Academia de Asesinos - 93
Vorex no se aparta de la entrada, pegado junto a la pared de barro y raíces sobresaliendo de este. Megumi despierta un poco mejor que el día anterior y ve que el chico sigue vigilando celosamente con la mirada puesta en los árboles, arbustos y terreno llano, pero con raíces enormes sobresaliendo:
—¿Estuviste todo este tiempo vigilando? —pregunta la albina mientras se refriega los ojos.
—El silencio del bosque me da muy mala espina. —responde Vorex.
—¿Quieres que yo…? —pregunta ella y justo antes de terminar la frase es interrumpida.
—No, tu solo descansa. Déjame esto a mí.
Luego se escuchan ruidos a unos cincuenta metros de ellos. Quejidos y regaños se escuchan detrás de unos árboles que no permiten ver correctamente lo que hay en el otro lado. Vorex saca su martillo de entre su ropa, se pone en cuclillas y espera en silencio.
Megumi guarda silencio e inclusive se cubre la boca con sus propias manos. Ella amaga como para poder ver quiénes son, pero el encapuchado la detiene y señala el oído para que escuche mejor los sonidos que provienen de allí.
De pronto, se siente una presión tan intensa, tan peligrosa que Vorex reacciona metiéndose hacia dentro de la cueva, toma entre los brazos a Megumi y se cubren por completo con pieles de animal para ocultar su presencia. Eso se le da muy bien a Vorex pero se preocupa de que Megumi no pueda y por ello se esfuerza por cubrirla de muchas maneras mientras esperan a que esa presión se desvanezca.
Vorex señala a la entrada desde el fondo de la cueva y le dice a ella:
—Hay que ser lo más imperceptible que podamos. Espera y escucha bien. No son los que tú crees. Son otras personas, son maldad pura. —exclama en tono bajo.
—¿Qué? ¿a qué te refieres? —pregunta Megumi.
—Hay al menos un grupo de seis personas merodeando en el bosque de las cuales cuatro son muy peligrosas y se siente su sed de sangre. —explica sin siquiera haber tenido contacto con ellos.
—¿Cómo puedas estar tan seguro? Yo no alcanzo a escucharlos ni siento ninguna sed de sangre.
—Intenta controlar tu respiración. Cierra los ojos. Calma tu mente. —aconseja Vorex.
Megumi sigue los consejos de Vorex y en cuanto calma su ansiedad y miedo, una luz que no es la del sol ilumina todo un camino llano que representa lo ubica en frente de la cueva. Sin siquiera abrir los ojos se encuentra con un camino que no conoce ni haberlo visto. Entonces se encuentra con una imagen que se va expandiendo y se va encontrando con animales pequeños y varias figuras de personas de diferentes tamaños:
—Yo…puedo ver…a varias personas.
Megumi escucha con mayor precisión aquellas voces y según el tamaño y tono de voz, no son las que ella podría reconocer en cualquier sitio. Inclusive puede escuchar nítidamente lo que dice uno de ellos, una frase sobre la de asesinar a Doncaster. Debido al impacto de todo lo que ve y oye, comienza a llorar y tocar su boca por el horror y temor.
Vorex la consuela y prometiéndole que va a protegerla como sea ya que desea saber más sobre la amistad se pone de pie y camina rumbo a las afueras de la cueva. La chica intenta decirle que no salga, temiendo por su vida, pero si grita podría exponerlo tanto a él como a ella.
El chico se coloca la capucha, toma de la cintura el martillo y sin voltearse dice:
—Enseguida regreso. Vas a volver con tus amigos, te lo prometo.
—Vorex…—deja escapar con aires de esperanza y levantando ambas manos como si estuviera rezando por su bienestar. —yo…no quiero que se derrame sangre…—murmura mientras intenta ponerse de pie. Se guía torpemente por las paredes del lugar, pero la figura de Vorex desaparece de la vista.
A metros de la entrada, Vorex se oculta detrás de un árbol. El joven vigila a las personas que se van acercando entre ellas hay un enorme hombre sin pelo en la cabeza, otro de cabello largo y bien tonificado y uno más pequeño, pero del que se desprende una sed incalculable de sangre y malicia que perturba a los animales cercanos. Vorex no se equivoca, los tres son muy peligrosos, pero debe enfrentarlos y con ello alejarlos de Megumi para que no la encuentren. Quien sabe que podrían hacerle si la encontrasen:
—Tu, turu, tu. —silba el enorme tipo.
—Brutallio ¿podrías dejar de silbar? —le pide Tyrakus.
—Dios, estoy muy cansado y aburrido de matar lobos y osos. Necesito divertirme para variar. —exclama Riurik sosteniendo sus cuchillas en ambas manos completamente ensangrentadas.
—Salir a recorrer con ustedes es realmente endemoniado. Al menos tengan la decencia de pasar desapercibidos ¿quieren?
—Ya, ya. Eres idéntico a Alexander. Te cuesta divertirte. —dice Brutallio.
—¿Escucharon eso? —se detiene Tyrakus.
—¿Qué cosa? Yo no escucho nada. Demasiado con que estoy casi sordo de un oído. —dice Brutallio.
—Hay algo allí. —señala unos arbustos a casi cincuenta metros.
Tyrakus ordena a Brutallio que se dirija por la derecha y Riurik por la izquierda para encerrar con formación de pinzas a Vorex.
De entre la vegetación sale despedido un martillo que da justo en el rostro de Brutallio, sin embargo y como si fuera algo antinatural detiene el arma con su rostro el cual acaba sangrando, pero con una expresión tan intimidante que Vorex quiere evitar ser visto pero luego de iniciar el ataque no queda de otra que plantar cara.
Entonces el chico sale de los arbustos:
—¡Ja! ¿tu quien mierda eres mocoso? —justo ver salir a Megumi de la cueva. —¿No son muy jóvenes para andar jugando en el bosque?
Vorex se da media vuelta y ve a la joven asomarse:
—¡Megumi vete para adentro! —grita el encapuchado.
—Oh, no tan rápido. Necesito quitarme la aburrición.
—Espero que nos muestren algo mejor que estas bestias. Por cierto, seria maleducado de nuestra parte no presentarnos. Soy Brutallio y permítanme ser su niñero. —exclama sonriente con la esfera metálica y cadena en su hombro y tronando su cuello preparado para el combate.
—¡Tsk! Esto es malo. Con Megumi aquí no creo que pueda hacer algo más que solo protegerla. —piensa Vorex.
Tres personas más se acercan a paso lento y se reúnen con el otro trio:
—Brutallio, Riurik, Tyrakus, se dejan influenciar mucho por sus emociones. Saben lo que pienso sobre meterse con mocosos. —dice Ehirazu, ejerciendo una impresionante presión sobre los demás.
—Ehirazu tiene razón. Además, ya de por sí deben de están muertos de miedo. —dice Tyrakus.
Megumi acerca la mirada un poco más y allí lo ve a Alexander y su nuevo grupo de terroristas de la orden mercenaria. Intenta no entrar en pánico por lo que se aleja lentamente hasta meterse dentro de la cueva para no estorbar a Vorex y sabiendo de que no está físicamente bien para ayudar en una batalla que tampoco podrían ganar.
Este gesto, sin embargo, lo agradece Vorex:
—Es él. —exclama Alexander. Da unos pasos para acercársele.
—¿Estás seguro? Parece más muerto que útil. —dice Ehirazu, dudando de lo que dice Alexander al ver lo mal alimentado que se ve Vorex y también sucio.
—¿Qué quieres hacer entonces? —pregunta Baligra.
—Pruébenlo. Si logra pasar la prueba entonces lo necesitaremos. —dice Alexander.
—Brutallio ya lo oíste al jefe. —dice Tyrakus.
—Si, si, lo entiendo. —se rasca la cabeza afeitada y mira fijamente a Vorex. —No es nada personal chiquillo, pero tengo que verificar una cosa.
Vorex se lanza lo más rápido al ataque lanzando una vez más el martillo el cual queda imbuido en una cierta energía que emite el chico donde cada objeto que toca puede moverlo a voluntad siempre en línea recta o desde las alturas. Entonces golpea de nuevo en la cara a Brutallio y cuando el arma cae al suelo, Vorex salta para darle una patada en la frente del enorme mercenario y con otro salto hacia Alexander ataca con su puño cerrado.
Riurik estira sus mangas y se aferra a la pierna de Vorex a quien avienta contra el suelo:
—¿Qué crees que haces? —pregunta el maniático mercenario.
—Haaa, Baligra ve tu. —ordena Alexander.
—Se nota que no sabes tratar con mujeres, ¿huh? Deberían hacer este trabajo ustedes y no una dama como yo. —se queja molesta.
—¡Ehe! ¡Eehe! Baligra, eso podría cambiar si me dejas ver tu ropa inte…—mueve su cabeza de un lado hacia el otro, observando todo a su alrededor.
Baligra saca su espada y apoya la punta contra el cuello de Riurik:
—Vuelve a decir esa estupidez con esos gestos tan lascivos y te entierro la espada ¿entiendes? —amenaza con mirada fría y distante.
—Eehe, eehe, solo cálmate. Por cierto, jefe, hay una chica allí oculta en la cueva ¿Qué hacemos? —pregunta Riurik.
—¿Sabes que características tiene? —pregunta el joven mercenario.
—Hasta donde pudimos ver es una mocosa de cabello plateado. —describe Tyrakus.
—¿Será esa chica? —se pregunta Alex.
—Descuiden yo puedo hacerme cargo de esa chiquilla. —exclama Riurik mientras pasa su lengua por el filo de la cuchilla.
Vorex se interpone en el camino, levanta una de sus manos y con la otra el martillo listo para enfrentarlos:
—¡Oh, así que proteges a tu amiga! ¡te partiré el cráneo como es debido! —amenaza Brutallio, con el rostro lleno de sangre, nariz rota y humor pésimo.
—Solo ven maldito gordo animal. —responde Vorex.
—Si que tienes las bolas bien puestas maldito mocoso de mierda. —exclama Brutallio visiblemente molesto con sus venas hinchadas.
Brutallio se dirige completamente iracundo hacia Vorex a quien le arroja la bola de hierro adherida a su cercenado brazo. No obstante, por su lentitud debido al peso y tamaño del hombre, Vorex es favorecido por veloces movimiento y destreza dentro de un amplio radio de acción gracias a su experiencia en el bosque. Saltando sobre las ramas y tronco de árboles, ataca al enorme mercenario usando todos los recursos y elementos disponibles en la naturaleza.
La batalla se alarga más de la cuenta. Cada minuto es trascendental ya que logra mantener a los mercenarios ocupados pro si flaquea, Megumi podría sufrir las consecuencias. Es más, Riurik ya tiene su mirada sobre la cueva a pesar de que Alexander está reacio a que se meta con una chica.
A diferencia de Brutallio, el chico empieza a cansarse hasta que sus movimientos se tornan visibles y predecibles. La experiencia del mercenario y fortaleza física supera la velocidad y destreza de Vorex.
El encapuchado falla en atacar con su martillo en dirección a la mandíbula de Brutallio, permitiéndole esquivar y con su enorme puño da en el estómago y arroja varios metros contra un árbol. Se intenta reponer, pero acaba vomitando sangre. Se siente mareado y débil además de adolorido.
Riurik no se tarda en caminar hacia la cueva para ver a Megumi. Entonces, Vorex se pone de pie con mucha dificultad:
—Aún…no estoy…acabado…—dice Vorex.
—Ya me di cuenta, mocoso. Eres muy resistente. —dice Brutallio.
—Tengo que seguir hablándoles mientras se olvidan de Megumi. —piensa Vorex. —Como verás…tengo buena resistencia.
—Lo reconozco, tienes talento. Supongo que la búsqueda no fue una pérdida de tiempo ¿verdad, jefe? —mira a Alexander.
Con gran fuerza, Vorex lanza su martillo sobre el rostro de Brutallio y logra impactarlo, dejándolo aturdido. Para sorpresa de los mercenarios, regresa con firmeza hacia la mano de su dueño. Las sospechas de Alexander se confirman:
—Tal y como ven, no soy ningún debilucho. ¿Q-Quien sigue? —exclama Vorex.
—Tu habilidad especial…se relaciona con la atracción de objetos. —le dice Alexander.
—Nada mal entonces. Eres interesante, pero tendré que enseñarte modales. —Brutallio cruje su cuello.
—Imposible, tendrías que haber caído derrotado con ese impacto. —deja escapar sorprendido.
Desde la entrada se oye la inocente voz de Megumi, que preocupada decide salir:
—Vorex…
—No…no… ¡Megumi, te dije que te quedaras dentro! —le grita Vorex.
—Vaya, vaya, eehe, eehe, la chiquilla salió por si sola. —exclama Riurik.
Alex mira indiferente a Megumi pero dice:
—Con que sobreviviste. Entonces si ella está aquí, significa que ese mocoso no tardará en aparecer para venir por ella. —sonríe con emocionado.
—Por si no lo has visto niño, Brutallio no es un mercenario ordinario. Fue condenado a morir de siete maneras diferentes, pero ninguna fue concretada porque ningún guardia quiso tocarlo. —explica Ehirazu con los brazos cruzados.
—¿Mercenarios? ¿S-Son mercenarios? —exclama Megumi, entrando en pánico.
—Si, somos parte de la orden mercenaria y ex convictos recién fugados, señorita. —responde Ehirazu sin apartar la mirada sobre la batalla.
—¡Megumi, vete adentro! ¡por favor, esta gente es muy peligrosa!
Brutallio se aparece por detrás y le asesta un puñetazo dirigido el brazo que lo arrastra varios metros. Antes de ser impactado logró cubrirse con ambos brazos, incluido el martillo así que pudo amortiguar el daño:
—¿Ex convictos? ¿significa que fueron liberados por alguien? —pregunta la chica.
—No hables niña, los muertos no hablan. —amenaza Baligra con su espada en mano apuntándole a muy poca distancia.
—¡Jajaja! ¡¿te dolió?! —se burla Brutallio entusiasmado por la batalla.
—Ven desgraciado…e inténtalo.
—¿Por qué haces esto? ¿Por qué intentas protegerla? No parece que hayan sido amigos. —Alex siente curiosidad ya que Vorex no es alguien al que haya visto cuando atacó a la academia.
Vorex no responde así que prosigue con el ataque. Brutallio se abalanza con su bola de hierro, obligando al chico a esquivar torpemente, pero una vez más la experiencia del mercenario permite destruir la defensa y tomarlo de la pierna y arrojarlo contra la entrada de la cueva y luego cae al suelo, herido con sangre brotando de su cabeza.
El proteger a Megumi lo impulsa a levantase y continuar luchando.
Poco a poco, Vorex sufre los efectos de las heridas sufridas por la pelea. El cansancio es abrumador.
Brutallio le propina una serie de puñetazos al estómago, pecho, brazos, hombros y rostros hasta dejarlo de rodillas. El mercenario lo toma del cuello y empieza a apretarlo para destruirle el cráneo. Al ver tal brutalidad, Megumi grita llena de horror resonando por todo el bosque.
Entonces, una hoja encadenada le atraviesa el hombro a Brutallio y suelta al chico, quien cae sobre los brazos de Megumi. Mientras tanto, una katana amenazante se apoya en el cuello de Ehirazu y una luz roja se posa en Tyrakus y Riurik.
Sin darse cuenta, Baligra es retenida con su brazo tirado hacia atrás por una chica mucho más joven pero cuya fuerza es desproporcionada para su edad:
—¿Quién eres? ¡hazte ver carajo! —exclama Brutallio.
—¿Intentas asesinar a Megumi? Olvídate que permita eso. —exclama Kaizer, confrontando al mercenario con una mirada que curiosamente lo intimida hasta hacerlo dar un paso hacia atrás.
—Kaizer…—dice entre lágrimas ella y sus manos juntas como si estuviera frente a un milagro.
—¿Y tú eres…? —pregunta Ehirazu hasta que Alexander camina frente a él. —¿Alex?
—Un paso más y date por muerto. —amenaza Kamata.
—No sé si sea algo del destino. Un regalo quizás, pero tenerte aquí…jejeje, cuanto necesitaba tenerte en mis manos y arrancarte el cuello. —se dirige Alex hacia Kaizer.
—¡Jajaja! Escuchen, esto es increíble. Unos mocosos vienen a enfrentarnos. ¿Qué es esto? ¿la orden asesina tiene que recurrir a mocosos porque no saben cómo derrotarnos? ¡es patético! —exclama Brutallio.
—Brutallio, ni se te ocurra por un momento subestimarlos. —advierte Alexander. —No son meros mocosos que puedas menospreciar. —añade.
De entre los arboles un enorme oso usa todo su peso para empujar al mercenario calvo y como si de una bolsa de basura se tratase lo toma de la pata y arroja bruscamente hacia unas rocas. El golpe lo deja tendido sobre una de ellas e inconsciente:
—¿Decían? —exclama irónico el mercenario.
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