Apocalypse - 27
Cuando Iñaki sale por la puerta el sol es solo una mancha anaranjada en el oeste. El viento esta silencioso. Demasiado silencioso.
-Vamos- dice Eduardo pisando la calle.
Su figura sube a la acera de enfrente y avanza sigilosamente junto a la pared. Iñaki lo sigue. La presencia de ruidos lo inquieta lo mismo que la ausencia de ellos; bienvenido al apocalipsis.
-Demasiado tranquilo- susurra Iñaki.
Eduardo ignora el comentario y sigue avanzando. Su sombra se alarga a los pies de Iñaki. Cruza otra calle.
Iñaki tenia dudas de las capacidades de Eduardo para sobrevivir fuera de la urbanización, pero viéndolo zigzaguear por la acera con la mano en su cuchillo de caza, sus dudas se ocultan finalmente como el sol en el horizonte. Cruzan otra calle más.
Van dejando atrás decenas de coches estacionados y edificios silenciosos. Iñaki no encuentra señales de vida. La sombra de Eduardo desapareció y ahora los cubre un manto de oscuridad. Cruzan otra calle.
– ¿Cómo es el padre Manuel? – pregunta Iñaki.
-Alto, moreno y de ojos oscuros.
– ¿Lo conoces bien? – cruzan otra calle.
-No.
Eduardo gira a la izquierda en la esquina y continúa adentrándose en la noche. Estrellas brillan en el cielo. Otra calle más.
– ¿Crees que seguirá en la iglesia? -pregunta Iñaki agitado.
-No sé.
Iñaki está nervioso. Una brisa esporádica sacude las hojas de los arboles sobre su cabeza. Eduardo avanza. Otra calle menos. Vuelve a girar en otra esquina, y detrás de la urbanización que queda a su derecha, la ve…
-Ahí está.
La iglesia se alza como una aguja en el cielo estrellado. Una sombra alta entre sombras pequeñas.
-Ya casi estamos- anuncia Eduardo.
Recorren las ultimas calles que los separan de las estructuras y se detienen frente a la puerta. Un santo los contempla con misericordia. La noche sigue igual de sigilosa.
– ¿Y ahora?
-Hay una entrada lateral, ¿vos podés abrirla?
-No.
-Bueno, tendremos que forzarla.
Eduardo rodea la estructura y se detiene frente a una puerta de madera.
Iñaki escucha las palabras de Eduardo, pero su mirada se dirige al grupo de 5 cadáveres que deambulan a una calle de distancia. Apunta con el dedo.
-Tranquilo, de momento no nos ven. Seamos sigilosos.
Sus siluetas se entremezclan con los coches estacionados. Caminan, tropiezan y vuelven a caminar; eternamente al acecho.
-La puerta- le recuerda Eduardo a Iñaki.
Iñaki la mira.
-Veamos…
Iñaki agarra el pomo, gira la mano, empuja… y se abre ante el como las puertas del cielo.
-Estamos dentro.
La puerta se cierra tras de ellos una vez entran. El sonido se magnifica en las paredes de la iglesia y muere tras unos segundos. El aire es frio. Una luz tímida se mueve en el altar. Una vela. Eduardo la ve.
– ¿Padre Manuel?
Un susurro surge de la vela.
– ¿Padre Manuel?
Ahí esta de nuevo el susurro. <<Pater Noster…>
– ¿Padre Manuel? – insiste Eduardo.
Los susurros se esfuman. La luz proveniente del altar ilumina a la figura mientras se pone de pie.
– ¿Padre Manuel?
El hombre se da la vuelta y abre los brazos.
Eduardo avanza. Ahí, cerca del altar yacen cajas y cajas de comida. Latas, cereales, galletas…<<Gracias a Dios>> las palabras vienen por si solas a la mente de Iñaki.
-Manuel, soy yo, Eduardo- dice y se arrima al altar.
– ¿Eduardo?
-Si, me dijiste que ofrecerías comida y cobijo a quien lo necesitase.
El hombre contempla el rostro de Eduardo.
-Eso es, hijo- responde meditabundo-, pero son los primeros.
– ¿No vino nadie más? – pregunta Iñaki.
El hombre mira sobre su hombro, donde descansa un gran órgano debajo de una ventana con forma de rosetón.
-No, ¿y vos quien sos?
-Un amigo de Eduardo.
-Todos son bienvenidos en la casa del señor- dice mientras vuelve a mirar al órgano.
Iñaki entrecierra los ojos y mira en dicha dirección. Gracias a su observación distingue una figura sentada frente al instrumento.
-Hay alguien ahí.
-Si…tocata.
– ¿Eh?
-Tocata y fuga- dice el hombre.
– ¿Qué queres decir, Manuel? – pregunta Eduardo.
-Todo es un plan del excelentísimo, Daniel lo sabe bien se lo dije todo este tiempo- el padre se acerca a la biblia y pasa sus hojas-. La comida, la música todo esta preparado. Es la única explicación posible.
Iñaki escucha un ruido junto al órgano. El hombre mueve sus hombros.
-Algo anda mal…
– ¡Es todo parte de su plan, la comida, los invitados! ¡La música! – el padre Manuel hojea el libro frenéticamente, la vela se apaga-. ¡Daniel, tocata y fuga en re menor!
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