Academia de Asesinos - 61
La noche se desliza lentamente hacia el cielo y el sol se oculta detrás de los grandes bosques que adornan todo el centro del continente. Mientras el oeste se prepara para dejar otro día de ardua actividad, un joven se escabulle hacia el salón de entrenamiento, sorteando así la seguridad incansable de decenas de mercenarios que protegen a la academia durante la noche.
Un día más en que Kaizer no puede dormir producto de miles de pensamientos que corretean por su mente inmadura pero también preocupada por su entorno.
Como si fuera algo ya natural para él, se mueve sigiloso y hábilmente por entre los pasillos y por done al menos dos asesinos recorren con linternas y sus sentidos en estado de alerta constante. Los sobrepasada fácilmente y llega hasta la puerta del lugar. A diferencia de las instalaciones de la academia, la sala de entrenamiento recientemente inaugurada se encuentra en el otro extremo del sector habitacional de los estudiantes por lo que para llegar se debe ingresar desde la cafetería, pasar por los pasillos largos y sonoros y con suerte atravesar la zona donde se encuentran los salones de los diferentes clubes. Curiosamente es la parte de la academia donde no hay mucha seguridad debido a que solo se circula durante el día y a la noche deja de permitirse el paso sin autorización del consejo estudiantil o profesional a cargo.
Increíblemente esa velocidad con la que llega a las puertas del salón de entrenamiento se suma la daga que a pesar de verse pequeña en comparación con armas que porta siempre Olympico pesa demasiado y desde que la obtuvo no ha podido dominar su uso y hasta había dejado de usarla para entrenar, pero algo dentro de él broto con intensidad por si solo, como si necesitase aprender a utilizar ya que en un futuro lo necesitará o simplemente su orgullo por negarse a adquirir otra para especializarse. De cualquier manera, su decisión es firme y su arma, la cual en otras manos seria prácticamente imposible de sostener por más de dos minutos, pero en las suyas supera con creces la media hora.
Tras llegar, abre lentamente y con pequeños e intermitentes chirridos que acompañan al andar del joven, quien se adentra al enorme salón que equivalen a cuatro salones de clases juntos. Prende una sola vela y camina hacia el centro del campo de entrenamiento donde con mucho cuidado la coloca en el suelo y se aleja otros dos metros de allí mientras saca de su vaina la daga.
Para iniciar su entrenamiento en solitario, agita su arma de un lado hacia el otro, muy lentamente mientras se aferra al suelo para que el peso de la daga no perjudique su estabilidad, una técnica recomendada por Olympico en el uso de armas enormes o pesadas.
Después de varios minutos acomodando su cuerpo y entrando en calor, da varios pasos seguidos con estocadas de la daga en mano y piruetas de evasión. Se mueve de un lado hacia el otro entre la oscuridad y poca luz que ofrece la vela encendida.
Kaizer se detiene al escuchar unos pasos cerca de la puerta al salón de entrenamiento, cubre la llama de la vela y calma su propia respiración, ya que muchos asesinos son tan agudos que cualquier cambio en el ambiente puede ser suficientemente sospechoso como par que intervengan. Las sombras se asoman por detrás de la entrada y murmuran cosas tales como si hay alguien dentro o si deberían irrumpir con la poca certeza de que no sea nadie y quede desprotegida su ruta.
Una de las voces se acerca y mueve la perilla hasta que otra más solemne lo detiene y ordena moverse hacia otro sector. A todo esto, Kaizer se camufla excepcionalmente bien entre la oscuridad como para evitar ser detectado.
Cuando ve que se alejan recupera el aliento y suspira aliviado:
—Eso…eso estuvo cerca. – dice con la frente y cuello cubierto en sudor.
—Si, eso estuvo cerca. – dice una voz detrás de él.
—Cierto que si… ¿huh? — rápidamente se voltea y ve una sombra que se encuentra de cuclillas sobre el suelo.
—Shhh, no te exaltes. Soy Hiroshi.
—¡¿Hiroshi?! – se exalta.
—Shhhh, te dije sin sobresaltos.
—Lo siento ¿Qué haces aquí?
—Soy uno de los tantos profesionales que vigilan algunos días en la madrugada.
—Por eso no te vimos hoy.
—Tenía que descansar. Mis deberes son mucho más amplios que los de cualquiera. Entonces cuéntame ¿Qué haces aquí a altas horas de la noche?
—Solo venía a entrenar, eso es todo.
—¿De nuevo en plena oscuridad? Se supone que tienes que descansar. Estas en un momento crítico de tu desarrollo como ser humano.
—Lo sé, pero es que necesito hacer esto. – levanta su daga y baja de una.
—¿Te cuesta usar la daga fundadora?
—¿Daga fundadora?
Se pone de pie y camina hacia los interruptores de la luz con los que enciende la sala de entrenamiento. En cuanto se alumbra el sitio, los profesionales que vigilan se agolpan a la entrada, pero cuando ven a Hiroshi abrir la puerta se quedan calmos, pero le hacen ciertas preguntas protocolares, solo por seguridad.
Kaizer se sienta en el suelo mientras ve a Hiroshi mover unas cosas tales como objetivos de paja y madera, así como otras sillas para formar una especie de circuito con obstáculos. El chico no tiene idea de porque o para que:
—La daga fundadora es un arma antigua que data de una época bastante lejana a la nuestra. Supuestamente es un arma que data de la fundación de la orden asesina, otros relatos dicen que es la que fundó la civilización de Antares. Por mi parte es solo un pedazo de metal difícil de manejar pero que puede servirte en el futuro o quien sabe.
—Significa que no es nada especial. – desliza Kaizer sin cambiar su estado de ánimo.
—En cierta forma no, pero si lo quieras de esta forma, es un arma que tú mismo tienes que formar su significado. Sigue siendo un pedazo filoso de metal pero que puedes darle el significado de servir a una causa justa y noble o asesinar sin remordimiento para ser un arma maldita. El portador lo decide. Es gracioso…
—¿Qué cosa?
—Es el mismo consejo que le di a otra persona. Bueno, la cosa es que puedes empuñar esa arma si sientes la convicción suficiente para hacerlo.
—Es demasiado difícil. Siento que no es lo mío usar armas. Se me da mejor las artes marciales.
—Y eso que se dice que eres extremadamente talentoso. Bien, dejamos las palabras para otro momento. Intenta completar este circuito ¿sabes cómo hacerlo?
—Entiendo muy vagamente en que consiste.
—Muy bien. Es simple, tendrás que moverte rápido a través de las sillas, esquivándolas y también estos costales de paja envueltos mientras haces eso intentarás usar la cuchilla encadena. Se que sabes de que hablo.
—Si, pero ¿Cómo usaré algo así si me cuesta el ataque básico?
—Tienes razón y de ahí dependerá tu creatividad a la hora de pelear.
Kaizer mira su arma y aunque confía en lo que dice Hiroshi, una voz interior le dice que es muy difícil hacerlo sin siquiera haber usado durante mucho más tiempo ese objeto. Pero no puede excusarse por el simple hecho de no lograrlo, tiene que esforzarse mucho más.
Los tiempos serán mucho más difíciles que los que corren actualmente. Kaizer avanza hacia donde se supone está el punto de salida y en camino serpenteante se encuentra el final de la recta, allí espera Hiroshi. Un camino de casi veinticinco metros entre Kaizer y el profesor:
—Hiroshi.
—¿Sí?
—En el club de artes marciales estuvimos hablando sobre como poder usar nuestro poder físico más allá del límite.
—Eso suena interesante.
—Lo es, pero ¿Cómo poder superar ese límite?
—Según lo que preguntas puede que sea la teoría de la extracción de todo el poder físico.
—¿Teoría de extracción?
—Bueno, más que una teoría es una práctica normal entre asesinos con fuerza física y espiritual como base de su poder, pero no es algo típico entre los estudiantes. Creo que deberías concentrarte en este tipo de entrenamiento y cuando tengas la edad suficiente, allí es cuándo podremos conversar, tu, Olympico y yo.
Kaizer asienta y se pone en posición para correr.
Cuando Hiroshi avisa que ya puede iniciar, el chico corre a toda velocidad, esquivando sillas y todo lo que le arroja el profesor, sin embargo, un pequeño paquete de paja le cae en cabeza y este se tambalea hasta que enviste los obstáculos en su camino y cae al suelo.
Sin desmoralizarse por ese fallo, Kaizer se pone de pie y regresa al punto de salida. Hiroshi sonríe aliviado de ver la voluntad de enfrentar al fracaso propio.
A medida que fallaba, también mejoraba su rendimiento y como esquivaba, así como también manipulaba la daga para quitarse de encima los objetos que le caen encima. Hiroshi nota que sus movimientos se agilizan con los errores y el volver a intentar:
—Este chico…no para de mejorar a un ritmo alarmante. – se sorprende de la evolución de Kaizer con solo un par de intentos — Extracción del límite ¿podrá ser que él…? No, es muy joven y su cuerpo no podría soportar algo así. Pero ¿y sí ya ha derribado su limitador siendo tan joven? No puedo quitar esa gran posibilidad. – continúa pensando.
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