Apocalypse - 09
<<¿Dónde estoy?>> se pregunta Iñaki mientras lucha contra la gravedad que ejercen sus párpados. Cuando consigue abrir los ojos se encuentra en el salón de su casa. Los muebles están intactos y una niebla azul oculta sus alrededores.
Allí, delante de él, está Valentina. Una sonrisa se dibuja en sus labios al mismo tiempo que extiende sus brazos. Iñaki se entrega al abrazo rodeando la espalda de Valentina con sus brazos y sintiendo como lágrimas envenenadas comienzan a brotar de sus ojos.
-Iñaki- su voz es ronca y su cuerpo frío.
De pronto, Iñaki siente una presión agobiante en su pecho. Valentina se separa bruscamente de él con el corazón e Iñaki en su mano. Iñaki trata de articular palabras pero por su boca solo sale un suspiro.
-Iñaki- repite Valentina una vez más llevando el corazón a su boca y devorándolo.
La niebla azul rodeas a Iñaki y con ella trae el sonido de unos golpes. Suenan a martillazos sobre madera.
En ese momento los párpados de Iñaki se disparan hacia arriba. Está en el salón de su casa. No hay niebla azul, ni Valentina. Pero el sonido continua. Sus pupilas rastrean el sonido y llegan a su origen; alguien está tocando la puerta.
La puerta…Los hechos recientes corren por las neuronas de Iñaki y se conectan entre sí. <<¿Cómo consiguió Roco sobrevivir durante tanto tiempo? ¿Por qué estaba abierta la puerta de ese departamento?>>.
Iñaki se pone de pie. Los golpes cesan. Silencio. Iñaki contempla la puerta sin pestañear e intenta descifrar lo que se encuentra detrás.
-¿Hola?- es la primera voz humana que Iñaki oye en días.
Roco gruñe y está por ladrar pero Iñaki le agarra el hocico justo a tiempo y le dice con la mirada que no es el momento.
-¿Quien esta ahí?- pregunta Iñaki en tono hostil.
-Abrí, por favor- dice una voz masculina-. Somos tus vecinos del tercero, Luis y Sofia.
Silencio.
-Necesitamos tu ayuda.
Al abrir la puerta Iñaki se encuentra con dos seres famélicos. Puede ver la silueta de sus huesos debajo de la ropa.
-Gracias- dice el hombre mientras se apoya en el marco de la puerta.
La niña mantiene la mirada fija y aprieta la mano de su padre. No parece tener más de seis años. Su pelo rubio se oscureció debido a la falta de higiene.
Enseguida, Iñaki bombardea al hombre con preguntas. <<¿Qué les había sucedido?>>, <<¿Por qué se encontraban en tal mal estado?>>…
-Estuvimos en el departamento de un vecino todo este tiempo, el 4to b- su voz es un suspiro- . Antes de marcharse, Julio me dejó las llaves. Cuando mordieron a mi hijo, mi esposa insistió en quedarse con el. Le dije que era un suicidio…pero ella no quiso escucharme, y yo tenía que mantener a mi hija a salvo.
Los primeros días, después de habernos mudado, me cercioraba de que Sofia estaba segura en nuestro nuevo hogar y después los visitaba. Le daba de tomar al perro y alimentaba a mi esposa, quien ya prácticamente ni me reconocía. Su mente jamás pudo procesar la infección de nuestro hijo.
Con lo poco que comía, llegó el momento en el que ya no tuve fuerzas para bajar al tercero. Subsistimos a base de alimentos no perecederos que había en la casa. Hace dos días que no como sin embargo. Las últimas galletas que de casualidad encontré se las di a Sofia.
Pensé que íbamos a morir ahí. Pero entonces te escuche a vos, yendo a nuestra casa y lidiando con el monstruo en el que se había convertido mi hijo. También escuche cómo te llevabas al perro. Supe entonces que vos serias la única opción para Sofia.
-Subir las escaleras ha sido un esfuerzo- la mano en el marco no para de temblar-. No puedo mas, necesito cerrar los ojos. Pero Sofia; ella si puede sobrevivir. Necesito que te hagas cargo de mi hija.
-¿Yo?- la niña sigue sin inmutarse-. Seguramente habrá alguien en el edificio que pueda…
-¿No lo sabes?- Interrumpe el hombre e Iñaki ve como sus rodillas comienzan a doblarse bajo su peso.
El hombre se desploma en el suelo. Los ojos verdes de la niña se disparan hacia su padre pero su expresión sigue siendo de un gran vacío. Iñaki se arrodilla a su lado y ve como los ojos del hombre se cierran de a poco. Con la frialdad de un profesional, Iñaki busca el pulso en sus venas y tras no encontrarlo, comienza la reanimación cardiopulmonar.
Pasado unos minutos, el sudor recorre el rostro y la espalda de Iñaki. Solo queda aceptar que el hombre ha expirado.
Y allí continua la niña, ahora agarrándose a una mano imaginaria.
Un ladrido hace que Iñaki voltee la cabeza para encontrarse a Roco corriendo en dirección a Sofia. La debe haber reconocido ya que se detiene frente a ella y le lame la cara. Las mejillas de Sofia se empapan, sus párpados caen rendidos y la pequeña comienza a desplomarse hacia adelante.
Iñaki la agarra antes de que llegue al suelo y la abraza…la abraza como nunca había abrazado a nadie en toda su vida.
Unas horas más tarde…
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