Academia de Asesinos - 29
Una columna de luz y estallido de energía envuelve a Sheffard y se eleva varios metros cuando manifiesta su mascara con el simple arrastre de la mano en sentido horizontal, una manera diferente de dar forma a su poder.
Olympico para frente a Lucy con la intención de que no sea lastimada, considerando que el fiesmero tenga esa meta. Al mismo tiempo los fiesmeros detrás de Sheffard caen de rodillas por la presión ejercida y algunos no pueden soportarlo, entonces aprovechan a escapar.
Una vez la columna se disipa y se calma todo, Sheffard revela la forma real de su mascara. De color plata reluciente, sin rostro mas que ojos finos y feroces acompañado por un cuerno largo en el medio de la frente. Sheffard es bien conocido como “el ariete de plata” o “rhyno platinum” cuyo poder solo es superado por el líder del culto:
—Nunca viste mi verdadero poder con la mascara ¿cierto? — dice Sheffard, abriendo sus brazos y mostrando como también su cuerpo sufrió el cambio mostrándose más tonificado y fuerte.
—Jamás tuviste la necesidad porque siempre usaste armas para amenazarnos y tu fuerza física en base para herirnos. — responde el asesino.
—Y aun así continuaste con tu debilidad frente a las emociones. El proteger a esa mujer…—señala a Lucy— no es mas que la muestra de que te debilitaste. Recuerdo como en los entrenamientos ignorabas quien era amigo, aliado o compañero. Todos fueron rivales a quien les enseñaste que eras un genio y la diferencia era brutal. Tan solo mírate ahora ¿protegiendo a alguien? Que penoso de tu parte. Me decepcionas ahora. — se lamenta Sheffard.
—Ustedes nunca entendieron lo que en verdad representa preocuparse por los demás. Ahora lo veo mas claro que nunca y sin dudarlo, daría mi vida por ello. —dice Olympico con orgullo.
En un instante, ambos reducen la distancia y chocan sus armas con fuerza, generando así una onda de choque que los empuja varios metros contra el suelo y destrozándolo en el camino. Lucy socorre a Olympico, pero este la detiene y sin apartarle la mirada al fiesmero dice:
—Lucy, vete de aquí. Se que eres fuerte, pero esta no es una pelea que te concierna. — regresa su mirada por un instante hacia su amiga— Descuida, no me vencerá tan fácilmente. — sonríe.
— Iré por ayuda Olympico, no me detengas. — responde Lucy y corre hacia la academia en busca de Doncaster.
Sheffard se pone de pie y deja ir a Lucy. No le interesa alguien tan débil ni para ensuciarse las manos, considerando también que su grupo de fiesmeros o se retiraron o sucumbieron ante la aplastante presión:
—Hiciste bien en dejarla ir. Odiaría ver que dependes de alguien mas para enfrentarme. — dice Sheffard aliviado.
—En parte tienes razón. A pesar de que protegería a mis seres queridos con una violencia feroz también tengo mi lado orgulloso como ex miembro del culto. Dejar que alguien intervenga sería una vergüenza…aunque…podría ceder ante ello si la situación lo amerita. — dice Olympico sin avergonzarse.
—Te volviste demasiado elocuente en todos estos años. No se si debo aplaudirte por ello o aplastarte el cráneo. Me causas demasiado enojo. — reconoce Sheffard.
—Solo digamos que he aprendido mucho estando en la Academia del Oeste. — dice orgullosamente Olympico y lleva sus manos hacia su rostro y arrastra la punta de los dedos en sentido formando dos figuras largas entre cruzadas. A continuación, una columna mucho mas grande que la de Sheffard envuelve al asesino. Tras largos segundos de frenética expulsión de energía que agrita las estructuras de los edificios, por fin Olympico revela la verdadera forma de su mascara.
—Oh, hace tiempo no veo esa forma. Quien diría que esa mascara tan peligrosa en poder sea la razón por la que durante tu entrenamiento se te pidió que no la uses para entrenar primero tu cuerpo y aura. —dice asombrado.
Olympico no responde ni se inmuta. De un paso se aproxima velozmente a Sheffard, lo toma del rostro y arrastrada por los aires lejos de la ciudad, hacia los bosques donde el grupo fiesmero que acaba de huir está descansando. Al ver un lugar para pelear, Olympico se deja caer con Sheffard debajo y apuntando contra el suelo. Impactando contra el suelo, se destroza el lugar con arboles incluido y una ráfaga de viento que levanta polvo y tierra, así como los fiesmeros se ven arrastrados contra arboles y otros se ven obligados a escapar mas lejos al prevenir una feroz batalla.
El asesino se aleja varios metros y tronando su cuello revela la máscara, con arrugas y expresión de grito, mostrando colmillos y ojos que parecen muy humanos, además esta es de color negro brillosa:
—Eso dolió como la mierda. No puedo creer que ese poder que te hizo ser el gran genio del culto aún sigue en ti, “gorila, señor de las bestias” — se levanta de entre los escombros.
—Así me decían en el culto, pero ya no más. — dice Olympico.
—Vamos niño. Ambos sabemos que una vez miembro del culto nunca dejaras de serlo. Ese poder nunca te abandonará. Tienes suerte de que tu entrenamiento jamás se haya completado porque ambos sabemos que la parte final es entregar una parte de tu cuerpo y alma al dios de las máscaras y definitivamente consumiría tu existencia. — dice Sheffard mientras se pone en guardia.
—Esa historia no es nueva para mí. La fase final consiste en reducir los años de vida que puedan quedarte. Pero eso no importa, ya que mis primeros años fueron arruinados por padres fanáticos con ese culto y cuando tuvieron su oportunidad no quisieron huir. — recuerda con gran dolor a sus padres y a la vez que sintiendo lastima por ellos— Sabes lo que dicen, el gran error de la vieja generación es creer que nada puede cambiar y eso es un error pensarlo.
—Dime ¿Qué tiene de malo que algo no deba cambiar? ¿existe algo mejor que lo ya establecido? — pregunta Sheffard.
—Siempre habrá una generación dispuesta a cambiar lo ya establecido. Y no será la mía, pero conozco a unos chicos que harán un gran cambio. Quizás no ahora porque están muy verdes y es nuestro papel como mentores el indicarles el camino con nuestros propios errores, pero sin duda que a futuro serán los que llevan este mundo podrido y corrupto a una nueva era. —dice Olympico al pensar en Kaizer, Lucian, Megumi y Kamata.
—Ilusiones mi joven aprendiz caído. Ilusiones. Este mundo se sostiene por lo que no puede ser movido ni con acciones como las que deseas. Eso fue lo que pretendía tu abuelo y así es como acabó. —le dice Sheffard.
—¿Cómo acabó mi abuelo? ¿de que hablas? — Olympico se ve confundido por lo que acaba de decir el fiesmero.
—Oh, así que no sabias. — sonríe Sheffard.
***PARTE II***
Cincuenta años antes de los sucesos…
Existía una guerra civil interna entre los fiesmeros, aquellos que creían firmemente que las generaciones futuras superarán a las anteriores y con ello debe de darse una era de paz y apertura al mundo, en especial con Antares y para ello la eliminación de ciertas prácticas barbáricas y arcaicas como la forma de entrenar a los jóvenes. El abuelo de Olympico, Serkos, era partidario de esta idea y además era considerado para formar parte del consejo de fiesmeros que era el grupo que guiaba y aconsejaba al líder absoluto del culto, así como también estaba conformado por los mas fuertes y reconocidos.
Sin embargo, existía un grupo antagónico que se sostenía las tradiciones que hacían estancar a aquellos con todas las intenciones por otorgar al mundo de una cultura que se suponía estaba erradicada por las razones más temerosas.
Serkos no solo era miembro del grupo que quería abrirse al mundo y apostar por los más jóvenes y aquellos que vendrán a futuro para que el culto deje sus formas obsoletas sino nutrirse de otras naciones, así como mostrarle al mundo que ya no es solo un grupo de religiosos extremistas y conservadores sino intercambiar a nivel cultural con Antares y otros territorios.
Durante años esos grupos tan antagónicos y conflictuados por las ideas del otro hicieron que haya tensiones al punto de que padres y madres se opongan y sus hijos se muestren a favor de los cambios, sobrinos y tíos, entre hermanos y primos. Las relaciones por ese choque de ideas tan opuestas empezaron a quebrarse y todo llevó a la detención de Serkos y los candidatos a consejo del culto a pedido del líder de aquel momento, Moncloyd, padre de Sheffard y también de Breiner. Sheffard revela durante su relato a Olympico que Breiner es hermano del fiesmero pero esto no sorprende en nada al asesino. Solo queda en su mente lo que le pudo haber pasado a su abuelo. Entonces pregunta:
—¿Qué le paso a mi abuelo? — pregunta a Sheffard.
—¿Qué, que le pasó? ¡jajaja! Lo que a todos los que pretenden cambios por supuesto. — responde sin tapujos.
Meses antes de que el padre de Olympico cumpliera los diez años, Serkos es detenido y encarcelado con los demás fiesmeros. Durante días esperó por el veredicto de su juicio, ya que sabía que lo acusarían a todos como traidores y eso ocurrió, sin un juicio justo fueron transportados a un acantilado helado con las manos y pies atadas, y los ojos vendados. Solo sentían la brisa gélida en sus cuerpos casi desnudos. Uno a uno es apuñalado por el costado para desangrarse y luego pateados por la espalda para caer desde veinte metros. Algunos golpeaban una superficie helada en el camino y otros caían directo al agua donde la muerte instantánea los espera. Si tenían mala suerte, los tiburones se sentían atraídos por la sangre que se mezclaba con el agua y devorados allí.
De los catorce ejecutados solo quedaba Serkos, quien esperaba el final de su vida. Sin embargo, no ocurrió tal cosa, o mas bien, fue diferente su ejecución. Uno de los fiesmeros corta los tendones del hombre y todos se alejan de él. Lo ultimo que se supo de aquel que lideró el intento de una nueva era para el culto es que una manada de lobos hambrientos se hizo con su carne y los resto devorados por un oso polar.
Serkos, aquel pacifico hombre de familia que soñaba con un futuro brillante para el culto, lejos de las costumbres tan restrictivas y que llevaba al dolor y resentimiento entre su gente, sería asesinado de la forma más brutal y terrible posible.
***PARTE III***
Una intensa sensación de tristeza agobia el corazón de Olympico, asolado por la terrible verdad de que pudo haber cambiado muchas cosas en el culto, pero ese puñado de valientes que no dudó en comenzar dicha revolución, fue brutalmente asesinado con sus ideales destrozados y el resultado actual es aun mucho peor que antes.
Sheffard empieza a reír, burlándose del asesino y el impacto de la historia sobre Serkos:
—Por eso, Olympico, es que cualquiera que desee cambio estará sujeto a la ruina. Tu abuelo fue un estúpido que simplemente se negó a declararse como equivocado en sus intenciones. Pudo haberse salvado, quizás, pero siguió hasta que esos animales disfrutaron de su carne. — se burla Sheffard.
—Entonces…todo esto…todo mi sufrimiento…el de mis padres…fue por una guerra civil. Porque no aceptaron los cambios…no aceptaron a la nueva generación los lideres. — murmura Olympico.
—¿Huh? — mira fijamente al asesino y nota como el suelo empieza a temblar y la mascara se funde en un aura oscura de bordes rojizos— ¿Qué es esa intensa energía que sale de Olympico? — piensa al notar cada vez mas esa aura.
—Ustedes no son tan diferente de los mercenarios. —dice Olympico.
El suelo se resquebraja y una ráfaga de viento acompaña la sacudida.
Una feroz presión impacta a Sheffard con tanta fuerza que este por instinto levanta sus puños para pelear y el cuerno de su mascara se vuelve en un color negro y destellos eléctricos adornan la superficie. Es la primera vez que Olympico libera de manera masiva su poder con la máscara, un hecho que ni el propio Sheffard pudo presenciar.
Olympico se impulsa violentamente hacia el frente, dejando detrás un rastro de destrucción de arboles arrastrados y polvo y viento danzando por los aires. Con sus manos sosteniendo el enorme mazo, Olympico ataca a Sheffard, quien apenas logra detenerlo con ambos brazos cruzados. El impacto da de lleno y expulsando una onda de choque en los alrededores y relámpagos rojos y azules:
—Origen de ataque ¿huh? — se sorprende Sheffard.
—Origen de defensa. — dice Olympico al ver que Sheffard sabe de los Orígenes y hasta usa uno para defenderse.
—Veo que estás lleno de sorpresas, mi viejo aprendiz. — dice Sheffard.
—¡Deja de decirme así! ¡El único aprendiz que conocí y que verdaderamente vale la pena es…Doncaster! —responde y empuja con fuerza su arma contra Sheffard hasta que logra impactar contra el cuerpo de fiesmero y lo arremete contra el suelo, destruyendo y formando un enorme cráter. Desde todos los rincones, kilómetros a la redonda, se ve una columna gigantesca de polvo que se eleva aún mas que la copa de los árboles.
—No voy a permitir que sus mierdas sigan haciendo tanto mal. Yo…yo… ¡voy a poner a fiesmeros en el mapa como una nación que merezca ser reconocida y que los más jóvenes dejen de sufrir por esas costumbres sin sentido! — dice Olympico con una clara decisión.
—¡Ja…jajaja! Eres un tonto Olympico. No tienes una idea clara de cómo es la situación y…
—Pero yo si la tengo y me agrada. — interrumpe una mujer de anteojos y cabello corto.
—¿Huh? — Sheffard se da vuelta y lanza un puñetazo hacia la mujer por mero impulso.
La mujer desaparece antes de que el ataque llegue hacia su cuerpo y reaparece al lado de Olympico:
—Hola, hola. Tu debes ser Olympico ¿cierto? Yo soy Samantha. — se presenta acercándose hacia Olympico y su mascara se quiebra hasta desaparecer.
—¿Heh? ¿Qué sucedió? — se exalta Olympico.
—Lo sabía. No te preocupes. Es el desgaste de energía lo que ocasionó que tu mascara no pudiera mantener su forma. — explica Samantha.
—¡¿Quién eres tú?! ¡¿Cómo te atreves a interrumpir?! — le recrimina Sheffard a Samantha mientras este se acerca a ella.
—¿Huh? ¿no puedes cerrar un poco la boca? Eres demasiado molesto. — responde Samantha y vuelve a Olympico— Descuida, vine a apoyar a pedido de mi superior y Doncaster.
—¿Quién eres? — pregunta Olympico.
—Ya te lo dije, soy Samantha. — ve a Sheffard aún de píe y con su mascara apenas agrietándose— Ese poderoso ataque no hizo mucho efecto, aunque fue demasiado fuerte. Déjame que me encargue. — camina hacia el fiesmero.
—Pero… ¡oye, ¿Quién eres?! ¿huh? — ve una marca con forma de numero en su brazo izquierdo.
En ese momento, Olympico recuerda su tesis de jóvenes que trató de cierto grupo de asesinos, considerados los mas fuertes que existen y aquellos con autoridad para viajar a otros continentes y realizar la ejecución de órdenes. Son el brazo armado de la orden asesina y solo aquellos con el estatus de Ley Viviente puede poseer un numero en su cuerpo que simboliza la jerarquía en el equipo. En Samantha figura el numero 8°, aunque el actual grupo de las leyes vivientes son justamente de ocho, no es para menos que forme parte de ellos:
—No puedes ser…tú eres…— dice Olympico y cae al suelo por el agotamiento.
—Si, lo soy. — se voltea un poco— Que bueno que lo entiendas. Ahora descansa. Esto no va a durar mucho ¿sí? — sonríe y se quita los lentes. Cuando vuelve la mirada hacia Sheffard, este ya está saltando sobre ella con sus cuchillas apuntándole al cuello.
—¡Vete a la mierda maldita puta asesina! ¡ninguna mujer debería pelear por un hombre! ¡que patético te vas Olympico!
—¿Sabes? Odio demasiado a los desgraciados como tu que solo saben insultar. Quedas muy poco inteligente y demasiado machista. Déjame mostrarte que el genero no tiene nada que ver.
Sheffard agita de un lado hacia el otro con la experiencia de un espadachín muy sagaz y considerado dentro de los mejores en el culto de las máscaras. Pero por mas talentoso que fuera no se compara en nada al nivel de las leyes vivientes y lo demuestra Samantha con su facilidad para esquivar sin problemas los esfuerzos del fiesmero por cortarle el cuello.
En un breve instante, Sheffard ve que hay una apertura para atacar y destruir la movilidad de la asesina, entonces lanza su ataque de lleno contra el costo del cuerpo de ella. Antes de que llegue la hoja filosa a la cintura de Samantha, detiene el arma con ambos dedos y golpea con una patada la mandíbula de Sheffard, quebrándole la máscara y dejando fuera de combate al peligroso miembro del culto:
—¿Puedo preguntarte algo? — dice Samantha.
—¿Q-Que? — dice Olympico, mirando como Sheffard cae al suelo con la máscara desvaneciéndose y sus ojos en blanco.
—Lo que dijiste sobre lo del culto. De ponerlos en el mapa como una nación que merezca reconocimiento. ¿Fue enserio? — pregunta ella y lo mira con brillo en los ojos por lo emocionante que fueron esas palabras.
—Yo…—aprieta su puño— si…fue enserio. — responde tímidamente.
—Entiendo. Me parece lo mejor. — dice Samantha— Quizás lo notaste, pero soy una apasionada por el tema de los fiesmeros. Si necesitas algo, apoyo o lo que sea. — mira a Olympico mientras se vuelve a poner los lentes—No dudes en hablar conmigo. — levanta su pulgar arriba con una resplandeciente sonrisa.
—Ah, yo…te lo agradezco. — Olympico se sonroja y mira a otro lado para no verla a los ojos. Su corazón se acelera con esa mujer.
—Debo volver. Mi grupo debe estar esperándome. Te aconsejo que vayas con tu amiga Lucy. Si no me equivoco debe estar en la academia. Tuvieron suerte de que yo haya estado en la enfermería momentos antes sino quien sabe…quizás me hubiera perdido. Bien, me voy, adiós. — se despide y camina hacia el frondoso bosque.
—Disculpa. — le dice Olympico.
—¿Sí? — se voltea Samantha.
—La ciudad de Pumbakar, queda hacia allá. —señala por su espalada, el lado opuesto de donde Samantha se dirigía.
—Oh, que vergüenza. Jejeje. — se cubre la cara de la vergüenza y camina hacia donde Olympico le indica.
—Te acompaño. — le dice Olympico.
—No, no te preocupes yo puedo. — dice Samantha sonrojada.
—Insisto. — dice Olympico sin ocultar que su rostro está tan rojo como un tomate.
—S-Si. — responde ella al verlo por un instante y sentirse rara.
A Olympico le preocupa todo lo que ha pasado dentro de su patria, pero la decisión es clara, si no hay nadie que puede hacer algo para cambiar al culto de las mascaras entonces debe ser él. Destino o no, siendo nieto de aquel fiesmero que con valentía decidió enfrentar a las tradiciones, Olympico se siente capaz y responsable para iniciar ese cambio:
—Por cierto. — se detiene— ¿Qué pasará con él? — pregunta por Sheffard.
—No te preocupes. En un rato llegará el equipo especial para tratar a criminales como él. Será llevado a la prisión en el norte. —explica Samantha.
—¿Qué no estaba sobrepoblada y por eso estos meses trasladarán a muchos criminales al sur en tren a través del este? — pregunta Olympico.
—Si, pero están construyendo una prisión en las montañas al otro extremo del norte. Quieren encarcelar a los criminales considerados prometedores. Deja las cosas burocráticas para ellos, nosotros solo debemos hacer que estos tipejos caigan. Sigamos nuestro camino, no se levantará por un largo rato. — dice Samantha.
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