Academia de Asesinos - 41
Días más tarde, Kaizer y Lucian recorren la academia yendo hacia los clubes que eligieron siendo la primera experiencia que ambos tendrán, por su parte Megumi había empezado mucho antes el club de artesanía, siendo una actividad que la mantiene muy ocupada y enamorada por completo. Sea crear una pequeña escultura o un muñeco de tela, la artesanía es su gran pasión en la vida.
Lucian ya le había revelado a su amigo el club al que pertenecerá y es el de tiro con arco. La academia no puede entregarle armas de fuego a un estudiante de primer año por lo que se reserva ese derecho cuando llegan a segundo o según el caso, tercero. Kaizer, por su parte, no quiere revelarle aún donde se inscribió, creyendo que lo vería raro y recordando la cara que puso Megumi cuando se enteró.
Seguramente la vergüenza haga que sea visto como un rarito que le gusta la violencia, aunque es más que eso, ya que Kaizer ve interesante los movimientos que se efectúan en ese arte marcial y la profunda meditación que se realiza previamente y después de la actividad. No está seguro si hay torneos, y ruega que no, pero siente que demostrarse a sí mismo de que es capaz con entrenamiento lo entusiasma:
—¿Por qué tienes que ser así? No es justo. Eres un desgraciado. — maldice Lucian.
—No te pongas así. Mañana te lo diré ¿sí? — dice Kaizer.
—Yo te conté desde hace días a donde me inscribiré, pero tu…bastardo…—murmura Lucian.
—Lo siento, lo siento.
—Haaaa, por cierto ¿Sabes algo de ese chico, Kamata?
—Megumi es la que sabe dónde está. —dice Kaizer—¿Por qué?
—Bueno, usualmente lo veo deambular solo por los pasillos en los recreos, pero desde que volvimos de las vacaciones no lo he visto mucho.
—Si, es cierto. Supongo que encontró algo con lo que mantenerse ocupado.
Lucian y Kaizer llegan al patio principal, donde se separan y casa quien va por su camino rumbo al club correspondiente.
En el camino, Lucían se cruza con aquella chica de cabello azul y mirada directa pero dulce personalidad como lo es Maia. Sin saber qué decirle, Lucían camina rápido y no la mira, pero cuando le pasa por al lado siente el aroma refrescante del perfume que ella se pone desde hace tiempo para atraer la atención de él:
—Que rico olor. —piensa Lucían y es un pequeño vistazo a Maia, que se aleja regresando a su hogar en el orfanato.
Mientras tanto, Kaizer corre la puerta de un dojo preparado para el club de artes marciales y encuentra a un grupo de ocho chicos de todos los años de la academia lanzando puñetazos sin moverse de su posición. Como con forma de aura danzantes, Kaizer nota que hay una intensidad abrumadora entre cada movimiento de cada peleador, destacándose el presidente del club llamado Anthony, estudiante de último año y campeón regional.
Kaizer presiente también una figura más que se mantiene estática y sospecha, es el presidente del club, observando a los demás chicos de años menores como entrenan.
Desde el dojo, se escucha al presidente decir:
—Nuestro nuevo miembro ha llegado. Corre la puerta y denle la bienvenida como corresponde.
El vicepresidente del club camina hacia la puerta y lentamente la corre hacia la derecha, revelándole al chico un enorme salón de madera con influencia oriental de los templos.
Muchos profesores que hacen viajes al Este llegan fascinados con la cultura de los monjes de templos y a causa de ello crean edificios y salones para clubes destinados a dicha influencia como las artes entre ellas el cómo hacer té, textiles y hasta cocina.
El vicepresidente, Paul, la indica que puede entrar y acercarse al presidente quien le dará la bienvenida. La animosidad es absoluta y Kaizer se da cuenta de ello, pero lo que más le da curiosidad es como ese chico, el presidente, supo que se encontraba detrás de la puerta siendo que no hizo siquiera ruido aún con las zapatillas en la entrada, siguiendo las reglas y costumbres de oriente:
—Hola, tu debes ser Kaizer. Me llamo Anthony, presidente del club de este arte marcial que puedes llamar “El Estilo Dragón”. — extiende su mano para saludarlo.
—Es un gusto conocer…
Cuando Kaizer le extiende también su mano, Anthony le toma violentamente del brazo con la intención de darle una feroz bienvenida y ver que tan prometedores es el chico. Sin embargo, al momento de levantarlo para tumbarlo contra el suelo, Kaizer se zafa el último instante y gira en el aire para caer de pie.
Los estudiantes del dojo se quedan perplejos, mirando a Kaizer y como Anthony queda inclinado aún sin moverse. No es como si sufriera un dolor o ataque, es imposible para alguien experimentado a nivel juvenil, pero se pregunta que acaba de suceder siendo que lo tenía bien agarrado del brazo. Entonces se recupera poniéndose recto y mirándolo fijamente:
—Bien, felicitaciones por tal demostración de tus prometedoras habilidades. Puedes formarte allí en el medio con tus compañeros. Denle la bienvenida a Kaizer de primer año.
Tras una cálida bienvenida, Anthony pone a entrar en calor a todos los estudiantes corriendo alrededor del edificio ante la vista de los estudiantes que salen de otros clubes entre ellos, Megumi, que observa a su amigo esforzarse al máximo. Es la primera vez que lo ve junto a otras personas que no es ella ni Lucian. Le da muchísima curiosidad saber a qué club se inscribió.
Anthony y Paul corren al frente del grupo, manteniendo el ritmo de los demás. Paul le pregunta al presidente sobre Kaizer:
—¿Qué piensas del nuevo?
—Al parecer es alguien que se muestra muy desmotivado, pero creo que no es algo para preocuparse. Además, no puedo comprender como es que se zafó de mi agarre. Interesante, muy interesante.
—Será un gran talento para el club. —exclama Paul.
—Seguramente, pero este es el primer día para él por lo que no tenemos que dejarnos llevar. Mañana será un nuevo día. Podremos verlo un poco más.
—¿Quieres preparar algo para los novatos? — pregunta Paul.
—Solo actividades de uno contra uno. Y quiero que pongas al mejor nuestro contra Kaizer. — ordena Anthony.
Paul lo mira, confundido por la orden del presidente del club y en un instante Anthony esboza una sonrisa brillantemente entusiasta. Solo el vicepresidente presencia esa expresión:
—¿Anthony? — pregunta Paul.
***PARTE II***
Mientras tanto, Kamata y Kotomi practican son espadas de madera. El joven agita una vez más su espada y por la fuerza que pone, así como la poca resistencia que pone la espada de madera, obliga al arma de practica a partirse a la mitad. Para Kotomi no quedan dudas de que algo falla en el estilo de Kamata:
—Como decirlo…usas demasiada fuerza, pero hay algo más…—dice Kotomi.
—¿Algo como qué? — pregunta Kamata.
—No sé cómo explicarlo. Quizás sea…no lo sé… ¿algo interno?
—No comprendo lo que dices. ¿Gases? ¿dolores estomacales?
—Jajaja, no, tonto. Sino algo aquí. — toca el pecho, en la zona del corazón de Kamata.
—Hmmm…sigo sin entenderlo. — la mira, confuso.
La presidenta del club de kendo busca las mejores palabras para que entienda:
—Hay algo en tu corazón que hace que no puedas sacar todo tu potencial. Solo con ver el efecto en la espada y el viento me doy cuenta de que tienes mucho talento además de ser muy disciplinado.
—Es demasiado complicado de entender. Solo dime que debo hacer. — le pide Kamata y toma otra espada, la séptima del día.
—Veamos, un consejo que puedo darte es que sostengas la espada con calma y no tan rígido. Respira muy hondo y trata de no luchar contra el viento, deja que este sea el que te indique cuanta fuerza poner.
—…—mira su espada y cierra los ojos.
Dispuesto a mejorar por todos los medios, Kamata se relaja y frente a Kotomi, lentamente una misteriosa aura color roja envuelve el arma y alrededor el ambiente se tensa al punto de que ella empieza a temblar, pero del asombro mantiene su mirada en la situación:
—No sé qué ocurre, pero puedo asegurar una cosa…—ve a Kamata pisar con fuerza el suelo, dejando una pequeña grieta bajo sus pies— este chico es un verdadero monstruo en potencia.
Sin saber que ocurre, Kotomi se da cuenta de que Kamata ha desbloqueado una extraña capacidad de la que ambos no tienen idea, pero es tan poderosa que cuando él agita levemente su espada de madera, la pared de frente es cortada violentamente, dejando una marca que casi destruye la estructura.
Rápidamente Kotomi lo detiene antes de que destruya el club y le quita el arma, dejándola a un lado e invitándole un té:
—Eso fue asombroso. ¿Tenías tanta fuerza? Nunca lo habría imaginado. —dice Kotomi.
—Entreno todos los días sin parar, supongo que estoy acostumbrado a sentir cualquier espada como la extensión de mi cuerpo. — reconoce Kamata mientras mira sus manos llenas de ampollas y partes endurecidas— Pero reconozco no haber usado toda mi fuerza.
—Increíble. — deja escapar Kotomi.
Kotomi pone su mirada en la marca que dejó su compañero y se le dificulta dimensionar si no usó toda su fuerza, lo que significa que, si fuera el caso, el edificio no hubiera podido soportarlo.
Da varios sorbos a su té y guarda silencio unos segundos, sintiendo el fresco aroma y dulzor del líquido. Usualmente cuando se siente tensa, nerviosa o solo necesitando relajarse, Kotomi recurre al té de sakuras o de matcha, todo traído de su territorio natal en el oriente. Kamata enfoca su atención en una espada que yace en la pared junto a un altar religioso:
—¿Es real? — pregunta el chico.
—Si. Es una espada considerada como maldita, regalo del profesor Olympico. — dice Kotomi.
—Puedo verlo. — dice Kamata.
—¿Qué dices? — pregunta Kotomi.
—No, que puedo verlo. Irradia una energía oscura y tenebrosa como para que alguien pueda usarla. — responde Kamata.
—¡¿Qué dice?! — se pregunta Kotomi, muy sorprendida— Esto no tiene ningún sentido. Yo no puedo ver nada salvo sentir pequeños cambios en la atmosfera, pero él alcanza distinguir las manifestaciones malditas de la espada. — piensa en shock.
—¿Estas bien? Hoy te encuentro más distraída de lo usual. — le dice Kamata.
—Je, je, je… ¡¿Cómo dices que estoy distraída?! —le golpea en la cabeza.
—Perdón por eso. — dice Kamata.
—Hooo, eso es un gran cambio. — se sorprende de que el chico se disculpe, considerando que cuando se conocieron abundaba la timidez, pero con estar en el dojo de kendo, solo eso es necesario para relajar a Kamata— Para tu mala suerte es un arma prohibida según Olympico. Ni siquiera yo quisiera tocarla así que tu no serás la excepción. No te dejaré.
Kotomi espera que Kamata suplique al menos, como para demostrar mayor interés, pero este solo se queda mirando a la espada como hipnotizado por alguna extraña voz que lo llama, pero ni así hace que se mueva de su sitio:
—Ven…acércate…úsame…mata…mata…mátalos a todos— repite la voz una y otra vez en su cabeza.
Habiendo oído esas palabras muchas, muchas, muchas veces en tan poco tiempo, Kamata se levanta de su sitio ante los ojos de Kotomi y levanta su mano como si intentase alcanzar el arma. Mientras, esa voz insiste en que él la tome, pero en lugar de ello, cierra su puño y lo gira para luego levantar el dedo medio y mostrarlo a la espada:
—Vete al carajo. — sonríe y desafía a esa misteriosa y sádica voz.
***PARTE III***
En un bar de Pumbakar, Olympico y Lucy se reúnen para beber algunas cervezas y conversar sobre lo sucedido el otro día donde fueron objeto de vigilancia por parte de enemigos que los observaban entre la oscuridad hasta el amanecer.
Como siempre, Olympico se pide grandes pintas de espumante cerveza traída del territorio Sur mientras que Lucy siempre apela al té helado con una gran bola de hielo:
—Todavía no encontraron a los espías. ¡Aaaahhh, que frustrante! — dice Olympico.
—Nos observan en nuestro territorio, es indignante. —añade Lucy.
—Me preocupan más los chicos. Pueden ser víctimas de secuestros o algo peor.
—¿No habías propuesto a Doncaster usar unos edificios aledaños como dormitorios? —Lucy bebe lo que le queda de té helado.
—Si, solo resta saber qué decisión tomará.
—Suenas optimista, eso es raro en ti. — sonríe Lucy.
—Bueno, ese es un proyecto que lleva tiempo, pero ahora está algo estancado.
Otra de las razones ocultas para que Doncaster acepte es observar muy de cerca el desarrollo de cada estudiante y sobre todo los apuntados para ser considerados como líderes de la nueva generación. Olympico y Lucy, al igual que Hiroshi forman parte también de ese proyecto. No todo en la academia es acoger a chicos que desean hacer el bien sino también encontrar a los que a futuro puedan liderar y llevar al continente a una época de paz y prosperidad:
—¿Crees que hice bien en entregar esa arma al dojo de kendo sabiendo que Kamata se ha unido? Me siento culpable de que estemos dándoles a ellos una carga que no tienen por qué soportar. —se preocupa Olympico de que sea un gran error tener que cargarles con todo el futuro a ellos.
—Todos estamos sintiéndonos así. Los adultos por lo general pecamos de restrictivos y sobreprotectores, así como también dejarles transitar un camino espinoso y complicado. — sonríe Lucy— Cielos, somos hasta menos preparados que ellos para afrontar cuestiones que necesitarían toda la responsabilidad posible.
—¿Verdad? Siento que hacemos mal en dejarlos transitar por ese camino peligroso, pero ¿sabes algo? tengo la corazonada de que esta generación dará que hablar para siempre. Dios me oiga para será infinitamente mejor que nosotros y los anteriores. — levanta su pinta de cerveza a medio camino y exclama con fuerza— ¡Salud por esta nueva generación! — se bebe la cerveza hasta el fondo.
***PARTE IV***
Al día siguiente después de las clases, Kamata llega al dojo y encuentra a Kotomi en el suelo con espuma en la boca, temblando y con una espada de madera en la mano. Rápidamente el chico corre hacia ella e intenta socorrerla, desesperado y sin saber qué hacer ante esas circunstancias piensa en llevarla a la enfermería que hasta la medianoche trabajan en la academia. Entonces la levanta entre sus brazos y lleva a la enfermería donde ni bien la ven en esas condiciones, los médicos le hacen reanimación con masajes abdominales y respiración boca a boca.
Kamata espera afuera, sentado junto a la puerta, preocupado y en silencio rogando que esté bien. Es la segunda vez en su vida que se preocupa por alguien más, siendo Megumi la única hasta el momento, pero ahora piensa en cómo debe de estar Kotomi y que fue lo que le pasó.
La puerta de la enfermería se abre y la enfermera sale de allí para explicarle a Kamata que sucedió. Al mismo tiempo, Lucy se aproxima corriendo, preocupada por su estudiante:
—Profesora Lucy, que bueno que haya llegado. — dice la enfermera.
—Si, una disculpa por llegar tan tarde. Estuve con unos asuntos burocráticos en la sala de profesores. — explica Lucy.
—¿Cómo está ella? — interrumpe Kamata ante la mirada de ambas.
—Kotomi sufrió otro ataque y parece que, si no hubiera sido por el joven, ella podría haber muerto. — dice la enfermera.
—Oh, no. Entonces tendríamos que evaluar si ella puede o no continuar. —dice Lucy.
—¡Hey, hey! — grita Kamata, molesto porque ellas hablan entre si como si no estuviera— ¡explíquenme que está pasando! ¡¿Qué ataque tuvo Kotomi?! ¡¿algún enemigo?! ¡díganme donde está para que pueda…!
—No Kamata. — niega Lucy con su cabeza— Kotomi sufre de ataques epilépticos.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? — Kamata queda en shock.
—Sufrir ataques de epilepsia no es algo raro. Hay muchas personas que lo sufren y aun así llevan vidas normales, obviamente que siempre acompañadas de alguien que sabe tratar su situación. — dice la enfermera.
—Yo…no lo sabía. Pero ¿Qué pasará con ella?
—Para ser realista y con este ataque, Kotomi ya no puede seguir en la academia. — dice Lucy sin dar vueltas al asunto.
Como si todo el peso negativo del mundo lo aplastase, Kamata regresa al club sin haber visto a Kotomi. La enfermera intenta detenerlo para preguntarle si la quiere ver, pero Lucy la detiene y niega con la cabeza:
—Es un buen chico, pero pone demasiadas expectativas en las personas que considera como iguales o sus modelos a seguir. — dice Lucy.
—Debe de ser un golpe duro para él. —dice la enfermera.
—En estos momentos debemos apoyarnos en nuestros amigos o pares, Kamata pudo encontrar a alguien con quien compartir su pasión. Seguramente esto lo destroce, pero como siempre se trata de madurar a esa edad tan crítica. —responde Lucy.
A la semana siguiente, Kotomi llega al dojo y encuentra todo ordenado y limpio. El suelo trapeado al igual que las paredes. Junto al altar el joven reza con sutras incluido, todos los artículos posibles en su mano. Para no interrumpirlo, ella se queda sentada en la entrada, escuchando que entre sus rezos se encuentra Kotomi y la petición de que se recupere.
Después de eso, Kamata se levanta y deja los artículos de donde los tomó y voltea, encontrándose a la chica con rostro sonrojado y sin poder verlo a los ojos:
—¿Q-Quieres té? — pregunta ella.
—Claro, pero deja que yo lo haga. — dice Kamata.
Kamata prepara el té, calentando el agua y llenado las tazas con flores de sakura en su interior. El silencio es incómodo mientras beben el contenido en tramos entrecortados.
Kotomi decide ser la que rompa el hielo:
—Supongo que tendrás muchas preguntas o hasta debes de estar decepcionado de mi…
—¿Sabes qué? Vamos a practicar. Un espadachín no debe dejar de entrenar cueste lo que cueste. Para eso nacimos. —se levanta de su sitio y camina hacia el centro del dojo. Se detiene y voltea a mirarla— Además los padecimientos que tangamos no deben de ser una excusa para ser mejores. Te lo dije el primer día que me uní, te ayudaré a reunir muchos miembros así que tienes que ser fuerte.
En ese momento, Kotomi ve en Kamata no solo un amigo o compañero sino a quien reúna todas las probabilidades para llevar al kendo al lugar que si merece la disciplina. Sonríe y decide seguirlo.
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