Academia de Asesinos - 60
Las campanadas de inicio del descanso suenan un total de cinco veces, anunciando el tan esperando descanso después de largas primeras dos horas de clases. Los de primer año se adelantan entre corridas y expresiones entusiastas, mientras que los de años mayores se mueven exhaustos debido a que no solo lidian con las clases teóricas sino también feroces actividades físicas que ralentizan su andar juvenil. Sorpresivamente del curso de Kamata, Kaizer y Megumi, todos salen como si fueran salidos de una película de terror, todos agotados y aterrados a excepción de la joven, quien deslumbra con su mirada de emoción y no deja de hablarle a sus amigos de cómo le agradó la clase y no puede esperar a la próxima. En el orden de materias a cursar, la siguiente resulta ser química que empeora el humor de tanto Kaizer como Kamata.
Para cambiar de tema, Megumi los toma a ambos del brazo y lleva a la cafetería, su lugar de relajación y donde hablan de lo que sea y siempre se sacan una sonrisa:
—Vengan, dicen que hoy habrá nuevo menú. Según parece se trata de fideos con albóndigas. — dice ella con saliva cayendo de su boca mientras menciona cada detalle de la deliciosa comida.
—Prefiero el arroz, muchas gracias. – responde Kamata, dejándose llevar por su amiga.
—Creí que eras fan del ramen con verduras y carne. – contradice Kaizer.
—Lo es, lo es, pero eso de fideos con albóndiga me suena a algo del sur. No tengo nada contra el sur, pero…su comida es tan…— dice Kamata.
—¿Cuándo comiste comida del sur? — le pregunta Megumi.
—Hace tres meses ¿no sabían? ¿enserio? Quizás no comieron aquella ocasión en la cafetería. – se defiende Kamata.
—En fin, quiero comer esa delicia. – se emociona Megumi igual que una clase de matemática, física, química o literatura.
Pasó un mes desde aquel incidente con los invasores fiesmeros y a pesar de que ya casi ha sido olvidado entre los estudiantes, los altos mandos optaron por cambiar la seguridad y aumentarla. Según lo que Doncaster pudo averiguar y lo que Hiroshi confirmó, es que hay mercenarios infiltrados incluso dentro de la orden, por lo que la lista de aliados se sigue acortando, primero los nobles que en su incansable deseo por recuperar ese poder perdido de hace cientos de años pusieron en peligro a sus descendientes y a los estudiantes, y claro está a los mismos miembros de la orden asesina, bajo falsas promesas de ir a una guerra contra los mercenarios en Ophiros, buscaron desestabilizar todo el continente.
Antes de llegar a la cafetería, Kamata siente sonidos como eco que resuenan por el pasillo, pero solo él escucha. Voces de una misma persona pero que suena sedienta de sangre y busca saciarse sea como sea:
—¡Quiero matar! ¡mátalos, mátalos a todos! ¡tómame y acaba con quienes se crucen en tu camino! — repite incansablemente una y otra vez
Harto de escuchar esa voz, Kamata se detiene y grita, enfurecido:
—¡Ya cierra la puta boca maldito psicópata!
Megumi se queda pálida y mirando a su querido amigo con rostro molesto y gritando otra vez para callar esa voz. Kaizer, por su parte, sospecha que algo más ocurre, su instinto le dice que lentamente algo atenta contra la estabilidad mental del espadachín en cuya arma descansa una terrible presencia que solo puede escuchar el portador.
Después de calmarse y vuelve en sí, Kamata mira a sus amigos sin saber que acaba de pasar y porque lo miran como si fuera un demente. Se revuelve el cabello oscuro, que al tacto su roce es nervioso.
Lucian los llama desde lo lejos y mano levantada para anunciar su llegada mientras esboza una sonrisa característica de él:
—¡Hey! ¡¿Cómo están?! —pregunta el chico.
—Digamos que no es la mejor pregunta para hacer en estos momentos. – le responde Kaizer.
—¿Estas bien Kamata? —pregunta Megumi
—S—Si, estoy bien, solo estoy algo cansado por esta clase. Me voy al dojo un rato. — se aferra a su espada y camina rumbo al lugar.
Habían vencido semanas atrás a los fiesmeros y Kamata se abrió a sus amigos, los primeros en la vida, pero no es como si todo estuviera resuelto. Ignoran lo que ocurre con esa arma:
—¿Que creen que le pasa? — pregunta Lucían a Kaizer y Megumi.
—No lo sé, pero se veía perdido cuando gritó. — Káiser rasca su cabeza.
—Por alguna razón esa espada me da muy mala espina. — dice Megumi, consternada.
—O quizás esté en esos días, quien sabe. — exclama Lucian.
En el dojo de kendo, Kamata deja la espada sobre un altar donde se encuentra una foto de él junto con Kotomi y el resto del club antes de la invasión de fiesmeros. Se viste con el atuendo para practicar con espadas de madera y con cuidado se arrodilla para meditar frente al arma.
Durante los 20 minutos restantes del descanso, la mente del joven disputa una batalla contra esa voz que tanto lo molesta con que tenga que matar a cualquier persona:
—Eres detestable. — dice Kamata en voz baja.
—Débil…tu eres débil…
—Solo eres una maldita espada ¡deberías obedecerá a mí!
—No mocoso, eres mi marioneta. Un mero humano que ante el más mínimo empujen te caerás al abismo de la locura.
—¿Crees que te voy a dejar hacer lo que te plazca?
—Mocoso, ¿te crees tan valiente como para evitar mi voluntad? Tu cuerpo será mío…ya verás…
Cada una de las filosas palabras que salen de esa maliciosa voz hacen que el mal humor se apodere de Kamata.
Por más que lo desee, mantener esa espada encima es tan peligroso como tener una bomba sobre el cuerpo, entonces decide que por el momento dejará en el dojo sobre la pared, o al menos es la intención, pero su orgullo, decisión final y promesa a Kotomi es suficientemente fuerte como para resistir y acallar esa voz.
De repente, recuerda unas palabras que Kotomi le dijo cuando ella era la presidenta del club de kendo durante una conversación con ella:
—¿Crees que pueda portar una espada alguna vez? — pregunta Kamata.
—¿Qué si lo creo? Por supuesto, pero eso es algo que tu mismo tiene que decidir. Una espada a fin de cuenta y que siempre me ha dicho Hiroshi, es un arma con dos funciones, ser usada para defender causas justas y proteger o matar sin remordimiento y que esa arma la cual juraste usar para ayudar a las personas se convierta en una maldita con sed de sangre. Al final eres tu el que influirá en ella y no ella en ti. – responde Kotomi mientras sorbe su té— Toma tu bebida que se enfría.
—Oh, sí.
Cuando se libera de la influencia amarga de esa presencia, abre sus ojos y ve a todo el grupo de kendo listo para las lecciones con sus respectivas espadas de madera:
—Kamata ¿estas bien? Te ves exhausto. — dice uno de los aspirantes a espadachín.
—Si, estoy bien. Ahora en un momento llegara el vice presidente. Yo…tengo clases en unos momentos así que nos vemos más tarde. — se reincorpora y camina hacia los vestidores.
***PARTE II***
En la cafetería, Megumi espera aburrida en la mesa su desayuno de media mañana mientras que Lucian y Kaizer espera los pedidos junto a otro montón de estudiantes.
La joven observa a su alrededor y no puede creer que hace un mes había ocurrido aquel incidente con los fiesmeros y casi cuatro lo sucedido con los nobles, como si el tiempo pasase rápido en la mente de las personas.
Llegan los muchachos con sándwiches de jamón y queso para ella, de atún para el tirador y huevo para Kaizer, se reparten los platos y toman asientos mientras devoran su comida elegida por ellos mismo:
—Megumi, ¿cómo se encuentra Maia? — pregunta Lucian, genuinamente preocupado por la ausencia de días de su querida amiga.
—Según sé, está bien de salud, pero prefirió no venir hoy.
—Oh, vaya. — se lamenta el tirador.
—La extrañas bastante ¿no? — dice Kaizer.
—Claro que sí. — responde sin problemas.
—Vaya, me sorprende que lo reconozcas tan rápido. – se sorprende Megumi de que un chico tenga tal facilidad para reconocer que le gusta alguien.
—Oigan, a todo esto ¿escucharon los rumores? — les pregunta Lucian, acercándose a ellos dos.
—¿Rumores? — pregunta Megumi.
—¿Qué rumores? — añade Kaizer.
Curiosos, Kaizer y Megumi acercan cada vez más sus oídos para saber a qué se refiere el tirador. Al parecer resulta normal la situación de los rumores, sobre todo cuando la seguridad de Antares es vulnerable, pero la información que Lucian posee es tan crucial como prohibido para oídos que no sea de altos mandos:
—Les contaré, pero guarden el secreto. – les pide el chico.
—¿Por qué sería un secreto si al final resulta ser un rumor? — duda Megumi.
—Buena pregunta, es que al parecer los altos mandos de la orden están intentando de que ese rumor desaparezca sea como sea. No estoy seguro si es para evitar que se propague la preocupación, pero ya han establecido un estado de peligrosidad para eso. – responde Lucian, inquieto en voz baja.
—Entonces ¿Qué rumor es? – pegunta Kaizer.
—Parece que hubo un descarrilamiento de un tren prisión en el Este, hace casi un mes. Parece que ese mercenario, Alexander, el criminal traidor es causante. – cuenta Lucian.
—¿Alexander? ¿Cuál sería su propósito? ¿Por qué un tren prisión? — pregunta Megumi.
—Por lo que según sé, estaban transportando peligrosos criminales al sur, pero nunca llegaron y desaparecieron sin dejar rastro. – responde Lucian.
—Posiblemente planee algo con esos prisioneros. La última vez que atacó fue en los exámenes de ingreso y salió mal su atentado. – dice Megumi, poniendo su mano en el rostro y apoyándolo para descansar en sus pensamientos.
Eso no ayuda en lo absoluto a calmar a Kaizer, puesto que dentro de él cree que todo lo que el mercenario busca actualmente es atacar a la academia al mismo estudiante debido a la humillación de haber podido pelear frente a frente.
Se siente culpable de que ahora la academia esté en riesgo, una vez más, solo porque la suerte estuvo de su lado en aquel momento crítico.
En un instante, aquella preocupación que tan de golpe lo abrumaba se detiene cuando Megumi coloca su mano sobre la de él y se le queda mirando. Ese sentimiento de que todo está mal pero que sin duda tiene una compañía que le da la fuerza que necesita, si, una amiga fiel. No es para menospreciar a Lucian, el primer amigo que pudo obtener Kaizer pero la presencia de ella es tan cálida que su corazón temeroso ahora tiene la fuerza para no verse superado por cualquier circunstancia amarga.
Kaizer cierra por unos momentos sus ojos y luego los abre para esbozar una sonrisa a su amiga:
—Estoy bien, no te preocupes. – acaricia el hombro de Megumi y continua con la conversación— ¿Creen que vayan a atacar de nuevo?
—No estoy seguro. A decir verdad, me inclinaría a pensar que ya están ideando planes de contingencia. – responde Lucian con ciertas dudas.
—Pero Lucian ¿Cómo es que sabes tanto sobre esos rumores? – pregunta Megumi mientras come su comida con gran entusiasmo.
—Ah, ah…bueno…son rumores como podrán ver y…
Las campanas suenan para dar fin al descanso y aliviado, Lucian se levanta de la mesa y avanza de prisa a la puerta de la cocina para regresar a su clase mientras se despide de sus amigos:
—Que extraño…— deja escapar Megumi.
En cuanto a Kaizer, se queda pensativo con lo que acaban de conversar, no le llama mucho la atención sobre como sabe tanto Lucian, el asunto serio es que pasará de ahora en más. Un grupo de criminales están sueltos buscando ¿asestar un feroz golpe a la academia del oeste? O solo un mero capricho de un traidor que quiere vengarse de la humillada en el examen de ingreso.
Sacude su cabeza para alejar las tantas preguntas que surgieron de tal extraña conversación y mira a su alrededor como es que nadie sabe qué pasa. El recorrido de su mirada se acaba con Megumi, quien una vez más llena de calma al chico. Ella lo toma de la mano y lleva hacia el salón de clases.
***PARTE III***
En el despacho del director, Hiroshi se reúne con Doncaster, un hecho regular considerando que en menos de un año sufrieron dos ataques que atentaron contra la vida e integridad de los estudiantes, así como la orden, además de diversos movimientos mercenarios que resultan sospechosos. También la reunión con los demás directores y leyes vivientes hicieron acrecentar la preocupación por el estado de situación en el continente Antares.
El director no puede esperar a tratar los temas con su mano derecha, el tranquilo oeste se ve en constante peligro desde hace poco menos de un año. Los ida y vuelta de profesionales que vigilan a toda hora desde el ataque de fiesmeros acrecentó la desconfianza en la propia seguridad asesina. Su orgullo había sido herido.
Mira una botella de whisky de setenta años a medio terminar a un lado en su escritorio, observando cada centímetro de líquido que llena el espacio del vidrio. Hiroshi se queda en silencio bebiendo café y degustando el aroma que ingresa a sus fosas nasales:
—Doncaster. – dice el espadachín, interrumpiendo su meditación con el café.
—Si, sí, yo se. Esto se salió de control ¿vedad? – dice inmutable, pero con gran disgusto en la voz.
—Hay que enviar a las leyes vivientes de otra manera nos será imposible de lidiar con ese grupo de criminales. – exige Hiroshi, harto de la poca acción que toman los directores de academia como la principal fuerza de liderazgo en la orden.
—¿Qué te dijeron las leyes?
—No lo sé. No me he reunido con ellos desde hace tiempo, pero la unidad de inteligencia me ha enviado datos demasiados perturbadores. – deja una carpeta con documentación considerado como altamente secreto.
Doncaster toma la carpeta y saca los papeles de los que el primero en aparecer es uno con foto de Alexander. A primera vista no se inmuta puesto que sabe todo sobre lo relacionado a la nueva facción invasora en Antares.
Toma la botella de whisky y se echa a beber de la misma, sin llenarse el vaso en el cual posee hielo derritiéndose velozmente. Hiroshi intenta detenerlo, pero al pensárselo bien cree que lo mejor es no intervenir con los sentimientos de las personas y sus acciones, sobre todo si es alguien cuya edad es superior. Solo le expresa lo que piensa:
—¿Sabes? El cigarro y el alcohol en enormes cantidades no son cosas sanas.
—Solo di lo que quieres decir. – dice Doncaster, mientras continúa bebiendo sin control.
—Lo que haces es autodestructivo, si continuas puede que acabes mal.
—Lo que haga de mi existencia no es asunto tuyo.
—Puede que así sea, pero hay alguien que no creo que desee verte mal.
—¡Ja! Él ya dejó de pertenecer a mi vida así que ¿Por qué debería seguir preocupándome por mi salud?
—Bien, como quieras, pero antes de que te embriagues y empieces de nuevo con los berrinches, necesito que conversemos sobre ese asunto. – el tono de su voz es más serio que de costumbre.
—¿La isla del sur?
—Ajá. – asienta con la cabeza— Sabes que estamos frente a un problema y Durias no parece aceptar intervención de las leyes. Es preocupante y todo lo que se quiera hacer puede terminar en una confrontación.
—Y para peor, las leyes vivientes también enviaron una carta en la que pidieron intervenir a la academia. En verdad este nuevo grupo trajo problemas serios al continente.
—¿Dejaremos que anden a sus anchas?
—Eso está fuera de discusión. Ten. – le entrega a Hiroshi unas diez cartas.
—¿Qué son estás cartas? — pregunta el confundido espadachín.
—Son varias cartas destinadas a los demás directores, el gobernador y las leyes. Es sobre el asunto del torneo de academias.
—No parece que se suspenda ¿acaso tienes pensado que se haga?
—…— se queda pensando y luego responde— envía estas cartas.
Doncaster se echa para atrás en su asiento y masajea el rostro con los ojos cerrados. Agobiado por las presiones de las leyes y tener que lidiar con el ego de los directores, quienes muchas veces no quieren reconocer que han estado administrando sus territorios con actividades criminales en sus narices.
Una vez más la presión y en consecuencia decisión de lo que ocurra recae en el mismo director de la academia del oeste.
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