Academia de Asesinos - 43
Al día siguiente, el club de Kendo se pone en marcha con lo que Kamata es una operación muy importante y consiste en captar nuevos miembros para revivir al lugar ya que necesitan al menos tres estudiantes más sino seria reemplazo con otro club y para peor, muy temprano el chico se entera por su amiga Kotomi que el club que podría reemplazarlos es el de la ceremonia de té, actividad que detesta por ser demasiado tranquilo.
Sus intentos fracasan, uno tras otro los estudiantes apenas lo ven y huyen de él, ya sea por su fama de ser alguien problemático y peligroso como por la cara que pone al momento de pedirles que se unan o cuando explica en que consiste el club y los eventos durante el año. Todos corren asustados.
Frente a la reacción de los demás estudiantes, Kamata regresa al dojo, molesto y con la sensación de que se burlan de él. Completamente equivocada es su molestia.
Kotomi le prepara un poco de té con algunas galletas recién horneadas por ella. Después de tal amargo momento, Kamata come esas galletas y su rostro se congela, abrumado por el dulzor y exquisites en su paladar. Jamás había probado tal masa y saboreado las capas de azúcar color negro. Por un instante los problemas desaparecen como si por arte de magia se tratase.
Kotomi sirve el té y se sienta frente a Kamata con la certeza de que él está preocupado:
—Me sorprendió que hayas venido en el recreo. Se supone que vendrías a la tarde ¿Qué pasó?
—Nada, solo quise pasar a ver como estaba todo en el dojo. — dice el chico sin que ella supiera nada. El orgullo es mayor de lo que parece.
—¿Seguro? Porque estuve hace un rato en el patio y te vi intentando entregar nuestros folletos y parecía que escapaban de ti. — dice Kotomi con la taza de té en su mano y mirándolo a los ojos.
—No pasó nada. —insiste con su orgullo en juego.
Aunque Kamata se resiste a contarle, la chica sabe que algo le ocurre. Llamarlo sentido femenino o que en su rostro se ve decaído y no tanto como un tigre feroz que suele verse:
—Pues a mí me parece que algo sucedió. ¿Por qué escapaban de ti? — insiste Kotomi, sin intenciones de perder ante el orgullo de su compañero— Además siempre te veo solo en los pasillos, cafetería o hasta en el descanso.
Kamata se siente arrinconado, así que por segunda vez en su vida decide contarle:
—Eres la segunda persona que por insistencia hace que le cuente algo que no deseo. Mi orgullo ¿sabes? Es algo insoportable, pero me ayuda a ser duro conmigo mismo…
—Y con las personas parece. — dice Kotomi.
—Si, también con ellos. — reconoce Kamata que su actitud es algo de lo que en cierta forma no podría estar orgulloso.
—Cuéntame entonces ¿Qué sucedió?
—Esos chicos que corrían lo hacían para alejarse de mí. Yo…no tengo la mejor reputación, aunque imagino que los mayores no están al tanto debido a que tienen otras cosas que hacer, pero fui el que golpeó a unos nobles a principio del año escolar. También fui atacado y hospitalizado por ese motivo. Soy odiado por muchas cosas y lamento que así sea, pero debo convivir con ellos.
Kotomi continúa escuchando lo mal que se siente Kamata por su terrible reputación de lobo solitario y violento con aquellos que no le caen bien, aunque detrás de eso descubre que no es así. No siente desprecio hacia nadie, pero su propia filosofía de vida le da mayor importancia a la fuerza, honor, valentía y si todo eso lleva a defender lo que uno más quiere. También le explica que eso permite analizar a las demás personas entre ellas a Kaizer, y por eso admite que siente alguna clase de respeto por el chico con quien comparte clase. La fuerza que demostró al enfrentar a los nobles para proteger a sus amigos y valentía hizo que lo considerase digno. Pero siente que sigue atascado o, mejor dicho, dentro de un bucle violento en el que intenta hacer algo para encajar, pero los demás lo rechazan como si fuera un paria social:
—He cometido estupideces, lo admito, pero no es como si desee implorar por amistad de cualquier imbécil o estúpida. Le rehúso a mendigar. —dice Kamata, sorprendiendo con lo que dice a Kotomi.
—Siento que lo que dices es justamente algo que piensas con mucho entusiasmo y nada lo hará cambiar, pero ¿Te sientes a gusto así? ¿Eres feliz con ello? —pregunta Kotomi.
—No entiendo ¿A qué te refieres?
—Sientes que te mantienen al margen, pero te resistes a abrirte a los demás. ¿Quieres vivir de esa manera?
Kamata guarda silencio, pensativo y bebiendo un par de sorbos del té. Las palabras de Kotomi dan en el blanco y hace reflexionar al chico:
—¿No tienes amigos o gente a la que confíes mucho? —pregunta Kotomi, intentando llegar al núcleo de la cuestión o a una solución que ayude a futuro.
—Amigos…—se queda congelado con esa palabra.
En un instante se le viene a la mente a dos personas, ella y Megumi por lo que salen de su boca:
—Si, Megumi y Tu.
Kotomi se sonroja y bebe lo que le queda de te:
—¿Kotomi, estás bien?
—S-Si, es solo que me tomaste por sorpresa.
—Lo lamento, soy alguien que habla con la verdad.
—No te preocupes, no te disculpes. Olvídate de mí ¿Qué me dices de Megumi?
—Nos conocemos desde hace unos años, ambos somos como hermanos casi criados en un orfanato mientras esperábamos a entrar a la academia. —le cuenta brevemente.
—¿Confías en ella?
—¿Estás bromeando? Es torpe, violenta cuando se pone nerviosa o sorprendida y esa cara que pone cuando hago algo que no le agrada, da miedo además siempre está acompañada por ese tonto de Kaizer y Lucian, son unos idiotas…y…si, le confiara mí vida. Siempre se ha preocupado por mí y trató por todos los medios de incluirme a grupos. —sonríe.
Lo cierto es que Kotomi nunca ha dudado de que Kamata fuera un chico rudo y enérgico, pero también es cálido y alguien dispuesto a darlo todo por quienes aprecia y el solo hecho de nombrar a su amiga de la infancia, así como Kaizer y Lucian con aires de nostalgia y sinceridad es suficiente como para darse cuenta de que lo que en verdad busca el chico son amigos con quienes compartir la vida y vivir bajo la sombra deprimente de la soledad.
A pesar de que se siente halagada por ser considerada como amiga junto con Megumi, Kotomi cree que lo mejor es que Kamata tenga también amigos y no se aleje de su amiga:
—Creo que lo mejor es abrirte a las personas en quien confías o deseas hacerlo. Megumi, Kaizer y Lucian se escuchan como personas interesantes, pero veo que te cuesta ser sincero incluso contigo mismo. Cambiar el cómo te diriges a las personas es el principal secreto para mejorar tu propia vida. Es lo que creo yo. —dice Kotomi con gran verdad ya que lo pasa actualmente debido a que los mayores se graduaron y nadie acepta al dojo de kendo.
—Siento que es muy difícil. —responde Kamata.
—Si, nadie espera que sea fácil pero ahí está el asunto de insistir sin dejar que la presión te abrume. Lo lograrás, estoy segura. — lo alienta Kotomi.
En medio de tal importante conversación se escuchan golpes en la puerta del club. Kotomi se acerca para ver de quien se trata y ve que es un grupo de primer año y segundo, muy raro, pero con una sonrisa se predispone a hablar con cada uno de ellos que en total suman unos seis estudiantes.
Kotomi detiene su conversación y regresa con Kamata, que acomoda las espadas de madera:
—¿Quién era? — pregunta el chico.
—Pues…—señala hacia atrás.
Kamata se deja guiar por Kotomi y ve a un grupo de chicos de su misma edad e incluso un año mayor. Los mira con la ferocidad característica:
—Kamata, ten más tacto estos chicos vinieron al club para unirse. —le susurra Kotomi.
—¿Por qué me están mirando con esas caras de miedo y felices? — pregunta, confundido por la dual expresión de los chicos.
—Pues…en parte quieren unirse por ti.
—¿Qué?
Uno de los chicos de primer año se acerca y tembloroso le extiende la mano a Kamata:
—M-Mucho gusto…me llamo…Rowan…
—¿Huh? —Kamata se le queda mirando.
—Kamata…—murmura Kotomi y le golpea el brazo con el codo.
—Si, hola. —le responde Kamata al tímido chico.
Luego se incorporan a la presentación cada uno de los chicos y chicas interesados en entrar al club. Kamata recoge de una de las mesas los formularios de inscripción y mientras llenan la documentación le pregunta a Kotomi:
—¿Está bien que los dejemos inscribirse?
—Si, el interés es el primer factor que impulsa a la gente a aprender y practicar cosas nuevas. Me sorprende que preguntes. — dice Kotomi.
—Los veo demasiado blandos para lo que es la disciplina. — dice Kamata al observar la alegría y relajo en los rostros de cada nuevo miembro.
—El kendo no es una disciplina en la que debas estar constantemente presionándote a ti mismo sino más bien animándote a ir más allá de tus limites sin apartar la mirada de las cosas importantes. Es por eso que sigues rompiendo espadas de madera y maldiciéndote a ti mismo. La presión y no ver que es algo más el kendo te harán fracasar muchas más veces de las que triunfarás.
Mas tarde y con la oficialización de los nuevos miembros, Kotomi se escabulle lejos del edificio para dejar a Kamata a cargo, como una prueba en la que debe de dar sus primeros pasos para abandonar su soledad y abrirse a las personas, conocerlas y saber de ellas. Kamata alcanza a ver a Kotomi en la puerta, escapando, entonces él le lanza el gesto con el dedo del medio y rostro iracundo y ella responde sacando la lengua y un ojo guiñándole.
Mientras tanto, los nuevos miembros se le acercan a Kamata:
—Y bien ¿Por qué decidieron unirse al club? —pregunta Kamata.
—Muchos de nosotros sufrimos la hostilidad de los nobles y no sabíamos cómo responder, solo temíamos por nuestras vidas. Todos los días la vida escolar era terrible por ellos, creyéndose los mejores y nos llenó de mucha ira. —responde una de las chicas.
—La verdad es que solo deseábamos irnos de la academia o implorar a que el año termine para descansar de esa gente. Hasta que llegaste tu y comenzaste a intimidarlos al punto de que el solo mirarte hacía que ellos tuvieran miedo. Nos ayudaste a creer que las cosas podrían funcionar de otra manera. — añade Rowan.
—Todo lo que hice fue por una amiga nada más que eso. Yo no los conocía y jamás hubiera hecho tal cosa por desconocidos. —responde Kamata con lo director que es— Además deberían de agradecerle a Kaizer, él fue en parte causante de esas cosas, inclusive me salvó. — reconoce con el orgullo aún pisoteado, pero con tal deuda saldada en los puertos de Pumbakar.
—De alguna manera supiste darnos las herramientas y sabiendo que estabas en el club de kendo nos impulsaste también a querer seguir tus pasos. Eres un faro de luz para aquellos que carecemos de habilidades poderosas. —dice Rowan.
Kamata regresa en silencio a ordenar las espadas de madera y limpiar los muebles, mientras que los nuevos se queda mirándose entre sí, esperando alguna respuesta proveniente del chico:
—Nosotros…—se acerca Rowan.
—No se queden ahí parados. Ya forman parte del club así que ayuden a limpiar y ordenar. Kotomi es muy ordenada y no dudará en regañar a los que no hagan nada.
—¡Si, por supuesto! — dicen con voz firme y al unísono.
—¿Un héroe para ellos? Tremenda estupidez…—piensa y lanza una pequeña y honesta sonrisa.
Por la tarde del día siguiente, Kamata llega al club de kendo con intenciones de mejorar su técnica con la espada de madera que tan mal le está yendo. Al abrir la puerta se encuentra con Kotomi leyendo un comunicado de parte del club de prensa:
—¿Pasó algo? ¿eso es periódico del club de prensa? —pregunta Kamata mientras deja su mochila en una de las cajas para objetos personales— Los chicos llegarán en un rato. — nota que Kotomi está en silencio, leyendo el periódico—¿Kotomi?
—¿Te enteraste? — le entrega el periódico.
Toma el periódico y lee una noticia importante que dice:
“Las autoridades educativas han establecido como medida ente los continuos problemas de seguridad que los estudiantes de cada año sin excepción, serán trasladados a los edificios adyacentes de la academia. Sean de orfanatos o quienes viven solos como los de último año tendrán que llevar sus bolsos y en caso de muebles, se enviara a personal con el transporte. Los que tengan familia deberán entregar antes de fin de mes los permisos correspondientes. El director Doncaster junto con el profesor Olympico establecen que esta medida es de manera permanente y que ayudará también a mantener una seguridad mayor.”
—¿Esto significa que todos viviremos en el mismo edificio? — murmura Kamata.
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