AkiTora - 04
Capitulo 4.
Como Sid y Nancy.
Eran alrededor de las ocho de la mañana cuando cierta castaña había decidido salir de su habitación con pasos sigilosos. La noche anterior había presentado un concierto y para ser sincera no tenía ganas de toparse con cierta persona pelinegra y malhumorada que estaba segura al 100% de que se volvería a enfadar cuando descubriera que había vuelto a escaparse para explorar la ciudad. Para ser sincera no le hacía nada de gracia levantarse temprano, pero sabía perfectamente que tenía que escabullirse mientras el demonio continuara durmiendo.
La noche anterior había sido un éxito, la gente la había aclamado y había gritado su nombre toda la noche mientras interpretaba las letras de sus canciones, se había sentido estupenda arriba del escenario, había sido envuelta por una sensación de adrenalina en la sangre que hacía palpitar ferozmente su corazón. Por supuesto, había terminado exhausta al finalizar el último evento, toda sudorosa y un poco mal oliente, pero no era algo que un buen baño no pudiera arreglar, por lo cual había aprovechado la ocasión para relajarse, quedándose toda una hora completa en la bañera de burbujas buscando que el agua relajara sus músculos.
Se encontraba cansada, y le hubiera gustado seguir más tiempo dormida, pero sabía que ése era uno de sus días libres, la rutina así lo indicaba, tras llegar a una nueva ciudad y presentarse en el escenario, le daban el día siguiente libre para que pudiera descansar y realizar turismo si así lo prefería, lo cual era una de las acciones más lógicas si es que se iba de gira. Estaba por sobre todo entusiasmada por ir a probar algo de comida provincial, después de todo tenía mucha hambre y el gruñido de sus tripas la hacían temer que la descubrieran.
Ya sabía el disturbio que ocasionaría cierta persona cuando no la viera en su habitación tras ir a buscarla, y sí, ya estaba harta de escuchar que no debía de escaparse por la ciudad ya que su rostro era reconocido, que no era una persona común y corriente, que podría llamar la atención innecesariamente, entre otros regaños fastidiosos que no hacían más que exasperarla, razón por la que ya poco le importaba. Y es que, ¿A quién le importaba que ya la hubieran descubierto con anterioridad?, eso no evitaría que siguiera queriendo salir a la calle nuevamente. Después de todo, ella se sentía como un gato salvaje explorando la ciudad, no le gustaba sentirse encarcelada.
—¿A dónde debería ir primero? — Dijo una vez que se vio lo suficientemente lejos del hotel en el que se estaban hospedando. — Creo que lo fundamental es el desayuno — Se relamió los labios mientras buscaba en su teléfono los restaurantes cercanos.
La muchacha, a pesar del frío que se sentía por la hora, llevaba consigo un hermoso vestido color rojo con encaje y mangas largas el cual le llegaba a medio muslo, unas botines negros de tacón, un collar y aretes de oro, además de una larga gabardina negra que le cubría parte del atuendo dado que tenía los botones desabrochados, llevaba un sombrero negro que combinaba demasiado con la ropa, unos lentes oscuros y su inseparable cubrebocas, aunque a ése último no le veía mucho el sentido dado que se lo terminaría quitando para comer.
—Hoy tengo ganas de… —Buscó en google maps — ¡Hamburguesas! — Sonrió — Hay un lugar cerca.
Dirigiéndose al restaurante con pequeños brinquitos, se encontraba tarareando una de sus canciones al mismo tiempo que observaba la ciudad y sonreía divertida porque su pequeña travesura había resultado siendo un éxito.
No tardó demasiado en llegar al lugar y ordenar un paquete de desayuno el cual incluía café y un postre además de la hamburguesa y las papas. Debía de admitir que la comida era uno de sus más grandes placeres, saborear los ingredientes que se mezclaban entre su boca y le provocaban una explosión de sabor, por supuesto lo único que agradecía de haber ido a un local de comida rápida es que agregaban los aderezos aparte. Y es que si había alguna cosa que podía admitir con seguridad, es que detestaba la mayonesa.
No podía entender cómo los japoneses adoraban agregar mayonesa a varios de sus platillos típicos como el okonomiyaki o los takoyakis, esa cuestión cultural en la comida había sido una de las cosas que más se le había dificultado aceptar cuando se mudó de Italia a Japón, y había intentado aprender a comer dicho ingrediente, pero por más que lo intentaba simplemente no lo soportaba, no le gustaba ni el olor, ni la consistencia y mucho menos el sabor, le repugnaba en exceso.
En cuanto terminó de desayunar, salió del lugar y volvió a revisar su celular, desde la otra ocasión tenía ganas de visitar un centro comercial pero no se le había permitido, deseaba comprar enormes cantidades de ropa para agregar a su ropero, algunos vestidos, faldas, y pantalones, y algunas blusas para combinar junto a los accesorios.
Sin pensar demasiado en lo que tenía que hacer, levantó su mano al observar que un taxi se acercaba y le indicó la dirección del centro comercial más cercano la cual había sacado nuevamente apoyada de su teléfono celular. Una vez dentro del taxi, en el retrovisor pudo observar como el taxista volteaba a verla demasiado, cosa que la incomodaba y había sentido la necesidad de reclamarle, sin embargo, se había abstenido de hacerlo, no tenía ganas de arruinar su día discutiendo con un extraño, porque eso implicaba también perder parte de su preciado tiempo.
—Aquí estamos —Exclamó entusiasmada mientras sus ojos brillaban triunfosos al observar las tiendas — Que bueno que traje esto — Susurro mientras besaba su tarjeta de crédito —Primera estación, zapatos.
Y así de rápido como llegó, se aproximó a la primera zapatería que encontró y empezó a observar todos los estantes, sin embargo, no hubo gran cosa que le llamara la atención por lo cual se salió buscando otra zapatería y así consecutivamente hasta encontrar una que le gustara. En dicha tienda pudo observar varias botas tanto largas como cortas que le parecieron preciosas y también muchos pares de tacones que se veían divinos. No dudo en comprar todo aquello que le gustara tras probárselo y comprobar que le quedaba a la medida.
Cuando hubo comprado suficientes zapatos, se dirigió a una tienda de ropa en donde consiguió varios pares de pantalones negros, algunas faldas y montones de vestidos los cuales se aseguró de comprar los accesorios adecuados para armar conjuntos completos para que pudiera combinar. Igualmente compró un poco de maquillaje, barniz de uñas, y humectante de labios, además de algunos jabones de avena los cuales le encantaban para cuidar su piel.
Después de unas tres horas de compras tuvo que detenerse a reposar en una de las bancas en las afueras de la plaza. A decir verdad, no le disgustaba para nada ir de compras, lo que le molestaba era tener que cargar esa ridícula cantidad de bolsas las cuales se volvían cada vez más pesadas entre más tiendas visitaba.
—¿Cómo se supone que lleve todo esto de vuelta al hotel? — Se quejó por lo bajo, la verdad es que no había pensado demasiado en ese punto.
Después de reposar unos minutos y de tomarse una bebida bien fría, se había vuelto a levantar con todas las bolsas en mano y había empezado a caminar hacia la avenida central en donde se había dirigido a la estación de taxis más cercana. Tenía la intención de ir a dejar las bolsas y luego regresar a comprar más cosas esperando poder entrar y salir de la habitación nuevamente con la misma agilidad con la que se había escabullido en un principio.
Cuando pudo observar la estación de taxis a lo lejos, sonrió y apresuró un poco más el paso hacia el paso peatonal esperando poder alcanzar el semáforo verde, pero antes de que pudiera cruzar, algo la detuvo. Frente a ella se detuvo una camioneta Ford negra la cual abrió violentamente la puerta y de su interior salió un apuesto muchacho, de cabello color azabache que llevaba puesto unos pupilentes rojizos, lo cual provocaba que su mirada se viera aún más intimidante.
—¡Tora! — Gritó eufóricamente mientras se paraba frente a la muchacha, a esa distancia se podía observar claramente la diferencia de estaturas, le sacaba por lo menos una cabeza y media, y eso que llevaba puesto unos tacones de siete centímetros, ya saben, los cortos para que no se cansara al caminar —¡Qué es lo que te sucede!, ¿Sabes qué hora es? — Gruñó —Te hemos estado buscando por todas partes.
La muchacha quien estaba siendo regañada, en lugar de responder a sus provocaciones sólo le dedicó una amplia sonrisa de oreja a oreja y se apresuró a contestar.
—¡Julian! — Festejó — ¡Llegas en el momento preciso!, toma — Le entregó todas las bolsas de compra y sin mencionar nada más se subió al auto — Venga, vamos al hotel, aún me quedaron pendiente por comprar algunas cosas.
El muchacho sentía una vena naciente en su sien, sin embargo, no podía hacer nada por el momento debido a que tenía los brazos llenos, por lo cual se apresuró a abrir la puerta y aventar las bolsas en el primer hueco que encontró en los asientos traseros. Para después subirse al auto delante del volante mientras ponía una mirada de perro rabioso a punto de soltar una mordida.
—¿Qué acaso me crees tú chofer?, maldita — Su voz sonaba como un gruñido profundo salido de una feroz bestia.
—¿Pero de qué estás hablando? — Respondió ofendida — ¡Por supuesto que no eres mi chofer! — Sonrió amablemente — Eres mi esclavo — Agregó mientras su voz se oscurecía y una sonrisa socarrona se pintaba en sus labios.
—¡¿Qué has dicho?! — Gritó nuevamente mientras más venas empezaban a dibujarse en su rostro.
— Si sigues haciendo corajes de esa forma se te arrugará horriblemente la cara — Se burló.
— Toraaaaaa… — Se quejó mientras sobaba su frente en señal de desesperación — No juegues conmigo, ¿Cómo crees que reaccionamos cuando despertamos y no estabas ahí?, ¡Que es la una de la tarde!, Te estuvimos buscando desde las nueve y no teníamos ni idea de a dónde te habías ido!
—¿A si? — Se encogió de hombros — No me di cuenta.
—Por supuesto que no — Carraspeó — Estuviste ignorando mis llamadas toda la mañana, ¿Acaso apagaste tu celular?
—¿Así que eso pasó? — Fingió ignorancia — Ya se me hacía raro no haber recibido ni una sola llamada.
—¡Basta! — Explotó — Ahora mismo regresamos al hotel — Encendió el auto.
— Espera un momento, Juli — Mencionó en tono fuerte — No tengo por qué obedecerte — Se quejó — Eres mi compañero, no mamá gallina, y sinceramente tampoco eres mi novio como para armar tu escena de celos.
—¿De qué celos hablas? — Reclamó ofendido.
—¿Ah, no lo estás? — Preguntó e inmediatamente se quitó la gabardina dejando a la vista sus preciosas curvas las cuales se ajustaban exquisitamente con el vestido — Entonces está bien — Dijo para después bajarse del auto dejando atrás los lentes y el cubre bocas, dejando ver sus ojos los cuales al igual que él, estaban pintados de un color rojo sangre gracias a los pupilentes.
—¿A dónde se supone que vas? — Se quejó.
— Ya te dije que me habían faltado comprar cosas — Mencionó mientras inflaba sus mejillas en señal de puchero.
—Pero si eres necia — Se quejó.
—Por cierto, por cierto, Julian — Cambió de tema mientras ponía un tono de voz de niña pequeña — Acabo de ver en la cartelera del cine una película de suspenso que promete ser bastante sangrienta, ¿No te gustaría entrar a verla?
—¡¿Oh, enserio?! — Exclamó emocionado — No,no,no, tengo que llevarte de vuelta — Recapacitó.
—¡Oh, vamos! — Animó — ¡Te invitaré las palomitas y unos nachos!
—Mmm… — Se colocó en pose pensativa — ¡Oh, al demonio! — Se resignó — Ven, sube, vamos a estacionar y luego vamos.
—Yeeeeeeeeeeeeeei — Gritó emocionada.
Seguido de eso, la castaña se subió al asiento del copiloto y empezó a tararear nuevamente mientras balanceaba su cuerpo de izquierda a derecha en un gesto de entusiasmo. Julián por su parte tras verla de reojo, no pudo evitar sonreír para sí mismo.
—Por cierto, tengo que decirte que esta camioneta no te pega para nada.
—¿Y qué se supone que haga? — Se defendió — No es como que pudiera traer el Ferrari a la gira con nosotros, éste es alquilado, ya lo sabes.
Tras dejar el auto en el estacionamiento, Tora rápidamente se bajó y comenzó a correr hacia el interior del edificio dirigiéndose hacia las escaleras. Acción por la cual el mayor no pudo hacer sino más que suspirar al momento que se golpeaba la frente, y antes de seguirla se dedicó a sacar las bolsas de compra que momentos atrás le había dado, y guardarlas en la cajuela.
—De verdad que esa mujer es despreocupada — Susurró — ¿No le preocupa que le roben? — Negó con la cabeza — Por cierto… ¿Cuánto se supone que gastó en esta ridícula cantidad de ropa? — Volvió a negar con la cabeza — Como si de por si no le sobrara ya bastante.
—¡Baka Juli! — Gritó la muchacha desde las escaleras — ¡Si no te apuras, te dejaré atrás!
Tras cerrar la camioneta con seguro, se apresuró a caminar directo hacia la muchacha mientras soltaba una sonrisa seductora. Desde esa distancia podía ver a la perfección el atuendo que la muchacha había escogido, le quedaba muy bien a pesar de no ser tan llamativo como la ropa que solía usar habitualmente.
Julián llevaba puesto unos pantalones negros de mezclilla, con unas botas con plataforma del estilo «mata cucarachas», cinturón, camisa negra, con una gargantilla sencilla, anillos de oro y muñequeras con pinchos, además de sus inseparables perforaciones en la oreja izquierda.
—¡Juli! — Volvió a gritar.
—Ya voy — Dijo mientras se colocaba a su lado con una tenue sonrisa presumida — ¿Vamos? — Le ofreció su mano a lo que Tora simplemente desvió la mirada con un tenue sonrojo en las mejillas — Perdón, perdón — Se rió.
Sin más comentarios subió por las escaleras tomando ahora él la delantera, a lo que Tora se apresuró a seguirlo no sin antes quejarse por no esperarla como ella hizo con él.
La película no era la gran cosa, se trataba del típico asesino serial suelto por las calles que cazaba a las presas que invadían su territorio y no paraba sino hasta matar a todo a su paso, hasta que por obras del guion el protagonista lograba derrotarlo. Habían bastantes escenas de sangre chorreando, amputaciones de extremidades, entre otros métodos de tortura, sin embargo, la trama no era nada fuera de este mundo.
Lo único rescatable de aquella película, es que gracias a la oscuridad de aquella sala de cine y el hecho de que se encontraban de gira en Estados Unidos, lugar en donde no eran tan conocidos como en Japón, pudieron pasar un momento a solas. Y así, mientras los demás espectadores del cine se enfocaban en la película y sufrían por las escenas de extrema violenta, Tora, quien momentos antes había rechazado la oferta del mayor de caminar juntos, había aprovechado para tomar la mano del chico y entrelazar sus dedos.
Julián por su parte no había prestado nada de atención a la película, en su lugar se había dedicado a observar a su acompañante de reojo, fascinado por observar el color rojo carmín pintado en las mejillas de su vocalista. No había realizado ningún comentario cuando Tora lo tomó de la mano, sabiendo que, si decía algo, ésta alejaría la mano en un gesto de timidez, por lo cual tan sólo se había dejado llevar por el momento.
Una vez que la película finalizó y las luces volvieron a encenderse. Aquella unión de manos ya no existía y Julián se había parado del asiento permitiendo a la mujer pasar primero para después seguirla. Ambos se habían quedado comentando la película, criticándola por aburrida y demasiado comercial, además de usar demasiada sangre falsa.
—¿Vamos a comer? — Invitó la muchacha.
—Eso mismo te iba a proponer —Secundo.
Dado que se encontraban en la capital de la comida rápida, no es como que tuvieran muchas opciones para comer además de más hamburguesas, pizza, pollo frito o sus imitaciones de tacos, los cuales habían detestado tras haber probado los originales cuando visitaron México en una de sus giras.
Sin pensarlo demasiado ordenaron algo de comida china y se sentaron a comer. La verdad es que ambos tenían un apetito tremendo, y que juntos podrían acabarse una vaca entera, por lo cual tras acabarse sus respectivos platillos tuvieron que salir en busca de algo de papas fritas y helado, además de un postre, ya saben, algo ligero para el estómago.
—Con lo balanceado que come tu hermana, uno pensaría que tú eres igual.
—¿Aki?, ella tiene el estómago reducido — Se encogió de hombros — Yo necesito comer bien para poder seguir en movimiento.
—¿Segura que no comes más que yo? — Se burló.
—Cállate — Contestó de la misma manera.
Tras terminar de comer, se dirigieron a una zona al aire libre en donde había una hermosa fuente rodeada de bancas y árboles para poder descansar. Tora rápidamente se dirigió a la fuente y le pidió al mayor que le tomara unas cuantas fotos, a lo que éste accedió un tanto aburrido, pero sabiendo que, si no aceptaba, esa mujer le insistiría hasta sacarlo de sus casillas.
—Ten — Le ofreció una vez que se aburrió de posar — Antes no te lo mencioné, pero te compré algo antes de que llegaras a gritarme.
Julian observó la pequeña bolsita de papel sorprendido, y levantó la mirada para ver a su compañera, quien se encontraba sonriéndole ampliamente mostrando sus dientes de forma orgullosa. Él ante eso, sonrió y le acarició suavemente la cabeza en un gesto cariñoso como manera de agradecimiento a lo que la muchacha sonrió aún más. Tal parece que estaba esperando ser halagada por sus acciones y había logrado su cometido.
Sin más preámbulo, el azabache abrió la bolsa sacando el papel de regalo y sacó el contenido. Se trataba de un collar de cadena del cual colgaba un candado.
—Ya sabes, como Sid y Nancy.
Ante esa declaración, el pelinegro apretó fuertemente el collar contra su pecho. Le agradeció por el detalle e inmediatamente se apresuró a quitarse el que llevaba puesto y a colocarse el nuevo. Le quedaba a la medida y combinaba muy bien con la ropa que llevaba puesta.
Se sentaron un momento en la orilla de la fuente y empezaron a platicar de cosas triviales, sonriendo y bromeando como solían hacerlo. Hasta que de pronto un grito molesto pudo apreciarse a lo lejos. Se trataba de otro de los integrantes de la banda. El fastidioso y para nada carismático Ciro, quien era el bajista de la banda.
—¡Oye, tú, bastardo! — Se dirigió hacia el guitarrista — ¡Se supone que ibas a traerla de vuelta, no a pasearte por ahí junto a ella!
—¿Acaso escuchaste algo? — Le preguntó a Tora.
—No, debió ser tu imaginación — Respondió la mujer mientras se levantaba del lugar y se disponía a marcharse junto a Julian.
—¡No me ignoren! — Gritó nuevamente el bajista.
—Ahhh, entiendo, entiendo — Se quejó la castaña — Entiendo, pero deja de gritar, tu voz es molesta.
—¡¿Qué dijiste, mujer descarada?!
—Descarada tu abuela Cirox — Contestó mofándose de su nombre.
—¡No metas a mi abuela en esto! — Exclamó ofendido — ¡Y mi nombre no es Cirox!
—Sí, sí, como digas Ciiiiirox.
Julián desvió la mirada mientras colocaba su mano sobre su boca en un gesto de burla intentando contener la risa, cosa que solo hizo que aquél muchacho se molestara aún más y empezará a regañarlos a ambos por ser tan increíblemente infantiles a pesar de ya estar bastante mayorcitos.
—Ya cállate Cirox.
—Si, eso — Apoyó el azabache.
—Oigan… Ustedes dos, de verdad están empezando a colmar mi paciencia.
Ciro era un chico de estatura alta, aunque más bajo que Julián de complexión delgada y semi atlética, piel clara y ojos color cafés oscuro, cuyo cabello era de color naranja chillón, claramente pintado para obtener mayor impacto visual en el escenario. Lo había dejado de esa manera buscando robarle sus fans a Julián, pero a pesar de que era considerado el segundo galán de la banda, no había podido lograr competir con la belleza italiana del mayor. Al final de cuentas, el azabache seguía siendo quien atraía al mayor número de fans femeninas.
— A todo esto, ¿Cómo nos encontraste cabeza de zanahoria? — Preguntó el guitarrista genuinamente interesado.
—¿Qué cómo los encontré dices? — Refunfuñó mientras una vena aparecía en su frente en señal de la ira contenida — ¡Están en streaming!
Tras decir eso último ambos se fijaron a su alrededor notando por primera vez que en algún punto de su conversación, la gente había empezado a juntarse a su alrededor. A lo lejos podía verse un adolescente de unos 17 años de edad aproximadamente, el cual se encontraba grabándose así mismo con su teléfono sostenido por un palo de selfie y hablando a la cámara.
—Estoy aquí en el patio trasero de la plaza Union Square en donde no se creerán lo que está pasando — Hablaba el muchacho a la cámara para después apuntar el palo de selfie hacia la dirección en donde ellos se encontraban — Así como lo ven, nos hemos encontrado con Julián y Tora del grupo de Schleife realizando turismo, hace poco llegó el bajista Ciro, no puedo creer la suerte de que decidiera venir hoy.
— Ohhhhh — Exclamaron los dos fundadores de Schleife como si por fin entendieran la situación en la que se encontraban — Yo pensé que tan solo se estaba realizando algún evento por aquí y esa era la razón por la que había tantas personas —Dijo Tora a lo que Julián asentía con la cabeza dando a entender que él había pensado exactamente lo mismo.
—¡Están idiotas! — Gritó Ciro con el rostro enrojecido en furia.
Y de esa forma, gracias a un pequeño e insignificante ser con cabello de zanahoria, la pequeña aventura de aquél dúo dinámico tuvo que llegar a su fin, por lo que tuvieron que regresar resignados al hotel.
Continuará…
Nota: Sid es uno de los bajistas y coristas de la banda de punk rock, Sex Pistols formada en Londres en 1975. Nancy Spungen era su caótica pareja dependiente del uso de drogas que culminó en la muerte de Nancy. El collar que Tora le regala a Julian es un guiño al que solía usar Sid.
PD: Por motivos de narración no metí la imagen de Tora a lo largo del capítulo para mantener el misterio y hacer pensar al lector que se trataba de Aki, sin embargo anexaré su imagen en las fichas finales.
Fichas:
Fujiwara Aki Nakano Tomoyo Fujiwara Tora
Testa Julian Nakamura Ciro
Comments for chapter "04"
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