Academia de Asesinos - 58
—Ah…maldito dolor de cabeza… ¿Qué mierda ha pasado? —murmura Alex con la frente sangrando producto de un corte y el hombro dislocado.
—No te aconsejo que te muevas. —advierte Ehirazu.
—¿Huh? Así que te liberaste.
No le sorprende que el mercenario esté fuera de la celda hasta que recuerda lo sucedido con el tren.
El dolor en su cabeza es fuerte y el hombro lo tiene casi inmovilizado hasta que Baligra se lo acomoda. Su dulce presencia es algo cómodo con lo que Alex no cuenta y a la vez le causa nerviosismo por su falta de experiencia para tratar con las mujeres.
En ese instante ve las columnas de humo donde se ubica el tren:
—¡Es cierto, el tren! — se pone de pie abruptamente y al levantarse ve como ha quedado el tren y los cuerpos que quedaron esparcidos por las arenas.
—No sobrevivió nadie a excepción de nosotros seis. El resto murió de diferentes maneras en el descarrilamiento. —dice Ehirazu mientras inspecciona los cadáveres cercanos en busca de lo que sea que pueda usarse.
—Dijiste seis…en total éramos siete. ¿Quién murió? —busca a su compañero Theo y no lo ve por ningún lado—Dime… ¿Quién murió? —repita, esta vez con cierta tensión.
—Solo quiero que sepas que en su último instante nos salvó al disparar una flecha que contenía una red y evitó que fuéramos expulsados hacia afuera. Sobrevivimos gracias a él. —dice Tyrakus en tono solemne para con quien resultó ser el salvador del grupo.
—¿De qué mierda me están hablando? —exclama Alex.
Ehirazu lleva al joven a un pequeño montículo de arena donde descansa un arco y flecha. Inmediatamente Alex maldice y patea la arena, grita y vocifera violentamente al ver de quien es la tumba arenosa:
—¡Maldito seas Theo, se suponía que ibas a ser mi mano derecha! ¡con un demonio! —grita una y otra vez.
No cae una sola lagrima de sus ojos, pero la sensación de soledad y de ira solo lo hacen más peligroso. Deja escapar un grito más donde pronuncia el nombre de su aliado caído y luego mira a los criminales que rescató.
Claro está que no se encuentra solo, cuenta con nuevos aliados, y no hay tiempo para debilidades ni lamentos. Lo principal es buscar cumplir con el siguiente paso y ese es buscar a cierta persona que es el nexo con la sociedad asesina:
—¿Qué tienes pensado chico? —pregunta Ehirazu, luego de que Alex se haya calmado.
—Tengo una dirección, un nombre y dos objetivos. —responde Alex.
—Pues bien, te ayudaremos. Al fin y al cabo, eres nuestro líder. —exclama Ehirazu.
—Buenas palabras, Ehirazu. ¿Dirección? Ciudad central.
—Ciudad central ¿huh? El centro político del continente. Me suena a que veremos a alguien importante. —dice Tyrakus.
—También encontraremos mucho dinero y guerreros fuertes. —pronuncia Brutallio.
—Concentrémonos en lo que tenemos al frente. Lo personal guárdenselo para luego. —dice Baligra a modo de regaño.
—Kukuku…siempre tan amable. No hay duda de que eres el centro de toda fiesta. —responde Riurik mientras danza sobre la caliente arena con sus pies desnudos.
Ehirazu se acerca a Alex y entierra su espada dientuda en la arena. Lo mira fijamente y mantiene sus ojos en el joven a la espera de una respuesta sobre el nombre:
—¿Nombre? —pregunta Tyrakus.
—¿Conoces a Don Leopold? —pregunta Alex.
—¿Don Leopold? Hace tiempo no escucho ese nombre. —dice Ehirazu.
—Sabes quién es. —dice Alex.
—Claro que sí, es un poderoso cabeza de familia que actúa en el bajo mundo de Antares. Es miembro de la orden asesina pero que ejerce de nexo con los mercenarios que llegan para investigar, espiar y hasta ejecutar objetivos. —explica Ehirazu.
—Así que es un bastardo como yo. —sonríe el joven con extrema malicia.
Baligra lo mira un momento y luego baja su mirada, sintiendo como un profundo recuerdo la mortifica, haciendo que se muerda el labio y encoja en hombros:
—Mencionaste dos objetivos. —dice Tyrakus—¿Tienes idea de cuáles son?
—Si, claro que sí. El primero es uno que llevo tiempo planificando hacer solo. Una pequeña venganza personal con un maldito mocoso.
—Sabia decisión en no involucrarnos en tus asuntos personales. —dice Ahirazu.
—El segundo objetivo es un evento que empezará el próximo año. Uno al que iremos con ayuda de este Don Leopold.
Baligra se sienta en una roca al frente de Alex y suspira aburrida:
—¿Podrías ser más claro con lo que haremos? —dice ella.
—No pareces ser de las personas que tienen paciencia. —la mirada fijamente, el joven mercenario.
—A decir verdad, la tengo, pero espero no ser la única en ver que eres inexperto y ser liderados por alguien así no es algo alentador. Ehirazu en cambio parece más sensato. —responde Baligra.
—Puede ser…pero acaso ¿tiene ambición? Por lo que he visto son un grupo que ha perdido toda ambición y no hay nada que los aliente a ir más allá de sus capacidades. Mi oferta no solo fue para ser su líder sino explotar su potencial y darles un motivo de existir. —les explica Alex.
—Se más claro niño y cuida tus palabras. —amenaza Ehirazu con una fuerte e intimidante presencia que hasta el mismo joven se da cuenta que va enserio.
—Vengo a crear un grupo que esté dispuesto a ser grano en el culo de esta orden de mierda y todo a base del potencial que tenemos. Y seré yo el que los lidere.
—Ya dijiste eso mismo en el tren, pero ¿no puede ser más convincente? —dice Baligra.
Gracias a Baligra, los ánimos de los demás se ven perjudicados y la desconfianza en Alexander aumenta. Ehirazu confronta al joven para no ser manejado como marioneta y busca algo más de su parte y considerar de verdad la oferte.
La verdadera razón de esto es porque sienten que Alex tiene como motivación, una muy personal que los puede llevar a todos a la muerte. Sin embargo, el chico tiene un as bajo la manga:
—En el Sur hay…una isla que ni la orden asesina le ve importancia, pero para nosotros tiene una ventaja estratégica. Está muy cerca de la costa y fácilmente se puede llegar allí. Lo único malo es que se tarda en llegar desde este punto unas tres semanas.
—¿De qué hablas? —pregunta Baligra.
—Tienen sus perfiles en el registro. Si se presentan allí podrán pasar sin problemas.
—Eres un mocoso descarado. ¿Intentas hacer que partamos desde aquí y nos resguardemos en esa isla que dices y tú vas a tu pequeña operación egoísta? —pregunta Ehirazu, irónicamente.
—Tengo mi as bajo la manga y decidí usarlo. Pueden confiar en mí y mi capacidad de liderazgo o hagan lo que les plazca. No necesito subordinados que vayan contra mis órdenes. —se molesta por la desconfianza entre esos mercenarios.
Tyrakus arquea una ceja y se acerca a Alex:
—¿Qué? —pregunta Alex.
—Digamos que oficializamos la alianza y nos ponemos bajo tus órdenes. ¿Qué es lo que haremos primero? Dependiendo de tu respuesta es que nos uniremos a ti y te abandonamos en este páramo olvidado.
—Kukuku…esto se pone bueno…—murmura Riurik, sentado en la arena a la espera de alguna reacción interesante.
—No voy a repetirlo de nuevo. —responde Alex.
—Tendrás que hacerlo o sino ya sabes que pasará. —dice Tyrakus.
—Espero no sea una amenaza. —se acerca hasta quedar cara a cara.
—Solo responde a la maldita pregunta.
Ambos intercambian miradas durante unos pocos, pero eternos segundos. Nadie tenía previsto que sucediera una confrontación, pero todo puede pasar, tratándose de alguien que busca volver sus subordinados a un grupo de criminales con antecedentes espeluznantes.
Sin darse cuenta, un pequeño hilo eléctrico se asoma por el hombro de Alex dando cuenta de que continuar con la discusión podría acabar en algo mucho más trágico para todos los presentes:
Al ver esto, Tyrakus retrocede y suspira. Alex no le queda de otra que mostrarles que no serán usados para fines personales, por lo que explica una vez más sus planes:
—El primer objetivo lo cumpliré en solitario. Es una venganza personal y solo yo iré a ese maldito lugar.
—En ese tiempo ¿Dónde estaremos? —pregunta Baligra.
—Pueden elegir dos sitios. Esa isla, aunque estarán a miles de kilómetros o en la mansión de Don Leopold.
—Lo dices como si ya hubieses contacto con ese tipo. —dice Brutallio.
Alex guarda un sospechoso silencio. Entonces Ehirazu empieza a reír a carcajadas que da mala espina a los demás. Le parece interesante el cambio repentino de atmosfera que produce Alexander, pero los demás no llegan a captar ese leve pero notorio cambio:
—¿Qué es tan gracioso Ehirazu? —pregunta Tyrakus.
—¿No es obvio? Este mocoso ya organizó todo. Solo buscaba ver nuestra reacción. —responde sorprendido.
—¿E-Eso es cierto? —Tyrakus se voltea a ver a Alex.
—Aceptó a prestarnos ayuda cuando le explique la operación.
—Manejas una situación crítica y ya tenías organizado desde hace tiempo. La única pieza para que funcione la operación que quieres de nosotros. Necesitas de un grupo confiable para este trabajo. —Ehirazu vuelve a esbozar una sonrisa.
—Mas que pieza deseo liderar a un grupo de inadaptados…criminales…renegados…
Ehirazu extiende su brazo mecánico hacia el joven mercenario. Por fin el tan ansiado reconocimiento por parte de ese grupo de criminales y desalmados ha llegado.
Alex mira a cada uno de los mercenarios, quienes le devuelven la mirada, y se pone derecho, inflando su pecho orgullosamente. Entonces, Ehirazu lo ve diferente, más decidido y por supuesto confiable. Su aura es diferente de hace apenas momentos:
—Si alguien es tan demente como para organizar todo previo a fundar su equipo entonces tiene la suficiente capacidad como para derrumbar el sistema. Me caes bien chico. Una pena lo de tu compañero, pero con gusto quisiera ser tu mano derecha.
—Esto no hace más que emocionarme. —sonríe Alex y devuelve el gasto.
—No tengo nada que objetar. —Tyrakus extiende su mano en señal de aceptación para Alex como líder.
—Bueno, si hay enemigos fuertes para aplastar no tengo problemas. —dice Brutallio.
—Kukuku…yo quiero cortar todo lo que pueda. Hace tiempo que no empapo mis manos de sangre. —se entusiasma Riurik.
—Supongo que está todo dicho. Suerte chico. —Baligra le toca el hombro y sonríe, provocando que Alex se sonroje.
—Por cierto ¿Qué nombre le pusiste al equipo? —pregunta Ehirazu.
—Somos un grupo…nuestra fuerza equivale al de una legión…somos la Legión de Mercenarios…
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