Academia de Asesinos - 56
Alex empuja la tapa del barril y sale hacia la superficie, cubierto de verduras. Desvía su mirada hacia el otro barril y ve que Theo ni se ha movido. Intrigado por que algo haya pasado le da un golpe sutil a lo que es respondido con la violenta expulsión de la tapa y de este salta Theo con el arco y la flecha listos para ser disparados contra sus enemigos.
Sin darse cuenta, cocineros y un par de ayudantes de cocinar se quedan petrificados, mirando a ambos intrusos.
Se respira un ambiente pesado, gélido y hostil contra los dos mercenarios. Los cocineros y ayudantes se arman con sus cuchillos y palos para amasar. La tensión podría cortarse hasta con un cuchillo desafilado:
—“¿Qué crees que debamos hacer?” —le pregunta con señas a Alex.
—Matarlos…a cada uno de ellos…—responde luego de interpretar las señas de Theo. Vuelve su mirada hacia los cocineros— No parecen querer hablar. Bueno, me importa un bledo. Si van a meterse en mi camino los tendré que despedazar uno por uno.
Al decir esto, los empleados de cocina retroceden temerosos y con sus manos armadas con cuchillos en una situación de nervios lamentable:
—¡N-Ni se les ocurra avanzar un paso hacia esta puerta! —desafía uno de los cocineros.
—¡¿Haaaaaa?! —Alex lo mira intimidante y desprende una ira feroz que hace caer al cocinero— Eso pensé. Ahora nos dejarán pasar o van a morir uno a uno.
—“Esto me da mala espina. Deberíamos ir hacia el otro vagón desde afuera” —dice Theo.
—Te recomiendo que prepares tus flechas Theo. —sonríe con las venas de su frente y cuello hinchadas.
Theo hace caso a la orden de Alex. Entonces tensa la cuerda de su arco con la munición y apunta al enemigo más lejano.
Las flechas vuelan impactando contra el pecho, cabeza, cuello y extremidades de los enemigos sin darle la oportunidad a ninguno de poder defenderse. Solo pueden darse cuenta de que la munición está en sus cuerpos:
Alex se impulsa velozmente contra los que han conseguido ponerse a cubierto y golpea con sus nudillos desnudos. La violencia desatada por parte del joven mercenario es tal que Theo se queda inmóvil, pero no es solo por eso sino también porque en la expresión de su rostro hay una sonrisa digna de la mayor y agresiva perversión a la que sus puños pueden describir como “la sensación de inmutable libertad por demostrar su validez”.
Aunque sean aliados es algo indescriptible ver a un joven que mate a golpes a hombres armados, por mas que fueran civiles y esas armas fueran cuchillos de cocina.
Pero nada importa mas que el hombre que está frente a él, aquel joven que busca aceptación por parte de la orden mercenaria. Ese joven es algo mas que un simple cascarón inmadura, un líder con sed de gloria a punto de lograr cosas que los “de arriba” han podido soñar.
Se levanta después de haber matado a golpe a uno de los jóvenes ayudantes de cocina, que apenas pudo defenderse, y con sus nudillos ensangrentados se voltea y dice:
—Nunca debieron enfrentarnos. Era innecesario. —mira a los que han caído por sus puños— Malditos imbéciles que no supieron apreciar sus vidas. Ni siquiera fueron rivales para mí. —los maldice.
Su expresión es tan clara como el agua, no se lamenta en lo absoluto, pero por otro lado siente enojo al haber desperdiciado su tiempo por la mala decisión a la que optaron:
—Vamos. —le hace un gesto a Theo para ir hacia la puerta que conecta al otro vagón.
El jefe de cocineros, quien yace en el suelo empapado en su propia sangre, se arrastra hacia un horno para sostenerse de sus barras e impulsar hacia arriba. Ve con horror los cuerpos de todos sus compañeros y siente tal impotencia que se detiene a medio camino y dirigiéndose hacia Alex:
—¡Eres un monstruo! ¡¿Qué te ha hecho esta gente?! ¡¿Qué no has sido educado?! ¡¿no tienes padres, hermanos o abuelos?!
Alex se detiene antes de cruzar la puerta y mira al hombre de mediana edad:
—Mi corazón no reconoce a nadie con el apelativo de padre o madre. Solo tengo ira y deseos de incinerarlo todo. —responde con mirada hostil—Lo que acabas de decir solo está destinado para personas con corazón… ¿sabes qué? —se acerca al hombre moribundo—Yo jamás lo tuve.
Tras decir eso se aleja de la cocina y pasa con paso lento a la puerta del vagón. En silencio piensa molesto:
—Estos idiotas creen que pueden opinar sobre uno sin conocerlo. Malditos estúpidos sin voluntad y débiles. Yo les haré conocer el verdadero temor a la muerte.
En el siguiente vagón se encuentran con varios miembros de la seguridad y algunos asesinos de bajo rango que se estaban preparando para vigilar cada centímetro del tren.
El espacio es mucho más pequeño debido a los lockers distribuidos a lo largo del vagón y varias cajas en sectores extremos donde están guardadas vestimentas extra y municiones:
—Veo que nos topamos con una interesante escena. —deja escapar Alex mientras los presentes observan a los invasores mercenarios—Prepárate Theo, al menos cuento a veinte de estos malditos debiluchos.
—“Hay otros tres junto a la caja mas próxima”. —advierte el arquero.
—¡¿Tienen alguna idea de a quienes intentan liberar?! ¡¿a quienes intentan enfrentar?! —grita un guardia de enorme tamaño y varios kilos de más.
—¡Jajaja, yo sé a quién les hablo! ¡a futuros cadáveres! —responde con el mismo tono de voz y una sed de sangre que no se contiene.
La masacre es brutal, apenas Theo asesina a cuatro enemigos, mientras que los restantes diecinueve mueren frente a los puños veloces y determinados de Alex. Aún así en parte fue gracias a la suerte de haber llegado antes de que pudieran preparar sus armas y colocado las municiones en ellas. Ni siquiera les dieron tiempo a sacar sus armas blancas, cuchillas, espadas entre ellas.
Los nudillos de Alex le causan un gran dolor por tanto impacto hacia los cuerpos vulnerables de sus enemigos y sobre todo a los cráneos que destrozó en su misión. Tal orgullo de matar con sus propias manos le provoca una indeseable necesidad de descansar su cuerpo.
El joven mercenario no puede evitar sonreír producto de la impotencia de que su cuerpo sea tan débil, a su propio entendimiento, entonces se deja caer en el suelo ante la atenta mirada de Theo:
—Si, se lo que piensas. Dame unos momentos. —le dice Alex.
—“¿Quieres que vigile la siguiente puerta?” —pregunta Theo con su flecha tensando la cuerda del arco.
—Cinco minutos. Eso es todo lo que necesito. —responde.
Theo se acerca sigiloso hacia al lado de la puerta y espera a que su compañero termine de descansar.
Cuando las fuerzas regresan al mercenario y el dolor parece mermar, su mirada queda fija en la puerta que se abre lentamente y allí aparecen dos guardias mas que se habían ido segundos antes de su llegada.
El primer guardia ve a Alex y luego ve a su alrededor la masacre ejecutada por los mercenarios. El segundo guardia gira su cabeza y alcanza a ver a Theo, pero apenas centra la mirada en él, este dispara su flecha y le atraviesa el cráneo desde la parte baja de la mandíbula.
Alex se recompone y rápidamente le asesta un puñetazo a la garganta del guardia, impidiéndole la posibilidad de dar aviso y luego, de otro golpe al pecho, le rompe las costillas en la que una de ellas impacta a los pulmones y corazón. La muerte es inminente con tales daños:
—Estos malditos no dan tiempo de descansar. Infelices. —patea molesto la cabeza del guardia—Bien, sigamos.
—“Espera un momento. ¿No seria mejor que descansemos un poco más? Te ves agotado y apenas vamos por el segundo vagón. Además, no te has recompuesto por lo de la tribu Abinue. Estás deshidratado y no has dormido por días”.
—Estoy bien, preocúpate por que tus flechas den en el blanco ¿quieres? —responde malhumorado.
Tras algunas horas desde que partieron de la estación, Alex y Theo avanzan al tercer vagón de los seis que componen al tren prisión. El cuarto en el orden es donde se ubican los criminales y los restantes quinto y sexto son del resto de la guarnición que debe vigilar al tren.
Sin embargo, durante horas no se han visto a los guardias y asesinos que se encontraban en el segundo vagón por lo que las sospechas son fuertes y varios miembros de la guarnición se acercan a ver que ocurre. Para escapar a una posible e inevitable emboscada, Alex y Theo saltan al techo del tercer vagón y caminan contra el viento y arena danzante sobre sus rostros:
—Si no me equivoco estarán en el cuarto vagón muy cerca del quinto donde se encuentra la guarnición, pero alejados del sexto donde está el alcaide.
—“Hay una escotilla en el medio. Podemos meternos por allí y evitar el otro extremo”
—¡Tienes razón, pero estaremos en gran desventaja si hay muchos guardias que puedan rodearnos!
Llegan hasta el cuarto vagón, sorteando velocidad, inhóspito desierto y la vigilancia de los guardias que protegen la puerta afuera:
—“¿Entonces?”
—Pues…—se acerca velozmente hacia la escotilla y la abre mientras se pone de pie— ¡vamos a por mi equipo! —exclama con una sonrisa entusiasmada.
Theo suelta un suspira corto y sigue al joven. Pero cuando el arquero se mete en la escotilla hacia dentro del vagón, se encuentra con que tanto Alex como él están rodeados por varios guardias y frente a ellos los criminales encarcelados. Este grupo de inadaptados están inmovilizados en asientos especiales armados con alta tecnología de Antares. Los brazos y piernas están adheridos a uniones metálicas que les impide moverse y constantemente inyecta sedantes fuertes, así como también respirados que les obligan a respirar vapores del mismo compuesto que los inhibe:
—Están drogados ¿huh? Vaya que sus tácticas son igual de cuestionables que las nuestras.
—“Alex ¿Qué haremos?”
—Veo que tienes un plan ¿cierto Theo?
—“Tu ve por los criminales y yo me encargaré. Solo recuerda donde está cada cosa”.
—¿Por qué lo dices? Bueno, no tiene importancia. Has lo que sabes.
Al escuchar eso, Theo tensa su cuerda con la flecha y dispara contra una caja de energía, provocando que se corte la luz en ese vagón. Entonces empieza en volar flechas por doquier y matando a varios enemigos que entre gritos y disparos fallidos caen uno a uno.
Mientras tanto Alex, sorprendido, busca la manera de sacarlos de sus prisiones:
—Sabia que eras bueno, Theo, pero nunca me imaginé que tanto. —piensa sorprendido.
***PARTE II***
En ese momento en el custodiado vagón número seis, el alcaide Herk Uork completa documentación de los criminales para entregar a la prisión del Sur y facilitar toda la burocracia tediosa en su silla acolchonada y un escritorio de madera de árbol invernal. Una pila de papeles que crece cada vez mas invita a continuar con los papeles:
—Termino una pila de papeles y aparecen dos más. Estos malditos criminales si que son solicitados. —maldice su labor—Tendría que estar torturando a esos malnacidos y no aquí, rellenando formularios y documentación tan innecesaria. —añade.
—Sabe que es importante o no nos dejarán pasar mas allá de la estación. —le dice uno de los asesinos.
—Son criminales que jamás saldrán de aquí. Se supone que para la sociedad ya no existen ni deberían existir.
—Debería salir de vez en cuando. Estar todo el tiempo arriba de los trenes prisión no ayuda a la salud mental. —le aconseja.
—Lo que necesito es una buena y grande taza de café y no tanto papelería. Eso es lo que necesito.
Durante un largo rato discuten sobre lo importante que es llenar papeles y salir del tren hasta que el alcaide deja de escribir y mira hacia la puerta que da al quinto vagón:
—Ya casi es hora del cambio de guardia así que podré deshacerme de ti.
—Eso mismo digo. Oírte quejar es demasiado para mi paciencia.
—Concordamos en algo.
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