Academia de Asesinos - 24
No hacía falta para que Hiroshi vaya a Leivertim, porque el rastro de caos llega a una pequeña población campesina de al menos cincuenta personas. Sus restos ahora descansan sobre el campo quemado y la sangre seca que se fundió con la tierra húmeda por la llovizna de la madrugada.
Hiroshi confronta a Kazumayo por tal terrible crimen contra la humanidad:
—No había necesidad de esto y, aun así, incluso mataste a niños inocentes. ¿Cuál es tu maldito problema, Fiesmero?
—Por fin dices las cosas por su nombre. Alguna vez me preguntaste ¿Que era yo? Pues la respuesta más sencilla es que me encuentro en el perfecto límite de ser mercenario independiente y un Fiesmero no reconocido pero que es necesitado por el culto. —explica Kazumayo.
—…—Hiroshi no se inmuta, pero cae en la cuenta de que el culto es demasiado cerrado para que alguien que no haya nacido en su seno pueda tener esas habilidades por lo que surge una pregunta—¿Qué fue lo que hiciste?
—Lo que siempre estuvo a mí alcance. —sonríe Kazumayo—Nunca estuve atado a nada ni nadie.
Bajo un velo siniestro que lo sobrevuela, Kazumayo sonríe y sigue su explicación:
—Solo tuve que asesinar a un cierto miembro para formar parte de ellos. ¿Sabías que al asesinar a un miembro del culto puedes arrebatarle sus habilidades de máscara? Bueno en realidad eso no es para todos. Si no conoces correctamente la técnica puede resultar inútil.
—Eres un enfermo. Sacrificar tantas vidas ¿Por nada? Tiene que ser una broma de mal gusto. —Hiroshi mira los restos a su lado y se llena de impotencia.
—Si te sirve de consuelo esos niños que están muertos son retrasados o con problemas físicos. No necesitamos fallas humanas. En este negocio buscamos el mejor artículo…—Kazumayo levanta la mirada y ve a un Hiroshi, cegado por la ira, saltando sobre él con la espada apuntando a su cuello.
Kazumayo lo esquiva a duras penas y retrocede hacia sus subordinados que rodean al asesino:
—Oye, oye ¿Enserio? ¿Atacando sin pensarlo y enfurecido? No es muy propio de un profe-
Hiroshi vuelve al ataque con una velocidad inmensa y le da una patada al estómago que lo mando a volar contra una de las cabañas aun enteras.
Ninguno de los Fiesmeros presentes ataca, lo cual le resulta extraño a Hiroshi. Tampoco la información sobre el culto es suficiente como para entenderlos mejora y eso es gracias a qué su base y los movimientos que constantemente hacen en los continentes siempre son sigilosos y con estrictos códigos de negociación y cumplimiento de los contratos. Al final las costumbres del culto son diferentes a las de antaño donde el contratante debe ser digno según el criterio Fiesmero.
Kazumayo resurge de entre los escombros con su máscara solo hasta la mitad debido al impacto.
Entonces Kazumayo es quien confronta ahora a Hiroshi, pero con una demostración de palabrerío poco usual en él, según lo que recuerda el mismo asesino:
—Bueno, no me esperaba que un golpe así fuera tan fuerte pero no es como si me tomase por sorpresa. Oye, tengo una pregunta para ti. ¿Crees que con lo que hagas aquí vaya a cambiar algo? Entiendo que busques información y estás descubriendo cosas interesantes si se quiere.
—Ve al grano Kazumayo. —replica Hiroshi.
—Lo que escuchas. Venir hasta aquí solo para seguir encontrando muerte y luego caer en la cuenta de que no será ni la primera no la última vez que veas algo así. Tendrías que entender que ni esos mocosos que desean educar y proteger quedar fuera de toda esta porquería. Es decir, el mundo está podrido hasta la médula y no puede ser que no lo estés viendo. —dice Kazumayo, intentando convencerlo a Hiroshi de la dura realidad.
Hiroshi baja por un momento su espada y se replantea muchas de las cosas que está diciendo Kazumayo, les cuáles resultan ser tan reales como crudas en un mundo que a su parecer no es solo blancos y negros.
Kazumayo sonríe al verlo dudoso a Hiroshi y prosigue con lo que dice:
—Vuelvo a aquella propuesta que te dije la primera vez que nos vimos. Tu talento y ahora experiencia serán más que bienvenidas. ¿Porque no te unes al culto? Tenemos un cliente bastante prometedor en el Sur de Antares y hace falta más gente como tú.
—¿Sur de Antares? ¿Te refieres a F-? —se sobresalta Hiroshi.
—Ahp, ahp. Hay un ritual o costumbre mejor dicho entre los Fiesmeros que trata de evitar decir la ubicación de los clientes. Pero si, es donde sospechas. —reconoce el Fiesmero.
—Ya veo. Entonces los rumores de que el nuevo mundo está en pleno movimiento. Jamás imaginé que ese territorio tan violento fuera a avanzar sobre aquí. —dice Hiroshi mientras levanta una vez más su espada delante de él.
—Ellos son de lo más complejo pero sus recursos son infinitamente superiores. Y viendo que no pareces tener interés sobre mí propuesta lo mejor es evitar continuar con esta conversación. —Dice Kazumayo, decepcionado e invoca su máscara entera.
—Al fin terminaste. —dice Hiroshi.
En un breve lapso de tiempo, Hiroshi recuerda lo que fue su primer encuentro y pelea con el siniestro sujeto, como de manera implacable asesinó a cuatro compañeros de su curso y en su rostro se veía el disfrute de atravesarles el cuello, romper sus costillas y desgarrarles los brazos, así como sentir la tibia sangre empaparlo por completo. Un sujeto realmente desagradable y que sin duda puede catalogarse como alguien igual de peligroso y buscado que Alexander salvo por la indudable diferencia de talento que esboza el joven mercenario.
Kazumayo desenvaina sus cuchillas y rápidamente contraataca con fuertes movimientos contra Hiroshi, obligándolo a esquivar, así como sucedió a la inversa. Entre los continuos ataques, Hiroshi logra encontrar una abertura la cual explota al máximo con un puñetazo dirigido a las costillas de Kazumayo y luego una patada que es bloqueada y en respuesta recibe un codazo demasiado cerca del ojo izquierdo.
No hay diferencia entre ambos, Hiroshi apenas puede ver con su ojo izquierdo y Kazumayo siente como las costillas en su lado derecho se encuentran destrozadas por ese único puñetazo, pero certero al final. Los fiesmero continúan con la misma actitud de pasividad ante la pelea frente a ellos:
—Es extraño que ninguno de tus subordinados no haya movido un solo musculo para ayudarte. — dice Hiroshi.
—¡Ja, cof, cof! Deberías saberlo…ellos no…me siguen…aunque sea parte…del culto…yo no les represente…— responde con dificultad en su respiración al haberse atravesado una costilla en uno de los pulmones.
—Matar a un fiesmero nunca te garantizará formar parte de ellos, aunque la regla del asesinato y reemplazo sea seguida a rajatabla. ¿Es eso?
—Seguramente…sea una regla…escrita en piedra desde su fundación…pero este…culto…es tan cerrado…que resulta ser un…dolor en el trasero. Quizás…esperen a mi muerte…y así…se libre de un extranjero y…un usurpador. — responde Kazumayo y escupe sangre.
—Antes de acabar con esto quiero preguntarte algo. ¿Qué querían los nobles con el Sur? Dudo mucho que solo secuestrar a niños inocentes. Tiene que haber algo más de su interés que solo continuar con sus negocios de mierda. — Hiroshi busca la verdad de todo, aunque en su mente se está dando lugar al odio por involucrar a inocentes en los negocios corruptos de los nobles.
—¿Algo más? Bueno…cof, cof…sabes cómo es esto…solo soy un…empleado…no tengo idea de los…negocios de mi empleador. —responde irónicamente mientras tose y escupe sangre una vez más y cae de rodillas en el suelo— Por cierto…te…equivocas con algo…esto no va acabar así. —saca de su bolsillo una extraña fruta violeta con forma de manzana y extrañas marcas puntiagudas.
—¿De qué hablas? — pregunta Hiroshi y mira lo que sostiene en su mano Kazumayo.
La fruta lleva la atención de inclusive los fiesmeros que acompañan a Kazumayo. Nunca en sus vidas habían visto tal cosa y hasta la duda y desconfianza surge entre ellos al punto de que varios invocan sus máscaras y desenvainan y apuntan sus armas contra uno de los suyos no reconocidos:
—¿Lo ves? Jamás…fui…parte de ellos…— repite irónicamente Kazumayo— Solo queda eliminar…a la escoria…
Tras descubrir que, sin importar el resultado, los fiesmeros iban a eliminarlo, Kazumayo no duda y da un mordico tras otro a la fruta. De un comienzo dulce casi como una manzana, pero lentamente siente como un fuego intenso atraviesa sus venas y provoca que estas se hinchen hasta un visible color verde. La iris y pupila de ambos ojos desaparecen para que el blanco abarque todo, así como un feroz aumento de masa muscular lleva a que todo su cuerpo se hinche.
El tamaño de Kazumayo pasa de ser similar al de Hiroshi a superar al de un oso pardo de las Islas del Norte. Su apariencia es tan monstruosa que algunos fiesmeros dejan caer las armas y empiezan a temblar por solo dejar lugar al miedo a lo desconocido.
Hiroshi no puede creer lo que transita por sus ojos. Aquel hombre con el que se estaba enfrascando en una feroz batalla ahora es una gigantesca bestia lista para ser liberada contra cualquier que no sea aliado o, mejor dicho, contra cualquier ser vivo por la cercanía. Con apenas su ojo derecho intacto y la pérdida de visión, al menos temporal, del izquierdo, Hiroshi busca la mejor opción, pero escapar no es una si quiera evitar que la pelea transcurra más allá en el perímetro y acabe en otro pueblo e involucre más inocentes.
Kazumayo acaba su transformación y rápidamente posa su mirada primero en Hiroshi, huele los alrededores y agita su cabeza como una bestia. Luego mira al grupo de fiesmeros y sonríe como un demente. Al ver tal cantidad de víctimas lanza un feroz rugidos y ataca en un frenesí sangriento a quienes eran sus aliados, tomando a uno de la pierna y llevándolo contra el suelo una y otra vez para luego usarlo de mazo contra los demás que no saben qué hacer.
Algunos otros escapan rumbo a los bosques y la bestia los persigue con ímpetu:
—¡Carajo! — grita Hiroshi y lo sigue al monstruo, temiendo que llegue al próximo poblado— ¡Tengo que alcanzarlo como sea o más inocentes podrían morir! Aun así, esa extraña fruta. Jamás la había visto. ¿Es posible que eso sea algo que nunca hayamos visto en Antares y esté llegando por el tráfico de drogas? De cualquier manera, necesito pruebas y para eso tengo que eliminarlo.
***PARTE II***
En el desierto del Este, Alexander sigue su camino hacia el punto señalado para que asalte en solitario al tren donde hacen los criminales para su equipo.
Luego de haber aniquilado a otro grupo de bandidos ronin, el mercenario piensa en cómo serán esos criminales, su fuerza, su ideología, el sí podrá liderarlos. Una pequeña duda surge en él al no poder saber con qué podrá encontrarse. Son criminales después de todo.
Su camino lo lleva al punto exacto más deseable, poder ser considerado por los altos mandos de la orden mercenaria para misiones de mayor calibre. Sin embargo, un poco los cuestiona al no brindarle apoyo previo y dejarlo ir solo a tal peligrosa misión.
Alex se rasca la cabeza y suspira, frustrado y hambriento por tantos días de viaje en el lomo de un camello y sin encontrar más que arena y samuráis acechando y vigilándolo el punto del acoso:
—¡Mierda, tengo hambre! —se queja. En ese momento sus ojos se encuentran con los de otra persona, un hombre mucho mayor que él, encapuchado y con una capa marrón muy vieja—¿Quién eres?
—No me esperaba encontrarte aquí tan rápido. —dice con cierta felicidad.
—¿Aliado o enemigo? Más te vale que respondas porque no estoy de buen humor. —advierte Alex.
—Puedo entender que no me conozcas porque solo aquellos que buscan en lo más oscuro del abismo conoce ni nombre. —se quita la capucha y revela su rostro lleno de cicatrices y barba candado gris y mirada furiosa.
—Tiene sentido que digas eso del abismo porque ¿Quién conocería de vista al líder de los Fiesmeros, Breiner Burhman?
—Oh, al final no hace falta presentarme. ¿Porque no nos salteamos esto y vamos al grano? —dice Breiner.
Alexander se mantiene a una distancia prudente, ya que, conociendo las posibilidades, puede que Breiner está en el Este por algún negocio del que no tenga que ver el mercenario o algo los une en el camino.
El Fiesmero se quita la capa y deja en el suelo, dejando ver su gabardina de color negro con rayas doradas, muy diferente a la que tienen los demás miembros del culto. Es evidente la diferencia jerárquica entre los del culto, no solo se rigen por la forma de sus máscaras y poder sino también por el color de la vestimenta.
Alexander mueve lentamente su pie derecho hacia atrás para un eventual retroceso:
—Tranquilo, tranquilo. No he venido a pelear contigo sino a hablar de negocios. ¿Te interesaría escucharme? —dice Breiner de manera amistosa, pero sin ocultar su aura tan violenta.
El joven mercenario duda de sus intenciones porque entiende que al referirse a negocios también se refiere a una propuesta y por ende, está listo para matarlo si resulta en rechazo:
—Te Escucho. —responde Alexander.
—¡Bien, eres inteligente como suponía! —se alegra el fiesmero—Veras, Alex ¿Puedo llamarte Alex? —pregunta.
—No. —responde con desconfianza.
—¡Ja! Vamos, no seas así. Intento ser cortés. De acuerdo, vamos a los negocios. —cambia de tema rotundamente al ver qué la expresión del joven es poco simpática—Quiero que seas parte de mis fuerzas. Considero que la fuerza que tienes podría ayudarnos y bastante diría yo. Podrás disfrutar de todas las libertades. Además, no dejaras de ser parte de la orden mercenaria, más bien nos ayudarás como si fueras el nexo entre ellos y nuestro culto. ¿Qué opinas?
Alexander piensa la propuesta siendo muy interesante como también una manera de obtener las interesantes habilidades de los del culto. Nada es más importante para él que ser más poderoso y derrotar a sus enemigos que tanto lo menosprecian, pero ahí llega la propuesta porque inmediatamente lanza una carcajada y mira de frente a Breiner:
—Mi respuesta es no. Para serte franco, me intriga tu propuesta, pero nada más que eso. Jamás traicionaría a la orden. —responde sin miedo.
—Me sorprende que rechaces. Ciertamente confiaba en que tú aceptaras. Supongo que te sobreestime ya que el final eres y seguirás siendo un niño de papi…
Esas últimas palabras enfurecen a Alexander de tal manera que sin previo aviso y a una inmensa velocidad le entierra el puño en el estómago y arroja contra una enorme montaña de arena:
—Tengo mucho cuidado con lo que dices. —advierte Alexander.
—Si, no lo dudo, eres similar a él. Pero me pregunto ¿Porque estás dentro del bajo mundo? Se que eres un traidor en tu orden, pero cielos santo ser parte de la criminalidad, me sorprende. —se levanta Breiner con su mano en el estómago, adolorido por el fuerte golpe.
—Sigue hablando de ellos y te mataré. —amenaza con mirada asesina.
A Breiner le resulta muy interesante Alexander, un joven que no tiene nada porque perder, una intensa ira y sed de sangre lo moldea, es todo lo que el culto de las máscaras necesita para reforzar sus fuerzas:
—Todo esto que ves— señala su rostro con el dedo índice haciendo la forma de un círculo— es parte de nuestra cultura. Como líder del culto tengo que mostrar mis cicatrices por cada enemigo que mato. Desde mi primera muerte hasta la última. Muchos novatos, en particular mujeres, evitan marcarse el rostro y bueno, siempre aceptamos siempre y cuando nos traigan el triple de muertes que esa primera marca significa. La mayoría muere en el proceso y las que no, pues regresan con honores y consideradas como miembros femeninos por encima de las que se marcaron en el rostro. — explica las tradiciones con ejemplo de su gente.
—¿A mí eso que mierda me importa? — dice Alexander.
—Es para que veas y entiendas la importancia que es para mi gente…
Alexander vuelve al ataque con otro puñetazo, pero dirigido al rostro, destrozándole la nariz y mareándolo hasta que casi pierda el propio equilibrio. El golpe no llega a ser lo suficientemente poderoso como para enviarlo lejos y solo es movido unos centímetros.
Breiner se pierde entre las imágenes residuales que deja el mercenario que con facilidad ataca una y otra vez a gran velocidad gracias a su habilidad:
—Impresionante, es como si cada vez que me asesta un golpe su velocidad aumentase. —piensa Breiner—Seguirle el paso es imposible a menos que lo haga ahora.
Breiner retrocede con varios saltos y se toma la parte superior del rostro con la punta de sus dedos. Lentamente arrastra los dedos en dirección hacia abajo, pero en la parte opuesta mientras su aura aumenta al igual que también se manifiesta su máscara cuya forma es diferente a la de los demás. Una máscara que es color rojo sin expresión más que dos ojos negros, marcas negras de a tres en la parte inferior que recorre ambas mejillas y dos cuernos que salen de su cabeza, así como también un aura que amaba color rojo.
La forma de esa máscara es absolutamente siniestra y cualquiera que estuviera cerca de él acabaría huyendo por la enorme intimidación que provoca. Sin embargo, y antes de que pudiera manifestar completamente la máscara, Alexander golpea el rostro de Breiner con una patada que da de lleno contra la nariz y lleva con todo su cuerpo sobre la cara contra las arenas las cuales explotan por la onda expansiva y el impacto.
Luego de eso, toma ambas manos del Fiesmero y las dobla hasta quebrarle los huesos y desaparecer la máscara que casi había liberado su poder. Breiner no grita, solo aguanta el dolor como lo dicta su entrenamiento de toda la vida, pero Alexander no temé causar más daño del que ha provocado y sigue retorciéndole los huesos de las manos hasta que estos sobresalen, desgarrando y atravesando tendones, carne y piel. Él ve esto y dice con asco:
—Ustedes son unos malditos enfermos.
—¿Lo somos? ¿O solo somos parte de este mundo cruel y violento? —responde Breiner con otra pregunta algo sarcástica.
—Voy a matarte y me importa un bledo lo que hayas venido hacer, no te metas en mí camino nunca más. —amenaza de nuevo el joven mercenario.
—Jajaja ¿Crees que eres la razón de que haya venido yo mismo? Que tonto. —dice entre carcajadas y un leve dolor provenientes de sus manos ya ensangrentadas.
—Hasta que perdiste la razón.
—Es imposible que algo tan trivial me haya hecho venir hasta aquí excepto si es por alguien que lo merezca y créeme que a quien busco lo vale. —se sienta y mira a Alexander.
—¿Quién es? —dice intrigado.
—Su nombre es Riurik, es alguien a quien te ordenaron liberar. Curiosamente pertenecía al culto de las máscaras, pero también es lo que llamamos un tabú entre nosotros. — le cuenta al mercenario.
—¿Un tabú? ¿Qué crimen cometió? —dice y sospecha.
—Brillante, muy brillante que hayas comprendido a la primera. Sabes que un tabú es un crimen considerado como el más grave y no existe una pena acorde a ello. Este concepto existe en todas las civilizaciones, continentes, órdenes, religiones, etc, etc. Y ese maldito y demente bastardo provocó una masacre sin igual contra los reclutados. También fue tan imbécil cómo para intentarlo con la Academia del Norte y luego escapar al Este. Busco a ese infeliz para llevarlo con mí gente.
—Así que en resumidas cuentas vienes a querer matar a mí futuro subordinado. —replica Alexander en tono molesto y preparando otro puño.
—Si, no lo negaré y aunque sea una lástima, voy a matarte aquí. —se pone de pie con dificultad y deja sus manos caídas y de estás salen torrentes de sangre.
El mercenario baja por un momento la guardia y se queda mirando la cruda escena casi asquerosa, donde la arena se tiñe de sangre y el hombre está tan pálido por la pérdida masiva de sangre que apenas puede mantenerse de pie a la luz del atardecer:
—Por cierto, hay algo en lo que te equivocas y es que las manos de los Fiesmeros, es verdad, son un medio valioso para nuestra manifestación, pero lo que no comprendes es que para vencer debes decapitarnos…porque de nuestra cabeza…proviene el poder del dios de las máscaras…por eso ¡Cuántos más tributos tengamos más fuerte somos!
Alexander se da cuenta del terrible error que ha cometido y trata de acercarse lo más rápido que puede, pero misteriosamente Breiner mueve violentamente su cabeza hacia adelante y de su cuerpo expulsa una inmensa va todas de energía roja y vapor.
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