Asoid (Novela Ligera) - 09
La primera década que compartieron Noclu y Senoch fue de aprendizaje, formaron un lazo como aquel hijo que cuida a su padre enfermo, el pequeño sabía lo complicado que sería devolverle sus manos, pero eso no evitaba que todos los días meditara de piernas cerrada buscando la respuesta a través de Ella.
Senoch siguió cazando grupos de almas que iban y venía por el bosque, tanto fue el alboroto que lo oficiales de la torre central después de percatarse el nivel de peligro emitieron una orden – ¡Queda prohibido visitar Tibesa! – la prohibición duro alrededor de una década entera, el mercado recibió un golpe tremendo. Esto género que muchas almas decidieran irse por la facción de los cazadores ya que permitía la práctica de la extracción de almas; por otro lado, la facción de los dioses recibió un golpe brutal, la escasea en almas elementales casi acaba con los cimientos de la misma. Todo esto solo afectaba a Ronwben que era una ciudad independiente.
En la segunda década de aislamiento Noclu recibió un golpe de una bestia mientras Senoch había salido de caza, esto dejo muy mal herido al anciano y casi al borde de la muerte. Al darse cuenta de lo ocurrido Senoch sale disparado en su ayuda; el pequeño levanta la cabeza del anciano y la coloca en sus rodillas para que repose.
Desesperado mueve sus manos de un lado al otro para crear lo sellos necesarios para desarrollar una píldora capaz de ayudarle; luego de su aislamiento en la montaña de los dioses Senoch poseía la mayor sabiduría en toda la ciudad en cuanto a creación de píldoras se tratase. El chico comenzó a sacar ingrediente tras otro para lograr la medicina, mientras todo esto ocurría, Senoch creaba hechizos de mentales de protección que evitaban que los signos vitales del anciano decayesen.
Todo esto causaba en el chico una fatiga mental nunca antes experimentada, su mente trabajaba para no dejar morir al viejo, sus manos se esforzaban en la creación de la medicina y su espíritu se concentraba para lo que vendría después. Un humo rojo sale de sus manos y mientras comienza a desvanecerse Senoch se apresura para aplicar un encantamiento de dos estrellas a la píldora; una tormenta comienza a crearse justo encima de ellos, el cielo se oscurecía, las nubes se acercaban para comenzar con los rayos que tenían la dirección de las únicas dos almas dentro del bosque – No lo harás Noclu… No me vas a dejar – con lágrimas en los ojos y una mirada que podría detener el tiempo Senoch comenzaba a recordar lo vivido con el anciano.
Las memorias de las dos almas eran algo tiernas, al pasar el tiempo se podía observar como el anciano se preocupaba por el pequeño como si fuera parte de su familia, cada vez que el chico se equivocaba Noclu se encargaba de indicarle la forma correcta. Todo esto llevaba al viejo a sorprenderse no por lo rápido que aprendía Senoch, sino por las increíbles hazañas; dominar encantamientos de dos estrellas era algo increíble pero el pequeño ya había logrado superar ese nivel.
Los demonios de la ciudad se basaban en los encantamientos de artefacto, pero el pequeño había logrado crear bolas de oscuridad que podían detonar a voluntad. Esto sucedió un día que el pequeño entrenaba en los encantamientos de una estrella y se equivocó mezclando el polvo elemental con la sangre de la bestia – No entiendo cómo puedes confundir polvo con algo líquido – se escuchaba la voz del anciano regañando al chico, segundos antes una esfera de energía le había explotado en la cara.
El anciano también le menciono acerca del arte oculto que aprendió en la montaña de los demonios, la extracción de almas. Está no se refería a bestias elementales sino todo lo contrario, se aplicaba a las demás personas vivientes del Reino. Noclu había logrado mucho en su tiempo, consiguió alcanzar el séptimo piso de la torre central en menos de doce años lo cual indicaba que era un genio, pero algo extraño sucedió y se estancó allí durante mucho tiempo.
Debido a eso el anciano decidió probar su suerte en el bosque de las bestias y fue alli donde el peor y el mejor momento de su vida se mezclaron para dar en un mismo punto, perdió sus manos que eran de vital importancia para los encantamientos, pero al mismo tiempo conoció a Senoch.
El estado de conciencia del anciano era prácticamente nulo – Estoy alucinando o este pequeño bastardo acaba de encantar una píldora – a pesar de estar al borde de la muerte el viejo no dejaba de sorprenderse por el nivel que estaba demostrando el pequeño.
Senoch ya estaba muy cansado, las lágrimas recorrían sus mejillas y estaba a punto de desmayarse por la fatiga mental. Crear una píldora era lo suficientemente demandante para el cuerpo de cualquier alma, agregar un encantamiento triplicaba el esfuerzo y para rematar encantar una píldora para subirla de nivel rojo a azul era algo nunca antes visto en el reino. Este suceso podría ser aceptado en el segundo plano y de igual manera seria asombroso.
Justo en el momento que la píldora comienza a cambiar Senoch se tranquiliza y respira un aire de tranquilidad – Tranquilo viejo, Senoch está aquí para salvarte como siempre – con la cara pálida a segundos de conseguir la formación de la píldora azul el pequeño escucha un rugido muy familiar.
Una bestia elemental de cuatro estrellas se presenta ante los ojos del chico y los malos recuerdos de una derrota inminente lo invaden; Senoch no tenía energías suficientes para pelear contra la bestia, mucho menos ganarle. Arrastrándose se coloca encima del viejo para protegerlo.
Tosiendo sangre el anciano expresa – No vas a perder la vida por mí, activa tu modo sigilo ¡YA! – con las pocas energías que le quedaban y aun sin manos Nocluivoe activa su collar Interespacial para hacerlo explotar. La honda expansiva manda a volar al pequeño los más lejos posible – Cumpliré mi promesa no importa lo que pase – si una persona viese los ojos del anciano podría ver como una tormenta se creaba en ellos.
Tras caer a metros de distancia del anciano Senoch gritaba – ¡Noooo! – tosiendo sangre mientras las lágrimas recorrían su rostro y activaba su modo sigilo. La bestia corría en dirección del anciano que yacía en el suelo, en el rostro Nocluivoe se dibujaba una sonrisa mientras cerraba sus ojos.n
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