Academia de Asesinos - 78
—Espera ¿entonces esa es la razón por la que hiciste el examen de combate? — exclama Lucian.
—¿No lo sabias? —pregunta Maia.
—No, para nada.
—Lo explicaron hace unas semanas. Los estudiantes que deseen estudiar medicina debían hacer un examen teórico y quedarían fuera de las peleas.
—Exentos de exámenes físicos, había escuchado eso de parte de la profesora Lucy. ¿No tendrían que saber sobre combatir? —pregunta Megumi.
—Si, pero opté por esa opción de no pelear. —responde Maia.
—¿Cuál sería el motivo? —pregunta Kaizer.
—Se que tengo una fuerza bastante anormal para una chica de mi edad y puede ser peligroso. No quiero lastimar a nadie en ese sentido.
—¿No sería mejor que lo domines para evitar problemas a futuro? —pregunta Kamata.
—Esa sería una opción, pero no creo tomarla.
—Con razón estuviste con la enfermera. Ella estuvo enseñándote a ti y a otros estudiantes. —dice Megumi.
—Espero…bueno…que te haya ido bien. —piensa en voz alta Lucian.
—Gracias. —se sonroja Maia.
Megumi lee perfectamente el ambiente, así que se lleva comando de la mano a Kaizer y Kamata, que bromeaban entre ellos.
Mientras se alejan, Megumi voltea y sonríe a Maia, quien le devuelve el gesto:
—L-Lucian ¿quieres venir conmigo a la cafetería a comer algo? —pregunta tímidamente.
—C-Claro…si, si…—responde avergonzado.
Habiendo dicho eso, Maia y Lucian caminan a paso lento mientras hablan sobre como el tirador se destacó en su pelea y el examen de ella, como la dificultad no fue para nada desesperante e inclusive le ayudó a mejorar para afrontar el futuro con mayor seguridad ya que su sueño, sin duda, es ser la mejor doctora del mundo.
Una vez llegan a la cafetería, toman asiento en una de las mesas con sofás en forma de medialuna. Lucian se dirige hacia el mostrador para hace el pedido, mientras que Maia se queda mirando la espalda de él con una agradable sonrisa. Su corazón palpita con gran fervor de solo verlo de perfil. Nunca le había ocurrido tal cosa y miles de emociones llegan a su pecho.
Después de esperar unos veinte minutos, al menos, Lucian llega con dos bandejas con la comida de cada uno. Una hamburguesa con papas a pedido de Maia y un plato de pastas para Lucian:
—Espero te guste. Se que te encantan las hamburguesas con papas y con aderezos.
—Si, me encanta. Muchas gracias.
—Ni lo menciones.
—Por cierto ¿Qué tal el examen de la doctora?
—Estupendo. Fue demasiado fácil.
—Suena genial. No cabe la menor duda de que lograrás convertirte en una gran médica.
—Si…—responde cabizbaja.
—¿Estas bien Maia? —pregunta Lucian al verle la expresión.
—¿Me creerías si te dijera que no estoy segura?
—¿Qué tienes?
Maia se toma de ambos hombros y abre su boca para decirle que sucede, pero un repentino temor la hace callar y rápidamente esboza su mejor sonrisa. No es algo raro, ya que Megumi también actúa de esa forma para tratar de reprimir sus ansias de contar sobre lo que le sucede y a veces acerca de los sentimientos.
La joven da un gran mordisco a la hamburguesa.
Por supuesto, Lucian no quiere quedarse sin saber la verdad:
—Si hay algo que quieres decir puedes confiar en mi…por favor…confía en mí.
Ella lo mira fijamente y siente una paz difícil de superar, pero se resiste a contarla por creer que estaría dándole más problemas a sus ya pesados hombros. Maia lo estima tanto que no permitiría amargarle el día con sus cosas personales:
—Para otro momento será. Además, quiero disfrutar de este momento especial con…una persona igual de especial…—ella dice eso y se sonroja.
Sin embargo, Maia sufre por dentro ya que desea contarle sobre su pasado rodeada por la amargura, tristeza y desesperación, pero según ella es muy pronto y hasta difícil de abrir su corazón en ese momento. Nada de lo que Maia diga hace que Lucian mire para otro lado buscando no tocar el tema. El tirador se preocupa por ella y lo que intenta de ocultar.
Para cambiar de tema, Maia ofrece a Lucian sus papas al levantar el plato y dárselo en silencio. En respuesta sonríe y toma un par:
—Saben muy bien con kétchup. —dice Maia.
—Ser doctora. —dice Lucian.
—¿Cómo?
—Ese es un gran sueño ¿sabes? Tienes todo mi apoyo.
Esas dulces palabras la hacen sonreír como si fuera una niña pequeña.
Maia se levanta de su silla y como reacción involuntaria se acerca a Lucian y le besa la frente:
—Me animas a seguir sin importar que. Muchas gracias.
***PARTE II***
Kaizer y Megumi se despiden de Kamata, que no queriendo perder un segundo más se dirige hacia el campo de entrenamiento para seguir perfeccionando su arte en la espada. Mientras, los dos jóvenes caminan por las zonas adyacentes a la academia donde muchos estudiantes de los otros territorios sociabilizan conversando y compartiendo almuerzo.
La caminata los lleva hasta un curioso árbol que no se encuentra muy lejos así que ambos se sientan a la sombra que da sus ramas y hojas:
—Fue un día bastante raro ¿no lo crees? —pregunta Megumi.
—Si…es verdad…—responde cabizbajo.
—¿Estás bien?
—No lo se. Siento que no he hecho ningún progreso. —responde con amargura.
—¿Cómo que no hiciste ningún progreso? —se exalta al verlo tan negativo— Derrotaste a ese chico y todos lo vimos. Pero también el que decidiste pelear con armas al final. Además, enfrentaste a Alexander dos veces. No digas eso Kaizer, este año fuiste el que mayor progreso consiguió.
—Lo sé, pero siento que sigue siendo muy poco. Necesito ser más fuerte.
—¿Por qué dices eso? ¿Por qué buscas tanto hacerte fuerte? Nadie te ha pedido o mandado a buscar poder.
—Nadie fue.
—Entonces dime, ayúdame a entender porque quieres ser tan fuerte.
Megumi decide mirarlo a los ojos buscando la verdad y por su parte, Kaizer siente como su corazón quiere salir del pecho por los latidos tan fuertes que siente al verla muy de cerca con esos cálidos y bondadosos ojos:
—Yo…—entra en dudas el joven.
—Lo siento.
—¿Por qué te disculpas?
—Porque intenté obligarte a decirme y yo…es que…estoy preocupada por ti. Hay días que te veo muy triste y parece como si no durmieras. En verdad me preocupas.
Kaizer se queda en silencio, enmudecido por lo que su preciada amiga le acaba de decir. Entonces rompe el silencio cuando toma con su mano derecha un puñado de vegetación a su lado y lo mira en la palma:
—Desde lo que pasó con Alexander a principio de este año, los nobles, los fiesmeros y una vez más Alexander me hicieron dar cuenta de que las personas que me rodean siguen y seguirán estando en peligro haga lo que haga con el máximo de entusiasmo. Quiero ser fuerte para protegerlos, Megumi, pero siento que no basta y me enfurece. —se muestra frustrado— Sueno como Kamata en un mal día ¿verdad?
Megumi salta hacia Kaizer con un gran abrazo y le dice al oído:
—No eres débil ni remotamente. Tu eres la persona más fuerte que he conocido y todo lo que hiciste por nosotros es más de lo que podríamos pedir. No pienses de ti en esa forma. Ya llegará nuestra hora para ser más fuertes, quizás no ahora, seguimos siendo demasiado jóvenes, pero siento profundamente desde mi corazón que lograremos grandes cosas. Hagas lo que hagas, no vayas a ese lado tan sombrío para buscar el poder, siempre puedes contar con nosotros…siempre puedes contar conmigo…—al decir esto último se sonroja.
—Gracias Megumi, en verdad muchas gracias. —la envuelve con sus brazos sellando el gesto tan amable de ella para con él.
Megumi se aparta para darle un poco de espacio y con una sonrisa le dice:
—¿Te sientes mejor? Hay más abrazo…por si gustas…—se sonroja.
Kaizer se muestra conmovido y lanza una mueca de que ya no es necesario pero una sonrisa se dibuja en el rostro con solo pensar de lo dulce que es ella con él:
—Me siento un poco mejor. Aunque no saque buena calificación en el combate individual, jejeje.
—Te irá bien en el examen escrito. Recuerda quien fue tu maestra. —dice Megumi con orgullo.
—Si, no puedo fallar en esto.
—Además…
—¿Huh?
—Si fallas tendré que castigarte. —advierte la chica con llamas en sus ojos y expresión intimidante mientras prepara sus puños— Tranquilo, estarás bien. Confío en ti.
—Claro, no puedo fallarte. Ni loco podría hacerlo.
***PARTE III***
En los almacenes del puerto en Pumbakar, Alexander y su grupo descansan a la espera de la supuesta comunicación por parte de Don Leopold o cualquier aliado que contactaron en los sucesivos días tras los incidentes de la academia.
Baligra lleva la bandeja con comida hacia el cuarto de Alexander, allí lo encuentra sentado sobre el marco de la ventana cerrada, pero con una pequeña abertura para observar los movimientos de afuera:
—¿Hambre? —pregunta la mercenaria.
—…—no responde y se queda mirando por la ventana.
—Sabes, deberías ser más agradecido por que te permitimos ser nuestro líder. —le dice como un regaño hacia la personalidad que tiene hacia el grupo recién conformado.
Después de decirle eso, la mercenaria se retira, pero antes de cruzar por la puerta Alex le responde:
—Podría haber eliminado a esas tres ratas.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Debilidad supongo.
—¿Crees?
—No lo se. Vi a ese viejo y mis ganas de pelear se acabaron. Mierda, incluso podría haberlo matado cuando se los estaba llevando en alzas.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Como si lo supiera.
—Mas que debilidad creo que es algo más profundo, pero solo tú sabes que es.
—Una estupidez que tengo que eliminar de raíz.
Desde la puerta se escucha una pregunta que fulmina toda intención del joven mercenario:
—¿Podrás hacerlo? —dice Ehirazu.
—No es algo que les interese. —responde molesto.
—Claro que nos interesa porque eso puede mermar en el rendimiento de la legión y si hay algo que no puedo permitirme ni yo ni los demás es que un maldito mocoso arruine la alianza con la mafia gracias a un idiota como tú.
—¡¿Qué mierda acabas de decir?! — da un salto y confronta cara a cara con Ehirazu.
—Ten muy en claro que nosotros te seguimos porque vimos algo en ti, pero sigues siendo un maldito mocoso petulante.
Baligra se mete en el medio y los separa:
—Dejen las estupideces que aún tenemos trabajo que hacer. Tu deberías ir con Riurik a explorar y averiguar los movimientos en la cuidad. —señala a Ehirazu— Y tú tienes que dejar las idioteces y procurar estar centrado. Ehirazu tiene razón y no hay que arruinar tal oportunidad de dar este golpe a la orden asesina. —le dice a Alex.
—Se lo que tengo que hacer así que ustedes hagan su parte. No somos una familia ni amigos, solo sigan mis órdenes. —dice Alex con tal intensidad que Ehirazu no quiere admitirlo, pero le resulta interesante.
Ehirazu se va sin decir nada más y detrás de él lo sigue Baligra que sin voltearse le dice al joven mercenario:
—La comida se echará a perder, será mejor que la comas. Si sigues molesto puede hablar conmigo.
—¡Tsk! Son todos unos malditos idiotas. —murmura Alex.
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