Academia de Asesinos - 36
El cielo se encuentra despejado, con un sol embravecido y temperaturas que oscilan entre los 35° y 48°, en ocasiones llegan a superar los 50° en el desierto por lo que el grupo de abinue debe de estar más que acostumbrado para tal inhumano ambiente. Sobre todo, por la circunstancia que ata al territorio de los oasis y desiertos interminables, calor intenso y poca existencia del agua excepto en lugares donde las ciudades tomaron posesión de los grandes lagos y palmeras con frutos frescos.
Dura es la vida de estas tribus de los desiertos mal llamados “tribu de las arenas”.
Tres días más tarde después de la llegada del grupo de Zhui, la caravana que ahora tiene algo más de ciento veinte personas y casi treinta jaulas con esclavos en condiciones de semidesnudes y la inmensa mayoría menor de catorce años es ubicada junto a un lago muy lejos de la frontera a la que se intentaron acercar si no fuera por la advertencia del joven esclavista. Al menos cien metros de tamaño posee el lago, lo suficiente como para bañarse y refrescar sus gargantas.
Este tipo de lagos son producto de incontables lluvias en las épocas entre mayo y julio, pero luego de eso se llegan a producir épocas sin el fenómeno al menos un año entero.
Qumash ordena colocar el campamento junto al lago además de exigir que los esclavos salgan a beber agua con la vigilancia correspondiente. Sin chistar, los abinue abren las jaulas y los niños y jóvenes salen despedidos al agua, tirándose o permaneciendo en el borde, bebiendo agua. Los abinues más agresivos, y que los hay, despojan de su ropa y empuja con patadas al agua para que se bañen. Según muchos de ellos deben de estar en condiciones visuales optimas si quieren que los artículos se vendan a buen precio.
Como era de esperarse, varios de los más grandes en edad salen corriendo lo más rápido posible y aprovechando que todos están descansando. Qumash mira a Theo y asienta con la cabeza.
El arquero prepara su arco y tensa la cuerda con dos proyectiles. Da un vistazo a Qumash y luego Alex, para finalmente soltar sus dedos y así disparar las flechas que dan en el tobillo de los dos esclavos que escaparon:
—¡Baaaaah! ¡¿otra vez evitaste matarlos?! — se queja Qumash— Eres demasiado benevolente o tonto, Theo. ¡Mátenlos, rápido así no llamamos mucho la atención!
La colérica mirada de Alex incomoda a los abinue, quienes no dudan en evitarlo y hasta no caminan por donde se encuentra el mercenario. Qumash sigue sintiendo también esa incomodidad, pero más que eso es el sentimiento de que lentamente lo doblega para llevarlo a la ideología y actividad esclavitud. Quien sabe, quizás con la intención de volver un aliado:
—¿Pensaste en lo que te dije hace unos días? — se apoya junto a la jaula.
—No tengo nada que pensar. Yo sé lo que debo hacer y eso no cambiará nada. —responde el mercenario.
—Arrogante hasta el final ¿huh? Me gustaría hacerte cambiar de parecer, pero no me lo permites. — dice Qumash, decepcionado de no poder cambiar al joven testarudo.
—Tú y yo somos muy diferentes. Eres una bestia que se encarga de dañar vidas inocentes. — dice Alex— Estamos a años luz de distancia.
—Como bien te dije, todos somos esclavos de algo. Mi caso es la lujuria, codicia, gula y en el tuyo es la ira y la venganza, pero aún noto que hay algo más en ti que solo esos deseos. No puedo discernir, pero me inquitas mocoso. — dice Qumash.
No se sorprende de lo que dice Alex. Su determinación y decisión final parece tomada y no hay nada que hacer para que él cambie. Sin embargo, Qumash sonríe en cierta forma admirando la tenacidad del chico y lo testarudo que es:
—Te diré algo. ¿Sabías que los criminales y los que velan por la paz y justicia como estos de la orden asesina tienden a ser muy similares? Ambos buscan algo relacionado a sus egos y que finalmente lo logran sometiendo a su opuesto. El medio o excusa siempre es la paz en su tierra o el placer en sus corazones, pero siempre los impulsa la más primitiva de las acciones humanas…la violencia. —explica Qumash.
—¿Quién rayos eres? —deja escapar Alex— Desde la primera conversación que no me pareces un Abinue pero tampoco uno cualquiera.
—En mí juventud pertenecí a la división de Científicos de cierta nación, pero desde hace tiempo vivo entre arena, sexo y esclavitud, marcado por el alcohol y abinues que hacen lo que yo les digo. —responde Qumash y regresa a su tienda.
Alex lo detiene con una pregunta:
—Hablaste de opuestos. Los criminales comunes no representan nada en cuanto a la orden asesina. Tú no te refieres a ellos entonces ¿A quién?
—¿A quién crees? A la orden mercenaria por supuesto. No son tan diferentes y nunca cambiará por más buenas acciones que deseen hacer los asesinos.
Theo intercepta a Qumash y hace varios gestos que simbolizan letras del alfabeto runometrico. En el rostro del esclavista se dibuja una expresión incomoda de desaliento:
—¡¿Heeeeeeeeeeeeeh?! ¡no te entiendo una mierda! — se exalta al no comprender que quiere decir su subordinado.
Theo inclina su cabeza a un lado y tras caer en lo que dice Qumash, se lleva la mano izquierda el rostro. Luego retoma el intento de conversación, tomando un papiro y pluma vieja. Allí escribe con mucho cuidado y se lo muestra al líder:
—“¿Qué debemos hacer con el chico?”
—Deja que se meta al lago. Hace mucho que no se debe de haber duchado y empieza a oler mal. — responde Qumash
Theo arroja el papiro y escribe en otro:
—“¿No es muy peligroso dejarlo suelto?”
—Lo dudo. Está débil y empieza a sufrir los efectos secundarios de los sedantes. No tardará en sentir dependencia a los narcóticos.
—“Entendido. Le informaré a Sekkari y vigilaré sus movimientos”
—Hazlo y no me interrumpan. Llegó mi cuota diaria con las esclavas. — responde con un rostro de perversión abrumadora que incomoda a las tres esclavas que esperan afuera. No se sabe que les hace, pero muchas de las que han entrado a su tienda nunca regresan ilesas. Siempre golpeadas, con algún dedo roto o amputado y en ocasiones muertas.
Una vez que Theo informa a Sekkari de las ordenes de Qumash, el arquero se acerca a la jaula y ante la mirada confundida de Alex se abre la puerta para que pueda ir a refrescarse y ducharse junto a los demás esclavos.
Al comienzo mira con desdén al arquero, sintiendo ganas de saltar sobre él y quitarle la vida con un golpe en seco al cuello. Lamentablemente para él, los sedantes siguen atrofiando su movilidad y solo puede caminar lentamente. Lo que no saben los abinue es que Alex pudo neutralizar la inmensa mayoría de las toxinas y si quiere puede pelear y hasta escapar de allí, pero con solo la mitad de su capacidad motora se le hace difícil ir muy lejos.
Solo le queda esperar la oportunidad adecuada para dar el gran golpe y descargar toda su furia y frustración.
No quedan muchos días para que pueda rescatar a los criminales y darles la bienvenida a su equipo con el que buscará sembrar el caos en Antares y ser reconocido por la orden y altos mandos.
Se acerca a las potables aguas del lago y se zambulle cuerpo completo para lavarse y beber todo lo que puede. Mientras tanto, Theo escribe en otro papiro y lo muestra al mercenario:
—“Posiblemente no me entenderás, pero te advierto que ni se te ocurra pensar en escaparte. Mi puntería puede atravesarte el cráneo sin problemas”
—Muy molesto. — piensa frustrado.
Mas tarde, con los guardias en su mayoría descansando con siestas de muchas horas, otros con esclavas a las que obligan a practicar actos repudiables y Sekkari recorriendo un perímetro para proteger el campamento, Alex vigila cada movimiento a la espera de su oportunidad mientras vuelve a manipular su capacidad motora para eliminar despacio aquellos efectos ralentizadores de las drogas aplicadas en él. La madera que se encuentra como base de la jaula se empieza a mojar por la eliminación de los sedantes a través de los poros. Su corazón late a un ritmo más normal, así como los reflejos y su fuerza.
Sin embargo, no está al 100% de su capacidad por lo que tiene que pensar sus movimientos. Qumash en su tienda, Zhui descansando junto a sus hombres, y Sekkari lejos del campamento. El único gran problema es Theo, quien lleva un largo rato sin aparecer desde que salió Alex del lago.
Después de liberarse de las drogas en su cuerpo, abre la puerta de la jaula sin hacer ruido y semidesnudo corre a través del campamento a increíble velocidad. En el camino toma una cuchilla y degüella a los que se encuentran dormidos, mujeres y hombres sin distinción, deteniéndose en los niños a quienes solo mira con cierta tristeza y les advierte que se callen.
Cuando se presenta ante las jaulas de los esclavizados, abre la puerta y amablemente los invita a salir en silencio. A varios metros ve que el grupo de Sekkari se acerca y afianzando sus piernas contra el suelo, impulsa su cuerpo hacia el segundo al mando y pasando a su lado en un movimiento perfecto lo hiere y arremete contra los demás.
Una hora más tarde, Qumash sale de su tienda acomodándose el pantalón y luego el cabello. Ve la sangre desparramada por la arena y una gran pila de ropa que no alcanza a distinguir que es y junto a ello, Alex mirando la pira y una intensa sed de sangre que lo envuelve. Qumash camina despacio y silencioso mientras porta su hacha:
—Con que ahí estabas. — dice Alex sin voltearse.
—¿Qué mierda está pasan…? — se queda perplejo al ver los cuerpos de todos aquellos abinues que conformaban el grupo, hombres y mujeres a excepción de los niños y también los esclavistas. Busca con la mirada a Zhui y lo encuentra flotando sobre el lago con muchos de sus hombres, adornando con tintes rojos el agua.
—Tú mismo lo dijiste Qumash. Todos somos esclavos de algo y en eso tenías razón excepto por algo. Yo no soy esclavo de mi arrogancia o buscar la aprobación. Mas bien soy esclavo de mi misión de hundir a cierta persona y tu…¡me la hiciste difícil bastardo inútil!
Usando una velocidad increíblemente imperceptible, se acerca por detrás de Qumash y de una patada a la cabeza lo tumba contra el arenoso suelo. Le da un gran pisotón en la pierna derecha y rompe sus huesos, dejándole fractura expuesta:
—¡Aaaaaaaaaaaaaaaaghhhhhh! ¡maldito seas, maldito seas! ¡mi pierna! — se toma de la pierna, enfurecido de dolor. Maldiciéndolo una y otra vez.
—¿Qué pasa? ¿Temes al status quo? — pregunta sarcásticamente.
—¡E-Eres un maldito monstruo! — grita Qumash.
—En algo concordamos, pero la diferencia es que no me arrepiento de eliminar a basuras como ustedes. Piénsalo de esta manera Qumash, la basura debe ser eliminada y lo he hecho. — responde Alex.
—Si tuvieras las agallas habrías de silenciar a los mocosos. Van a revelar a donde te diriges y te daremos caza.
—Puede ser, pero bajo ninguna circunstancia son mis enemigos. Solo son víctimas de una vida que los llevaste a seguir. No mataré a inocentes ¿fui lo suficientemente claro?
—Estas cometiendo un terrible error y en cuanto llegue Sekkari verás de lo que somos capaces.
—Oh, si, sobre eso.
—¿Ah?
Alex se acerca a una pila de cuerpos acumulados por el mismo joven para transformarlos en una pira ardiente con la que advertirá a todas las tribus y esclavistas a la redonda. Allí toma algo y lo lleva como si fuera una pequeña bolsa hasta Qumash y se lo arroja hasta que llega rodando a sus pies:
—¡¿Qué mierda?! — se asusta al ver que eso era la cabeza de Sekkari, ensangrentado y sin una de sus orejas debido a la cuchilla que Alex pudo obtener en medio del combate— Tendría que haberte matada cuando tuve la oportunidad. Esos destellos en tus ojos y aura, no son normales.
—¿Qué tanto balbuceas? Te estoy dejando vivir un poco más porque quiero respuestas y más te vale que me digas todo lo que quiero, pedazo de infeliz. — se acerca y lo toma del cabello largo y sucio por la arena y sangre— Comenzando por lo siguiente ¿Dónde se encuentran las vías del ferrocarril que pasará con los criminales?
—¡Jajaja! Debes estar demente para que yo responda ¡aaaaaaaaaaaaaaaggghhhhhhhh! — grita de dolor cuando Alex le toma el hueso de la pierna y tira hacia atrás— ¡Bastardo infeliz!
—Shhhh…tranquilo. — le cubre la boca y se acerca— Dime lo que quiero saber y te mataré sin dolor. Continúa haciéndote el idiota conmigo y aplastaré tu cráneo sin problemas así que ¡habla maldito imbécil abusivo!
—…—asienta con su cabeza.
—Bien, donde pasará el ferrocarril. Eso primero.
—H-Hay u-una estación a veinte kilómetros. Se…supone que está vigilada al punto…de que no podemos acercarnos a menos de cien metros. Se encuentra al Oeste, no estoy seguro bien en qué dirección.
—Con eso me vasta. Lo siguiente es ¿de qué pueblo trajeron a estos mocosos? No son de la academia. Zhui mintió en eso así que dime tu o quizás ¿te mintió a ti también?
—¡No lo sé! ¡el bastardo infeliz se iba con su gente y a las semanas llega con productos y artículos humanos! T-Tengo entendido que atacan pueblos en las fronteras donde no hay protección y aprovechan las circunstancias.
—Con eso es suficiente.
—¡Por favor no me mates, te lo suplico! — se arrastra hacia los pies de Alex mientras este lo ve asqueado.
—No, claro que no. Es más, me enseñaste mucho y te lo agradezco. Puedes irte. —al decirle eso el rostro de Qumash se ilumina con esperanza por sobrevivir hasta que Alex irrumpe el arrastre el esclavista y de una patada le rompe todos los dientes y lo desmaya— Imbécil, conmigo nadie se mete.
De repente, siente mareos que lo llevan a caer de rodillas debido a que los sedantes no se han ido del todo por lo que indudablemente requiere tratamiento especial para expulsar lo que queda:
—¡Carajo, no puedo estar más comprometido! ¡¿huh?! — mira hacia atrás que se acerca Theo— Por un momento te había perdido de vista. Así que todo este tiempo estuviste vigilándome ¿no? Dime una cosa Theo, ¿fuiste tú el que disparó estas flechas?
—…—asienta con la cabeza y acá un papiro en el que comienza a escribir.
—Oh cielos.
—“Te acompañaré, si te parece bien” — muestra su escrito a Alex.
—No necesito a idiotas discapacitados.
—…—saca otro papiro y escribe.
—Esa es una buena razón para no dejar que vengas ¿huh? — mira lo que Theo escribió.
—“Soy como tú. Bastardeado y con una misión muy difícil”
—Dices que eres como yo. ¿Acaso tu?
—…—asienta con la cabeza y guarda su arco y flecha.
—El mundo si que es pequeño. Puede que me seas útil, aunque esto de comunicarnos será complicado.
—…—hace unas señas que Alex no alcanza a entender.
—¡No, no, no! ¡no haré esos movimientos raros, solo usa la maldita escritura! — toma varios harapos y se los coloca— Esto es mejor que nada. — se cubre con un trapo la cabeza— En marcha, Theo.
Theo se detiene y escribe en otro papiro. Alex mira que ha escrito su nuevo compañero y luego mira a los niños supervivientes a un lado y a los esclavizados por el otro, mirándose con odio y ánimos de matarse unos con otros.
En ese momento recuerda que Qumash no dijo por nada el hecho de que somos esclavos de algo, dinero, amor, odio o venganza, nadie queda fuera de eso y quienes sí, los niños, están hirviendo de sed de sangre, sobre todo los esclavizados despojados de toda libertad y lejos de sus familias.
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