Academia de Asesinos - 63
Un humo sobresale del bosque espeso y llega hasta el punto más alto de los árboles.
Desde lo lejos se alcanza a ver, pero con lo peligroso que se ha vuelto adentrarse al bosque es imposible que alguien busque el origen de aquella columna de humo.
Allí se encuentran, reunidos alrededor de una fogata en medio del atardecer, la recién creada legión de mercenarios con Alexander como líder y Ehirazu recientemente asignado como el segundo al mando.
Después de tardarse menos de dos semanas en salir del territorio este, llegaron hacia los bosques que costean dicho lugar cubierto de arena rojiza y marrón claro. Mientras que los demás miembros comen carne de caimán y serpiente, las cuales fueron trozadas por el implacable Brutallio y el siempre tan confiable Riurik, el joven mercenario se encuentra junto con Ehirazu a varios metros intentando comunicarse con un contacto interesado en aliarse con ellos, pero con ciertas condiciones que han sido las mejores o apropiadas, según Alexander, como para aceptarlas tan a la ligeras.
Entonces y aprovechando su nueva posición como líder de equipo conformado por tales peligrosos criminales saca su aparato comunicador y busca el contacto de su contacto y prometedor aliado:
—¿Crees que se lo tome bien? No conozco a ese tipo personalmente, pero he oído muchas historias sobre cómo se maneja en el bajo mundo y es bastante brutal. – dice Ehirazu.
—Para poder asestar los golpes que queremos a la orden asesina es necesario que tengamos no solo una lista de aliados, sino que fueran fuertes e influyentes. Se que estará muy agradecido por esta oportunidad. – dice Alexander, confiado en que todo saldrá bien.
—Si tú lo dices. – enciende un cigarro y da varias pitadas.
Hay mucha creencia en que una alianza de mercenarios casi siempre termina violentamente con alguno de los dos bandos exterminados. Esa creencia va de la mano de que generalmente son soberbios y con necesidad de más poder para lograr sus metas a diferencia de los asesinos que particularmente tienden a agruparse para cumplir sus metas, es por esa razón que son tratados por los mercenarios como débiles e inútiles.
Después de todo, en poder militar, así como individual y capacidad tecnológica llevan la delantera sobre los asesinos y por eso es que buscan darle la oportunidad a una nueva generación que reemplace a la antigua y tome un camino diferente para acabar con las tragedias de la guerra que continua entre ambos bandos:
—Oh, parece que está sonando. – deja escapar al oír el sonido del comunicador.
—Aquí Don Leopold. —responde una voz áspera, proveniente de un hombre de mediana edad.
—Soy Alexander Ble—
—Si, ya se quién eres. Lo noté en tu voz. —interrumpe el hombre— ¿Pensaste en lo que te dije, mocoso?
—Tus condiciones son un poco…extremas quizás. – responde con la mirada de Ehirazu fija en él, como si estuviera evaluando el desempeño del joven como líder.
Un frio silencio pone nervioso a Alexander y Ehirazu, hasta que una pequeña risa hace que sus corazones se agiten con intensidad:
—¿Extremas dices?
—Como escuchaste, no creo que tus condiciones sean lo mejor para mí y mi gente.
—Se más claro ¿Qué es lo que no te parece de mis términos? — se lo escucha molesto.
—Para empezar, que seas líder de esta operación. ¿Crees que te dejaré liderar esto? Soy consciente de que no poseo los recursos económicos, ni la influencia, pero mi gente es muy capaz de lograrlo sin eso.
—¡Jajaja! Veo que no tienes miedo de dirigirte a mí en ese tono tan altanero. Pero dime mocoso ¿Por qué no lo hacen ustedes entonces?
—Porque sé que tienes algo pendiente con Doncaster y ciertamente mientras mas seamos, mejor.
—Buen punto, pero sigo esperando una buena razón para arriesgar mi propia posición.
Muy de cerca, Ehirazu escucha cada detalle de la conversación. Le sorprende que Alexander sea capaz de negociar con alguien tan peligroso como Don Leopold, o simplemente es su ignorancia la que le llama la atención del joven. De cualquier manera, no son negociaciones tan simples como Alex piensa.
Don Leopold se toma todo con calma y paciencia, no lo demuestra, pero está interesado en la propuesta del joven mercenario:
—Esa…pequeña incursión que hiciste en la Academia del Oeste, apresurada si me lo preguntas ¿Qué pretendías hacer?
—Digamos que fui hacer una visita a varias personas.
—Según parece no funcionó del todo.
—Ve al grano. — se molesta que le recuerden su fracaso.
—Te haré una contraoferta más interesante para dentro de unos meses. Solo piénsalo.
—Dime.
—Empezará un cierto evento que ayudará a darle visibilidad a nuestros bandos frente a todo el continente.
—¿El torneo de academias?
—Con que lo conoces también.
—Mi padre me contó sobre ese evento. Además, fue mi primera idea para la operación.
—Entonces estamos en la misma sintonía. En estos días mi asistente se comunicará contigo para una reunión mas seria. Quizás dependa también de lo que hagas a partir de ahora. — corta la comunicación, dejando en silencio al mercenario.
Alex se queda en silencio, absorto en sus pensamientos con la brisa fresca del bosque en plena primavera.
Don Leopold, sentado en su sofá junto a una chimenea dentro de su enorme casa fortificada y varias decenas de hombres de traje y portando cuchillas y cualquier clase de arma de fuego pequeña, bebe su whisky con total calma mientras lo observa un hombre a su lado con ambas manos detrás de su espalda:
—Te encuentro muy callado, Martiny. ¿Qué es lo que te preocupa?
—Acepto la culpabilidad de mis actos, señor, pero no tendría que haber pedido tales condiciones.
—¿A si? Bueno, necesitaba mantener a mi mano derecha justo donde corresponde.
—Se lo agradezco mucho pero no tendría que haberlo hecho.
—Ya, ya, era lo mejor. Ese mocoso, si quería ganarse mi interés y oportunidad para conversar conmigo era necesario que te saque de esa maldita prisión del Este. Que oportuno o mucha coincidencia que cerca de donde descarriló el tren prisión estuvieras tu.
—Vuelvo a agradecerle, señor.
—Deja de agradecerme y ve a tu puesto.
—Si, señor. — hace una reverencia pequeña y camina hacia la puerta en el lado de afuera del salón.
—Con que así son las cosas. Los novatos vienen a corrernos a los viejos, jajaja, vaya que los tiempos cambian. — ríe a carcajadas.
***PARTE II***
Ehirazu espera alguna reacción de parte de Alex, pero solo atina a quedarse callado y mantiene la mirada hacia el cielo que lentamente va oscureciéndose pasando de un tono rojizo y anaranjado hacia uno más oscuro y frio.
Baligra se acerca con un pedazo de rama que en una punta tiene liquido goteando:
—¿Ya terminaron? La comida está lista. — dice la mercenaria con indiferencia hacia ambos.
—Vamos. — dice Alex.
—Si. — responde Ehirazu, intrigado por lo que piensa Alex.
Antes de seguir avanzando hacia la fogata y los demás miembros del grupo alrededor de esta, comiendo un estofado, Ehirazu toma del hombro a Alex con su mano mecánica y lo detiene. El joven se voltea y clava su mirada en el exconvicto. Este se queda en guardia sin que Alex lo note ya que no sabe que clase de reacción podría tener o como se lo puede tomar.
Sin embargo, el joven se queda en silencio y con mirada distante sobre su mano derecha. Es el momento para conversar acerca del futuro que le depara al recientemente creado grupo de “La Liga de Mercenarios”.
Ehirazu abre la boca, para preguntarle sobre lo que viene para el grupo, pero Alex no le deja hablar e interrumpe:
—Las piezas se están moviendo lentamente así que es mejor avanzar a la par.
—¿De qué hablas?
—Oficialmente estamos aliados a la familia mafiosa Don Leopold, reyes del bajo mundo en Antares. Si todo sale como espero, el próximo año daremos el mayor golpe de la historia contra la orden.
—Me sorprende que hayas logrado tal proeza.
—Haber logrado tal cosa…tuvo su coste…— se toca el pecho donde hay una venda que le cubre todo el abdomen hasta casi el cuello y un poco ensangrentado.
—Te dije que debíamos esperar a tener un plan.
—Era necesario tener su favor y que mejor manera que sacar de esa prisión a Martiny Douch de allí.
—Pasaron cinco días desde que lo entregamos a la familia Leopold y es como si no hubiera pasado nada. Espero no seamos los mandaderos de grandes grupos porque no estamos hechos para eso.
—Descuida, pronto llegará nuestra recompensa. — dice en voz baja y adolorido.
Nuevos vientos se asoman desde el este con amenazantes criminales que posan su vista sobre la academia y en ciertas personas, con desdén y hambre de venganza.
Pero todo esto pende de un pequeño recuerdo, un recuerdo que puede ocasionar el rotundo fracaso. Este recuerdo tan distante que mantiene Alex en su memoria, de un tiempo muy feliz para él, lo hace trastabillar. Sin embargo, siente que no hay vuelta atrás y debe lograr su cometido para ascender entre los mercenarios y así consagrarse como una pieza fundamental para la misma orden de Ophiros.
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