ahora. ¿A cuántos kilómetros está? —pregunta Kaizer.
—No más que kilómetro y medio. —responde Kamata.
—Seguramente encontremos allí a Megumi. —dice Kaizer.
Maia se pone de pie y exclama sin querer cuestionar lo que dice y siente Kaizer:
—¿Qué certeza tendremos de que Megumi estuvo todo este tiempo en el bosque? ¿Qué es lo que la hubiera motivo a meterse en este lugar? Ella es muy cuidadosa y arriesgarse de esa manera. No es normal en ella.
—Maia tiene un punto. ¿Estás seguro que esa voz que escuchaste en tu mente fue de Megumi? —pregunta Lucian.
—Yo…se lo que escuché y una de esas voces eran de ella. No sé cómo explicarlo, pero se sentía como si estuviera pidiendo por ayuda. —responde con total seguridad.
—Kaizer nunca se ha equivocado ni con su instinto, ni corazonada ni sensaciones de ningún tipo. Es demasiado preciso y pensar que quizás se equivoque no tiene sentido. Su habilidad era la de premonición en apenas segundos ¿será esto una evolución de esa habilidad o es algo más que no sabemos? —piensa Kamata con brazos cruzados y apoyado contra un árbol. —Entonces ¿Qué hacemos? —pregunta el espadachín.
—Descansemos y luego vamos hacia ese lugar que mencionó Kamata. Duerman o coman algo, en una hora nos movilizaremos de nuevo. —exclama con un tono de liderazgo que impacta en los demás de manera positiva ya que no es el Kaizer de siempre, tratándose de Megumi, él adopta una personalidad decidida.
Acomodan sus mochilas a su alrededor y los abrigos formando almohadas para apoyar las cabezas. No encienden una fogata por temor a crear un incendio y porque quizás atraigan a animales cercanos, incluso depredadores por lo que solo encienden una linterna.
Mientras que Lucian y Kamata duermen, este último con un ojo abierto debido a una extraña condición de nacimiento, Kaizer mira por un hueco echo por los árboles al cielo estrellado. Piensa en Megumi y su seguridad, pero también se toma el pecho con esos sentimientos de algo más que preocupación.
Maia, quien tampoco puede dormirse, mira a Kaizer y exclama en voz baja para no despertar a los otros dos:
—¿Piensas en ella?
—…
—Vamos, somos amigos puedes confiar en mí.
—Todo el tiempo lo hago y de maneras extrañas.
—¿La amas verdad?
—Somos amigos, no puedo amarla.
—Créeme que amar a una amiga es algo bello y puedo asegurarte que no es malo. Yo también amo a Megumi, te amo a ti y con sus actitudes también a Kamata. Son mis amigos, la familia que he decidido aceptar como propia.
—¿Y Lucian?
—A él…—sonríe cuando piensa en el tirador. —él es un caso distinto. —admite sonrojada.
—¿Por qué es un caso distinto? ¿a qué te refieres con ello?
Maia se sienta sobre el suelo, levanta las rodillas y abraza sus piernas con ambos brazos mientras apoya el rostro sobre ellas:
—No puedo amar como amigo a quien amo como si fuera la mitad de mi vida.
—Así que es verdad que existe un amor que sobrepasa a la amistad.
—O quizás sospechabas de eso…lo que sientes por ella, pero siempre tuviste ese temor de reconocerlo. De cualquier manera, ambos no podemos escapar de nuestros sentimientos.
—¿Crees que nos hace malos amigos sentir esto?
—En lo que a mí respecta solo dejamos que las cosas sigan su cauce y al final caemos en lo que debe ser. No somos malos amigos ni fallamos a la amistad, es el destino el que nos ha escrito algo así para nuestra vida.
—Me es…difícil reconocer que esto que siento por ella rompa lo que tanto aprecio. Es mi amiga, jamás reconoceré que la amo como algo más. Nunca reconoceré tal cosa.
—Entonces nunca serás feliz si reprimes tu amor por ella, así como intento hacerlo con lo que siento por él. —dice Maia. Su mirada va hacia la espalda del tirador, quien yace dormido o eso es lo que creen porque Lucian está con los ojos abiertos de par en par, sonrojado y a punto de estallar de felicidad al escuchar todo lo que Maia dijo sobre él.
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