Academia de Asesinos - 19
Durante los días previos a las vacaciones de invierno, los ánimos y el ambiente resulta familiarmente relajado. Los chicos estudiantes ven con buenos ojos las dos semanas de descanso de la cursada, los exámenes, ejercicios agobiantes y la presión de los nobles más jóvenes que desde iniciado el año educativo no han parado de provocar conflicto.
De igual manera la desaparición de algunos nobles ha provocado diversas reuniones no solo entre profesores y el director sino lo mismo ocurre en los demás territorios. No es más que un asunto continental que no puede dejarse sin tratar.
Mientras tanto, Lucían, Megumi y Kaizer esperan ansiosamente que el descanso llegue y preparan con entusiasmo algunas salidas tales como ir a comer a algún sitio, pasear, ir a parques de diversiones entre otras cosas.
Desde hace varios días, Lucían se siente observado tímidamente por alguien desde la distancia y a la vez siendo alguien que concurre al mismo curso que él.
Los ojos claros de una joven de su misma edad, cabello azul y la inocencia de alguien que ama la vida y ayudar a las personas. No por algo Megumi es una gran amiga de ella y algunas ocasiones esa chica le pregunta por Lucían, ya sea cosas que le gusta a él o como poder acercarse:
—Megumi. —le dice Lucian— Esa chica, Maia, no deja de mirarme.
—Ya sabes el motivo. ¿Porque no le hablas? —responde Megumi.
—No…no soy bueno para esas cosas. —responde mientras bebé su jugo de naranja.
—Si no lo intentas jamás lo sabrás. ¿Quieres que…?
—No. Eemmm…déjame pensar.
—Ellas se ha fijado en ti, ahora solo debes dar el primer paso. Maia es buena chica y quiere ser médica cuando se gradué de aquí. Si quieres saber algo más de ella puedes preguntarme.
—Yo…eemmm…creo que…—su rostro se vuelve en un ligero tono carmesí por la vergüenza—Quisiera saber…—choca la punta de sus dedos—¿Cuál es su comida preferida?
—Hummm…esa es una pregunta difícil. ¡Ya se! —se acerca hacia Lucian— ¿Porque no lo averiguas preguntándole? — pregunta con una sonrisa.
—Tramposa. —dice Lucían.
—Jajaja. Perdón, perdón, es que los veo muy bellos a ambos.
Kaizer se acerca a ambos con una bandeja de papas fritas y gaseosas que tan amablemente le ha obsequiado el grupo de cocineros:
—Kaizer, dime qué esas personas no te regalaron las papas. — dice Lucían con vergüenza.
—A quién le importa. Tenemos comida gratis. —responde Kaizer— ¿O no Megumi?
Kaizer gira la mirada hacia ella y ve que deja caer una exagerada cantidad de baba de su boca:
—Creo conocer la respuesta.
—Oye, no le digas eso a una dama. Es de muy mala educación, pero…—toma una papa frita sin permiso y la lleva a su boca que come con una sonrisa feliz— gracias por preguntar.
—Entonces ¿De que hablaban? —pregunta Kaizer.
—Lucian está interesado en Maia y trato de ayudarlo.
—Aja…ya veo entiendo. —mira fijamente a Lucian y se vuelve hacia Megumi—No, no entiendo nada.
—Ahhh, dios. —Megumi se toma la cabeza—Ustedes son tan bobos. Veamos…Lucían, tienes que hablarle a Maia. No esperes a que ella lo haga.
—¿Que no hay igualdad? —cuestiona Lucían.
—Si, pero Maia es algo tradicionalista. Tu solo…ve y dile algo. —le aconseja Megumi.
—Está bien. —responde Lucían.
Con fuertes emociones por tener que presentarse a una chica que quizás guste de él, Lucían mira hacia la puerta de entrada de la cafetería y sin darse cuenta choca con los de Maia, quien entra con sus amigas al lugar para almorzar después de quedarse y limpiar su salón como cada semana que les toca.
Rápidamente desvía la mirada hacia las papas fritas:
—¿Quieres comer? No agarraste ninguna. —pregunta Kaizer.
—N-No, está bien. Estoy…—vuelve a mirar hacia donde se encuentra Maia.
Sin saberlo, Lucían es apoyado por no solo Kaizer y Megumi, sino también por las mismas amigas de Maia, Clhoe y Nara, que en su fuerte creencia de que ambos se verían bien como pareja intentan de hacer que ella vaya y le hable para comenzar a forjar una relación.
Sin embargo, las desdeñosas carcajadas de los nobles estropean la oportunidad de Lucían por poder hablar con ella. Y cuando se dan cuenta ve que ellas están siendo hostigadas por los nobles, tironeándoles el cabello, ensuciándoselos con comida y bebida gaseosa, una actitud reprochable cómo pocas y aún después de días sin tener conflicto con ellos. Pero ahora el papel de abusivos recae en nobles segundones, aquellos que no heredarán el liderazgo de su casa por ser segundos hijos.
Si fueran los nobles principales como Borka la cosa sería diferente pero debido a los secuestros estos y la actitud de las casas nobles por proteger a los segundos hacen que inclusive Doncaster quisiera evitar más problemas. Es algo cuestionable y confuso ya que luego del intento de asesinato a Kamata y el que muchos jóvenes nobles principales acabasen heridos hizo que el directo se ponga furioso.
Ciertamente los nobles no paran de crear problemas y tanto Kaizer como Kamata no sé quedarían callados sin hacer nada. Al contrario, son lo suficientemente rebeldes como para hacer caso omiso a los que digan los adultos y actuar para proteger a los demás:
—De nuevo ahí van. Son unos imbéciles. —dice Kaizer, mientras limpia sus manos cubiertas de sal y grasa, preparado para ponerse de pie y defender a las chicas.
Antes de que pudiera hacer algo, Kaizer ve que Lucían se levanta de su silla, inundado de ira al ver como el cabello de Maia es ensuciado por aderezos para papas fritas que usualmente dejan sobre una mesa para que los estudiantes agarren para sus comidas.
Enfrentado a los abusivos e interponiéndose entre Maia y ellos, Lucían los confronta sin depender de nadie más que su propio valor frente esas personas desalmadas que solo hacen sufrir a otros por pura diversión:
—¿Qué quieres? —pregunta el noble.
—Dejen de hacer eso. No es divertido y les hacen pasar mal a las chicas. —responde sin perder un centímetro y mantiene la mirada sobre ellos.
—Solo dejen de hacer eso y vayan a otro lado.
—¿Por qué? Este es un mundo libre. —replica el noble.
—No para tratar así a los demás. —cuestiona Lucían.
—No veo la diferencia. Este mundo fue hecho para aquellos que tenemos poder, no para los pobres diablos que solo pueden cumplir el papel de tapete bajo nuestros pies.
—Eso que dices es estúpido. Nosotros no somos basura que puedes simplemente tratar como te plazca. —dice Maia, enfurecida, pero con sus manos temblando de miedo.
—¡Tu cállate!
—¡Hey, hey! — Lucian lo empuja y advierte—Ten cuidado con lo que le dices.
Cómo es clásico de los nobles y sus estrategias de intimidación, rodean a los chicos para imponerse. El que no se inmuta es Kaizer, que aprieta el puño para contenerse y no cometer el error de dejar a sus amigos en una mala situación.
No se puede cuestionar a la lógica de aquellos que con poder y malicia gustan de sofocar a aquellos que lo carecen. En su creencia de que las cosas pueden cambiar, Megumi les pide encarecidamente:
—¿Tan difícil es que podamos ser todos amigos?
—¿Amigos? ¿Amigos? ¿Crees alterar el orden porque piensas que es posible? No me hagas reír maldita plebeya. —se molesta ante la inocente pregunta.
—Hey, ella no hizo nada malo para que te molestes así. —cuestiona Kaizer—Podemos solucionar charlando las cosas —añade.
—Que ignorantes. —se burla uno de los nobles que rodean al grupo.
—¿No es suficiente con todo lo que hacen y no reciben castigo por ello? —Maia se siente impotente ante tales maltratos y la falta de seguridad que reciben los estudiantes.
—Vámonos. Ellos no entenderán con las palabras y aunque lo hicieran jamás van a cambiar su pensamiento. —dice Kaizer, tomando a Megumi de la mano y encarando hacia la mesa. Su mano tiembla por el miedo y la angustia de la situación puesto que Kaizer no es alguien acostumbrado a esas cosas y menos aún donde sea el centro de la tormenta. De igual manera Lucian lo sigue al tomar a Maia de la mano y señalar a sus amigas hacia la mesa.
Los nobles miren sin poder hacer nada porque no entienden que pasa, porque esos plebeyos se retiran sin recibir una agresión o entienden su lugar en la Academia. Es indignante además de que hiere su orgullo una vez más:
—¡Basuras sin valor! —grita el líder momentáneo.
Mientras tanto, los cocineros observan:
—Otra vez peleas aquí. Llama al director o algún profesor. Esto no acabará bien. —se preocupa el jefe de cocina.
—S-Señor, creo que esto va a escalar aún más. —replica uno de los cocineros mientras señala hacia el fondo de la cafetería una figura solitaria pero cuya presencia es tal que doblegaría a los nobles.
—Esto va a ser peor que antes. ¡Llama a los profesionales antes de que…!
De repente se escucha el sonido de una bofetada. Megumi en un estado de profundo enojo y harta de que los nobles acosen a los más débiles solo por su condición en el continente, golpea con su mano al rostro del ahora futura cabeza de familia:
—¡Verays! —grita uno de los abusivos nobles.
—E-Estoy bien. —responde confundido.
—¡No permitas que te traten así! ¡Que entiendan su lugar! —señala con furia otro de los nobles.
—¡Tsk! ¡Agarren a esos dos imbéciles y dejen a las otras dos! Esa basura de cabello plateado va a tener que perder la lengua. —dice Verays.
—Mierda, esto va de mal en peor. ¡Hey ustedes! ¡Dejen de pelear o..! —grita el jefe de cocina.
—¿O, sino que? —interrumpe Verays con mirada y voz amenazante. Al ver qué no responde el hombre ya entrado a sus cincuenta años continua—Eso pensé.
Pero nadie cuenta con algo en particular y es que, a varios metros, en un extremo se encuentran Kamata, aún herido por el ataque cobarde de Borka, hermano de Verays. Cómo toda bestia de fuerza sobrehumana y voluntad inquebrantable, la herida no hecha más que volver feroz y deseoso por aplastar al que le hizo pasar tal vergüenza. De igual manera las amenazas de esos nobles segundones a sus oídos hacen que se ponga de pie y mire hacia ellos.
Si fuera Borka no habría problema, pues el noble sentía temor irracional al violento joven, pero siendo Verays, las cosas son diferentes y no cuenta con el temor natural frente a una fuerza que lo supera en muchos aspectos:
—¿Tu que miras? —pregunta Verays, en tono despectivo.
—Nada, solo a un montón de imbéciles que vuelven a cometer una y otra vez los mismos errores. ¿No aprenden o lo hacen adrede? —cuestiona Kamata casi en tono de burla.
—Crees saberlo todo, pero no eres más que un sucio…—exclama Verays.
—Un sucio ¿Qué? —se acerca hasta quedar cara a cara. La diferencia de estatura es clara a favor del noble, pero en lo que respecta a figura imponente, Kamata tiene una feroz ventaja por lo que lo interrumpe sin miedo.
—¡Tsk! —Verays aprieta sus dientes.
—Una vez más quiero que se pierdan o vas a terminar como esos imbéciles a quienes golpee en el salón. —amenaza Kamata.
Verays se muestra desolado al ver qué sus compañeros retroceden, llenos de temor al ver como la figura de Kamata se torna aún más grande como la de un enorme animal listo para saltar a por su presa:
—Nos vamos. Solo espero que recuerden que no soy como el inútil de mí hermano. Además…—sonríe lleno de satisfacción—¿Cuánto creen que dure este intento de paz a favor de ustedes?
***PARTE II***
En la ciudad de Pumbakar, Doncaster se reúne con un grupo de nobles padres de los que fueron sospechosamente secuestrados.
El director es atendido en los jardines de la enorme mansión en la que reside la elite y allí unas criadas le llevan un poco de te caliente con bocadillos a la espera de que llegue el jefe de casa:
—Hummm…estos bocadillos son deliciosos. —piensa Doncaster al morder el quinto trozo de galleta cubierta de glaseado traído desde el Sur.
—Lamento la tardanza. —dice Marko mientras se acerca al centro del jardín donde espera Doncaster sentado en la mesa.
—No hay problema. —se pone de pie y extiende su mano para saludarlo—Aunque hubiera preferido que el líder del consejo de nobles fuera el que me reciba.
—Si, sobre eso. No pudo venir porque tiene asuntos importantes. Espero comprendas. —responde Marko y toma asiento—Por favor, vayamos a lo que nos compete.
—De acuerdo. Iré al grano Marko. Quiero que tu gente se mantenga al margen de todo lo que está haciendo y sus hijos dejen la actividad contra los demás en la Academia. —dice Doncaster con toda la seriedad posible y mirada lejos de la clásica que es conocida.
—Disculpa, pero no comprendo.
—Se que ustedes están en muchos negocios ilegales. Hasta diría que es preocupante para el bienestar del continente. —le explica Doncaster sin entrar en amenazas.
—Mira, yo no entiendo a qué viene esto, pero no me gusta la manera en la que lo dices. Me parece que es una amenaza y no me agrada en lo absoluto. —Marko se muestra ofendido.
—Tu familia a pesar de ser originaria del Sur tienes tu hogar en Pumbakar, territorio del Oeste. Muchas veces me preguntó la razón de eso. Seré franco y directo, Marko. Los hemos estado vigilando hace tiempo y descubrimos que poseen organizaciones y conexiones en el Este y el Sur. Trata de personas, corrupción política con alcaldes y administraciones en la ciudad central. Incluso hay pruebas que los incrimina con la orden mercenaria.
—Esa acusación es sería. ¿Tienes las pruebas? —pregunta Marko. El sudor sale de su frente y cae al suelo de manera tal que Doncaster se percata que lo tiene rodeado.
—Hay pruebas y de sobra. Marko, sabes que puedo organizar un grupo de subyugación y arrastrar a los que trabajan con las casas nobles y sacarles toda la información. No tengo problemas para hacer eso.
—Entonces dime ¿Qué es lo que quieres?
—Que abandonen los negocios en donde sea que los tengan. Corten las relaciones con los mercenarios y controlen a sus chicos.
Al decir eso, Doncaster se pone de pie y se aleja del lugar, terminando con la conversación y sin más que decir.
Marko bebe un sorbo y camina hacia Doncaster solo para quedarse a poco menos de dos metros de distancia:
—Esperaste el tiempo necesario para esto ¿Verdad?
—El tiempo necesario, pero solo vasto con que tus chicos ataquen a uno de mis estudiantes y casi lo maten.
—¿Conoces el orden natural de las cosas? Deberías saber que es inalterable. Son siglos de historia y relaciones humanas que no pueden cambiarse. —explica Marko la razón del porque es imposible enfrentar a los nobles y el peligro de que ese orden se vea alterado en lo más mínimo.
Doncaster se da media vuelta y sonríe, sabiendo la verdadera respuesta a esa declaración:
—Orden que puede alterarse y no será por mí o Hiroshi. Conozco a un grupo de chicos que he observado y que sin duda alguna van a cambiar muchas cosas. No puedo explicarlo, pero lo que fue imposible en el pasado ahora es algo real y es solo el comienzo. Bueno, es lo que pienso.
—Tienes mucha fe en esos chicos. ¿No temes que hagamos algo contra ellos? Nuestros recursos son casi similares a los de las leyes vivientes. —dice Marko, confiado.
—Para nada. —la figura de Doncaster se enaltece. Su mirada es feroz al escuchar una amenaza hacia los chicos—Pero ten mucho cuidado Marko. Seas o no un noble ten cuidado al amenazar a mis estudiantes. Vuelvo a decírtelo. Dejen de acosar a los chicos y abandonen sus actividades o serán considerados traidores y por ende enviaremos a las leyes vivientes para subyugarlos.
En un giro rotundo de la discusión, Doncaster amenaza fuera de sí mismo. Ni Marko puede oponerse a las fuertes pero moderadas palabras de Doncaster:
—Lo… hablaré con el consejo de nobles. —dice Marko, esquivándole la mirada.
—Adiós. Que tengas buenas tarde.
—¡Tsk! Malditos plebeyos. —aprieta sus dientes y puño.
Uno de los tantos mayordomos se acerca a Marko con una bandeja y sobre ella un comunicador con el que piensa llamar a cada cabeza de casa noble y explicar lo que acaba de suceder. Sin embargo, se detiene al tomar el aparato:
—¿Señor? —pregunta el mayordomo al ver tan dubitativo a Marko.
—Lo mejor…será ubicar a los Fiesmeros y tratar de retrasar los planes. No es lo indicado confronte a las leyes y a los directores.
—Entonces señor traeré el comunicador conectado al de los Fiesmeros.
—Perfecto. Posponer los planes para los chicos es imperioso y más importante conseguir la supervivencia de nuestras casas hasta que sucede lo del año próximo.
Una vez fuera de los terrenos de la mansión, Doncaster lanza un suspiro de alivio por haber dicho todo lo que sentía, obviando por supuesto su preocupación por los propios estudiantes frente a la amenaza noble que se viernes sobre ellos y busca atentar con sus vidas:
—Se han vuelto demasiado arriesgados y nosotros descuidados en tan poco tiempo. —piensa Doncaster—Krummel.
Una sombra se aparece a su lado. Krummel, uno de los miembros más veteranos de las leyes vivientes y colega estimado de Doncaster se presenta como siempre y mostrando la férrea lealtad al director:
—Doncaster.
—Siempre veloz. —dice Doncaster en tono de orgullo—¿Averiguaste lo que te pedí?
—Si. Es como sospechabas. Los niños nobles no fueron secuestrados cómo se presupone sino más bien están yéndose del continente.
—¿Se están yendo del continente? Eso no tiene ningún sentido.
—Tenemos a más agentes de la división de inteligencia trabajando en la zona. Podemos obtener más información.
—¿Saben algo de Hiroshi? Hace días no tenemos comunicación con él.
—Nada, señor. Pero la actividad en el sur es demasiado activa y quizás se haya encontrado con dificultades.
—Es cierto que el Sur se ha vuelto complicado pero la directora de la academia es alguien estricta y no creo que deje las cosas sin tratar. Lo mejor es…reunir a los cuatro grandes de manera oficial. Krummel, informa a toda la orden. Los cuatro grandes se volverán a reunir y tratar este asunto de manera sería.
—¡Si señor! —desaparece como una sombra esquiva.
—Esto no tiene ningún sentido.
Por la noche, Doncaster regresa a su casa que se encuentra frente a la academia. Un apartamento pequeño con una habitación, cocina y un baño, pero cómodo donde están todas las comodidades del hombre para sus libros y descanso luego de un día difícil en el trabajo. Cómo hobby, suele sentarse en su sofá a la medianoche y ver por la ventana la academia. Durante media hora no despega la mirada sobre el enorme y oscuro edificio.
Sin embargo, cuando llega a su oficina para buscar unos papeles, ve a Kaizer deambular sin permiso y fuera del edificio donde los huérfanos permanecen hasta el horario de entrada a la academia. Lo sigue hasta el campo de entrenamiento. Allí toma un palo de madera con el que muchos estudiantes practican Kendo y empieza a agitar la inofensiva arma:
—¿Qué es lo que está haciendo? —se pregunta Doncaster.
Sin ser descubierto por el joven, Doncaster se acerca silenciosamente desde adentro hasta un ángulo donde puede observar y escuchar sin problemas, reduciendo su presencia.
Los murmullos de Kaizer se hacen más claros por la distancia:
—Tengo que ser más fuerte. Tengo que ser más inteligente. Tengo que protegerlos a todos, sino…puede ocurrir lo de hoy. —se lamenta el chico.
A pesar de tener una determinación incansable, los movimientos son toscos y demasiado torpes. Kaizer se encuentra en una encrucijada difícil y él no lo sabe aún. Doncaster da un paso hacia adelante pero luego se arrepiente, pensando que lo mejor es dejar que crezca solo y no deje de intentarlo. Aunque el chico llore cada noche con la profunda depresión que lo agobia ante tanta soledad y sentirse débil.
Entonces recuerda el daño provocado a Borka. De un puñetazo le rompió costillas lo cual asustó al chico.
De regreso a su apartamento, Doncaster prepara su té con hierbas rojas con una cucharada de azúcar y el famoso libro del norte titulado «Cadenas de Hielo», una novela del autor Theorus Regneif, antes de dormir.
Su lectura es entrecortada por recordar amargamente el esfuerzo de Kaizer que no cabe la menor duda, siente remordimiento por tener que usar la violencia de manera descontrolada y que alguien acabe herido, aunque la necesidad de hacerse más fuerte contradice los miedos del joven.
Sobre la mesa de la cocina, Doncaster había dejado los documentos que fuera buscar a su oficina y en cada uno de ellos se encuentran como título el nombre de estudiantes: Kaizer, Megumi, Lucian y Kamata.
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