Apocalypse - 30
– ¿En qué estás pensando?
-Nada, nada…Creía que querías un departamento para estar sola- dice Iñaki mientras las manos de Martina lo acarician debajo de la sabana.
-Y ahora que lo tengo solo quiero estar acá.
Una cosquilla recorre la pierna derecha de Iñaki.
– ¡Ya está bien! – dice Iñaki entre risas-. Mike debe de estar por volver y María cuido a Sofia toda la noche.
-Ok, ok. Sos un aburrido.
– ¿Iñaki? – se escucha la voz de Mike amortiguada por la puerta.
– ¡Voy!
-Espera que hayamos bajado. Te veo en el departamento de Eduardo.
Martina mira a Iñaki con sus ojos marrones y cara de abandonada.
Iñaki se inclina sobre sus labios y su aroma entra por su boca.
– ¿Iñaki?
– ¡Voy!
Iñaki le roba otro beso, abre la puerta lo justo para que quepa su cuero y Mike no pueda ver para adentro.
-Buenos días, Iñaki, te estamos esperando abajo.
– ¿Cómo esta Sofia? – pregunta Iñaki.
-Con María siempre parece estar…sosegada.
-Por eso le dije que la cuidara anoche.
– ¿Seguro solo por eso?
-Seguro.
-Bueno, vamos que el agua no se va a ir a buscar sola.
Están bajando por las escaleras cuando una sombra se interpone en su camino.
– ¿Vieron a Victorio?
Eduardo recorre los escalones que los separan.
-No- responde Mike por los dos.
-Qué raro…
Un trio de miradas se intercambia en la escalera.
-Bueno, vayamos a mi departamento.
– ¿Qué tal se portaron mis dos fieras? -pregunta Iñaki al entrar.
El pastor alemán salta y ladra a los pies de Iñaki, se sienta sobre sus patas traseras e Iñaki le rasca las orejas como premio.
-Roco bien hasta que llegaste -responde María-. Y Sofía como una princesa.
-Hola, Sofía.
-Hola -responde mientras lo saluda con la mano.
-Aunque -continua María con una mirada cómplice- me dijo que extrañaba a su papa.
Iñaki sonríe inseguro.
La puerta se vuelve a abrir y entra Martina.
-Buenos días.
– ¿Victorio viene con vos? -pregunta Eduardo.
-No, yo ahora vivo sola.
-Perdón, me había olvidado.
-Tendremos que empezar sin el -dice Iñaki con gusto.
-Tampoco esta en su casa -añade María.
-No lo entiendo.
-Yo tampoco -Añade Mike- pero las horas de luz se consumen mientras hablamos…
-Ok -resume Eduardo-, empecemos sin él. Nos queda poca agua, incluso racionándola. Tenemos que conseguir mas hoy sí o sí.
-Ok, ¿hay alguna otra tienda o supermercado por acá cerca?
-Las tiendas mas cercanas ya las vaciamos.
– ¿Entonces?
-Para eso nos reunimos, ¿No?
María mira la ventana y después a Eduardo.
-Las dársenas de Puerto Madero están pasando el puente, ¿verdad?
Eduardo niega con la cabeza.
-Si, pero esa agua no es potable.
– ¿Y si la hervimos? -pregunta Iñaki.
-Si la hervimos…-Eduardo cambia de expresión-. Si…podríamos filtrarla y después hervirla. ¡Con eso bastaría!
Eduardo despliega su mapa sobre la mesa y estudia la distancia.
-El rio estará a unos 300 o 400 metros -su dedo índice traza una línea-. Habrá que atravesar el puente.
– ¿Es el camino mas directo? -pregunta Mike.
-Si.
– ¿Quién va a ir? -pregunta Iñaki.
-Somos solo cuatro: Mike, Martina, vos y yo.
-No solo tenemos que ir a buscar agua -Eduardo hace una breve pausa y clava su mirada en Iñaki-. Lo primero que tenemos que hacer es ver hacia donde van los zombies del centro comercial.
-Si siguieron la música de la iglesia…
-Exacto.
-Tengo unos prismáticos -continua Eduardo- que nos permitirán ver a los infectados desde la terraza.
-Perfecto -la voz de Martina endulza el aire.
– ¿Qué es una terraza? -Sofía observa a Eduardo confundida.
Este ríe, se acerca a la mesa, dibuja un edificio en una servilleta y resalta la parte superior.
-Esto es una terraza.
-Ok, voy a ver cual es la situación. ¿Quién viene conmigo? Con uno será suficiente.
-Yo voy -responde Iñaki.
-Vamos.
Iñaki se acerca a la mesa, le guiña un ojo a Sofía y le da un beso en la frente.
-Roco, tenes mi autorización para comerte las medias de Mike.
El gringo ríe y promete venganza.
-Ok, vamos.
Iñaki sigue a Eduardo por las escaleras.
-Todavía no se donde se pudo haber metido Victorio.
-Si, es extraño que no nos esté mangoneando.
– ¿Pensas que le pudo haber pasado algo?
Iñaki recuerda el bulto en su garganta.
-No se…
-Bueno, acá estamos.
La luz hiere los ojos de Iñaki al atravesar la puerta. El sol entibia sus mejillas y cierra los ojos mientras escucha el viento.
-Lo se -Eduardo le da una palmada en la espalda- acá arriba se está muy bien.
-Amen.
-Espero que al mirar por los prismáticos sigamos disfrutando de esta paz.
Iñaki abre los ojos recordando el motivo de la excursión.
Eduardo se aproxima al borde de la terraza, acerca los prismáticos a su rostro y apunta en la dirección del centro comercial.
-Mierda…
Los ojos de Iñaki solo distinguen el reflejo de luz sobre la estructura.
– ¿Qué ves?
-Toma.
Iñaki agarra los prismáticos, los posa sobre su nariz y mira el horizonte. La luz viaja por las lentes del instrumento y llega a sus pupilas. Como una hilera de hormigas abandonando un hormiguero, miles de zombies dejan atrás el centro comercial y avanzan en dirección a la urbanización.
-Mierda…
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