Academia de Asesinos - 25
Cerca de la Academia del Oeste, en ese momento, Olympico y Lucy siguen las pistas del grupo de Fiesmeros que se estaban movilizando el otro día, sospechando que su próximo movimiento no solo sería secuestrar a los nobles jóvenes sino dar caza a posible s asesinos potenciales. Misteriosamente la orden no proviene de los nobles sino de alguien con más poder, desconocido para cualquier incluso para los del culto, habidos en tratar con ese tipo de clientes y excelentes en el mercado negro.
Olympico se pregunta si aquellos miembros del grupo que están deambulando por el Oeste han de significar algo para él y si son los mismo con los que disfrutaba de conversaciones mundanas cuando no eran azotados y obligados a entrenar para perfeccionar el arte de las máscaras. Se siente culpable de alguna manera por haber traído su pasado a Antares, aunque no es cierto lo que piensa o sus sentimientos tan agobiantes sobre esa situación.
Los recuerdos dolorosos y pesados que desea olvidar sirven también como indicativo de que ese origen lo llevo a vivir feliz en Antares y su intención de proteger lo obtenido con la paz y la lucha en los lugares más oscuros y miserables del territorio Oeste.
Lucy se le queda mirando con expresión curiosa como si fuera una niña al ver a su amigo de muchísimos años con la mirada perdida, pero esbozando una sonrisa sincera que sin saberlo lleva a ella a brindar:
—¿En qué piensas? Hace mucho tiempo no te veo sonreír así.
—No pienso en nada.
—Vamos, te conozco. ¿En quién piensas?
—Pareces una niña. Comportarte ¿Quieres?
—Cielo, relájate. Puedo decirte en quien pienso mucho. —sonríe Lucy.
—Esta misión es importante. —responde sin intención de seguir el juego en el momento crucial—Aunque se en quien piensas. —bromea.
La mujer se sonroja y vuelve su mirada hacia el frente:
—¿D-Desde cuánto lo sabes? —pregunta ella.
—Siempre lo supe. Me extraña que aún no se lo dijeras. Somos adultos sabes, no podemos evitar ser frontales en estas cosas. —continua.
—No es algo con lo que me sienta cómoda. Desearía decirle, pero las ocupaciones, las misiones y los asuntos de la Academia, tenemos obligaciones. —dice Lucy con pesimismo.
—Lo sé, pero sigo creyendo que es mejor que lo hablen como adultos. —insiste Olympico.
—Tonto. —le responde Lucy.
En ese momento sienten movimientos extraños desde las sombras en los alcantarillados y desde la altura del edificio en el centro de la ciudad observan que los Fiesmeros ya están patrullando en silencio.
Entre esos espectros de energía que alcanza a sentir, Olympico detecta uno muy familiar, proveniente de alguien muy involucrado en su anterior vida como Fiesmero. La curiosidad sella la mala decisión de saltar desde varios metros y caer en el suelo junto a un callejón donde el grupo lo espera:
—Si que son rápidos. —dice Lucy al caer casi al mismo tiempo con Olympico.
—Sentía una particular presencia entre los edificios y veo que mí sospecha no estaba equivocada. —un hombre Fiesmero de casi sesenta años se acerca hasta pararse frente al grupo y mira fijamente a Olympico—Creciste y debo admitir que te volviste demasiado grande. Eso me alegra bastante ¿No, número 065?
—¡Tsk! —se enfurece Olympico con solo por eso.
—¿De qué está hablando? ¿Qué significan esos números? —Lucy no entiende de que habla y le pregunta a Olympico pero este solo queda petrificado ante esa persona—¿Olympico?
—¿Olympico? ¡Jajaja! No me digas que ese es tu nuevo nombre. Vaya mí niño, sí que te has extraviado. Descuida, vamos a enseñarte por qué vas a fracasar aquí y como lo hiciste en tu verdadero hogar.
—¡Deja de burlarte, ustedes son los bestias que se dedican a lo peor!
—Tu cierra la boca maldita perra necia.
El hombre ejerce tal presión que Lucy se siente aterrada de estar cerca de ellos. No por debilidad propia sino porque la habilidad extra de la máscara se concentra en lo potencialmente en reprimir cierta cantidad de poder en el caso del Fiesmero, la mitad de este.
Olympico se para frente a ella para que la fuerte presión deje de impactarla:
—¿Huh? —mira la gran espalda armada de su amigo entre lo que puede por los mareos.
—Apártate Lucy. Esa máscara suprime mucho de su poder y no es broma cuando digo que está al nivel de Hiroshi. —advierte Olympico en tono severo.
—Tenemos que escapar e informarle a Doncaster. —dice Lucy.
—Deja que me encargue. No hay manera de que Doncaster pueda ayudarnos si los guiamos a la academia. Es muy arriesgado. —responde Olympico, inseguro de que pueda lograrlo, pero aun así saca su mazo para enfrentarlos. —mira al hombre y apunta su arma contra ellos— No te temo, Sheffard.
—¿Crees ser capaz de vencerme? Niño, esa es una presunción demasiado osada. —dice Sheffard y extiende sus brazos para mostrar al numeroso grupo que lo acompaña.
—Me subestimas Sheffard. Sigues con la vieja imagen de mí cuando era un niño. —Olympico truena su cuello.
—Error mío, pero ¿Que no comprendes la situación? Son solo dos contra veinticuatro Fiesmeros. Están en una gran desventaja.
Le consta a Olympico que además de enfrentar no solo a su ex mentor y el grupo detrás de él tendrá que proteger a la abrumada Lucy, quien es la única que es sometida por el poder de la máscara de Sheffard. Es de buena suerte que no haya gente por allí y eso que son apenas las cinco de la tarde y muchos salen de paseo a cafeterías, hacer ejercicio o simplemente ir a caminar para disfrutar del hermoso día de invierno con temperatura agradable.
El Fiermero se queda callado, midiendo al asesino que en frente mientras los demás miembros del culto se acercan sigilosos y listos para usar sus mascaras en un ataque coordinado para matar a ambos.
La mano que sostiene el mazo apunta directo a Sheffard y en veloz movimiento rompe con la defensa sin que nadie pudiera hacer algo. Tan simple y certero es, que los del culto miran asombrados. Olympico ha obligado a Sheffard sacar su extraña espada similar a una cimitarra con la hoja en tono casi azulado:
—Con que al fin te dignas a atacar y me sorprende que me obligues a sacarla. — reconoce Sheffard el valor de Olympico.
—¡Abandonen este lugar o los matare a todos! — grita Olympico desencajado, fuera de sí mismo.
—Olympico…—Lucy observa preocupada y sin poder hacer nada para ayudar, no porque no quiera sino porque eso es algo que solo él puede y meterse en medio seria poco prudente. Lo respeta y quiere mucho a su amigo como para entrometerse.
***PARTE IV***
En el puerto del Oeste, Kaizer, Lucian y Megumi caminan a la ciudad donde los espera el carro autobús y así llegar a los orfanatos antes del anochecer y evitar problemas con quienes los cuidan. Antes de llegar a la avenida principal, un joven de casi dieciocho años se cruza en el camino que va hasta la enorme calle comercial con muchas tiendas y tránsito recurrente de personajes:
—Con permiso. —dice Kaizer al intentar pasar. Sin embargo, el chico no se mueve y hasta le impide continuar—Disculpa, pero…—de la nada recibe un puñetazo en el rostro que nunca pudo ver.
—¡Kaizer! —grita Megumi y corre hacia su amigo, preocupada.
—¡Hey! ¡¿Que les pasa?! ¡¿Cuál es tu maldito problema?!—recrimina Lucian al agresor.
—Mi nombre es Thauren, miembro de la casa noble Acero Negro. Ustedes no son para nada importantes así que dejen de creerse la gran cosa y afronten su destino. —les dice con aires de superioridad moral.
—¿Que dices? —deja escapar Megumi.
—Megumi, ayuda a Kaizer y escapen por detrás. Yo lo retendré así que busquen por ayuda. —le dice Lucían en voz baja.
—No parecen entender el grave asunto en el que están metidos. —Thauren les indica hacia sus espaldas.
Por detrás aparecen varios chicos más de la misma edad que Thauren, inclusive ya con sus habilidades de linaje siendo usados. Kaizer se levanta a duras penas y con ayuda de Megumi mientras que Lucian no de aparta de su posición para confrontar a Thauren:
—¿Ustedes son nobles? —pregunta Kaizer.
—No me sorprende que te hayas dado cuenta a la primera. —se acerca Qwerguil entre los demás reunidos.
—Oh, rayos. Entonces ¿Así que por eso es que llegamos a esto? ¿Venganza por orgullo? — dice Kaizer.
—¡¿No podemos simplemente llevarnos bien?! ¡¿Que les sucede?! ¡¿Porque tenemos que estar todo el tiempo peleándonos?!
Detrás de Qwerguil se asoma alguien muy conocido por Kaizer y los demás, alguien cuyo peso por ser uno de los herederos principales de una de las casas nobles más importantes de Antares lo llevo a asumir su papel de acosador al punto de que casi asesina a un compañero de otra clase y enfrentar a Kaizer.
Borka se presenta ante ellos con una seriedad pocas veces vista y hasta llega a asustar a algunos nobles casi graduados. Esto sorprende aún más a los chicos, quienes habían dado por hecho que no volverían a verlo por lo de su extraño secuestro:
—Ha pasado tiempo. Veo que cada vez las cosas empeoran para ustedes. —dice Borka sin apartarle la vista a Kaizer, llenándose de odio. Venas de su frente se hinchan ante la agobiante ira que siente por solo recordar la humillación que recibió frente a los demás nobles.
—Borka. — dice Kaizer en shock.
—Esa vez que me venciste no fue para nada suerte lo admito. Me rompiste varias costillas por lo que ahora te devolveré por diez la humillación que recibí. — dice Borka mostrando su puño cerrándose con fuerza.
—Tendrás que pasar sobre mí. — dice Lucian, interponiéndose en el camino.
—No tiene caso que intentes intervenir Lucian. Mejor vete de aquí. —le aconseja Thauren.
—¿Por qué dicen eso Lucian? ¿Qué es lo que les pasa a estos nobles contigo? — pregunta Megumi.
—Nada. Son solo una banda de mentirosos y rufianes que abusan de su estatus. Solo eso. — responde apretando su puño lleno de ira.
Thauren no se anda con tonterías, entonces se acerca a Lucian para darle un puñetazo por detrás pero rápidamente aparece Kaizer en el camino y sin que pudieran darse cuenta los nobles y lleva el rostro del noble contra el suelo de una patada. La fuerza puesta en ese golpe es tan enorme que Thauren acaba inconsciente y fuera de combate.
El ataque lleva a Borka a sentir el temor de aquella trifulca en la academia donde su persona acabaría hospitalizada.
Dos nobles se aparecen de donde provino Thauren para atacar en grupo a Kaizer. En un movimiento más experimentado que el del chico, los nobles le dan un puñetazo al rostro y rodillazo en el estómago que ocasiona que escupiera sangre:
—¡Kaizer! — grita Megumi y se mueve para socorrerlo, pero es tomada del brazo por Qwerguil.
—¡Suéltame, me lastimas! ¡por favor! — ruega Megumo, sintiendo como el noble aprieta su brazo con fuerza.
—¡Hey, déjenla! — grita Lucian. Toma varias rocas y se las tira a los nobles. En el proceso hiere a tres de ellos, pero de un piedrazo en la cabeza de parte de Borka cae al suelo.
—Nunca debieron meterse en ese papel de salvadores. Son fuertes y valientes, lo reconozco, pero se quedarán solo con lo que pudieron haber hecho y no la realidad. El mundo es así. — dice Borka mientras se acerca a Megumi— Conozcan su lugar basuras. —saca de su cintura una cuchilla y la acerca a la mejilla de ella— Descuida, una marca de esclava te quedará mejor.
Kaizer trata de levantarse una vez más, pero las patadas y puñetazos de cinco nobles lo doblega una vez más hasta que alcance a ver como Megumi suelta las lágrimas y el acero del cuchillo roza con la piel de ella. Nada nuevo para los nobles quienes sobrepasan los limites posible. Su mente ve con lentitud la cruel escena y por dentro se maldice por la debilidad que lo agobia desde que casi es asesinado por Alexander en los exámenes de ingreso.
Sin embargo, él no está solo en la resistencia porque detrás del grupo de Borka empiezan a volar violentamente contra los costados los compañeros del aristócrata violento y entre el tumulto se abalanza un joven, más pequeño en tamaño que Kaizer pero con la agresividad de una fiera. Kamata y un bastón en su mano derecha atacan a los hombros, piernas y brazos de los abusivos, aunque la violencia de los ataques acaba haciendo parecer que los cuerpos son como mantequilla de maní, fáciles de manejar.
Kamata alcanza a ver a Kaizer y con desprecio le dice:
—¿Acabado y en el suelo mientras tu amiga está en peligro? Me decepcionas, creí que darías la vida para salvarla, Kaizer.
Con esas palabras y viendo de nuevo el rostro de Megumi con lágrimas desparramándose en las mejillas y un poco de sangre por el apoyo del acero en la piel, un fuego intenso y desenfrenado estalla en el pecho del chico:
—Soy…tan…patético… ¿Cuántas veces tengo que verte llorar? ¿Cuántas veces tienen que simplemente arruinar las vidas de las personas que solo quieren disfrutar de su juventud? — golpea el suelo con su puño y se levanta mientras recibe golpes hasta con palos que encuentran tirados. Pero al entrar en contacto con la piel de él estas se parten a la mitad— Tienen necesidad terrible por querer mostrarse fuertes y acaban lastimando a quienes no los provocan. — Thauren se levanta y le da un golpe de lleno con una manopla. Sin embargo, se rompe la mano y Kaizer lo mira con indiferencia— Por favor dejen a Megumi y permítannos regresar al carruaje. No es una petición.
De repente, más de la mitad cae desmayado contra el suelo por una brisa que sale de Kaizer doblegándolos con la absoluta fuerza de algo poco natural y desconocido. La mano de Kamata deja caer su bastón, Megumi ve como Borka se arrodilla con sudor cayéndole del rostro, nervioso y confundido. Los ojos de Kaizer, extraños para cualquiera, se tornan aún más feroces con tintes draconianos entre rojo enfurecido y negros abismales:
—¿Qué demonios fue eso? Se sintió como una fuerte presión que te obliga a rendirte o dejar que te asesinara. ¿Quién demonios es Kaizer? ¿tan fuerte es? — piensa Kamata.
Megumi aprovecha la situación y se aparta a un lado, donde se encuentra Kamata y la puede proteger mientras Kaizer pueda hacerse cargo de la situación. Es un alivio para él que Kamata haya llegado a ayudar, aunque es también confuso la razón de ello, ahora no va a reprimirse y con Borka en la mira empieza a caminar para enfrentarlo.
La expresión satisfecha de Qwerguil se desvanece mientras sigue arrodillado por la enorme presión que se ejerció sobre él. Nada de lo que está viendo se encontraba en los planes. Pretendía demostrar que lo nobles son cosa seria y con la llegada de Borka, aun desconocida, el éxito estaba asegurado pero el potencial oculto de Kaizer y la llegada de Kamata resultan en el fracaso del grupo, una vez más:
—¡¿Quién demonios es este maldito desgraciado?! ¡¿Por qué mis manos tiemblan con tanto desenfreno al estar en su presencia?! — se pregunta Qwerguil— ¡Se supone que es un maldito huérfano muerto de hambre! — añade
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