Academia de Asesinos - 55
La larga caminata a través del desierto inabarcable del Este resulta muy inhumana para cualquier que no esté preparado ni sea parte de tal territorio hostil. Sea Alexander o Theo, ambos hombres preparados para todo, aguantan como pueden la distancia, falta de agua y el sol abrazador.
Sus botas, llenas de arena, raspan la planta de los pies e incomodan al moverse. Por unas cuantas horas en la noche dedican su tiempo para avanzar sin detenerse salvo unos momentos que usan para descansar, comer o hacer sus necesidades en las grandes dunas.
Alexander sabía, cuando tomo la misión, que la travesía no era fácil y hasta peligrosa si no se tenía los recaudos, pero no le importó y ahora intenta demostrar que puede lograrlo sin ayuda de nadie o en este caso, de Theo.
Después de un tiempo que ni ellos calcularon, se encuentran con una estación de ferrocarril en plena luz del día, bien equipada y llena de suministros:
—Así que sí tenían una parada. —se da cuenta que es una estación para el tren que llega desde la enorme prisión— ¿Qué opinas Theo? —pregunta a su aliado ya que pueda usar sus conocimientos y experiencia en el terreno.
—…—mueve sus manos en respuesta a la pregunta.
—Ah…—lo mira perturbado, ya que había olvidado que Theo es mudo y sordo—Yo… ¡¿Cómo mierda puedo hablar con alguien así?! —gira su cabeza y se altera por no saber comunicarse con el arquero.
Theo da golpes al hombro de Alex y este vuelve su mirada hacia el mercenario, encontrándose de frente con un cuaderno escrito en idioma que puede comprender:
—“Soy mudo y sordo, pero puedo comunicarme así” —muestra lo que escribió.
—Ah…okey, entonces dime Theo ¿Qué podemos hacer? Se ve muy preparada esa estación y entrar, así como así no es lo mejor.
Theo vigila cada parte de ese sitio, cada aspecto a analizar y usar para la misión y llevarla al éxito. Es necesario también para la supervivencia de ambos si quieran lograrlo. Saca su bolígrafo y escribe otra hoja de su cuaderno:
—“Llegué a contar alrededor de unas cincuenta y cuatro personas entre guardias carcelarios, asesinos y civiles. Además, es un área que abarca unos doscientos setenta metros cuadrados. Seguramente haya soldados de reserva que no hemos visto. Y disponen de un centro de comunicación con el que posiblemente se puedan comunicar con el tren una vez parta de la estación”.
Alexander ríe por lo bajo. No se enoja por tener tal dificultad sino más bien la abraza para mejorar como mercenario y demostrarles a las altas esferas que es confiable:
—“¿De qué te ríes?”. —Theo le muestra otra hoja escrita.
—Es solo que me parece una gran oportunidad. Esta misión no solo me dará un equipo propio sino la oportunidad para que esos bastardos de la orden mercenaria sean conscientes de mi propia presencia. —responde el joven.
—“La orden mercenaria considera a aquellos que pueden otorgar resultados. Es muy factible que ellos te consideren para más misiones si obtienes el éxito aquí y ese equipo que tantas veces has mencionado”.
—Oye, arquero mudo. —dice Alex.
—“No me digas así. ¿Qué quieres?”.
—Cuando libere a esos bastardos y los someta a mi liderazgo, quiero que tú te unas.
—“¿Qué te hace creer que aceptaré?”
—Piénsalo.
Theo se va en silencio a recorrer la zona y buscar alguna patrulla para eliminar sigilosamente. También para obtener algunos ropajes con los que poder infiltrarse al complejo mientras esperan la llegada del tren.
Mientras tanto, Alexander coloca su capucha y arrastra entre las arenas su cuerpo. Su recorrido lo lleva a rodear la zona hasta meterse en un pequeño edificio ubicado frente a las vías, pero dándole la espalda a los numerosos guardias carceleros. Del otro lado Theo lo avista y sigue su avance entre las dunas.
En el camino, Theo a tres guardias caminar con binoculares y armados hasta los dientes. Entonces saca su arco y lleva una de sus flechas hacia la cuerda, la cual tensa y apenas mira a su objetivo libera la munición y da entre medio de los ojos de uno de los guardias:
—¡¿Qué dem…?!—grita uno de los guardias hasta que otra flecha atraviesa su corazón.
Al ver a sus dos compañeros caer por flechas, el tercer guardia saca de su cintura una pistola de doble cañón y apunta hacia la arena, consciente de que es imposible que alguien haya atacado desde arriba porque se podría alcanzar a ver como caen los granos.
El guardia ahora está desesperado, apuntando a la nada, y de entre las arenas que yacen detrás de él, un montículo se levanta y con un flechazo a la nuca Theo elimina al último de ellos que patrullaba ese lugar.
A lo lejos, el sol se empieza a ocultar y Alex vigila desde la pequeña estructura cada movimiento de los guardias:
—Quizás este pequeño edificio esté abandonado y por eso no hay nadie. Será mejor avisarle a Theo. —sale apenas del lugar y desde su posición hace señas a Theo con sus manos para que se dirija allí, el cual responde con la mano levantada—Bien, ya entendió la señal. Lo mejor que puedo hacer hasta que llegue el ferrocarril es estudiar sus perfiles.
Vuelve a revisar los documentos de cada uno de los criminales de la orden para que los rescate:
—Mmm…Ehirazu. Mercenario detenido por múltiple homicidio de una caravana, culpable de un atentado en el norte e intento de magnicidio del director de la academia de ese territorio. En su detención masacro a veintidós asesinos. Se lo ha declarado culpable de ochenta cargos y parece que no saldrá hasta dentro de unos doscientos sesenta y ocho años. El tipo está jodido hasta el cuello y hay más cargos que se están investigando. Me agrada, creo que suena perfecto su perfil para ser mi segundo al mando. Además, parece que es muy fuerte y certero. —piensa Alex mientras lee los documentos.
Mira los demás documentos, y se centra particularmente en uno sobre una mujer de belleza que impacta a la vista y madurez pero que al ver su edad apenas le lleva al joven mercenario por dos años:
—Baligra. Mercenaria detenida por envenenamiento a siete importantes cargos políticos de la Ciudad Central. Es tan peligrosa como el mismo Ehirazu lo cual dice mucho. —murmura— Pero a diferencia de este con sus treinta cinco años, ella se inició desde muy joven a los doce. Se la considera como una criminal de segundo nivel, pero si su experiencia aumenta con los años puede que sea de las más peligrosas. —termina de leer el documento de la mujer. Por un pequeño rato se queda mirando su foto.
De repente, Theo abre la puerta con sumo cuidado, interrumpiendo el momento de silencio de Alexander quien ya ha leído todos los documentos restantes. Saca su cuaderno escriba con el bolígrafo de pluma:
—“¿Estudiando a tus futuros subordinados?”. —muestra lo que ha escrito.
—Si. —sonríe—Son un grupo de inadaptados, eso seguro.
—“Parecen difíciles de obligar a servirte”.
—Los obligaré a los golpes. —responde con total confianza en sus habilidades.
—“¿Qué te hace creer que podrás hacerlo?”.
—Soy fuerte con eso bastará. Tú no te confíes demasiado ya que al final serás parte de mi grupo. —responde con una sonrisa de oreja a oreja.
—“Ya veremos”.
—Como tu digas.
El tren llega a la estación y por casi diez minutos se estaciona para recibir suministros y hacer el cambio de turno por parte de los guardias, quienes agotados bajan de la fortaleza sobre rieles mientras suben comida, ropa nueva. Otro grupo de guardias se sube al tren con comunicadores y armas mucho más peligrosas debido a que el camino restante hacia el sur es aún más difícil.
Alexander y Theo observan detenidamente con preocupación la caseta donde se manejan las comunicaciones:
—Si queremos tener éxito aquí tendríamos que destruir esa maldita casona. No hay nada peor para nosotros que el que ellos mantengan su comunicación. —dice el joven mercenario.
—“Por las comunicaciones no te preocupes”.
—¿Por qué lo dices?
—“Ya me hice cargo con una flecha muy especial”
—Vaya, tienes muchos artilugios para ser un simple arquero mudo.
—“Ríete de mí imbécil pero ese artilugio nos salvará de enfrentar a decenas de enemigos y perder el tren con tus futuros subordinados”
—Tienes razón.
—“Por cierto ¿Qué se siente ser alguien buscado en el continente?”
—…—piensa un momento— Ve al grano.
—“Eres más joven que yo ¿no te sientes extraño por ser un criminal? Se de tu pasado como ex asesino de la orden”.
—Eso no es algo que me afecte. Solo quiero hundir a esa orden de mierda con mis propias manos. Y a decir vedad me ha dejado de preocupar hace tiempo, desde que abandoné mi vida en este maldito lugar.
—“Los odias…a todos ¿cierto?”.
Alex suelta una pequeña risa después de decir eso, frente a Theo que no entiende su expresión tan sádica. Sin embargo, le queda más que claro que es un joven con fuerte convicción y eso le da mucha más curiosidad que antes:
—Tu ¿Qué piensas sobre estos criminales?
—“¿Qué pienso sobre ellos? No es algo que me interese”.
—Jajaja, eres demasiado sincero. Me agrada, pero quiero saber qué opinas de ellos con leer sus expedientes.
—“Ya te lo dije, no me interesa. Mi misión es que tomes ese tren y ayudarte a liberar a esos inadaptados”.
Lejos de enojarse, Alex lo señala con su dedo índice y convencido dice:
—Di lo que quieras, pero al final serás mi mano derecha. Sin dudas lo serás.
—“Que persistente”.
El humo del ferrocarril sale de los orificios del motor y el maquinista tira de la cuerda que da aviso para que los restantes guardias suban y los civiles transporten lo que quede de los suministros. Por su parte Alex y Theo se preparan para abordar al transporte fuertemente custodiado.
Alex y Theo avanzan con cuidado, caminando entre las ásperas arenas y evitando por todos los medios ser detectados por los asesinos que patrullan muy cerca del tren. Sorprendentemente la seguridad los hace tener mucho cuidado a ambos de no ser detectados.
Se detienen junto a unos barriles de pólvora y varias cajas llenas de verduras, destinadas para la cocina que se encuentra en los últimos vagones lejos del motor que provocaría explosiones.
Alex le indica a su aliado que tiene una idea, apuntándose a la cabeza, y señala los barriles. Hace un gesto como si se estuviera zambullendo sobre él. Theo alcanza a comprenderlo y asienta con su cabeza:
—Bien, solo apresurémonos.
Se cubre una vez más con la capucha y observa que no haya nadie cerca, acto seguido sube las escaleras metálicas hasta la superficie del último vagón. Theo se queda debajo con su arco y flecha listo para disparar. Alex le extiende la mano y dice en voz baja:
—Ya te lo dije, serás mi mano derecha así que sígueme.
—…—se le queda mirando unos momentos hasta que baja los hombros, guarda sus armas y lo toma de la mano para subirse al vagón con su ahora compañero. Busca entre sus cosas el cuaderno, pero no lo encuentra y empieza a desesperarse.
—¿Qué sucede? —pregunta e inmediatamente se da cuenta que no encuentra el único medio de comunicación entre ellos, entonces lo colpa posando su mano en el hombro y diciendo.
El tren se mueve con tal fuerza que ambos se tropiezan y producen un sonido que llama la atención de un par de guardias en el vagón, quienes se acercan. Rápidamente se meten dentro de uno de los barriles con verduras que aún no fueron llevados dentro del vagón.
Después de verificar que no hay ningún intruso, llevan los barriles dentro sin saber que dentro se encuentran los dos mercenarios.
La máquina se empieza a mover y lentamente se aleja de la estación. Uno de los guardias encuentra el cuaderno dentro de ese edificio después de ver pisadas entre las arenas y alerta a los demás.
El oficial a cargo corre hacia la casona de comunicación:
—¡Pónganme en contacto con el ferrocarril de inmediato!
El asesino a cargo de la comunicación no logra establecer contacto con el ferrocarril debido a que algo interfiere con la señal. Por más que sea un aparato de gran alcance, son frágiles ante la más mínima interferencia externa:
—S-Señor…algo impide la comunicación…—dice nervioso.
—¡¿Qué dices?! ¡maldición tenemos que detener ese ferrocarril!
—No hay manera si no podemos comunicarnos con ellos. Están…a la deriva…
—¡Mierda, mierda! ¡¿entiendes la situación?! ¡hay intrusos en ese ferrocarril y es posible que planeen liberar a los malditos criminales! —maldice al asesino a su cargo.
—¿Q-Que hacemos ahora?
—La siguiente estación es en la frontera con el Sur. Lo mejor es establecer contacto con ellos, pero primero solucionemos este problema de señal. ¡Arreglen esa máquina, rápido! —ordena a los mecánicos.
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