Apocalypse - 22
En el coche…
-Léeme la lista- dice Mike mientras maneja.
-A ver: latas de comida de todo tipo, sobres de pasta y arroz, pilas, botellas de agua, alcohol, gasas, antibióticos, lejía, jabón y papel higiénico.
-Una larga lista…
-Habrá que ir de compras.
Mike mira a Iñaki, sonríe y pisa el acelerador. El coche avanza por las calles oscuras en dirección del supermercado.
El coche se inclina levemente en una curva e Iñaki siente que algo golpea su pie. Su mano curiosa desciende, recoge el objeto y lo pone delante de sus ojos.
-Es una memoria USB- dice Iñaki.
– ¿Eh? Ah, sí.
– ¿Qué es?
-Mi música.
– ¿Tu música?
-Dámela- dice e inserta la memoria en la radio del coche-. ¿Qué queres escuchar?
-Un poco de rock estaría bien.
Mike le regala una mirada divertida a Iñaki y presiona el botón. La percusión de una batería entra en el coche e Iñaki vibra con la música. El coche zigzaguea por la carretera. Iñaki baja la ventanilla. Mike lo imita con aires de rockstar.
Sin decir palabra alguna Mike señala la guantera. Iñaki lo mira confundido. El roquero insiste.
Iñaki abre la guantera y una caja de Malboro lo saluda. La agarra, saca dos cigarrillos, enciende uno y se lo da a Mike, enciende otro y lo fuma como el amo y señor de Buenos Aires.
– ¿Qué tal te fue en la charla con Victorio?
-Básicamente me dijo que soy su esclavo.
-Bienvenido al club.
El coche se llena de toses y risas de humo.
– ¿Tenias pareja antes de todo esto? – pregunta Iñaki.
-Valerie…- recuerda Mike transportándose a otro tiempo y espacio. La conocí en Nueva York, en 2013.
Estaba en el subte, esperando el tren como todas las mañanas cuando la vi por primera vez. Ella bajaba y yo subía. Creo que ella también me vio aquella vez, pero no nos dijimos nada. Aunque no lo creas yo era bastante introvertido en aquel entonces.
Esta rutina de vernos, pero no hablarnos duro un par de días, semanas incluso. Hasta que un día, se que suena cliché, ella tropieza y choca con mí. Esa fue la primera vez que hablamos y bueno, el resto es historia.
– ¿Y.… que fue lo que paso? – pregunta Iñaki.
-Falleció…cáncer.
-Perdón, gracias por compartirlo.
-Gracias a vos por recordármela. Por unos instantes se volvo tan real como este cigarrillo.
-Ahí está.
Mike alza la cabeza y ve como a la distancia se levanta la sombra de una estructura cuadrangular. Un estacionamiento desierto la rodea como un mar muerto.
-Vamos de compras.
Mike estaciona el coche frente a la estructura y apaga el motor.
-No nos vendría mal un Prius de esos eléctricos, este diésel llama demasiado la atención- dice Mike.
– ¿Lo decís por los dos muertos que vienen para acá? – pregunta Iñaki.
Sin esperar una respuesta Iñaki se baja del coche empuñando el hacha.
– ¡Acodarte de no usar la pistola a no ser que sea necesario!
-No lo será…
La adrenalina recorre las venas de Iñaki y se lanza tras los zombis. Ya puede verlas. Los cuerpos descompuestos de dos cajeras se abalanzan sobre él. Iñaki esquiva sus dentelladas y entierra su hacha en el cráneo de la primera al mismo tiempo que patea a la segunda y la aleja.
Desentierra el hacha en un movimiento ágil y se prepara. La segunda cajera se reincorpora. Iñaki alza el hacha. Espera. La cajera salta. Baja el hacha.
CRACK la figura se desploma a sus pies y su hedor se mete por su boca.
– ¡¿Estás loco?!
-Todo controlado- dice Iñaki limpiando la hoja del hacha con su pantalón.
-A veces parece como si quisieras matarte.
-Vamos.
Iñaki levanta la mirada y contempla el escenario. En el estacionamiento hay basura por doquier, algunos coches y carros del supermercado volcados.
-Toma esta mochila- dice Mike. Es la única que tenemos.
-Ok, vamos.
Las puertas del supermercado están cerradas. A través de ellas no se puede ver más que oscuridad. Mike nivela su hacha con la puerta de cristal y golpea. Una lluvia de vidrio cae a los pies de Iñaki. Los dos permanecen quietos unos segundos. Solo el sonido de su respiración los acompaña.
Y entonces oyen un gemido proveniente desde lo mas profundo de la tierra. Un eco espectral sube hasta los oídos de Iñaki y desaparece. Silencio. Iñaki mira en todas direcciones y no encuentra zombi alguno.
-Vamos.
La oscuridad traga por completo a Iñaki al atravesar la puerta. Silencio. De alguna manera siente más frio ahí adentro que afuera.
-Shh- sisea Mike y enciende su linterna.
Iñaki enciende la suya e investiga sus alrededores. Una hilera de cajas espectrales lo recibe en la entrada. No capta ningún movimiento, ningún sonido.
Detrás de las cajas la oscuridad consume todo.
-Ok- susurra Mike-, tenemos que buscar comida, bebida, medicamentos y productos de limpieza.
-Ok.
El cuerpo tenso de Iñaki sigue la procesión fantasmagórica del haz de luz. Cada paso es una caricia al suelo.
-Dejemos un carrito acá en la entrada para ir poniendo las cosas- susurra Iñaki.
– ¿Muy ruidoso para llevarlo con nosotros?
-Si.
-Ok, acá hay uno.
La luz agujerea la oscuridad y proyecta todo tipo de sombras. Manos, cabeza y piernas se conjuran en la imaginación de Iñaki. Aprieta el mango del hacha.
-Acá.
Mike alumbra un cartel decorado con una serie de flechas. Alimentación – Bebidas – Congelados – Limpieza – Higiene – Mascotas – Farmacia – Electrónica.
– ¿Dónde buscamos primero?
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