Astra - 24
Epílogo
El nuevo día en el pueblo había comenzado con un conglomerado de gente reunida en cierta parte de las calles, cual acto callejero, aquellas personas veían con atención lo que tenían en frente.
A unos metros de aquella ubicación, caminaban Dobre y sus hombres dirigiéndose hacia la salida… su día de diversión había acabado; sin embargo, al momento de pasar por el costado del grupo de personas, Dobre se detuvo al oír los murmullos que se escuchaban.
– ¿Qué sucede aquí?
Junto a sus hombres, Dobre se abrió paso entre el conglomerado, llegando a pararse en primera fila para ver lo que había llamado la atención de todos.
La escena que tenía en frente no era protagonizada por ninguna persona… al menos no una viva.
Uno de los acompañantes de Dobre, se agachó y llevó a posar un dedo en aquella sustancia rojiza coagulada, y después de retirarlo, haciendo presión y moviéndolo con su pulgar, se puso de pie.
– No tiene mucho tiempo – refirió.
– ¿Cuánto? – preguntó Dobre, todavía observando el charco de sangre en aquel callejón.
– Calculo unas cinco horas.
Dobre entonces retrocedió unos pasos para salir del lugar.
– ¿Qué hacemos señor? – le preguntó al instante uno de sus hombres.
– Busquen los alrededores.
Mientras los caballeros que acompañaban a Dobre se separaban del lugar, este llamó a todos los pobladores a que se acerquen hacia él.
– No sabemos exactamente qué ha sucedido, pero si alguien vio algo anoche en este lugar, les pido que lo digan.
La gente comenzó a verse entre sí, otros simplemente no reaccionaban. Dobre podía atestiguar cómo nadie habría presenciado el origen de aquel charco de sangre.
Aun así la gente permanecía en el lugar, esperando por mórbida curiosidad saber lo que había sucedido.
Algunos minutos después, uno de los caballeros se acercó a Dobre para hablarle.
– Lo encontramos, señor.
No tuvieron que caminar mucho para llegar a los restos de lo que parecía ser una vivienda abandonada. El cuerpo había sido dejado sin más ni más, no se habían tomado la molestia de tratar de desaparecer la clara evidencia de aquel crimen.
Lo que parecía un raro caso de asesinato, tomó más impacto para Dobre al ver que la víctima había sido un participante del torneo del día anterior.
– ¿Arienthus?
– Fue una limpia y rápida estocada. Por la manera en que fue ultimado da la impresión que el asesino podría ser…
– Un profesional – Dobre completó la frase de su subordinado.
La gente nuevamente se había aglutinado en la zona, algo que Dobre aprovechó para dirigirse a ellos una vez más.
– ¡Escuchen todos!
Con esta exclamación, Dobre llamó la atención de todos, que de inmediato quedaron viéndolo con atención.
– Quisiera saber si anoche alguien aquí vio algo extraño o que pueden considerar poco común. Lo que sea, este crimen debe ser castigado y para ello necesitamos de su cooperación.
Todos comenzaron nuevamente a mirarse entre sí, algunos trataban de recordar escenas de la noche anterior, pero es que muchos se encontraban ebrios como para poder recordar algo.
Sin duda sería difícil recibir alguna respuesta que amerite atención.
Dobre y sus hombres observaban todos los rostros pensativos de la gente y la expresión que mostraban por ello era de decepción. Sin embargo, una persona levantó la mano.
Enseguida los caballeros le pidieron que hablase, se trataba de una mujer que aparentemente superaba los sesenta años de edad.
– Anoche – comenzó su relato – dos personas que tenía alojados en mi casa, salieron aproximadamente a la medianoche.
– ¿Puede dar detalles de sus apariencias? – preguntó Dobre.
– Sí, eran… dos jóvenes, un chico que vestía un traje negro, tenía el cabello de un color verdoso…
Al instante Dobre se petrificó, sin duda, la mujer estaba describiendo al joven que se portó irrespetuosamente ante él, el día anterior.
Pero la mujer aún no había terminado su relato.
– Y su acompañante era una jovencita que vestía una ropa normal y su cabellera alborotada tenía un color violeta.
Otro impacto más para Dobre, la segunda persona que la mujer describía era definitivamente la joven que había derrotado a Arienthus en el torneo del día anterior.
Saliendo a medianoche, todo parecía cuadrar, los asesinos de aquel hombre no podían ser otros más que ellos, de hecho, Dobre tenía tantas ganas de acabar con Milo que no reparó en inculparlo con toda seguridad.
Y esto era más que perfecto para él, y su gran sonrisa lo confirmaba.
– Ahora sí… eres hombre muerto.
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