Academia de Asesinos - 33
El desierto rojo en el Este es un mar de arena que abarca miles de kilómetros y que engulle la vida y no se adapta fácilmente a menos que posea condiciones específicas. Este territorio es tan característico como los otros cuatro y se define como el mas pacifico entre las sociedades que la componen. Ronin, samuráis, orientales, y abinues, todos y cada uno de ellos entablan una relación simbiótica para poder sobrevivir ante tal difícil territorio.
Los ronin recurren a la unificación y se adentran en caravana, viajando durante todo el año para ubicarse en el mejor lugar posible. En ocasiones cientos de caravanas se reúnen al año en el norte donde las altas temperaturas se fusionan con las altas de las montañas en los limites con el Norte. Los samuráis son un pueblo sedentario que vive cerca del visto en la frontera con el centro del continente, allí donde el desierto y casi nulo y se fusiona con los densos bosques. La aldea se encuentra establecido bosque hacia adentro, pero se considera a los samuráis como habitantes del Este. Por su parte los Orientales son el grueso de la población del Este, y se encuentran ubicados en los oasis, mas específicamente en sus alrededores donde erigieron grandes ciudades portuaria que buscan explotar los recursos de los lagos. Finalmente tenemos a los abinues, o los famosos habitantes de las arenas, los mas antiguos habitantes y quienes se encuentran desde los tiempos mas antiguos previos a la consagración de la orden asesina y la construcción de las academias y a la vez el grupo menos numeroso debido a los constantes conflictos con los demás habitantes del Este y aquellos que viajan de otros territorios. Es por esa razón que muchos viajes desde el Sur, Norte, Centro o del Oeste se realizan con caravanas muy armadas. Adentrarse al mar de las arenas es tan peligroso como irse al mar mismo.
Durante un par de días, Alexander descansa en una tienda de campaña en medio del desierto. Luego de su cruenta pelea con Breiner, el líder de los fiesmeros, sus heridas eran demasiado serias y sin saberlo fue rescatado por alguien desconocido.
Una mujer con el rostro tapado por una tela negra, y envuelta en una vestimenta típica del desierto en el que el sol es tan violento y avasallante como una estampida, se acerca a la tienda y revisa que Alexander se encuentre curado. Para tratarlo tuvieron que despojarlo de su ropa, dejándolo desnudo y con un paño mojado en la frente, así como en los brazos piernas e ingle. Según la creencia de los abinue, el calor circula desde esos seis puntos y que para controlarlo se debe enfriarlos. Si se controla la temperatura de cada uno, entonces significa que se ha dominado al desierto y con lo que conlleva el poder del calor y la falta de agua.
Lentamente la consciencia de Alex vuelve y abre sus ojos como puede, con la pesadez que conlleva haber estado dormido durante varios días. Ve de forma borrosa a la mujer cambiándole los paños. El dolor de la pelea se ha disminuido, pero se siente extraño al no tener el peso de su ropa cuando levanta la cabeza y se ve desnudo frente a la mujer:
—Vaya ¿Quién iba a decir que me encontraría en esta situación embarazosa? — murmura sin que la mujer lo escuche— Pero se siente bien. — añade con una sonrisa pícara y sincera.
Luego de que la mujer se va y deja solo al mercenario, este se gira y cae suavemente al suelo. Siente aún su cuerpo muy pesado, pero no lo suficiente como para impedirle moverse así que apoya sus manos con fuerza en el suelo y pisa firmemente hasta lograr pararse y ver que se encuentra dentro de una tienda de campaña de una tribu abinue:
—Arenas rojas. — sostiene un poco de arena y la deja abruptamente— Es cierto, estoy de misión para rescatar de un tren a mis futuros subordinados. — sonríe y camina hacia afuera, completamente desnudo y sin importarle.
Los rayos del sol golpean a los ojos de Alex, quien apenas puede ver. Cuando la claridad se reduce ve a un enorme grupo de hombres, mujeres y niños en plena actividad, preparando la comida, entrenando, restaurando armas o simplemente pasando el día en pleno desierto.
Nadie lo mira, como si no existiera lo cual llama muy poderosamente la atención y no evita preguntarse que es lo que sucede hasta que empieza a sufrir mareos y cae desplomado sobre el suelo, agotado, agobiado y apenas pudiendo respirar con el cuerpo lleno de dolor:
—¿Qué mierda…? — se pregunta una vez con su cuerpo sobre la densa capa de arena caliente— No puedo moverme, ni siquiera respiro con normalidad ¿Qué mierda me hicieron estas personas? — sus parpados se cierra y pierda poco a poco la consciencia una vez más. En sus últimos instantes ve que alguien se acerca con pesados pasos y escucha una simple palabra.
—…Esclavos.
***PARTE II***
Unas horas mas tarde, Alex abre sus ojos y siente muchas ganas de vomitar debido a que su cuerpo no está acostumbrado al calor tan abrasador del desierto y el que esté desnudo, exponiéndose a las altas temperaturas, así como también las toxinas que aún no se evaporan de sus poros. Toxinas que solo adormecen y disminuyen los sentidos, la fuerza y los reflejos para transportar a potenciales artículos y evitar inconvenientes.
A su esquina derecha mas próxima, sentado junto a la salida de la tienda, un hombre cubierto de cicatrices, cabello rojizo y enorme porte musculoso con rostro en el que se nota su experiencia en combates que deciden si pierde o no la vida, y a su lado otro hombre, pero de pie con un hecha apoyada en el suelo y un rifle en la espalda.
—Zartk ajeno anhum kalaj. —murmura el hombre en el idioma de las arenas, un antiguo dialecto del territorio del este, al otro hombre que los acompaña y ambos ríen a carcajadas.
—Si, ríanse imbéciles. —los maldice el mercenario.
—Qatauri zukhai. —continua el masivo sujeto la conversación con su par.
—Zakah ashun okairin—dice Alex en el mismo dialecto que ellos.
Al pronunciar el idioma de las arenas, el hombre sentado junto a la entrada de la tienda ordena a su guardia personal que se retire. Cuando se quedan solos, el hombre se golpea el pecho y el rostro alegre y juguetón se desdibuja para mostrarse más serio e intimidante:
—No sabía que hablabas nuestro idioma. —dice sorprendido—Me llamo Qumash y ¿cuál es el tuyo?
—También hablas el mío, vaya que misterioso. Que yo recuerde no le pedí el nombre a un futuro muerto. —desafía sin temerle y una sonrisa que indigna a Qumash.
—Eres realmente interesante. Aquí estamos, tú en un estado deplorable y constantemente luchando por no perder la consciencia por la simple inquietud y temor de no saber a dónde te llevaremos.
—Supongo que son…—dice Alex.
—Te habrás dado la idea de que si…somos esclavistas. Nuestra línea de vivir es el capturar y vender a personas. —reconoce orgulloso— Imaginarás tu situación.
Alex se queda en silencio, pensativo de lo que podría pasar con él sin no hace algo lo más pronto posible ya que si misión es vital y lo que quiere para su futuro lo, es más:
—No pareces inquieto por tu destino y lo que hacemos aquí.
—Es un mundo verdaderamente violento y cruel con los pobres diablos. ¿Porque tendría que sentirme mal por ellos? ¿A eso te refieres? Vaya estupidez. —se moleste al pensar en que esa pregunta casi sale de la boca de ese hombre.
—Es un orden son dudas. El mundo se rige por el orden establecido mejor conocido como el estatus quo. —le explica.
—Sabes el idioma común de los fundadores y entiendes sobre el orden, además no te comportas como incivilizado. Me haces dudar de dónde provienes. ¿Porque no revelas tu identidad? ¿o es que acaso eres un infiltrado?
—¡Jajaja! El conocimiento es un bien preciado. Deberías saberlo mejor que nadie. Pero hay algo que si tienes razón y es que no nací aquí y no diré más así que mejor descansa ya que en unos días vamos a partir hacían la costa. Mirándote mejor puedo reconocer que es una lastima tenerte de esclavo ¿te gustaría mostrar tu valía para nosotros? Seguirás siendo esclavo, pero con más derechos que esas sucias escorias. — señala afuera donde en jaulas hay esclavos en condiciones deplorables, delgados, sucios, enfermos y sin una pizca de vida en sus ojos.
Alex no lo piensa dos veces y fija sus ojos en Qumash e insulta a su captor en el idioma que reconoce:
—No me extraña tu reacción así que eso es todo. — mira a su acompañante que lo espere en la salida— Vámonos.
—¡E-Espera! — dice con voz débil.
—¿Huh? ¿Qué quieres? — pregunta Qumash mientras se acerca al mercenario aún echado en los trapos sobre la arena.
—¿Qué harán conmigo? ¿Qué quieren de mí? — pregunta, furioso, pero sin poder de respuesta frente al líder de la tribu.
—Es la misma duda que preguntan todos. Eres un esclavo ahora. No tienes derechos, ni poder de decisión. Solo te venderemos al mejor postor en subastas o en la costa, aunque…—sonríe y saca de su bolsillo la recompensa que tiene el rostro de Alex— esto sin duda nos llenará mas los bolsillos que vendiéndote a cualquier sujeto o trabajando para nobles. — camina hacia la salida de la tienda— Bienvenido al fabuloso sistema de esclavos en Antares…mercenario Alexander…
***PARTE III***
Al día siguiente, Alex recupera una parte de sus sentidos, solo para volver a ser obligado a ingerir comida y agua en estado dudoso. El liquido de color verde grumoso no es mas que otro intento por mantener al mercenario a raya y evitar que pueda liberarse y provocar destrozos en el campamento. Sin embargo, en su escaso poder de consciencia, ve a varias mujeres que llegan con paños y asean su cuerpo desnudo, susurrando cosas sobre el joven en su completo estado de debilidad y encontrándose en la mayor edad de virilidad.
Qumash entra a la tienda y oye lo que las mujeres dicen, golpeando a una de ellas con su enorme mano derecha y exclamando con fuerza y escupiéndole en la cara:
—¡Dejen de murmurar que van a violarlo! ¡ese mocoso es un articulo importante y debe mantenerse virgen con un demonio! — se da media vuelta y regresa hacia afuera pero antes se voltea una vez mas y sonríe— Además…si no logramos venderlo, cosa que dudo, podré divertirme con él como con los demás pobres diablos.
Su cabeza deambula sin saber el día, la hora o donde se encuentra y a veces pregunta en su mente quien es, como si las drogas que le han suministrado de manera obligada fueran a perjudicar su identidad. Siente que lentamente pierde la noción de todo incluso su existencia misma:
—Esta…droga es demasiado…pesada…—piensa cuando una de las mujeres acaba por asear su zona genital y regresa a la tienda donde solo pueden estar las habitantes de las arenas, lejos de los demás hombres — T-Tengo que salir de aquí maldita sea… ¿huh? — cuando intenta levantarse ve a un par de muchachos de su misma edad entrar con palos y por detrás de ellos a Qumash.
—¿Vas a tratar de irte de nuevo? ¿Qué no aprendes? — sonríe Qumash— ¡Ustedes! — les dice a los dos jóvenes— ¡Vayan a enseñarle que no puede hacer lo que quiera, pero si dañan algún hueso o lo matan, bueno, los mataré yo también! ¡¿está claro?! — grita para intimidar a ese par.
Sin poder oponerse como desea, Alex se entrega a los golpes firmes de dos muchachos igual de fuertes que los mismos de su edad. Soporta con valentía, apretando sus dientes y cerrando las manos y presionando los trapos donde está postrado en las arenas. Se repite a si mismo mientras el dolor es inhumano y demasiado para cualquiera con determinación débil:
—Voy a matarlos…voy a matarlos…los mataré a todos…lo juro…no se salvarán las malditas perras…
Horas más tarde…
Alex abre sus ojos con el cuerpo adolorido y difícil de mover por los golpes tan feroces que recibió por parte de los abinues más jóvenes que buscan hacerse un lugar con los veteranos.
Frente a él, los dos jóvenes yacen tirados en el suelo inconscientes y ensangrentados, junto a ellos dos mujeres lloran desconsoladas mientras Qumash, el salvaje se posa victorioso por haberlos castigado a base de una paliza que solo ellos pueden conocer debido a la crueldad que ofrece el desierto. Ve al mercenario despierto y mirando la escena, entonces se acerca y se sienta a su lado:
—Si te lo preguntas, si, los he golpeado como un padre golpea a sus hijos luego de que sus enseñanzas no llegaron o hicieron lo que quisieron. Llámame bárbaro o simplemente hago lo que debo con tal de que este grupo de mi gente siga mis órdenes. Este par de mocosos recibió una simple tarea, pero al final solo se dejaron llevar por la estupidez de su vanidad y orgullo. Era solo una simple tarea, te golpearon y casi rompen tus huesos. La mercancía no se toca de esa manera sin que yo lo ordene y no supieron responder a mis órdenes.
—M-Me importa…un…bledo…te…mataré a ti…y a tu…gente…—dice con dificultad por las drogas en su cuerpo.
—¡Jajaja! Eres muy simpático mercenario. Casi me convences para no venderte y volverte mi puta. Entenderás que me gusta jugar con cualquier ser humano y no serías la excepción. — se burla del mercenario.
Qumash mira desde la cabeza hacia los pies de Alex y se relame viendo todo el potencial del joven. Resulta que muchos lideres de los habitantes de las arenas recurren a practicas que involucran a no solo mujeres sino también a hombres y Qumash no es la excepción. Conocido por ser un feroz combatiente, así como un adicto a los cuerpos no importa de quien, solo desea apropiarse y sin oposición, es por eso que su actividad como esclavista lo hace encontrar artículos que él mismo se queda para tomar posesión de ellos.
Desde el primer momento, Alex se dio cuenta de ello y se asquea cada vez que lo ve entrar a la tienda, con mezcla de temor de que en algún momento llegue y pretenda violarlo, matarlo o simplemente dejar que las mujeres desquiten sus frustraciones sexuales o simplemente el que Qumash las violente y usen al joven para golpear y aliviar su dolor. De igual manera todos son enemigos y peligros potenciales, sobre todo por el hecho de que él es considerado como un potencial peligro si no se lo mantiene drogado para dejarlo manso.
Por la noche, Qumash se reúne con uno de sus hombres de mayor confianza para hablar sobre el cargamento que poseen y donde será llevado tras permanecer uno o dos días más en el mar rojo de las arenas. Misteriosamente, ese hombre de confianza habla también la lengua común de Antares como Qumash, lo cual llena de misterio a ese grupo:
—¿Tienes noticias de los hombres del sur, Sekkari? — pregunta Qumash.
—…— permanece en silencio Sekkari.
—Vamos Sekkari, te enseñé durante muchos años la lengua común. Puedes hablar como siempre, solo estamos tu y yo así que hazlo. —insiste Qumash.
—Sabes que mi lengua es la de las arenas no esta blasfemia. — responde— En fin, la cosa es que los esclavistas que desean comprar nuestros productos no llegarán al lugar pactado, Qumash.
—¿Qué es lo que dices? — pregunta Qumash.
—Se detuvieron en la costa Este para tomar la ruta hacia el lugar designado y al parecer…bueno…llegó una de las divisiones de las leyes vivientes. Fueron detenidos pero la mayoría murió por resistirse.
—Supongo que no se puede evitar. Tendremos que desviarnos e ir al valle para intercambiarlos allí por armas, comida u otros productos. Además, tenemos que volver con el grueso de nuestra gente.
—Se lo informaré a nuestros exploradores. Por cierto, él se fue de nuevo ¿quieres que lo reprenda? — pregunta Sekkari.
—No, él nunca lo entendería. Además, es nuestro mejor hombre y el mas letal. Lo que sea que haga será problema de él, pero siempre volverá con nosotros. —dice Qumash mientras da un mordisco a una manzana verdad.
—¿Vas a quedarte con algún esclavo? — pregunta Sekkari.
—Es posible. Tengo interés en dos, aunque uno es una mocosa de trece años casi moribunda y el otro es ese mercenario. — se lamente Qumash por la chica.
—Eres demasiado transparente sobre esas cosas.
—Me malinterpretas. Soy alguien bondadoso, ese chico es virgen y esa mocosa está casi muerta. Necesito que pierda su virginidad el mocoso. Lamentablemente tengo un cliente muy poderoso en el Sur que busca a jóvenes que no sean vírgenes. Me lamento porque quiero divertirme con él, pero bueno, los negocios son negocios.
—¿Podría ser…ese desgraciado burgués de los ríos?
—Ese mismo desgraciado. Llámame perverso, pero ese tipo es alguien muchísimo peor que yo y me da ganas de vomitar mis manzanas.
De entre todos los respetables comerciantes, existe uno en el territorio Sur que es conocido como el Burgués de los Ríos, un vendedor de artículos marinos que en los últimos quince años logró amasar una fortuna sin igual debido al aprovechamiento de fauna marina como negocio legal y la esclavitud y subasta en lo ilegal.
Sus conexiones no solo involucran la esclavitud sino también la prostitución de menores, venta de drogas como las que le han administrado a Alex, así como la corrupción de importantes miembros en la política y también dentro de la orden asesina.
Por su poder e influencia, este personaje nefasto para la sociedad asesina que busca la paz, justicia e igualdad es alguien que no merece seguir viviendo debido a que sus practicas retorcidas involucran a niños inocentes con los que viola usando cubiertos y objetos largos y puntiagudos con los que penetra así como golpear a mujeres embarazadas que esperanzadas por la idea de dejar de ser pobres y dar un bienestar mejor a sus hijos, se dejan engañar para lugar morir desangradas con sus hijos en el suelo y en un gran charco de sangre. Sus incontables crímenes contra las personas pueden acumularse días y días ya que no ha dejado de realizar esas terribles actividades incluso cuando era apenas un mero comerciante con apenas un barco pequeño, en la que obligó a su pequeña hermana a ser violada por un hombre borracho y luego devorada por lobos mientras el desquiciado veía y manipulaba un hacha con apenas diez años y ella solo siete.
—¿Y bien?
—¿Y bien qué? — Qumash da otro gran mordisco a su manzana.
—¿Qué haremos con el mercenario? — pregunta Sekkari.
—Esperaré unos días y dejaremos de suministrarle esa cantidad de drogas. Digamos que permitiremos que maldiga todo lo que quiera a consciencia, pero sí que pueda mover su cuerpo. —confía en la potencia y efectividad de esa droga tan peligrosa para la salud humana.
—Te confías demasiado. Ese mercenario es demasiado peligroso y nos puede beneficiar venderlo rápidamente. — se preocupa Sekkari.
—Se lo que hago. Vamos a romperlo fácilmente y se convertirá en un esclavo leal. ¿Cuántos idiotas hemos vuelto unas putas bestias con solo días de suministrarle estas drogas? Será cuestión de tiempo para doblegar su voluntad y venderlo a ese tipo. Además…lo conocen como alguien que regularmente rompe a gusto sus juguetes humanos. — cuenta Qumash lo peligroso y retorcido que es el cliente al que deben venderle Alex.
Comments for chapter "33"
QUE TE PARECIÓ?