Academia de Asesinos - 30
En una taberna cerca de los puertos de Pumbakar, Doncaster bebe un poco de te helado y lee un viejo y pequeño libro con el clásico color de la vejez y desgaste de tantos años de uso y cuyo título es » Grandes hazañas de los desconocidos», una de las obras más importantes de la literatura en el territorio del Sur. El cantinero se acerca y ofrece con una seria expresión un poco más de té al director:
—¿Sigues leyendo esa porquería del Sur? Hay mejores cosas aquí en el Oeste Doncaster. — dice el viejo de bigote largo y en punta.
—Lo que criticas mi viejo amigo es lo que no toleras. Deberías abrir tu mente Herzer y te aseguro que nunca te arrepentirás. — aconseja Doncaster.
—Cielos, ¿y a eso se debe que no bebas más alcohol aquí? Ron, licor, cerveza, vino, quien sabe que tipos de alcohol hayas probado hasta ahora. —dice el cantinero— Que molestia.
—Solo intento cambiar un poco mi forma de vida. ¿Además no debería de ser grato que tenga una vida más saludable? — pregunta mientras termina de leer y bebe un poco de té que le acaba de servir el cantinero.
—Se que no la has tenido fácil, pero me sorprende que ahora hayas decidido vivir de otra manera. Te conozco desde hace más de quince años y de esos podría contar al menos cinco donde no has parado de venir y emborracharte. Siéndote franco estoy sorprendido y me alegra, pero ¿a qué se debe? — se intriga Herzer.
—Si lo supiera no estaría aquí leyendo un maldito libro sobre héroes que vivieron hace miles de años y no llenando formularios de la academia. — responde sincero.
La pequeña campana colocada sobre el marco superior de la puerta con la intención de dar aviso a Herzer, golpea y resuena como mini campanadas por el lugar, atrayendo la mirada del cantinero, sorprendido por ver a tantas personas juntas en su negocio. En eso ve a Doncaster sonreír:
—¿Conocidos? — pregunta Herzer.
—Algún que otro. Descuida, más que temor tienes que sentirte honrado. — dice Doncaster sin mirar al grupo que acaba de entrar.
—¡¿Heh?! ¡¿Por qué?! — se exalta Herzer.
—Porque en tu taberna acaban de llegar las Leyes Vivientes. — dice Doncaster.
—¡¿Heeeeeeeeh?! — los bigotes de Herzer casi saltan de su rostro al enterarse de ello. Entonces ordena en silencio a las mesas que preparen una mesa a parte en un lugar más íntimo.
Un hombre joven se presente con otros más, cada uno de ellos vestidos con ropajes de invierno a la espera de la nevada típica de mitad de año. Él se asoma a la mesa donde espera Doncaster y les indica a los demás que se sienten.
Doncaster cierra el libro y suspira, luego mira al hombre y sonríe:
—Me sorprendió que me hayas llamado tan repentinamente, Hucks. No sabía que era algo tan urgente como para que me vengan a buscar hasta esta oscura y sucia taberna —dice Doncaster.
—¡Oye! — grita Herzer.
—No te enojes, jejeje. — se disculpa Doncaster con una sonrisa.
—Era necesario está reunión. —responde el hombre.
—Pero ¿Todos juntos tuvieron que venir? —exclama Doncaster.
—De alguna manera ellos querían verte. —señala a un tres que ven con ojos llorosos a su anterior profesor— Algunos de ellos fueron alumnos tuyos. Nostalgia para variar.
—Si, veo muchas caras de mí época como profesor. Me alegra verlos sanos y crecidos. Se nota que entrenaron, Vekkam, Vito y Jean.
—Una cosa antes de continuar. — dice Hucks mientras el cantinero prepara una enorme mesa para tantas personas— Imagino que sabes sobre la recompensa que establecimos para Alexander sin el permiso de los cuatro grandes. Creemos conveniente que lo sepan por separado y por medios más ágiles, aunque eres el único con el que nos reunimos.
—Lo entiendo y no me opondré a lo que crean mejor.
Una de las meseras se acerca e indica que vayan a sentarse a la gran mesa que preparo a una esquina lejana, Herzer dispuso de aquel espacio porque siente que la conversación de Doncaster con esas personas es de vital importancia y ningún oído presuntuoso y chusma merece saber que tratan.
Luego de tomar asiento y pedir sus bebidas, Hucks saca de su bolsillo la recompensa de Alexander y se la entrega a Doncaster. Este dirige su mirada primero a Hucks con desapruebo y luego la hoja que le ofrece:
—¿Qué quieres que haga con esto? ¿Por qué me lo muestras? — pregunta Doncaster y mira al asesino a los ojos— Eres el líder de las leyes vivientes Hucks, no tienes que pedir mi aprobación y lo sabes.
—No es tan fácil como crees. En lo que no solo a mí respecta sino a todo el grupo, tú eres el director y miembro de los cuatro grandes en quien más confiamos y estimamos. Además, esto conecta directamente contigo. — explica Hucks.
—Se más claro Hucks. — exige Doncaster.
—Él es un criminal buscado en todo el continente, vivo o muerto será cazado sin importar de quien sea pariente. —advierte Hucks.
—Está bien. Eso es algo inevitable y ayudaré en lo que pueda. — debajo de la mesa aprieta su puño— ¿Hay alguna novedad de él?
—Lo último que se supo es que está viajando por el Este. Su destino es incierto, pero se sospecha que estará vinculado con los criminales que serán transportados al Sur por exceso de encarcelados en el Norte. —responde Jean, entusiasmado por responderle a su ex profesor.
—¿En qué puedo ayudar entonces? — pregunta Doncaster.
—El asunto Doncaster es que no ese es un tema que nos compete y vamos a mantenerlo así. Daremos caza a Alexander y nadie más que nosotros. Para lo que hemos venido contigo es por otra cosa, más bien son dos. —dice Hucks, terminando el asunto de Alexander para no incomodar ni poner de malhumor a Doncaster.
Hucks mira a una de sus compañeras y esta saca de sus ropajes un mapa completamente marcado, pero este es de un territorio desconocido casi inexplorado por la orden de asesinos y hasta considerado como prohibido por su extrema peligrosidad que ha llevado a cientos de barcos a su desaparición cuando se intentaban acercar para misiones de comercio y expandir las comunicaciones con otras naciones. Doncaster no se inmuta al ver el mapa con apenas la costa de lo que parece ser un continente cinco veces más grandes que Antares, pero solo eso, ya que lo demás se encuentra inexplorado:
—¿E-Este es…el territorio? — se sorprende el director.
En su expresión y palabras, Hucks obtiene la respuesta que necesitaba y es que Doncaster en su juventud realizaba misiones mucho más arriesgadas que las de las leyes y aun no siendo miembro. Será por ímpetu juvenil o estupidez, pero en sus años de estudiante navegó junto con varios compañeros hacia el Sur en busca de algo más y eso lo lleva a sentir pánico de solo recordarlo:
—Es…muy sorpresivo esto. ¿Cómo es que pudieron cartografiarlo tan perfectamente? —pregunta Doncaster.
—Hemos perdido a cincuenta navíos en dos años para obtener apenas un vistazo de la costa. Lo que queremos saber es ¿Qué es este lugar? — dice Leona de la División de Inteligencia.
—Creemos que sabes porque en tu juventud lograste sobrevivir a esa exploración. — dice Hucks.
—¿Sobrevivir? — recuerda las llamas y los gritos de amigos y compañeros siendo consumidos por el fuego— Fue una masacre. Éramos cuarenta compañeros de tercer año de la academia, apenas volvimos seis. Ese hecho fue tan terrible que con suerte nos encarcelaron dos meses y suspendido de las clases cuatro meses. — da un gran sorbo de su té helado hasta dejarlo vacío y pide otro a Herzer— Maldita y estúpida idea la de ir a explorar.
—¿Vas a decirnos que pasó y que hay allá? — pregunta Hucks sin vueltas al asunto.
—Muros de concreto, gigantescos cañones, navíos que dejarían en ridículo a los más grandes y tecnológicos que tenemos, grandes cantidades de humo y sonidos de máquinas se escuchaban a kilómetros y una intensa y masiva cantidad de energía oscura que emana desde dentro de ese lugar que parecía consumir toda tu vida. Varios quedaron desmayados al punto de que un par murieron y otros apenas pudimos soportarlo. —explica Doncaster.
—¿Origen del invencible? — pregunta Gossu de la División Humanitaria.
—Seguramente. Luego de eso el cielo se tornó rojo y acto seguido las aguas empezaron a estallar. Los enormes cañones no tuvieron piedad y nos atacaron con todo. El resto es historia, creo que lo conocen como “La Tragedia de los mares del Sur más lejano”. — dice Doncaster.
Hucks toma el mapa y lo guarda en su bolsillo después de doblarlo más pequeño:
—Queremos que esto quede en el más profundo secreto. Allí tenemos a un infiltrado que hace tiempo viene contactándonos y enviándonos información y coordenadas para poder completar al menos el bosquejo de la costa de ese continente. Aún no sabemos su extensión exacta, pero es cinco veces más grande que Antares. — Hucks le explica en voz baja a Doncaster.
—Entendido. — asienta con la cabeza.
—Y mencionó otra cosa, pero es lo que más nos llamó la atención. — dice Hucks.
—¿Qué cosa? — pregunta Doncaster.
—Verás, ese contacto que tenemos allí nos pidió que empezáramos un plan para la transición de la nueva generación. De alguna manera nos ha dicho que preparemos a nuestros sucesores. Después de eso no nos hemos vuelto a contactar desde hace semanas. ¿Qué opinas? — dice Hucks y bebe un poco de su cerveza en vaso de madera negra.
—Puede ser, pero es demasiado pronto. Las pasantías son en un mes y tengo entendido que no están interesados en ningún estudiante de las cuatro academias— dice Doncaster.
—El nivel de este año es muy bajo, eso es cierto. Solo pudimos reclutar a nuestro doceavo miembro, ese chico, Baltazar. Hace unos meses que está cumpliendo función en la división de inteligencia. —dice Hucks.
—Baltazar ¿huh? Si, es muy talentoso al igual que su hermano. —se enorgullece el director con una sonrisa.
Dice eso, pero en el fondo, Doncaster sabe de los conflictos entre hermanos que a pesar de que se quieran profundamente, hay una realidad y es que uno nació con una habilidad muy impresionante y conveniente para el equipo mientras que el otro solo obtuvo de manera natural una vista prodigiosa, pero sin llegar a lo especial de su hermano. De cualquier manera, la sorpresa de Doncaster es aún más grande cuando Hucks saca otra hoja de su bolsillo y se la da al director con una lista de nombres de estudiantes prometedores, rápidamente la dobla y vuelve a entregar:
—Hucks, sabes que me parece demasiado pronto para que ellos sean evaluados.
—No soy ajeno a eso, pero con el correr de los años la orden se ha debilitado tanto que nuestros enemigos llegan sin parar. No damos a vasto con todo y hasta hay organizaciones funcionando en Antares ¿tienes alguna idea de cuan problemático es esto? No podemos proteger a nadie si solo te quedas con nuestra generación y no piensas en fortalecer a las que vendrá. ¿Qué sigue? ¿ocultarles la h…?
—¡Ya basta Hucks! — lo detiene Doncaster con un grito y presión que sale de él, provocando fuertes temblores. Se calma y mira a Herzer con una vergonzosa sonrisa— L-Lo siento.
—¡Mas te vale que te controles o te negaré la entrada, maldito tonto! — regaña Herzer mientras cubre a las dos meseras que se habían escondido debajo de la barra.
Durante casi un minuto completo el silencio reinó en la taberna hasta que alguien abre la puerta de la taberna y se acerca a la mesa donde el director y las leyes mantienen una acalorada discusión:
—Déjenme adivinar, no llegaron a un acuerdo con la planificación ¿verdad? — dice Samantha.
—¿Samantha? — se sorprende gratamente Doncaster.
—Hola Doncaster, ha pasado tiempo. Me alegra verlo con buena salud. — Samantha sonríe tímidamente mientras acomoda sus lentes y toma asiento en un extremo de la mesa.
—Lo mismo digo. — responde Doncaster— Oye, Hucks. — se dirige al asesino de cabello rubio y arete en su oreja izquierda— La planificación a la que se refiere Samantha ¿es por la evaluación de los sucesores?
—Con todo respeto, Doncaster, no seremos leyes vivientes para siempre. Incluso la esperanza de vida para nosotros es muy corta debido a que constantemente enfrentamos adversidades y enemigos poderosos. Hace cinco años éramos cincuenta y ahora somos doce. No podemos reclutar por el mandato interno y cada vez se nos hace más difícil buscar a alguien que nos reemplace porque el nivel de los graduados es demasiado bajo. Baltazar es alguien talentoso y una fuerza que agradecemos haber traído, pero apenas uno reclutamos. — dice Hucks, preocupado por la situación en las leyes vivientes y lo que pueda venir a futuro— Esos veinte nombres son la esperanza y la última oportunidad que tiene la orden y las leyes de poder forjar una generación que nos supere por mucho. — le vuelve a entregar la lista.
—Pero estos nombres…ellos son apenas unos niños. Es ilógico tener que arrebatarles lo que más importa que es su juventud. — dice Doncaster al leer cada nombre y maldecir la circunstancia.
—Ellos no son conscientes pero dado el potencial latente en cada uno, es imprescindible que empiecen a forjarse su propio camino. La orden necesita traer la paz y orden en Antares y para ello dependemos de la nueva generación. — dice Hucks.
Ese es el asunto que más teme Doncaster, la necesidad de llevar una tremenda carga a chicos muy jóvenes con la intención de arreglar los fracasos de los adultos sin considerar sus opiniones. Sea la decisión que se tome a partir de ahora, la maquinaria del destino empieza su marcha y Kaizer, Megumi, Lucian y Kamata son las futuras piezas que posiblemente cambien el destino del mundo.
***PARTE II***
Durante la madrugada, las leyes regresan a su base compuesta por un castillo en la costa cerca de la frontera entre el Oeste y el Norte. Tras un par de horas, deciden descansar en los bosques nevados y dónde las bajas temperaturas se hacen notar debido a la cercanía con el norte, las montañas y las aguas del enorme mar que se empiezan a notar escarchadas.
Mientras preparan la fogata para comer estofado de verduras y carne de conejo y las tiendas de campaña, Hucks mantiene una conversación con la jefa de inteligencia, Samantha:
—¿Crees que se lo haya tomado bien? —pregunta Hucks y mira al cielo nublado y vientos frescos venidos desde las montañas.
—Es muy diferente a como lo recuerdo. —responde sin muchos detalles.
—Recuérdame como es que lo conoces. —le pide Hucks.
—¿Recuerdas que antes se hacían los intercambios entre academias? Fui elegida para ir a la academia del Oeste por seis meses.
—Ya veo. Espero que lo piense bien y no se cierre ante está posibilidad única para la historia de la orden. —dice Hucks.
—No lo sé Hucks. ¿Funcionará este plan? Quizás debamos contar con la opinión de los jóvenes involucrados. —Samantha se muestra partida en opiniones ya que por un lado está de acuerdo por mejorar a la orden, pero no a costa de la inocencia de los más jóvenes que buscan más que nada disfrutar de su juventud.
—Eso es precisamente lo que no comprenden. No vamos a intervenir en sus vidas sino acrecentar su potencial. Lo que suceda va a ser cosa del destino, pero…—mira una espada de hoja negra sobre un trapo de tela gruesa que sostiene en la mano—podemos darle un empujón a su desarrollo. ¿Tienes lo demás? —mira a Samantha.
—Fue difícil, pero gracias a la aldea de las Geishas pude obtener los abanicos de batalla bendecidos por la sacerdotisa. Estás armas de fuego concentrado no letal y bueno…tuve que robar esto…—saca una extraña daga de hoja con dientes y bifurcada de su cintura— es un arma muy rara y legendaria. ¿Para quienes van a ser?
—El destino lo decidirá por sí mismo. Mientras tanto solo podemos ser espectadores de lo que decidan estos jóvenes. Nuestro trabajo es mantener la paz hasta que la nueva generación nos sucede. —responde Hucks con una breve y amarga sonrisa—¿Sabes? Me hubiese gustado haber disfrutado más mí juventud. Jamás tuve un cumpleaños ya que me la pasé entrenando para ser una ley viviente.
—Somos dedicados a una difícil tarea para un mundo mejor y más pacíficos. —Samantha mira al cielo y cierra sus ojos, deseando que todo lo malo que ocurre nunca sea real.
Jean los llama para servirles el estofado y poder reunirse juntos dónde se pueden proteger entre sí en caso de ser atacados por algún grupo mercenario que deambula por allí. Hucks come con entusiasmo el estofado y su mente dispersa entre la oscuridad y la naturaleza de vientos fríos, hojas caídas y animales rondando.
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