Apocalypse - 31
Iñaki y Eduardo descienden las escaleras lentamente, intentando postergar la realidad el mayor tiempo posible pero los escalones se acaban. Vuelven al departamento; sus expresiones son una misma sombra.
-¿Vienen para acá? -pregunta Mike.
Eduardo asiente.
-¿Quien?
La voz de Sofía le recuerda a Iñaki que está ahí.
-Unos amigos -Maria se adelanta-. ¿Crees que podes dibujar un perro?
-¿Como Roco?
-¡Si, como Roco!
-Tenemos que desviarlos -Dice Martina con una convicción que Iñaki desconoce.
-Si, pero ¿cómo?
-Creando otra distracción -dice Iñaki mientras mira el mapa-, ¿cuanto tiempo tardarian en llegar a la iglesia?
-Al ritmo que van… supongo que tardaran unas 3, 4 horas.
-¿Y se dirigen a la iglesia? -intercede Maria- ¿sin lugar a duda?
-Si, el estímulo auditivo parece haber sido suficiente. Una vez dejó de sonar la música simplemente siguieron caminando en la misma dirección.
-¿Que tenes en mente? -pregunta Mike.
-Podría acercarme con el coche a la horda de zombies y tocar la bocina hasta captar su atención. Luego conduzco lentamente hasta algún sitio lejano y los pierdo allí.
-¿Y si te encontrás con algún obstáculo en las calles?
-Pretendo mantener una distancia que me permita maniobrar en el caso de que suceda algo.
-¿Y si tenes algún problema con el coche? -añade Eduardo.
-Un riesgo que tendré que asumir
-¿Y por qué -Mike se une al interrogatorio- hablas de ir vos solo?
-Puedo hacerlo más rápido por mi cuenta, sabes que soy mejor conductor. Además, creo que vos y Eduardo conocen mejor la zona para ir a buscar agua una vez haya vuelto.
-Si es que vuelves -acota Martina con un destello en sus ojos.
-Volveré
Eduardo se aclara la garganta, no está convencido.
-¿Estás seguro?
-Si, estoy seguro.
-Ok, no hay tiempo que perder.
Cuando mueren las palabras de Eduardo nace en el aire un rumor de gemidos que le hielan la sangre de Iñaki.
Mike lo mira, se acerca a la ventana y la abre. El canto de los muertos recorre el salón.
Roco olfatea el aire y gruñe con los pelos de punta.
-No -sentencia Iñaki-, no hay tiempo que perder.
Iñaki conduce como si la calle estuviera hecha de cristal. En el asiento trasero descansa su mochila con una botella de alcohol, una sábana y el mechero en un bolsillo. Los muertos son una hilera negra y lejana en la ventanilla derecha del vehículo. El sol por encima los convierte en sombras a todos.
El camino secundario que eligió Iñaki está despejado, por lo que avanza con relativa facilidad. Las viviendas van quedando atrás y a la distancia divisa el centro comercial.
-Bien, ya es suficiente.
Iñaki enfila hacia la hilera de cadáveres reanimados y se detiene a una calle de distancia. posa su mano derecha sobre el volante y toca la bocina.
Como un estanque agitado por la lluvia, decenas de cabezas comienzan a exaltarse dentro de la multitud. Sus ojos blancos reconocen el vehículo y se abren paso como una ola en el mar. Los gemidos van dando paso a los gruñidos.
Las olas se transforman en tempestad y lo que antes eran decenas se transforman en cientos y luego miles. Iñaki siente las vibraciones de sus pasos en el suelo del coche. Los más rápidos corren hacia él, los más rezagados rugen con impotencia. La ola se transforma en un tsunami.
-Creo que ya tengo su atención.
Iñaki gira en <<U>> y da comienzo al baile.
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