Apocalypse - 08
Iñaki dispone sobre la mesa todos los objetos que cree que le pueden ser de utilidad: El celular, la totalidad de cuchillos de la casa, unos guantes de cuero, una cinta aislante, las llaves de su casa, una escoba y un abrigo de invierno que lo tapa hasta las rodillas.
Pone las llaves en el bolsillo de su pantalón y comprueba que sólo tiene lugar para tres objetos más.
Iñaki decide colocarse los guantes satisfecho de que estos le ofrezcan un poco de protección. Luego, procede a contemplar la pequeña colección de cuchillos. En breve encuentra el más largo y afilado…el <<cuchillo de carnicero>>. Casi listo, Iñaki agarra el celular para usarlo de linterna.
Satisfecho con su elección, Iñaki se prepara para salir.
Gira la llave lo más lento que puede y abre la puerta…oscuridad. No hay nadie en el pasillo.
Un paso más. La oscuridad del pasillo cubre a Iñaki por completo. El celular acude a su rescate e ilumina sus pasos. Aun así, todas las sombras son sospechosas.
Iñaki llega a la puerta de la escalera y pone las manos sobre su superficie intentando sentir si hay algo detrás. La abre. Enseguida tiene que llevarse la mano a la boca, ya que un fuerte olor a excremento consume el oxígeno a su alrededor. Comienza a descender por la escalera, escalón por escalón…
Iñaki considera hablar, elevar la voz y preguntar si hay alguien ahí. Desde el incidente con José no ha sabido más de nadie. Vio a gente entrando y saliendo del edificio desde su ventana pero también escucho gritos, golpes…Cada paso que da parece una explosión de sonido. Cada sombra dibujada por la luz de la linterna se parece a uno de ellos. Con paciencia llega al 4to piso. Al igual que antes, pone sus manos y oído sobre la puerta para intentar captar algún sonido, algún movimiento…Nada.
Iñaki aun esta pegado a la puerta cuando recuerda que no alumbro escaleras abajo para asegurarse de que nada pudiera sorprenderlo. Su garganta se seca y el color huye de su piel…segundos antes de que intuya una presencia a sus espaldas.
Cuchillo en mano, gira para encontrarse nada. Iñaki traga saliva mientras apunta con el celular escaleras abajo pero no hay rastros de personas o zombies. Iñaki permanece allí durante unos segundos recuperando su aliento hasta que decide continuar.
A medida que desciende el hedor aumenta. Tercer piso, por fin llegó a su destino. La puerta de la escalera se encuentra ligeramente abierta. El cuerpo de Iñaki se torna de hielo. Intenta observar a través del hueco pero no puede hacerlo a oscuras y la mano con la que sostiene el celular no quiere obedecerlo.
En ese instante Roco reanuda sus ladridos. Iñaki pega un brinco y vuelve a estar en control de su cuerpo.
Iñaki abre la puerta. El olor a excremento lo marea. La luz del celular invade el pasillo y comprueba que dos de los tres departamentos mantienen sus puertas cerradas. El otro- de donde provienen los ladridos- ofrece su puerta entornada. Iñaki camina en dirección a ese departamento con su mano izquierda alumbrando y con la derecha apretando el cuchillo.
<<¿Qué voy a hacer con el perro?>>.
Iñaki sabe que tiene que hacer algo al respecto pero no medito sobre que hacer exactamente con Roco. Iñaki recuerda cuando encontró su collar en el ascensor…
Iñaki consigue ausentarse mentalmente durante unos segundos…hasta que otros sonidos se entremezclan con los ladridos y reclaman su atención. Movimientos, pasos, incluso golpes cree distinguir.
-Mierda- dice Iñaki al mismo tiempo que abre la puerta de la vivienda.
La puerta gruñe al abrirse revelando primero a Roco, y luego a un niño de pelo rubio y ojos vacíos. Este extiende sus brazos e intenta devorar al perro. Iñaki trata de comprender porque el pequeño zombie solo estira sus brazos…hasta que la luz del celular ilumina el cadáver de su madre sentado contra la pared. Iñaki reconoce a la mujer.
Su muñeca izquierda está cubierta de sangre seca. Su mano derecha aún se aferra a la de su hijo. El cuerpo sin vida se mueve con cada tirón que da el pequeño infectado. El niño debió haberse convertido una vez que el rigor mortis ya se había apoderado de ella. Su mano maternal está cerrada en un candado inmortal.
De repente el pequeño deja de moverse. Su postura, su mirada… todo le recuerda a José. Roco deja de ladrar. El niño se percata de la luz del celular. Una vez que sus ojos se topan con los de Iñaki una sonrisa parece materializarse en su rostro, pero no son más que sus dientes castañeando mientras comienza a tirar de su madre nuevamente.
Iñaki debe ser un plato más sabroso que Roco ya que la postura rígida de la mujer comienza a ceder. El niño la arrastra sentada detrás de sí.
Roco reanuda sus ladridos e Iñaki permanece en su sitio preparándose para el ataque. Los ladridos de Roco se oyen ahora a kilómetros de distancia. Los rugidos del pequeño zombie son ensordecedores. La mano con la que sostiene el celular tiembla ligeramente por lo que la luz emula el movimiento y todo se mueve con rapidez a su alrededor. La criatura está cerca…
<<¡Ahhh!>> Grita Iñaki mientras apuñala al infectado. Su brazo se endurece cuando el cuchillo impacta contra el maxilar del infectado. La criatura se mueve enrabiada e Iñaki siente un líquido recorriendo su mano derecha. Iñaki se agacha y empuja el cuchillo con ambas manos hacia arriba mientras unos dedos fríos le agarran los antebrazos.
<<¡Ahhhhh!>> Exclama mas fuerte que antes y vuelca toda la fuerza de su cuerpo en una sola puñalada. Los gruñidos cesan. Los ladridos reaparecen. El niño se desploma y se une a su madre; Esta vez para siempre.
Iñaki se aproxima al pastor alemán. El perro permanece sentado sobre sus patas traseras con las orejas hacia abajo. Iñaki se arrodilla frente a él y, con el arma en la mano, se dispone a…
Entonces Roco le lame la cara una, dos, tres veces. Iñaki lo contempla frunciendo el entrecejo mientras él le devuelve la mirada e inclina la cabeza hacia un lado.
Un ladrido y otra lamida de cara fue todo lo que hizo falta para que Roco se convirtiera en su nuevo compañero de piso.
Horas más tarde Iñaki se encuentra tirado en el sofá con una sonrisa en los labios. Roco, a sus pies, destroza el control de la tele como si fuera la actividad más divertida del mundo.
La luna ilumina los colmillos del animal que de vez en cuando lo mira buscando su aprobación. Iñaki cree que comprendió la regla esencial: no ladrar en casa. Solo el tiempo lo confirmará, de momento Iñaki continúa enseñando sus dientes al igual que el perro.
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