Academia de Asesinos - 51
Como cada mañana, muy temprano, Kamata se prepara para salir rumbo al dojo que se ha preparado en el campus para aquellos estudiantes que, si lo desean, los fines de semana puede entrenarse como el chico. Así que antes de que tenga que ir a clases, camina rumbo al dojo donde Kotomi lo espera con un té y después de diez minutos inician el entrenamiento, primero con trabajo de respiración para fortalecer su resistencia y darle calma a la mente, luego hacer estiramiento para una buena sincronización del cuerpo y finalmente el choque con espadas de madera.
Después de varios choques con las espadas, Kamata siente una molestia en su hombro y detiene su avance. Kotomi baja el arma de entrenamiento y dice:
—¿Quieres que paremos por hoy? —pregunta.
—Siento un poco de molestia, eso es todo. —responde el chico.
—Si quieres…
—No, enserio, estoy bien. —levanta la espada con ambas manos, un estilo que no es para nada el que usa siempre.
Entonces Kotomi insiste:
—Será mejor que paremos por hoy.
—¡Puedo continuar!
—Tienes ese dolor en el hombro. Dale descanso porque si te sobre esfuerzas harás peor a tu cuerpo.
—¡Maldición! —se molesta y producto de la ira agita la espada y avienta contra el suelo.
Por el impacto del arma de entrenamiento, la espada que yace colgada como símbolo del club se cae al suelo. Kamata se inclina varias veces y pide disculpas:
—Perdón, perdón, perdón. Soy un grandísimo torpe.
—Tranquilo, no es la gran cosa.
—Deja que lo recoja.
—Yo no lo haría si fuera tu.
—Es mi culpa que se haya caído…
Apenas al tocarlo, siente como su cuerpo tiemblan y la sangre se congela, y rápidamente retrocede como si la espada que yace ahora en el suelo estuviera poseída por un ente de lo más siniestro. Es tal esa sensación de terror que retrocede varios pasos y suda una gran gota que cae por su frente hasta llegar al suelo.
Sumado a todo eso, los latidos del corazón se aceleran porque el simple tacto también hizo resonar una extraña risa en su mente:
—Eso mismo me paso también. No sé qué clase de arma sea, pero no es normal. Hiroshi me pidió encarecidamente que nadie debe tocarla con las manos desnudas.
—¿Se supone que es un regalo para el club de kendo? —cuestiona el chico.
—En teoría el tocar una espada con las manos desnuda, simboliza la desnudez del alma del espadachín frente al acero.
—¿Pero esto no es demasiado exagerado? Se siente como si estuviera maldita esta espada. —insiste Kamata en que es peligrosa.
—Pues parece que esta arma no es para cualquier y requiere un alma fuerte y predispuesta. —toma una pinza, de esas que usan los herreros, y camina hacia la espada tirada— En lo personal cada alma es fuerte a su manera y quizás la misma espada nos pone a prueba. Sea edad, origen, fortaleza…genero…—al decir esto último se pone nostálgica y triste.
—Eso es una idiotez.
—¿Uh? ¿a qué te refieres con eso? —se voltea Kotomi.
—La edad, origen o género. ¿Qué clase de imbécil inventó esa estupidez? Si eres fuerte de alma puedes considerarte como alguien que puede enfrentarse a cualquier cosa. ¿No es lo que nos enseñan aquí? Incluso los más talentosos, así como más determinados pueden ser mejores que los malditos nobles.
Por alguna razón lo que dice Kamata acaba por hacerlo ver muy tierno por parte de Kotomi y en respuesta a ello sonríe y tímidamente regresa hacia la espada y la toma con la pinza. Con mucho cuidado lleva el arma hacia la pared y lo coloca sobre el estante:
—Lo que dices es muy cierto. —se da vuelta y deja a un lado la pinza— Pero algunas cosas, aunque lo fuera terminan por verse imposibles. Por más obvias que fueran. —añade con ojos tristes que dejan inquieto a Kamata.
Ella sonríe después de eso, expresando una tristeza tan profunda e inquietante que ni el más habido podría adivinar qué es lo que ronda el corazón de esa chica tan amorosa y a la vez que determinada. Sin embargo, nunca la ha detenido para cumplir su meta de ser una grandiosa espadachina y jamás lo hará.
En silencio, Kamata sale del dojo y Kotomi pregunta:
—¿A dónde vas?
—Iré por alguna bebida caliente. —responde el chico.
—¿No quieres té?
—Me…gustan tus tés. —dice con el rostro muy rojo— Pero siento que tengo que invitar algo. —agrega sonriente.
—Gracias Kamata.
En el camino, Kamata pasa por una puerta abierta donde es transportada la basura y rastro de esta en el suelo:
—Podrían haber recogido esto. —se queja.
De repente y al doblar por una esquina oscura y silenciosa, se cruza con un hombre misterioso y encapuchado que merodea la entrada del edificio con un cuchillo. Las miradas chispeantes de ambos se cruzan y la expresión de Kamata se envuelve en intimidación pura con venas resaltándose en la frente:
—¿Huh? —deja escapar el chico.
Mientras tanto, los estudiantes del club de kendo llegan al dojo, donde son recibidos por Kotomi y con una sonrisa sostiene una bandeja con tazas de té para cada uno.
Sin saberlo, desde varios metros se acercan varias sombras que portan espadas y se ponen en sus manos guantes para evitar mancharse de sangre.
***PARTE II***
En la habitación 628, Kaizer duerme plácidamente hasta que escucha pasos apresurados y pequeños murmullos de adultos que no deberían de estar allí. Sus ojos se abren en un instante y aparta las sábanas de su cama que lo cubrían por la noche fresca:
—¿Q-Que hora es? —se rasca la cabeza y sienta sobre el borde de la cama. Ve por un momento por la ventana y nota que sigue estando oscuro— Es muy temprano como para que ya haya actividad y…—se percata de que los usuales movimientos de la vigilancia no están ocurriendo sino lo contrario, movimientos extraños suceden entre los pasillos.
Se acerca a la puerta y abre con el menor ruido posible. Luego da un vistazo y efectivamente, se han adentrado personas que no pertenecen a las autorizadas en los edificios. Vuelve a meterse a su cuarto y piensa unos momentos sobre qué hacer:
—¿Quiénes podrán ser esas personas? No se dijo nada antes. Además, parece como si estuvieran buscando algo o a alguien…—abre sus ojos al darse cuenta de que sus amigas están en peligro.
No tiene tiempo como para pensarlo, no mientras ellas desconozcan del peligro en el campus de la academia. Es por eso que se cambia muy rápido de ropa, para evitar ser escuchado omite colocarse calzados y solo se deja puesta las medias.
Luego suspira varias veces hasta que se decide a liberarse del temor y los nervios que pueden dominar a cualquier persona. Pero antes que todo, ve si Kamata sigue durmiendo, corre las sábanas del espadachín y no lo ve acostado. Lo primero que piensa Kaizer al ver la cama vacía es que algo le habrá pasado, pero recuerda que se trata de él, alguien que, aunque tenga inutilizados los brazos siempre encontrará una manera de librarse porque su naturaleza es enteramente combativa y subestimarlo sería atroz para cualquiera.
Sale de la habitación y entre la aún provechosa oscuridad y el que no usa calzado alguno, corre a toda velocidad y sin hacer ningún ruido por entre los pasillos rumbo a la habitación de Megumi y Maia:
—Por favor, por favor, por favor, que no hayan llegado hacia ellas. — ruega en silencio mientras avanza entre los oscuros pasillos en el que solo aquellos pasos de los invasores se oyen y nadie tiene idea.
Kaizer llega hasta los dormitorios de las chicas y para su alivio, los invasores no llegaron todavía. Golpea puerta por puerta para alertar a quien sea sobre los misteriosos visitantes con leves toques de sus nudillos contra la superficie de madera. Mientras tanto ve los números, en búsqueda de la habitación donde se encuentran ellas hasta que se abre una puerta detrás de él y sale Maia:
—¿Kaizer? —lo mira con los ojos irritados ante el repentino golpeteo— ¿Qué haces aquí?
—Sh, sh. —entra a la habitación con Megumi despertándose.
—¿Qué pasa Maia? —desvía lentamente su mirada y ve a Kaizer—¡¿Heeeeeeeeeeh?! — salta de su sitio y se cubre con las sábanas— ¡¿p-porque estás aquí?!
—Chicas, guarden silencio. Hay un grupo de personas que están rondando los pasillos.
—Tengo entendido que son los de vigilancia. —afirma Maia.
—No, no son ellos. —dice Megumi.
—¿Cómo lo sabes? — pregunta Maia.
—No lo sé, pero se siente como si algo estuviera fuera de lugar. Pasos, respiración y murmullos.
Maia saca de su placar un short y lo arroja en el rostro a Megumi, quien sonrojada le tira la almohada a Kaizer en la cara:
—¡D-Date la vuelta! — grita en voz baja.
—¡Perdón! — responde Kaizer, también sonrojado y nervioso mientras detrás de él se cambian las chicas.
—¿Quiénes crees que sean? —pregunta Megumi mientras acaba de ponerse su falda y ata su corto cabello.
—Sus voces no me resultan conocidas por lo que no puedo saber si son personas que vienen con alguna intención oculta. —responde el chico.
—Será quizás algún ataque externo. —dice Maia, colocándose su camiseta.
—Tampoco podemos estar seguros pero la forma en la que avanzan por los pasillos. Ellos están buscando a alguien de entre nosotros, los estudiantes. —responde Kaizer.
Kaizer abre la puerta y en silencio saca su cabeza y observa en ambos lados del pasillo, revisando que no estén esas personas deambulando por allí. Varias puertas de habitaciones continuas se empiezan abrir y las estudiantes salen para ver que sucede. Kaizer las calma y pide que en silencio regresen a las habitaciones, detrás de él, Megumi saca su cabeza y pide que hagan lo que dice ya que ocurre una crisis y sin adultos que puedan actuar.
Aunque tome todas las medidas necesarias, una puerta se cierra abruptamente debido a una mala estructuración de la misma, lo que hace que llegue dicho ruido a oídos de los invasores. Uno de ellos se desvía y corre en busca del origen:
—¡Se está acercando! —murmura Megumi, asustada.
—Vayan hacia adentro, rápido. —dice Kaizer a sus amigas mientras espera que la habitación donde ocurrió el ruido acaba cerrándose.
Solo resta esperar a que quien sea que se dirige hacia ellos no encuentre nada y regrese con su grupo.
Sin embargo, piensa en donde puede estar Kamata, que desde hace horas está entrenándose en el dojo con Kotomi como hacen siempre de manera diligente.
Esperan en silencio a que todo ocurra con tal de protegerlas, pero a metros se escucha la desesperación de dos chicas que no pueden cerrar la puerta ya que esta se ha trabado con un pedazo de metal de la cerrado y esto acompañado por los pasos acelerados del invasor, Kaizer toma una decisión y mira tanto a Megumi como Maia:
—Cuando les diga síganme y no se despeguen de mi ¿sí?
—Está bien. —dice Megumi.
—Segura. —dice Maia.
Kaizer cierra los ojos y respira lento y profundo, pensando en que debe protegerlas a ambas cueste lo que cueste, por lo que un sacrificio debe hacer y ese es el temor de enfrentar a un posible peligro mortal que atente contra su vida. Espera el momento indicado y escucha mientras tanto los pasos cada vez más cerca hasta que la señal se hace presente y derriba con todas sus fuerzas la puerta, haciéndola caer sobre el hombre y con su mano sobre el rostro de este, lo empuja contra el suelo, dejándolo inconsciente debido a su natural fuerza bruta. El chico está sorprendido por lo que acaba de hacer y frente a sus dos amigas, quienes están perplejas:
—¡Vamos, vamos, rápido! —las toma a ambas de las manos y corren por los pasillos. Al mismo tiempo que buscan llegar a la salida, despiertan a los demás estudiantes para que los sigan y puedan escapar.
—E-Espera ¿y Kamata? —pregunta Megumi.
—Debe estar en el dojo. —responde Kaizer.
—Tenemos que ir por él. —dice Megumi, angustiada.
—Primero las pondré a salvo y luego voy por él, tranquila. —la tranquiliza Kaizer.
—Menos mal que Lucian no está aquí. —piensa Maia, sintiéndose aliviada de que su querido amigo no viva en el campus y esté fuera del asunto.
***PARTE III***
En ese momento en unos apartamentos a pocos kilómetros de la Academia, Hiroshi sale de la ducha y cubre su cuerpo lleno de cicatrices por toda una vida de misiones peligrosas y éxito tras otros. Cómo cada día, dedica unos minutos para meditar y afilar su espada.
Los horarios que maneja son muy diferentes a la de la mayoría ya que su prioridad es el equilibrio mental como físico y el trabajo en ellos es fundamental para tener una buena vida y ser eficiente como asesino. De ahí su éxito en las leyes.
Después de eso prepara con cuidado el café sin desperdiciar una sola gota ni grano.
El sol no ha salido y la brisa fresca matutina atraviesa la ventana abierta mientras un sospechoso silencio lo hace detener la preparación de su bebida calienta.
Por un instante, Hiroshi se ha relajado y omitido cualquier puesta en alerta. A través de la ventana entra una granada de humo, seguida de una explosiva que hace volar el piso entero. Gracias a sus reflejos, Hiroshi alcanza a tirar la mesa y usándola como escudo pido amortiguar la explosión.
En las afueras del edificio lo espera Sadair con varios Fiesmeros con sus máscaras manifestadas y armas en manos.
Hiroshi sale volando por el agujero donde estaba la ventana y cae de pie en medio del grupo de Fiesmeros. Los mira a cada uno hasta llegar a Sadair:
—Hola, Hiroshi. —dice Sadair con una sonrisa fanfarrona.
—¿Porque no me sorprende? —pregunta Hiroshi de manera capciosa.
—Seguramente porque eres el más neurótico de la orden. A mí tampoco me sorprende porque de todos los asesinos eras al que más tenía que temer.
—Sadair ¿Verdad?
—Veo que las redes de inteligencia ya encontraron a su infiltrado. Una pena que haya sido tarde.
—Nadie dijo cuando fue que lo descubrimos y a decir verdad no esperaba que fuera mucho antes. ¿Qué está pasando Fiesmero? Quiero que me digan porque están aquí ¡Y quiero una respuesta rápida! —se molesta Hiroshi y acá su espada con un aura roja.
—Sabía que lo mejor era traer a la mayoría a este sector. Eres muy peligroso.
—¿La mayoría? ¿De qué hablas?
—Tu Solo eres una misión secundaria porque los objetivos principales son otros y están en la academia.
Al rebelar su objetivo, Sadair ordena a sus subordinados que rodeen al asesino y acabarlo con el mayor de los cuidados ya que no es cualquiera y considerando su peligrosidad, el más mínimo detalle fuera de cálculo podría acabar en fracaso para la misión:
—Entonces pretenden secuestrar a estudiantes inocentes para el proyecto…quimera ¿cierto? —dice Hiroshi mientras observa a su alrededor como es rodeado por enemigos.
—El plan siempre fue ese. —sonríe— Conseguir objetivos jóvenes en su inicio de desarrollo para los experimentos. Sin embargo, hay un grupo que es considerado como principal entre ellos. Unos que pueden elevar aún más la calidad y pago de parte de nuestros clientes.
—No, no puede ser. —sus ojos se abren de la sorpresa— ¿Nos equivocamos al creer que enviarlos al campus iba a darles la seguridad necesaria? Al final, el enemigo siempre estuvo entre nosotros. — lo mira a Sadair como lo disfruta entre sonrisas que no parecen de una persona cuerda. —Pareces disfrutarlo, fiesmero. ¿Cuál es tu verdadera identidad?
—Eso no tiene mucha importancia en estos momentos, pero te diré una sola cosa. —extiende sus dos brazos— Solo me importa desgarrar y despedazar a la orden por los pecados cometidos contra mi gente y sobre todo mi familia. —señala a Hiroshi—Tu principalmente. Eres un pecador que merece morir con mis propias manos.
—Estás demente. —responde Hiroshi.
—Asumes muy bien eso y es lo que todo hermano haría. Todo sea por mi hermano, Riurik. —saca dos cuchillas de su cintura mientras se acerca lentamente hacia dentro del círculo creado por sus subordinados. —Comencemos esto de una vez.
De repente, un irreconocible Hiroshi expulsa una feroz sed de sangre que provoca que los fiesmeros retrocedan un paso al mismo tiempo y eso incluye a Sadair:
—Si…comencemos esto de una buena vez. Tengo que salvar a unos niños inocentes de bestias como ustedes. —aprieta sus dientes y un aura sale del ojo derecho con venas hinchadas en la frente, rostro y cuello. Lo peor que se le puede hacer a Hiroshi es amenazar a los estudiantes que tanto aprecia.
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