Academia de Asesinos - 54
Dos días más tarde, Doncaster, Lucy y Olimpico llegan a la academia con la sorpresa de los ataques e inmediatamente corrieron a contener a los estudiantes. Junto al campanario de la academia, Hiroshi se reúne con Kamata quien luego de tratar sus leves heridas acude al llamado:
—¿Te acuerdas cuando te rescaté de los ronin? ¿Aquellos que te consideraban injustamente como un paria?
—Casi no tengo recuerdos de eso.
—Si, no es algo que gustosamente desees recordar. —piensa al verlo tan crecido y portando la espada tan peligrosa que entregó a Olympico y que este regalase al club de Kendo—Creciste mucho en estos años. Tus padres deben de estar orgullosos de ti. — añade con nostalgia, recordando aquel fatídico día en que lo rescató.
—…—se queda en silencio.
—¿Tuviste miedo?
—Mate a varias personas con esta arma maldita, no creo estar orgulloso de eso. —se siente triste y con el corazón acongojado.
—¿Por qué decidiste usarla?
—Porque no había de otra. Algo me impulsó a eso. Siento algo de arrepentimiento.
—Pero lo hiciste para salvar a tus amigos y en particular a tu amiga. Además, esos enemigos buscaban secuestrar a tus compañeros, si no hacías algo todo hubiera salido mal. —lo contiene al chico.
Kamata piensa en Kotomi y como en su sonrisa albergaba una presencia que lo hacía sentir calmado y sin preocupación:
—Es verdad y lo volvería hacer. —responde y aprieta con su mano el mango de la espada.
—Como cualquiera de nosotros al ver a una persona querida en tal peligro.
—¿Eso es todo? Tengo que ir a ver a Kotomi. No la veo hace días y estoy preocupado por ella.
—Por eso es que te convoque aquí.
—No entiendo.
Hiroshi se acerca a Kamata y posa su mano en el hombro del chico con intenciones de consolarlo ya que una mala noticia para él llega desde la joven Kotomi:
—¿Huh? —lo mira al profesor, confundido por el gesto.
—Kamata, esto será muy duro para ti. —le dice con un calor fraternal digno de lo más parecido a un padre.
—¿De qué hablas? ¿Qué está pasando?
—Es sobre Kotomi.
—¡¿Q-Que le pasó a Kotomi?! —toma de ambos brazos a Hiroshi y exige una explicación.
Hiroshi lo calma, sentándolo en una banca de piedra junto a la estructura:
—No conozco los detalles, ya que Lucy es quien la ha estado cuidando —responde.
—¿Dónde está ella?
—Cálmate y trata de escucharme por favor.
Kamata se pone de pie y camina en dirección a donde se encuentra el dojo del campus mientras que Hiroshi intenta calmarlo. Sin embargo y lejos de escuchar razones, empieza a correr hasta llegar al pequeño lugar. Este se encuentra con cintas colocadas por los asesinos guardias y aquellos investigadores para prohibir el paso a cualquier civil.
El chico aparta las cintas y entra al lugar, no sin antes quitarse el calzado, tradición que respeta sin problemas. Entonces encuentra manchas de sangre secas en el suelo y varias espadas de kendo rotas y que Kotomi utilizó para defender a los miembros del club.
Una vez revisa el sitio, sale al patio y allí lo esperan Hiroshi y Lucy:
—¿Cómo está Kotomi? — pregunta Kamata.
—Creo que es mejor que te sientes y…—dice Lucy.
—¡Por favor, necesito una respuesta clara! —interrumpe el chico en estado de nerviosísmo.
—Escúchame, ella está bien y lo tienes que tener muy en claro ¿sí? —le responde Lucy.
—Entonces…
—Antes de que continues, ten esto. —le entrega una carta.
—¿Qué es esto? —toma la carta y ve que es de parte de Kotomi—¿Por qué me escribió una carta?
—Eso es algo que ella nos ha pedido para no causarte tristeza. —responde Hiroshi.
Hiroshi y Lucy regresan a la academia, respetando la intimidad del chico.
Cuando los profesores se van del lugar, Kamata intenta abrir la carta, pero cuando llega a la parte final se detiene y empieza a temblar de miedo. Siente como si fuera algo malo lo que hay en la carta y en lugar de leerla de una vez, se sienta y contempla el cielo despejado y con el sol iluminando todo a su paso.
Una brisa ligera recorre el suelo y sin darse cuenta la carta se abre, obligando a Kamata a levantar su mano y abrirla con sus dudas. Aunque no lo desea por temor, empieza a leer lo que Kotomi dejó para él:
“Querido Kamata:
Si lees esto, no te preocupes, estoy bien, pero tuve que regresar a mi hogar en oriente. El motivo es muy simple, mi enfermedad no ha hecho más que empeorar y mis habilidades tienen que ser pulidas. En mi hogar hay un tratamiento que puedo hacer y neutraliza los efectos de la enfermedad por lo que no podré volver. Al menos no por el momento.
Solo quiero que sepas, por esta carta, que con el tiempo que pasamos juntos he llegado a atesorarlo. A fin de cuentas, te volviste un preciado amigo y eso no podrá reemplazarse.
Si de algo estoy segura es que no estarás solo, es más, si sientes que no tienes amigos mira atrás tuyo y encontraras a tu mejor amiga Megumi, Lucian y Kaizer así como los chicos del club que ahora te consideran su ejemplo a seguir.
No me gustan las despedidas por lo que quiero pedirte algo, no te cierres a las personas y si te sientes abrumado, solo mira a las personas que tienes a tu alrededor y verás que tendrás una fuerza sin igual.
Con mucho amor…Kotomi”
Después de leer la carta, una pequeña lágrima se desliza por su mejilla y mirando al cielo piensa sobre lo que acaba de pasar. Le cuesta digerir el contenido de la carta y no sabe cómo reaccionar.
Un grupo de al menos doce estudiantes se presentan ante él:
—Ustedes son…—dice Kamata.
—Sabemos lo de Kotomi. —dice uno de los estudiantes.
—Si, una muy mala noticia ¿no lo creen? —dice Kamata con cierto tono de tristeza y negatividad impropia de él.
—Es por eso que…—se inclina junto con todos los demás estudiantes en posición de respeto.
—¿Heh? — Kamata se queda estupefacto ante tal gesto—¿Q-Que están haciendo? —pregunta.
—¡Por favor, Kamata, no permitas que el club de kendo desaparezca y vuélvete nuestro maestro!
—¡¿Heeeeeeeh?! E-Esperen un minuto por favor. Ni siquiera tengo idea de que enseñar.
—Lo sabemos. —dice otro de los estudiantes—Pero el club no solo era de kendo sino de reuniones para hablar de lo que nos gusta de la disciplina y pasarla bien entre compañeros.
Entonces, Kamata cae en la cuenta del porque Kotomi lo invitaba siempre a comer galletas con diferentes tipos té y hablar de cualquier cosa o de inclusive la disciplina misma, antes de iniciar los entrenamientos:
—¡Jajaja, con que de eso se trataba, Kotomi! —ríe a carcajadas y luego centra su mirada en los estudiantes— ¡Escúchenme malditos bastardos, no se los haré fácil y tendrán que entrenar más duro que nunca! — aunque dice eso los ve decididos a lograrlo, ser más fuertes— Pero, antes que nada, lleven tazas y escojan los tés que deseen. Vamos a tomar té y conversar de lo que deseen. —sonríe con una honestidad genuina.
Varias horas después y luego de entrenar con el club de kendo, Kamata recorre los pasillos y murmura como si estuviera ensayando un monólogo, pero la realidad es que es alguien pésimo para abrirse a las personas y exponer sus sentimientos. Sobre todo, porque el grupo de Kaizer, Megumi, Lucian y Maia se cruzan en su camino y este no dice nada, ni los saluda, aunque ellos si le quieren decir algo a Kamata:
—¿Por qué eres tan estúpido? Así no vas a cambiar ni tener amigos. Vamos, tú puedes. —se da fuerza internamente para poder encarar la situación que parece adversa. Se da media vuelta y con voz firme dice—Sé que he sido un tonto este año y decirlo ahora parece inútil, pero… ¿puedo estar con ustedes en el descanso? —le cuesta decirlo ya que su orgullo se ve herido.
Megumi se acerca a Kamata y lo toma de la mano:
—No hace falta que lo pidas. —le dice Megumi.
—¿Te gustan las pizzas de la cafetería? —pregunta Kaizer
—Supongo…que si…—responde tímidamente.
—Genial, otro rival al que tengo que vencer para comer la porción final. —se queja Lucian.
—Digamos que las últimas tres veces perdiste contra mí. —responde Maia.
—Kotomi…espero que algún día veas…que estoy intentándolo con todas mis fuerzas. —piensa y sonríe al ver cuan divertidos son y nunca se dio cuenta debido a que siempre pensó en volverse fuerte y nunca le importo ser amigable con las personas.
***PARTE II***
En el dojo de artes marciales, Paul y Anthony se hicieron eco de la hazaña de Kamata y Kaizer en proteger a los alumnos de los invasores, aunque estos fueran mucho más fuertes y experimentados.
Ese hecho es el motivo por el que Anthony convoca a una reunión a todos los miembros del dojo sin que Kaizer sepa. Todos se quedan formados de pie con sus manos hacia atrás y la mirada al frente con el pecho firme en señal de respeto por estar frente al presidente y vicepresidente del club:
—Imagino que saben porque están aquí menos Kaizer así que no hará falta explicarlo. —dice Anthony mientras camina lentamente de una punta a la otra— Si es necesario que discutamos entre todos sobre lo ocurrido y una posibilidad de incluirlo en el torneo de academias del año siguiente. ¿Qué opinan? Pueden decir lo que piensan sin ningún problema.
Entre los estudiantes se levanta una mano y atento como siempre, Paul lo señala:
—Si, Wallhum.
—Muchas gracias vicepresidente. Todos nosotros hemos estado entrenando aquí durante más tiempo que Kaizer y con todo respeto, nuestras habilidades en artes marciales son mejores.
—Lo imaginé. A pesar de llevarse bien con el club, ninguno cederá la única chance de entrar a un evento tan importante. —piensa pesimista el presidente Anthony.
—Pero el enfrentó a esos enemigos tan fuertes con lo que aprendió aquí. Además, tiene una capacidad de adaptarse en pleno combate y un talento natural para esta disciplina que con muchos compañeros decidimos unificar nuestras opiniones en una sola.
—¿Y esa decisión cuál es? —pregunta Paul.
De repente, se ponen de rodilla con sus puños apoyados contra el suelo y solo Wallhum está de pie como símbolo de la opinión unificada entre todos. Anthony sonríe porque sabe cuál es la decisión final sin que ellos lo digan. Ni el mismo Paul se opone, es más, junto con Anthony, los primeros en tener una opinión acerca de si debe o no ir al torneo:
—Ya está dicho. —anuncia Paul.
—Durante los días siguientes hablaré con el profesor Olympico para que informe al director de nuestra decisión. Si la aceptan podrá participar. —anuncia Anthony con la autorización de todos los presentes.
—¿Crees que quiera Kaizer? —pregunta Wallhum.
—Bueno, él estaba entusiasmado por participar en un torneo. Será en el magno torneo entre academias. Lo merece.
***PARTE III***
Por la noche en las frías costadas del noroeste de Antares, se reúnen varias figuras encapuchadas junto a un muelle con pocas embarcaciones, debido a las muy bajas temperaturas que congelan los barcos y botes. Una de esas figuras es Weirck, actual líder de los fiesmeros y frente a él un solo individuo, musculoso y con su piel expuesta a las temperaturas frías del norte de Antares:
—¿Qué se supone que fue eso Weirck? —pregunta Tauro con una expresión molesta.
—Fue un error de cálculo, eso es todo. —responde el fiesmero.
—Dices eso ¿y ya está?
—¿Qué quieres que te diga? Hiroshi no es un asesino cualquiera. Ese maldito devastó a una decena de mis hombres.
—En la academia no hicieron un buen trabajo que digamos.
—…—se queda sin palabras como para llevar la contraria.
—Si, sabía que no responderías. Son patéticos.
Uno de los encapuchados ataca a Tauro por detrás con cuchillas y el enorme hombre gira su cabeza y mira fijamente al fiesmero. Lo toma de la cabeza con su mano y levanta mientras el encapuchado se defiende apuñalándole el brazo, pero sin siquiera hacerlo sangrar, es más, las hojas se doblan con el impacto en la piel y carne.
Entonces aprieta y destroza su cráneo con fuerza abrumadora:
—Seré bien claro. Tenemos un contrato y lo tienen que cumplir. Lamentablemente no lo hicieron y sospecho que esta reunión es para algo opuesto. —arroja el cuerpo del fiesmero contra el agua—Obtendré mi venganza sea como sea.
—He perdido a muchos de mis hombres. No voy a seguir perdiendo más. —dice Weirck—Cancelo el contrato.
—Oh ¿crees que eso va a quedar así? Si cancelas el contrato también estarás condenando a tu gente. Me sorprende que te preocupen estos fracasados.
—No me malinterpretes. Nosotros, los fiesmeros somos instrumentos del dios de las máscaras. Nuestras vidas perteneces a ese dios. Morir en batallas simboliza la cúspide de que estaremos frente a ese dios.
—Vaya estupidez. La realidad es que si mueren solo serán carne de gusanos o carroña.
—Di lo que quieras, pero esa operación fue un fracaso. Si crees lo mejor, no te acerques tampoco. Esa academia no tiene estudiantes ordinarios sino monstruos problemáticos a futuro.
—Eso ya veremos. —responde Tauro y camina lejos del muelle, desapareciendo a la vista.
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