Academia de Asesinos - 105
A la mañana siguiente…
Por fin le toca a Olympico organizar un entrenamiento entre todos los chicos asignándoles una actividad particular a cada uno para que puedan perfeccionar sus habilidades.
Bajo un estricto entrenamiento de velocidad y obstáculo, Kaizer se desenvuelve entre terrenos angostos con árboles, rocas, raíces sobresaliendo y animales en el camino. Por desgracia para él es una zona más alejada del campamento, donde Hiroshi está cuidando las tiendas y prepara la comida, y no conoce bien el circuito. Olympico pensó excelentemente cada centímetro con su dificultad y fortalecer los reflejos del chico.
Lucian, por su parte, practica con su arma lanza rocas entre las ramas para aumentar la distancia y el ángulo desde el cual dispara varias de ellas a troncos ubicados en distintos lugares y dispersos entre sí.
Entre tanto, Haiser centra su entrenamiento en la fuerza haciendo lagartijas con varios troncos de madera amarrados a su espalda. Todos los troncos de un cierto tamaño. El total del peso es de al menos cuarenta kilos y cada vez aumenta más con cada repetición de diez.
Kamata sigue entrenándose con los ojos vendados y con una rama intenta cortar un árbol. A diferencia del día anterior, no logra cortar el objetivo más bien lo roza y al quitarse las vendas mira que sigue intacto, esto frustra al chico. Olympico lo consuela:
—Descuida. Suele pasar que a la primera logres, pero luego no sea el mismo resultado.
—Eso no me sirve para nada. —dice Kamata en tono muy molesto.
—¿Te sientes decepcionado? —pregunta Olympico con curiosidad al verlo esbozar una expresión donde aprieta sus dientes y las venas de su frente y cuello están hinchadas.
—Me siento molesto y quiero cortar ese árbol de mierda pero que se puede hacer. No es mi día.
Olympico pasa por al lado del espadachín y advierte en voz baja:
—Los resultados van a llegar cuando te centres en tu objetivo más buscado. Si sigues deseando el resultado de ayer es porque no ves muy claro el panorama. Te lo dejo como pista.
A diferencia de los demás, Kaizer desarrolla sus habilidades con una velocidad inusual. Su velocidad al correr cuando alta entre las ramas al mismo tiempo que sus reflejos ayudando a evitar las ramas y raíces, también el uso eficaz de la daga le hacen sentir que está preparado para lo que sea. Olympico comprueba esto al arrojarle desde lo lejos y sin que se diera cuenta una enorme roca lo cual hace que el chico pudiera esquivarlo gracias a que está usando su premonición.
En el instante en que Kaizer se mueve a un lado y pasa la roca a pocos centímetros de él, Olympico se percata de que eso es solo la habilidad característica y no el origen. Una cierta sensación de decepción se dibuja en su rostro, aunque entiende que no se desarrolle esa habilidad tan rápido como se esperase. De cualquier manera, el enorme asesino felicita al chico por haber mejorado de la manera en que lo hizo y ambos chocan sus manos.
Olympico le propone una lección extra que consiste en usar su daga y atacar un objetivo en movimiento. Kaizer lo ve como una buena oportunidad para expandir sus capacidades de uso con el arma. Acepta y se aleja a la espera de que inicie la breve lección.
El asesino toma varios troncos y los tira hacia arriba a una distancia lo suficientemente alta para darle tiempo. Kaizer toma la daga y agita violentamente hacia detrás de él y luego con una fuerza de impulso enorme tira de la cuchilla agarrada por cadenas y lanza hacia el objetivo. Uno de los troncos es atravesado por la hoja de la daga. Luego aprovecha el impulso para tirar y mover al tronco hacia el otro para golpearlo y hacerlo caer. El tercer tronco, antes de llegar al suelo, es golpeado por la hoja cuando esta es removida violentamente dentro del primer tronco. Olympico sonríe, dejando esa expresión con ligera preocupación, y aplaude el gran rendimiento del joven:
—¿Cómo es que pudiste incrementar tanto tus habilidades en tan poco tiempo? —pregunta Olympico aunque sabe lo capaz que es y no es nada sorprendente el logro.
—Solo intenté no quedarme atrás. —responde ante lo que considera es su mayor debilidad, el uso de arma y velocidad.
—Ciertamente pero tu mejoría no es normal. Hay quienes se toman todo el tiempo del mundo creyendo que podrán ser mejores, pero jamás logran llegar a un nivel acorde. Tu lograste en tan poco tiempo ser superior a tu yo anterior. No perdiste el tiempo lo aprovechaste.
Kamata camina hacia ellos esbozando confianza, pero también cautela:
—¿Qué opinas si probamos nuestras habilidades? —pregunta con su espada desenvainada con intención de comprobar cuanto ha mejorado y la diferencia que puede haber entre ellos en la actualidad.
—Kamata ¿qué haces aquí? ¿ya terminaste tu entrenamiento? —pregunta Olympico.
—Si, al final pude cortar al árbol, aunque tuve demasiados intentos. —responde y luego mira a Kaizer. —¿Qué dices? ¿quieres que nos enfrentemos tú y yo?
—¿De nuevo? Sabes que sigo estando por detrás de ti en habilidades. —responde negativamente a la petición.
—Sería una buena oportunidad de comprobarlo. La pelea que tuvimos hace unos días no significa nada para mí si no es con nuestras habilidades actuales. —insiste el espadachín bajo la certeza de que Kaizer se ha vuelto mucho más fuerte y necesita comprobar que las cosas no se hayan cambiado de lugar.
—¿Profesor? —Kaizer mira a Olympico esperando su respuesta, aunque el chico tiene una respuesta a parte.
—Hagan lo que crean mejor. Solo eviten destruir el bosque o nos meteremos en problemas. —responde Olympico.
Haiser y Lucian, que ya terminaron sus actividades, se acercan con interés genuino tras escuchar el desafío de Kamata.
El calor es insoportable, aunque estén en las montañas. Olympico les explica las reglas que tienen que aceptar si quieren que se avance la pelea:
—Saben que no es combate real por lo que tendrán que omitir su sed de sangre. No intenten herirse, pero pueden usar todas sus habilidades ¿comprenden? El primer en caer al suelo pierde y deberá ayudar a Hiroshi a cocinar. Pueden usar todo el bosque si lo desean. —camina hasta el medio entre ambos chicos para cumplir función de arbitro.
—Suena bien. Oye Kaizer me…—Kamata se detiene, permaneciendo con sus ojos cerradas y un globo de moco saliendo de su nariz mientras libera ronquido de su boca.
—Mal momento para quedarte dormido. —suelta Kaizer. —¡Oye, despierta!
—¡¿Eh?! ¡¿eh?! ¡¿Quién se quedó dormido?! —despierta exaltado.
—Solo di que entiendes las reglas.
—Ah, sí, sí, claro ¿ya empezamos? —exclama el espadachín y apoya la parte sin filo de la espada sobre su hombro.
—Haaaa, bien ¡empiecen! —dice en voz alta Olympico.
Kaizer cierra sus ojos, predispuesto a usar su nueva habilidad, el origen de la observación, mientras que Kamata desenvaina su espada y se aferra al suelo con sus pies para darle potencia al impulso característico en sus ataques. Entonces, se impulsa violentamente hacia Kaizer dejando marcas en el suelo y tierra volando detrás. Su primer ataque falla cuando al atacar con la espada de frente, Kaizer esquiva tras anticipar su movimiento. Luego lanza un segundo ataque esta vez con la espada moviéndola desde un costado. Para no causar daños graves, Kamata decide usar la parte no filosa de Abbadon. El ataque es evadido sin problemas. Finalmente, un tercer ataque que va desde arriba es bloqueado directamente por la daga de Kaizer al desenvainarla con rapidez.
El impacto tan fuerte y crudo por parte de Kamata que el chico es hundido en la tierra húmeda y tierra sale volando por los costados. Tal es la violencia con la que chocan las armas que también se generan ráfagas de viento.
La sorpresa es muy grande en el rostro de Kamata quien no puede creer que su amigo haya reaccionado tan velozmente siendo una de las mayores debilidades de este. Acto seguido, Kaizer contraataca con su daga obligando al joven espadachín a pasar a la defensiva. Cada choque de las armas produce una intensidad admirable alrededor de ellos. Las chispas que emiten a través del contacto son producto de tal fuerza desparramada entre las armas.
El joven espadachín retoma su avance moviéndose por los costados a una gran velocidad mientras que el otro chico se escuda en su premonición y retrocede dando varios pasos hacia atrás y a los costados.
Las armas vuelven a chocar una y otra vez cuando Kamata reduce distancia entre ambos como si fuera el choque de un rayo contra la tierra.
Kamata sonríe satisfecho al usar todas sus habilidades sin intención de matar contra Kaizer, quien le devuelve la sonrisa. Tras esto, inician una carrera hacia el rio y al llegar se meten a las frías aguas. Los demás los siguen sin interrumpir el ritmo de estos. Las estocadas del espadachín se reanudan con mayor enfoque sobre los costados del cuerpo y piernas de Kaizer pero cuando este se defiende con la daga, inmediatamente busca desarmarlo para arrebatarle la posibilidad de contraataques. Sin embargo, el chico aprovecha un pequeño descuido del espadachín quien pasa de largo con su espada al no haberle dado donde esperaba y con ello, Kaizer asesta un golpe con el mango de la daga al hombro de Kamata.
Para sorpresa de Kaizer, el espadachín le regresa el golpe con una patada al rostro, soltando la daga y esta cae al agua en la profundidad del rio. De la nariz brota un poco de sangre y por el lado de Kamata se siente dolor en el hombro.
Ya desarmados, pero con la intención de continuar el enfrentamiento a puño limpio, acortan distancia y se lanzan puñetazos en un feroz intercambio de violentos golpes.
Cuando ambos se dan un puñetazo al rostro caen al agua del rio y empiezan a reír, Kamata porque siente que puede mejorar aún más y sabiendo que su amigo le sigue muy de cerca. Kaizer, por su parte, sabe que por primera vez ha logrado empatar contra Kamata dándole un añadido de esperanza para volverse mucho más fuerte:
—Podríamos dejarlo en un empate. —recomienda Kaizer.
—Concuerdo. —exclama Kamata. —Solo procura la próxima vez no saltar tan rápido la daga. —le aconseja.
—Tu mantén la postura firme. Si cambias tan de prisa a combatir cuerpo a cuerpo te resultará difícil. Tienes que hacerlo en la medida que el tiempo te lo permite. Adáptate de la mejor manera. —le devuelve el consejo a su amigo.
—Con que así ¿eh? Sabía que haber abandonado mi combate con la espada y pasar a cuerpo a cuerpo me resultaba incomodo. —reconoce su fallo sin que el orgullo como espadachín le hiciese sentir amargura.
—Kaizer tiene razón. —llega Hiroshi con una cuchara de madera en mano. —Cambiaste repentinamente de estilo y eso te llevo a un desequilibrio de polos en tu cuerpo. Lo irás entendiendo con el correr del tiempo y las experiencias.
Mas tarde cuando todos ya están en las tiendas preparándose para dormir y la niebla baja desde la montaña, Hiroshi recorre el bosque arrojando semillas desde un bolso de cuero que porta desde su cintura en la zona donde los chicos entrenaron durante días. Detrás de él una figura de igual tamaño que Kaizer lo sigue, esto no lo pasa por alto el espadachín y sin darse vuelta y continuando con el desparramiento de semillas en la tierra pregunta:
—¿Te costó mucho llegar? Jamás imaginé que nos siguieras…Vorex
—Viví casi toda mi vida en el bosque, podría encontrar a cualquier persona. Tengo mejoras habilidades de rastreo que cualquier. —exclama el chico.
—Y sin duda que si fueras un asesino profesional las divisiones de inteligencia y otras secciones se pelearían por ti.
—Como digas. ¿Por qué tiras semillas? —pregunta Vorex curioso.
—Hay una regla para quienes venimos hasta aquí desde la orden o academia. Si usamos estos bosques para entrenar, tenemos la obligación de repoblar la tierra de árbol con semillas. Eso es todo. Es el ciclo de vida. Estas semillas harán renacer los bosques cuyos arboles derribamos indiscriminadamente.
—Lo sé muy bien. Aun no entiendo cómo fue que elegí eso.
—Las decisiones que mayormente tomamos en base a nuestros sentimientos es lo que sin duda alguna nos impulsarán en tiempos de crisis. Bueno, es lo que pienso.
***PARTE II***
Durante la noche torrencial en las afueras de la ciudad central, una mansión cuidadosamente vigilada por docenas de hombres y mujeres armados y vestidos elegantemente es foco de una importante reunión de los representantes del bajo mundo o como también es conocido, “underworld”.
Un grupo de encapuchados es llevado en carruaje donde son recibidos por las armas apuntándoles de los guardias de la entrada y luego en los terrenos que separan la salida de la casa. Allí son guiados hasta la puerta donde un hombre de unos treinta y tantos espera su llegada. Todos los guardias inclinan sus cabezas con total respeto y luego se marchan para realizar las tareas nocturnas de vigilancia.
El hombre, que también lleva un traje y se nota la educación en su lenguaje corporal, los reciba cortésmente y dice a los visitantes:
—Sean bienvenidos. Por favor, pasen. La lluvia ha estado bastante persistente y peligrosa. —los detiene antes de que avancen. —Sin embargo, tengo deseos de que se quiten la capucha para que revelen sus rostros y por supuesto necesito que me entreguen la invitación del señor Leopold. Es por protocolo.
Los visitantes misteriosos se quita las capuchas, haciéndole caso al hombre que parece ser un mayordomo de muy alto rango entre los empleados. Alexander y su grupo se muestran ante el hombre. Riurik, Tyrakus y Baligra miran a sus costados y por detrás con total desconfianza en la vigilancia.
Alex le entrega los seis sellos en objetos de madera que simboliza la unión entre los miembros más destacados del bajo mundo. El hombre analiza cuidadosamente esas invitaciones sembrando la inquietud del joven mercenario:
—¿Ya podemos pasar? Hemos viajado por muchos días. —dice Alex.
—Solo un momento más por favor. —responde el hombre.
—Santo cielo, me estoy mojando el cabello. ¡Al menos entréguennos toallas con un demonio! —dice Baligra enfurecida al ver que su cabello está muy mojado cosa que detesta profundamente.
Los gritos de la mercenaria ocasionan que los guardias lo sintieran como una amenaza al mayordomo y al dueño de la casa por lo que apuntan sus armas contra ella y al ver esto, los mercenarios actúan en respuesta a la hostilidad y Alex saca un cuchillo que lleva a la garganta:
—Escúchame maldito idiota. Venimos de muy…muy lejos…Leopold me llamo para hablar así que vas ir hasta su oficina o donde mierda esté y le dirás que Alexander y su liga de mercenarios está aquí o provocaremos una masacre. Y otra cosa más…quítale las armas de tus guardias a mi compañera. Moriremos todos aquí y ahora si no haces lo que te digo. —dice amenazante.
Detrás del mayordomo se acerca la figura de un hombre calvo con bastón. Su presencia no se siente como la gran cosa hasta que una intensa sed de sangre es lo suficiente como calmar las aguas de todos:
—¿Terminaron? —pregunta Leopold. Mira que todos guardan sus armas, desde la vigilancia hasta los mercenarios. —Bien, porque hay mucho de qué hablar. Alex, que tu gente espere en la sala de espera.
—¿Tu eres Leopold? —pregunta Alex.
—¿Qué falta de respeto es esa? —pregunta el mayordomo. —Él es don Leopold, cabeza de la familia Don Giovanni del Sur. Una de las familias más poderosas del bajo mundo, así como también de las facciones más temidas. Sé más educado. —añade.
—Honestamente…me importa un carajo. Somos aliados, no subordinados. —responde Alex.
—Ya, ya, déjalo. —ordena Leopold al mayordomo. —Lo que dice no es equivocado por lo que estamos en igualdad en condiciones.
—E-Entendido. —se disculpa inclinándose hacia él.
—Vamos Alexander, entren. La lluvia cesará mañana y tenemos mucho de qué hablar esta noche.
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