Academia de Asesinos - 39
A la mañana siguiente en la Academia, esta rebosa de un inusual movimiento y escandalosas voces que se desparraman por todo el frente y patio. Chicos de cursos más grandes reciben a los de primer año con folleto y papeles de inscripción.
Como cada año en el segundo semestre, los chicos de primer año deben de escoger un club para pertenecer hasta que se gradúen de la academia y con ello poder obtener logros que les permitan un ascenso hacia las leyes o ser del grupo que suministra apoyo a los cuatro grandes.
Estos clubes existen desde hace no más de cincuenta años y han servido para reclutar a potenciales espadachines, espías, especialistas en medicina, herbología, venenos, armas de fuego entre otras especialidades. No obstante, también existen otras donde son bien apreciadas para aquellos que no desean ser asesinos activos como especialidades en cocina, herrería, textiles, por ejemplo. Esto según el gusto y deseo de cada chico.
Kaizer llega a la entrada y es atacado por decenas de chicos representando a sus clubes con la intención de reclutarlo a él y otros más que van llegando. El infierno en la tierra para aquellos con fobia social. Inmediatamente se preocupa por Megumi al recordar que ella sufre de fobia social y se sentiría incómoda al ser acosada por varios hombres, entonces corre hacia la entrada donde la ve llegar e inmediatamente varios chicos y chicas corren a su encuentro.
Detrás de ella se acerca Kamata con mirada penetrante que alerta a los entusiastas estudiantes y los obliga a moverse a un lado. El pánico toma posesión de sus espíritus. Nadie desea meterse en el camino de un chico considerado peligroso entre los de primer año. Incluso los de años superiores no desean encontrárselo.
Entonces Kaizer se apresura a ir con ella:
—Megumi ¿Cómo te sientes?
—Hola Kaizer — lo abraza feliz luego se siente avergonzada por ser tan impulsiva como para hacer eso y retrocede sonrojada— E-Estoy bien, gracias.
—Qué bueno. Me alegra mucho.
Juntos, recorren los puestos de clubes colocados a lo largo del camino entre la entrada y la puerta al edificio de la academia. Miran curiosos los clubes que buscan nuevos miembros, principalmente de primer año.
Clubes de artesanías, textiles, cocina, arquería, arte, literatura, matemática, ajedrez, y muchos más, están listos para recibir a los interesados, aunque muchos estudiantes de años superiores insisten para evitar que se cierren debido a la poca cantidad de miembros. Abunda la juventud y con la venida de la primavera llena más de vida al lugar.
A lo lejos, Lucy observa con la emoción de alguien que disfruta de ver como los jóvenes viven sus dulces años con felicidad. No es tan diferente del deseo de Olympico o Hiroshi, ambos sacrifican sus vidas diariamente para que esos jóvenes pueden tener vidas plenas sin necesidad de sufrir las penurias de los conflictos adultos, aunque si fuera necesario, ellos estarían dispuestos a ponerse en la primera línea con los estudiantes.
No está en la mente de ellos como profesores el envolverlos en seda y colocarlos dentro de una cúpula de cristal. Hiroshi confía en el potencial a pleno de los jóvenes y siendo consciente de que la generación siguiente será más poderosa y definitiva que la anterior, por lo que no dudaría en poner su vida para entrenar y llevarlos a convertirse en asesinos completos.
Olympico no se queda atrás, así como tampoco Lucy, por eso es que siempre están en discusión y contradicción con Doncaster, alguien que, por temor a la perdida, no se anima a dar el paso más allá y con ello arrastra a los demás profesionales a seguir su ideología paternalista extrema.
Lucy recorre los puestos de clubes, encontrando alguno que otro interesante hasta que llega al que formó parte en su juventud, el club de insectos. Un club centrado en la pacifica afición de capturar, estudiar y disecar insectos del bosque y en ocasiones ir de excursión para poder encontrar en otros ambientes naturales.
En su momento llegó a encontrar el rarísimo espécimen de “escarabajo de cuatro cuernos” que solo se encuentra en las montañas del norte en una ocasión que hicieron una excursión con todo su curso al territorio del norte.
De su ojo y recorriendo la mejilla, cae una lagrima al recordar sus años de juventud y como estudiante, añorando rememorar esa época tan gloriosa y adorada por ella. Mira más al frente que Kaizer y Megumi se le acercan, así que se aparta a un lado y deja que pasen sin que se den cuenta. Por alguna razón los ve muy adorables juntos:
—Ah, la juventud. Me pregunto si…algún día estos chicos puedan vivir su primavera como nosotros no pudimos a su edad. Hiroshi, quisiera al menos…poder vivir algo así…contigo…— piensa mirando al cielo que lentamente se va nublando acompañado por un viento fuerte que levanta folletos tirados en el suelo y algunos carteles colgados en los puestos.
Casi no hay ninguna conversación entre Megumi y Kaizer. La preocupación por ella queda demasiado en evidencia como muchas ocasiones y eso le da vergüenza al chico, quien intenta evitarle la mirada, pero sin querer roza su mano y ella sin siquiera inmutarse entrelaza sus dedos con los de él. Luego lo mira y sonríe:
—Se que puede parecerte extraño, pero me siento protegida haciendo esto contigo. — gira su cabeza, avergonzada, pero sin separar su mano de la de Kaizer.
—Yo…también me siento bien. — responde sin siquiera mirarla a los ojos, caminando torpemente a la par de ella y con el corazón acelerándose.
—Oye, mira ese club. —señala un puesto muy alegre con gente bailando y muchos papeles de colores que vuelan por los aires— Se llama “Club de la fiesta y celebraciones escolares”. Suena muy interesante ¿no te parece? — pregunta ella.
—S-Si, realmente lo es. — responde con su mano sudando bastante.
Un par de chicas caminan hacia ellos, Megumi las saluda y se pone hablar con ellas, entre risas y abrazos, por su parte Kaizer se aleja y busca algún club para unirse.
Observa el club de ajedrez, el de cocina, y llega a uno que le provoca nostalgia que es el club de panadería. El hombre que muchos años lo acogió y protegió y sigue trabajando solitariamente en la ciudad, alguien a quien considera su única figura paterna. Ese club le recuerda mucho a ese hombre, pero como cree mejor seguir su vida como le plazca sin seguir ningún camino que no forme parte de su esencia, se aparta y continua su recorrido hasta que ve a un grupo de estudiantes con las manos vendadas, formados y lanzando puñetazos al aire. Eso le llama poderosamente la atención.
Parados firmes y puñetazos al frente, uno, dos, tres, varias series de esos movimientos. Sin dudar y sin perder el equilibrio sobre sus pies, eso es el “deujong laujong” o mejor conocido en el Oeste como “la pisada del dragón”, un arte marcial centrado en el posicionamiento y la fuerza con la que uno mantiene su energía sobre los pies.
Este arte marcial se utiliza mucho entre los monjes que vigilan los templos en el este y sirve no solo como manera de vigilancia y tener resistencia para soportar muchas horas e incluso días parados como también manera de entrenamiento y fortalecimiento, sino también en el combate con el que las patadas logran una inmensa cantidad de fuerza. Los puños se establecen como el arte más alto de nivel en el deujong laujong, ya que con la energía de los pies también se reúne en los puños para atacar. A pesar de ello, son pocos los practicantes que dedican su tiempo a practicarlo.
Solo un especialista podría dar explicación concreta y fácil sobre este arte marcial.
Kaizer se acerca a ese club, interesado por los toscos movimientos pero que al parecer deja en vista una fortaleza física y mental que el necesita para el futuro. Lo necesita para afrontar los peligros y proteger a sus amigos.
***PARTE III***
Kamata recorre los edificios adyacentes de la academia, buscando un poco de paz al ver y escuchar los escándalos de estudiantes intentando reclutar a clubes. No puede soportar siquiera las risas o corridas entre pasillos para escapar de los estudiantes de años superiores que con folletos en sus manos intentan convencer de unirse a sus clubes.
Su camino en solitario lo lleva hacia una pequeña casona cerca del límite con el bosque detrás de la academia y allí escucha sonidos de muebles arrastrándose. Por la curiosidad de eso, Kamata se acerca lentamente y trata de tirar hacia afuera la puerta, pero luego se percata de que es estilo oriental, entonces la corre a un lado y ve a una chica un año mayor moviendo cosas y limpiando. Ella vista un kimono con hombreras, cabello corto oscuro y por lo que puede ver, es mucho más alta que él y musculosa.
La brisa fresca de afuera y puerta abierta hace que ella se detenga y voltee a mirar, encontrándose sus ojos con los de Kamata.
Por unos largos segundos el tiempo se detiene y sus ojos no se apartan por nada del mundo hasta que ella rompe el hielo, emocionada:
—¡Hola, bienvenido! —se acerca a él.
—H-Hola. —dice tímido.
—¿Tu eres? —pregunta ella.
—Kamata.
—Oh, yo soy Kotomi. —le dice con una sonrisa amistosa—¿Quieres entrar? Hace mucho frío.
—…—mira hacia adentro y ve arcos y flechas, espadas de Kendo y bastones de madera.
Por lógica y poderosa razón lo lleva a entrar y cerrar la puerta.
Kotomi prepara un poco de té, introduciendo flores aromáticas y hierve la tetera mientras arma una mesa para poder beber allí:
—Oh, disculpa ¿Podrías alcanzarme esas tazas de té de bambú? —le pide Kotomi.
—Si. — se acerca a unos cajones con cubiertos y algunos vasos y tazas. Toma dos tazas de bambú color verdad y se los entrega a Kotomi quien coloca el agua con flores dentro y un distintivo color rosado seguido de un aroma bello y refrescante.
—Me tomé el atrevimiento de servirte, espero que sea de tu agrada. Te relajará y ayudará con el frío.
Kamata acepta la taza y bebe hasta la mitad, aunque estuviera hirviendo el agua. Cuando se da cuenta Kotomi de eso se queda boquiabierta:
—¡E-Espera está muy caliente!
Kamata termina bebiendo todo el té y sin inmutarse, suspira y muestra su taza, sonrojado y mirando a un lado:
—E-Esta delicioso. ¿Podría ser un poco más? —pide el chico.
El método de Kotomi para atraer miembros al club de kendo es algo inocente, ofrecer un delicioso té, pero con Kamata funciona a la perfección y hasta pide un poco más para cubrir su nariz con la fragancia de las flores y el calor del agua en su cuerpo:
—Ten. — le da la taza llena de té y vuelve a su asiento— ¿Qué te trae por aquí?
—Pase por aquí y escuche ruidos así que me guio hasta aquí. — mira las espadas de madera— ¿Este es un club de kendo?
—Si, bueno, lo era. Hace meses que no funciona. — dice Kotomi
—¿Por qué no funciona? —pregunta Kamata.
—No creo que te interese es una historia algo larga y tengo que continuar limpiando este lugar. — dice la chica.
—Insisto.
—¿Seguro? — pregunta Kotomi.
—Si, este lugar es fantástico, algo descuido, pero fantástico. Necesito saber porque un lugar así está en estas condiciones y porque no funciona. — dice sin apartar sus ojos en ella.
—Pues veras…
Kotomi le explica que el club se componía de seis miembros y de los cuales cinco eran de último año. Ella era de primer año y desde el primer día forjó una gran relación con los mayores al punto de que gracias a su entrenamiento pudo convertirse en una gran espadachina en el kendo.
Cuando los cinco de último año se graduaron, ella se quedó sola y poco a poco el club fue desmoronándose y en el último tiempo intento evitar que fuera desintegrado. Varios profesores rechazaron, pero fue Hiroshi el que evito la caída del club de kendo ya que siendo uno tan antiguo, fue él profesor y ex ley viviente uno de sus miembros más legendarios.
Kamata escucha cada detalle de la lucha de Kotomi para impedir que tal honorable lugar fuera cedido a otro club. Se escucha en cada palabra, frase, detalle, el dolor de alguien que pudo encontrar su segundo hogar dentro de la academia, acompañada por personas maravillosas a quien llamar “superior” y ahora que pudieron alcanzar su graduación, la chica deja caer sus lágrimas y las seca con la manga de su ropa.
Él se maravilla sin darse cuenta. La realidad es que por primera vez una causa tan noble como impedir que el club se desintegre enciende su corazón con fuerza. Se pone abruptamente de pie y con el rostro emocionado mira a la chica y la toma de ambas manos, tomándola por sorpresa:
—¿Huh? — se queda estupefacta.
—¡Te ayudaré a recuperar miembros! ¡no, voy a convertir al club en el más grande de todo el Oeste! — le promete con el poco tacto que lo caracteriza.
—¡¿Heeeeeeh?!
Kotomi siente que su pecho late y late muy rápido mientras que Kamata solo tiene un deseo…entrar en el club de Kendo para tener un lugar donde entrenar y volverse más fuerte.
Los dos jóvenes tienen la misma meta y diferentes sentimientos al respecto. Ella siente algo en su corazón que la hace poner nerviosa con él allí y Kamata, no tiene la capacidad para entender a la chica y lo ignora.
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