Apocalypse - 32
Iñaki dobla en la primera calle a su derecha y continúa en la dirección opuesta a la urbanización. Los infectados lo siguen como un ejército de hormigas. Miles de pies descalzados, piernas macilentas, ropas rasgadas, manos sin dedos, torsos perforados por costillas y rostros demacrados se reflejan en su espejo retrovisor. Solo el motor de su coche lo separa de ellos. <<No me falles -piensa Iñaki viéndolos-, buen amigo>>.
El griterío asalta su cerebro y nubla el resto de sus sentidos. Imágenes de los infectados devorándolo se conjuran en su mente, del coche fallando, de su rostro sumandose a la marea de muertos.
-¡Suficiente!
Su grito lo devuelve a la realidad pero rápidamente los gemidos comienzan a adueñarse de su imaginación una vez más.
Iñaki aumenta un poco la distancia y mantiene la velocidad a 25 km/h. Cuando se aleja demasiado frena y se concentra en los “corredores”. Cuando están demasiado cerca vuelve a arrancar. Parece una especie de ritual oscuro donde Iñaki es el brujo y los infectados los ingredientes.
Iñaki vuelve a girar unas calles más adelante y el río de cuerpos sigue su rastro. Según sus cálculos deben estar a unos 3,5 kilómetros de la urbanización; no es suficiente. La procesión fúnebre continua con él a la cabeza.
Iñaki va dejando casas y coches detrás pero sus seguidores persisten. Son como una gran neurona conectada y el único estímulo. El coche, como un perro fiel, sigue sus órdenes y gira una vez más.
Iñaki se adentra en un barrio decorado con grafitis. Una lengua gigante de los Rolling Stones lame la pared, un <<River campeón>> aparece más adelante por encima de un despintado <<t kiero Valentina>>….
Construcciones oscuras y enmohecidas lo flanquean. Hasta la luz parece adentrarse dubitativa en ese barrio. Una casa a su izquierda ofrece sus ventanas tapiadas. Otra más adelante enseña su puerta abierta y oscura. La temperatura desciende dentro del coche.
Iñaki mira por el retrovisor y comprueba que se ha alejado demasiado de la horda. Frena. Los muertos van reduciendo la distancia. Entonces los ve en la siguiente calle.
En la segunda planta de una casa, tres individuos se asoman por la ventana. Están vivos. Lo sabe por sus movimientos, por el color de su piel, simplemente lo sabe…y como saludo les trae miles de infectados a su puerta.
-¡Mierda! -Iñaki siente el terror en el aire.
Iñaki se desvía doblando en la calle a su derecha, acelera tocando la bocina y frena a una distancia segura.
-Vamos…
Iñaki mira atrás. Los muertos llegan a la esquina y el río se bifurca. Cientos de ellos lo siguen pero otros han visto al trío de supervivientes y continúan por la misma calle.
-¡Mierda!
Iñaki acelera. Las casas parecen rebobinarse a sus costados. Gira a la izquierda. Los infectados desaparecen de su retrovisor. Vuelve a girar a la izquierda. Sus gemidos son más ensordecedores que nunca. Gira una última vez a la izquierda y queda enfrentado a la multitud de cadáveres. Las tres cabezas siguen allí asomadas en el medio de la calle. Los muertos avanzan por la esquina.
Iñaki siente el corazón latiendole en los oídos. Los muertos avanzan. Las tres cabezas se meten, demasiado tarde, dentro de la vivienda. Unos 30 metros separan a la horda de reanimados de la puerta. Iñaki calcula que debe de estar ahora a unos 10 kilómetros de su urbanización.
25 metros…
La imaginación de Iñaki proyecta películas de él conduciendo hasta la puerta, de los tres individuos subiendo al coche y de un escape exitoso. Pero en la realidad no cuenta con tiempo para hazañas.
Los muertos, ajenos a su fantasía, llegan a la puerta y comienzan a golpearla. Sus ojos hambrientos potencian cada embestida. Los gemidos son tan estridentes que Iñaki cree estar quedándose sordo. El olor es nauseabundo.
-Perdonenme…
Como si de un truco de magia se tratase, el primer infectado desaparece dentro de la casa. Luego, el segundo, el tercero… Han derribado la puerta. Iñaki imagina los gritos. Las hormigas siguen entrando al hormiguero. Unos segundos más tarde uno de los supervivientes salta por la ventana como una estrella de rock entregándose a sus fans.
Iñaki ya vio suficiente.
Da marcha atrás, gira a la derecha y se aleja tan rápido como se lo permite el coche. Los neumáticos muerden el pavimento, el volante tiembla en sus manos y su pie se pega al acelerador. Pretende que la velocidad trague las imágenes en su mente, que consuma sus acciones y borre de su memoria a esos tres desconocidos.
-Perdon…Perdon…Perdon…
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