Academia de Asesinos - 70
Por la mañana, Doncaster despierta como cada día y levanta de su cama para prepararse el desayuno. Enciende la hornalla y lanza sobre la sartén unos huevos y tocinos mientras enciende la radio.
Tras unos días difíciles por fin se da un momento de calma y provecho, ya que es un día domingo y no hay clases por lo que se autoimpone un descanso de breves horas antes de ir a visitar a los heridos en el hospital como bien ha prometido.
Una vez se cocinan los huevos y el tocino, llena su taza con café y acomoda en la silla junto a una mesa frente a la ventana que da hacia la avenida principal donde circulan los días domingo muy pocos carruajes, pero las personas recorren las calles para hacer sus compras. Con su café y alimento acompaña una lectura del periódico con noticias tristes de lo sucedido en la academia. Esto deja un gran malestar en el director y aparta por esto la comida y el café mientras recuerda la vida en la que su hijo era un niño dulce y talentoso y su esposa seguía con vida.
Ve a su lado una botella de alcohol aún sin abrir, entonces lo toma y arranca con su boca la tapa para darse un largo y enorme sorbo del contenido.
***PARTE II***
Mientras se intoxica con alcohol hasta olvidar el pésimo reencuentro con Alex, Doncaster no evita seguir recordando aquellos días felices y en particular cuando un día como ese de domingo, sol brillante y muchas personas en la calle. La familia completa recorría la avenida hasta llegar a un parque donde Alex sale corriendo para ser el primero en jugar con la hamaca.
Sin embargo, es vencido por un niño que llega antes que él y por ello, Alex empieza a llorar desconsolado. Su madre, Sara, se acerca y consuela con una palmada en la cabeza y sonrisa, acompañado por un abrazo cálido y maternal que alivia el dolor de haber perdido su lugar en el juego:
—Ya, ya mi niño. No tienes que llorar. —le dice dulcemente ella.
—¡Buaaah, buaaaaj! ¡pero mami, ese niño me quito mi juego! — solloza el niño, aferrándose a su madre.
—Entiende mi cielo que no se puede ganar siempre, pero ¿sabes algo?
—¿Qué? —pregunta, curioso el pequeño.
—Con la paciencia siempre viene la recompensa. Mira allí. —señala a las hamacas como se desocupa.
—¡Siiiiii! —grita, emocionado y salta con sus manos arriba.
—¿Lo ves?
—Si mami. —sonríe feliz.
—Ahora ve, corre.
Doncaster regresa con su esposa e hijo portando en su mano derecha una gran paleta para el niño. La mujer lo recibe con un agradable beso en los labios de su esposo y este la toma por la cadera y levanta:
—Ay, cariño. —Sara se sorprende para bien.
—¿Se está divirtiendo Alex?
—Claro, está jugando en las hamacas.
—Qué bueno y tu ¿tienes pensado algo para hoy?
—Humm…quizás la cena de hoy sea algo especial para mis dos hombres favoritos. —responde con una sonrisa cálida.
—¿Y para más tarde?
—No lo se.
—¿Quieres que te sorprenda? —besa a Sara varias veces— Puede que no te separes de mí nunca.
—Ooooh, estás muy confiado. Eso me agrada de ti, esa confianza.
El niño ve a los acaramelados y corre hacia ellos al grito de “mami, papi” a lo que ambos responden abrazando al inocente infante.
Los tres regresan a casa con el niño tomando de la mano a ambos padres con la expresión más pura y feliz que podría esbozar aquel pequeño ahora un peligroso homicida que buscar destruir a toda una sociedad en busca de una especie de venganza personal contra su propio progenitor.
Esos fueron días felices y que para ellos tres un nunca tendrían que acabar nunca…
***PARTE III***
Un golpe a la puerta lo saca del trance y en respuesta grita, casi ebrio:
—¡¿Quién carajoz ez a ezzzzta hora?! ¡¿Qué no ve que ez muy temprano?!
—Doncaster, soy yo, Hiroshi. Tenemos que hablar.
—No…ez…el momentooooz…—responde iracundo.
—¿Estás bebiendo otra vez? ¿estás ebrio?
—¡Que no, te dije! ¡déjame en paaaaaz!
—Lo siento Doncaster pero debo entrar. —corre hacia la parte trasera donde se ubican unas ventanas de las cuales hay una semiabierta. El asesino aprovecha esa oportunidad para colarse por la casa de Doncaster y ver que el director está empeorando su situación con la bebida— Y yo que pensaba que estabas mejorando en tu sobriedad.
—¿No zabez rezpetar la privacidad de la gente que irrumpez en caza ajena? —responde si mirarlo.
—Dices eso, pero no puedes hablar adecuadamente. Hasta diría que no te pones de pie porque tu movilidad está comprometida. Fácilmente pueden venir a matarte y jamás te hubieras dado cuenta.
—¡Puez que bien! ¡menoz trabajo para mí! —admite desafiante.
Hiroshi mira al suelo y encuentra todo el desastre de horas bebiendo sin control. La depresión en Doncaster se ha salido de control y aunque quisiera ayudarlo, Hiroshi sabe que es imposible porqué lo han intentado por meses.
No resulta fácil para nadie tratar con un Doncaster ebrio al extremo y mucho menos si se potencia con un mal momento:
—Doncaster, tendrías que empezar a pensar sobre poder ir a terapia. Ya no es bueno para ti lo que haces. Es muy…autodestructivo.
—¡Cállate y tráeme maz…maz…maz alcohol o zolo vete de mí caza!
—Sabes que no lo haré. Además, no tengo tiempo para ayudarte en tu intento de suicidio. Hay un chico que despertó de un coma y necesita ver a gente que lo aprecia y no a un ebrio inútil que se autodestruye.
—…—se queda en silencio, autocompadeciéndose.
—Es Kaizer y le prometiste ir hoy. Si tienes dignidad para cumplir promesas entonces vete a dar un baño helado y descansa para ir a verlo por la noche. —camina hacia la puerta principal.
Hiroshi se va del lugar, molesto con la actitud de Doncaster, y dirige hacia el hospital para encontrarse con Olympico y Lucy, luego ver a los chicos y principalmente a Kaizer. Mientras, Doncaster se queda mirando a través de su ventana, sentado y con ganas de vomitar por la cantidad exorbitante de alcohol consumido. En el suelo hay cinco botellas de whisky y una a medio terminar en la mano.
Cuando se da cuenta de que ha vuelto a recaer en la bebida, se cubre los ojos al sentirse avergonzado. Entonces, se levanta de su silla y arroja la botella, enfurecido por todo lo que ha vivido y continúa viviendo por culpa de sus malas decisiones. Se da media vuelta en dirección a su cama y ve el cuadro de su esposa con él y Alex en aquel día en la plaza cuando eran muy felices.
Con sus manos extendidas hacia el cuadro de recuerdos felices y amargos trata de alcanzarlo como si fuera transportado al momento que todo parecía tener sentido en la vida. Sin embargo, se tropieza por el mismo efecto del alcohol y golpea el rostro contra el mueble que sostiene al cuadro:
—Tan patético me he vuelto. Me prometí ya no tener contemplaciones con él incluso teniéndole de frente mío y aun así me acobardé. Ya estoy harto…—piensa con profunda tristeza y luego cierra lentamente sus ojos— Pero…—abre sus ojos abruptamente— Hiroshi tiene razón, soy un pedazo de imbécil, ebrio e inmundo pero esos chicos son el futuro y lo que menos necesitan es un director tan débil. Seré el mejor ejemplo posible.
Desde el suelo, apela a su voluntad para ponerse de pie e impulsarse hacia el baño y darse una larga ducha para estar bien en su visita al hospital. En el camino tose con mucha fuerza, en lo que se cubre con la mano, y lo hace arrodillar frente a la puerta del baño. Doncaster siempre fue de salud fuerte y difícilmente podría resfriarse por lo que nunca faltaba al trabajo, sin embargo, cuando se quita la mano de la boca ve como está empapada de sangre. Rápidamente toma papel higiénico y limpia su mano y boca, mientras murmura:
—Maldición, pensaba que se calmaría. Estuve muy bien estos meses.
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