Academia de Asesinos - 35
Existen muchos grupos étnicos a lo largo y ancho del continente Antares, pero ningún territorio supera al Oeste, donde no solo los conocido Orientales habitan por mayoría numérica los oasis y frontera con el centro. Están los ronin, hombres de honor, creyentes en la filosofía del Bushido, padres dedicados y esposos devotos mejor conocidos en las afueras del Este como samuráis y cuya capital es el pueblo de Nagatomo, una villa enorme donde convergen los famosos espadachines.
Los Abinues, conocidos por participar en algunas ocasiones de la esclavitud, atacando caravanas como bandidos y arrebatándole la libertad a los mercaderes y viajeros. Como se sabe de ellos, lo poco realmente, no son para nada amistosos y su existencia radica en adaptarse al desierto para luego prepararse y vencerlo, sin perder el respeto ya que ni ellos mismos con su larga experiencia y resistencia a los rayos abrazadores del sol, y conocimiento por las criaturas que lo habitan dejan certeza de poder superarlo en su totalidad.
Cada aldea abinue tiene su propio líder y dentro existen grupos en los cuales se delegan las tareas. Hay hombres encargados de la construcción de viviendas junto a los ríos, mientras que las mujeres recolectan comida en el agua. El líder mayormente se encuentra lejos del grupo, solo se lleva a un puñado de hombres, mujeres para las labores y a niños para que aprendan de las tradiciones.
Durante una época concreta donde las estrellas se unen en una línea vertical que se ve en todos los rincones del Este y esto dura cuatro días exactamente, da la indicación de que los grupos deben unirse y celebrar la venida de las Pléyades. Las Pléyades son divinidades que adoptan forma de estrella o hasta el mismo desierto y observan, presentándose en tormentas de arena o hasta la luminosidad del cielo. Muchos hasta afirman haber visto a una de las diosas descender del cielo para unirse a la fiesta. Lo cierto es que estas festividades sirven para otorgar tributo para sus dioses, porque de eso se trata la religión llamada Pleyaidismo y donde alienta a los abinue a continuar con la practica esclavista en honor a los dioses.
El esclavismo no solo es una practica cuestionable por ellos sino también una forma de vida donde se retribuye lo que los dioses otorgan. Qumash no queda fuera de esto y respeta tales seres a pesar de nunca haberlos visto pero si gracias a ellos pudo sobrevivir la primera vez que cayó en el desierto y luego fue rescatado por un anciano y líder de los abinue. De esto hace quince años. Tristemente para el hombre su vida llegó al fin con un puñal en su pecho y sin oposición, Qumash celebró su rápido ascenso que le tomó apenas cuatro meses. Nadie sabe eso, excepto el mismo Qumash:
—Si que armas escándalo para dormir Theo. ¿Por qué no simplemente te diviertes con alguna esclava? Puede que te quite lo virgen ¡jajaja! — se burla mientras bebe leche de cabra con cerveza robada a un mercader a quien asesinaron y esclavizaron a su hija de apenas quince años.
Mientras más lo ve, más le causa repulsión a Alex la existencia de tal sujeto. Disfrutando del abuso propinado a los más débiles como niños y adolescentes. De solo pensarlo hace que su estómago se revuelva. Entonces, Qumash lo ve desde lo lejos, sonríe y levanta su tarro con leche:
—Pedazo de basura…voy a matarlo…— murmura apretando los dientes.
—¿Por qué no lo haces entonces? — una voz le susurra por detrás.
—¡¿Huh?! — se voltea hacia atrás y no ve a nadie— ¿Me estaré volviendo loco? — se pregunta— Tranquilo Alex, son los efectos de estos sedantes. — mira de nuevo a Qumash y no lo encuentra en su asiento junto a la tienda donde duerme con varias mujeres, muchas de ellas esclavas a quienes golpea hasta desmayarlas.
—¡Buh! — susurra a su izquierda sin siquiera asustarlo— ¡Buaaaaa, que aguafiestas! — se queja y bebe el tarro.
—¿Qué quieres imbécil? — pregunta Alex con mirada penetrante, en su jaula y adormecido aún por las toxinas que recorren sus músculos.
—Estaba pensando que quizás pueda hacer algo con tus grilletes y condición de esclavo. Por alguna razón me intriga que puedes hacer y, a decir verdad, me gustas mucho. Quizás quieras cambiar tu destino si tan solo tu…
—¡Púdrete estúpido animal! — grita y escupe en el rostro a Qumash.
—Da gracias que puedes comer. Parece que no agradeces nada que te mantenga con vida. — se molesta Qumash.
—Oh ¿enserio? Pues déjame ser cortés. En cuanto me libere te mataré, rompiéndote el cuello y los brazos. ¿Crees que no lo he hecho antes? Piensas que soy benevolente o te intentas poner en una posición errónea contigo en la parte más alta solo por liderar a estos energúmenos. —sonríe Alex— Pues que mal para ustedes porque yo soy quien se pose por sobre todos aquí. No lo olvides. Tendrás que sedarme hasta dejarme dormido y en coma porque no me seguirán conteniendo más.
—¡Suficiente! — grita Qumash, atrayendo la atención de todos a su alrededor, incluyendo a la mano derecha, quien nunca lo ha visto así de nervioso.
Las amenazas, en combinación con la mirada y el lenguaje corporal hacen que el líder esclavista empiece a sentirse nervioso y con ánimos de no volver hablarle al mercenario. Temor o ansiedad excesiva, Qumash nunca había sentido eso de tal manera y lo hace retroceder lejos de la jaula. Mientras que Alex solo mantiene la mirada en su enemigo a quien ha jurado asesinar brutalmente.
Por más que quisiera no puede moverse de su sitio salvo para seguir retrocediendo, sin dejar de mirar los intensos ojos que lentamente cambian a un color azul brilloso y en el interior de eso, descargas tan ínfimas casi indescriptibles, pero alcanza a notar. Se exalta y cae al suelo:
—¡¿Qué mierda acaba de suceder?! — se pregunta con las manos temblando y su mano derecha intentando ayudarlo.
—¿Estas bien? — lo toma del hombro y levanta.
—S-Si. — responde Qumash— No estoy equivocado. Ese mocoso no es para nada ordinario. Sus ojos desprenden una inusual cantidad de energía como nunca he visto. No…no es eso solamente, de alguna manera el mirar a través de esos ojos puedo percatarme del intenso odio que alberga su alma. Tenerlo aquí o venderlo no es una opción lógica ya que las consecuencias recaerían hacia mí. — regresa a su tienda para pensar lo que ha ocurrido.
El encuentro con esa mirada dejó una terrible marca al espíritu arrogante del esclavista. Aunque su lado masoquista sediento de castigo lo hacen cambiar de opinión respecto a que hacer con Alex deseando volver a encontrarse con esos ojos destructivo. Lógicamente una parte de él les pide a gritos alejarse.
***PARTE II***
Unas horas más tarde, la caravana vuelve a detenerse por tercera vez en el día, algo no tan común debido a la rapidez con la que tienen que llegar a su destino y el gasto de recursos usados en el viaje. Qumash no ha vuelto a acercarse a Alex después de lo ocurrido, pero también por consejo de Sekkari que en la voz de la consciencia advierte lo peligroso que es continuar relacionándose con el mercenario. De igual manera este envía a Theo a vigilarlo por si intenta escapar de nuevo.
A lo lejos, una caravana de al menos once hombres y cuatro carros tirados por camellos se acercan al grupo abinue.
Los guerreros con lanzas y espadas se ponen en guardia, las mujeres y niños esconden los artículos y otros ocultan de la vista entre las arenas con mantas color amarillo para despistar la mirada y confundir a los enemigos. Qumash sonríe y alza la mano, no solo para detener a su gente y jurar que no hay peligro, sino también avisar al otro grupo que se encuentran allí:
—Al fin llegan, Zhui. —dice Qumash con cierta molestia.
—No tienes idea de lo difícil que fue trasladarlos a los puestos fronterizos en el Sur. Tuve que silenciar a un par porque no dejaban de llorar y pedir por sus madres. —se queja el contrabandista.
—Lo que tengas para decir me importa un comino solo quiero las ganancias. —responde Qumash.
—Si, si, eres demasiado impaciente. —Zhui asienta a uno de sus hombres y junto con otros más arrastran a niños y niñas a donde está Qumash.
El esclavista revisa que todo esté bien con los nuevos artículos, revisando dientes, ojos, oreja, cabello, el cuerpo. Desde brazos y piernas hasta genitales, nada queda sin tocar para corroborar que sean productos descartables y obtener la mejor ganancia posible. Alex muerde su labio hasta derramar sangre de la boca al presenciar lo que para él es un bochornoso hecho.
No pueda hacer nada en su condición y por ello trata de reprimirse bajo cualquier costo.
Zhui espera el veredicto de Qumash hasta que este regresa a su sitio y levanta el pulgar:
—Nada mal, veinticinco niños de los cuales siete son de excelente calidad. Me gusta cuando cumples con tu buen trabajo.
—No pareces en nada a estos idiotas de la tribu. Eres demasiado codicioso. Bueno, me importa un comino lo que seas mientras tenga mí ganancia. —dice Zhui.
—Sabes que sí, ambos la queremos. Mientras nuestra sociedad siga en pie vas a tener tu parte. Tú me das la mercancía y yo tráfico por el territorio. Todos ganamos. Por cierto, estos mocosos que trajiste ¿De dónde los sacaste? No me parecen tan estudiantes de la academia del Sur. —observa a los capturados ya en jaulas esperando a ser reubicados en las que disponen los abinues.
—Eso quería decirte. La seguridad en el Sur está en su punto más alto. Tuvimos que transportarlos lejos de los puestos de frontera. Algo ocurrió como para que no podamos pasar sin documentos. Tendremos que alejarnos hacia el norte del desierto o a la costa. —explica Zhui— Imagino que no pretendes acercarte allí. — lo mira fijamente, acorralándolo.
—N-No…bueno…algo así. — reconoce incomodo.
—Haaa ¿y bien?
—Ya hemos estado viajando más lejos de la frontera con el Sur y aun así tendremos que viajar más aún. Supongo que tendremos que ir al gran oasis. No será un viaje placentero, pero si directo y no tardaremos mucho. —mira a su mano derecha y asienta con la cabeza para darle la orden de levantar el campamento al completo—Zhui, quiero que tu gente y tu vayan al frente. Si viajan con nosotros será para no ser detenidos por ser Abinue.
—No decidas sobre mi además nunca me respondiste que eres. No pareces encajar con estos salvajes y…
Qumash saca de su espalda una enorme hacha y la coloca en el cuello de Zhui y en tono espeluznante y amenazante dice:
—Según yo, nunca te di el derecho de hablar como te plazca sobre mí gente en frente mío así que cierra la puta boca o te cortaré la lengua. Suena bonito ¿Verdad? No me temblará el pulso.
—Oh, quien diría que eres más que un grandote violento y perverso. —lo mira a Qumash. Una mirada igual de terrible que el esclavista, y en su mano porta una espada oriental apuntándole al pecho.
—No tengo que recordarte quien soy y de lo que puedo hacer ¿verdad? — dice Qumash.
—Lo mismo te digo sinvergüenza. Seré un contrabandista para también fui un miembro de la orden asesina así que baja la maldita arma de mi cuello o acabaremos todos muertos. — amenaza con voz firme.
—Tienes demasiadas bolas. — Qumash se ve obligado a bajar su arma y suspira— Lamentablemente para mi estoy cansado. No pude dormir una mierda.
Zhui guarda su espada y da indicaciones a sus hombres para trasladar a los esclavos dentro de las celdas abinue. Su mirada curiosa se desliza hacia Alex, es la primera vez que lo ve y no ve conexión en lo que buscan usualmente los esclavistas abinue. Generalmente suelen capturar a niños ya que se los puede vender y luego sus dueños moldean a su antojo, pero alguien de la edad de Alex, con su cuerpo formado y personalidad, a pesar de ser tentador para los perversos sexuales o explotadores en minas, no suele ser para nada entusiasta.
La edad para el esclavo ideal varía entre los seis y los dieciséis años, más para retorcer su voluntad y corromperlos. Bueno, generalmente es para usarlos hasta una cierta edad cercana a los treinta para luego matarlos o expulsándolos fuera del continente donde si regresan son asesinados sin piedad:
—Ese chico. — se queda mirándolo y luego vuelve hacia Sekkari— Dile a tu jefe que nos quedaremos esta noche así que no se les ocurra nada estúpido ¿queda claro?
—Está bien y cuida tu tono. — Sekkari lo mira intimidante.
—…—regresa con sus hombres.
Después de lo sucedido con Alex, Qumash se le acerca para apagar las llamas del odio y también para revivir esa excitante sensación de peligro que tanto aclama en alguien con potencial a ser su amante y se va ausente en los esclavos, faltos de esperanza y humanidad frente a los ojos de los demás.
Nada cambió, la animosidad del mercenario permanece como una llama implacable y el deseo de muerte hacia el líder del grupo. Qumash no se rinde y vuelve a la carga con su fácil habla:
—Veo que no te agrada como nos manejamos aquí. — dice, apoyándose a un costado de la jaula— ¿Debería de extrañar? Es absurdo. — cuestiona.
—Son niños y aun así quieres mancillar sus vidas y futuro. — dice con bastante furia como para saltar a través de los barrotes y romperle el cuello, si no fuera por los sedantes que aún trabajan en su cuerpo debilitado.
—Viniste hasta este punto del continente. Un lugar donde la esclavitud es constante y aun así sientes indignación con solo ver que niños son esclavizados. Siendo un mercenario de la orden deberías saberlo mejor que nadie. Tu gente está a nuestro nivel o incluso más en lo que respecta a esta práctica. No me vengas con sandeces que el mundo no gira a que todos somos correctos y en especial tú que tus crímenes nos equiparan. —dice Qumash con palabras inquietantes, pero también verdades en el mundo tan siniestro que pisan.
—¿Qué puede saber un maldito psicópata que disfruta de hacerle daño a inocentes e indefensos? ¿Me vas a decir que los fuertes pueden hacer lo que quieren? No me vengas con esas estupideces. — responde Alex, escupiendo debido a la poca fuerza que tiene para contenerse.
—Te llamas a ti mismo un miembro de la orden mercenaria. Crees que mereces un lugar entre esas basuras sin valor que se autodenominan como reyes malditos. — se da cuenta de que lo mira confundido— Si mocoso, yo fui un mercenario perteneciente al cuerpo que protegía las prisiones. Es por eso que disfruto tanto lastimar a los débiles. Nosotros nacimos para ello no, así como tú y aun así mírate aquí. Tu estado es lamentable.
—¿Qué mierda puedes saber? No me conoces, no sabes quién soy.
—En la infinita sabiduría de nuestra homicida especie ¿entiendes lo que es que seamos esclavos? Tu arrogancia y deseo firme de ser parte de la orden ha hecho que no veas más allá de las cosas. — Qumash se siente decepcionado de que Alex, con todo su potencial oculto, no pueda ver más allá de sus deseos y meta por ser un mercenario reconocido.
—¿Dices que luchar por mi meta me traerá esclavitud o desdicha? Se más claro con lo que quieres decir. Porque por más que hables de esto, yo seguiré persiguiendo mi destino sin importarme nada ni nadie. — se reincorpora junto a las rejas, sentándose y apoyando su hombro derecho mientras mira a Qumash— Seria muy estúpido enfrentarme a mí, alguien libre y te aseguro que esto no es un impedimento.
—Todos somos esclavos de algo o alguien. Por más libre que te sientas, una vez te encuentres en la rueda de la desesperación dejaras que simplemente te manipule, te quite lo que te hace sentir así y finalmente acabarás en el mismo pozo que cualquier de los que ves aquí. Dinero, poder, esclavitud, amor, todos entregamos lo que sea por ello y eso es el fin de tu amada libertad. Llámalo como quieras, destino, mala o buena suerte, estamos condenados a lo mismo, ricos o pobres. Y todos acaban cayendo en mis manos para ser vendidos o asesinados. ¿Ves la diferencia? No, no la hay así que acostúmbrate. — le explica el esclavista.
—¡Cállate, cállate, cállate maldito bastardo!
—Al final no tienes madera de mercenario, como si los asesinos fueran los héroes de esta penosa historia. — se lamenta Qumash, mientras camina hacia su tienda.
Por la madrugada, Alex despierta esta vez sin fuerzas ni ánimos para intentar hacer algo. Solo se dedica a observar la luna y el cielo despejado. Mientras que a lo lejos nota que Theo se encuentra sentado en un montículo de arena con la mirada en la misma dirección que el joven mercenario. La nostalgia del arquero evoca sentimientos tan profundos y trágicos que es difícil de imaginar que piensa o cómo se siente, pero solo un deseo lo hace extender sus manos hacia la luna y añorar regresar a su hogar.
Comments for chapter "35"
QUE TE PARECIÓ?