Astra - 25
Prólogo
No había transcurrido mucho desde que los tres jóvenes habían salido de aquel pueblo, sin pena ni gloria, Hana iba raramente desganada. Y es que si algo caracteriza a la joven es su constante estado de actividad. Pero hoy no, la oportunidad de aumentar su grupo se esfumó en un parpadeo.
– A este paso… mmm calculo que dentro de unos dos o tres meses estaremos llegando a la ciudad – comentó Milo.
– ¿Meses? – la joven elfo pareció asustarse de algún modo.
– No seas gracioso… solo espera a que recupere un poco de mis ánimos y verás.
Hana respondió de esta manera el comentario sarcástico de Milo.
Así, iban caminando por un sendero bastante tranquilo, la ruta hacia la ciudad de Efibe, que era hacia donde se dirigían.
Algunos minutos después, mientras los tres jóvenes caminaban, los finos oídos de Ireth pudieron sentir un leve sonido.
– ¿Hmm?
La joven elfo se giró hacia atrás, viendo a la distancia.
– Algo se acerca
Milo y Hana se detuvieron para voltear también y observar en la misma dirección. Pero ninguno alcanzaba a ver algo.
– No se ve nada – dijo Hana cubriéndose con la mano la llegada de los rayos del sol a su rostro.
Cuando observaban hacia atrás, Hana pudo notar cómo algo hacia su aparición en el camino, conforme la figura se hacía más notoria, vio que se trataba de un carro de madera tirado por un caballo.
Al parecer se trataba de algún poblador que se dirigía hacia la ciudad, una buena oportunidad para acelerar su viaje, sobre todo tomando en cuenta la falta de ánimos que tenía la joven de cabellos lila.
– Es un carro de madera – dijo Hana de inmediato –, vaya que tenemos suerte, de seguro es algún comerciante que va a la ciudad. ¿Por qué no le decimos que nos lleve?
– Sí, esa es una buena idea.
Milo apoyó la idea, no era algo que suela ocurrir con frecuencia, tal vez lo hizo porque la veía con cierto desgano, en ese caso a Hana pareció alegrarle que lo hiciera.
– Sin embargo – agregó Milo al final.
– ¿Eh?
– La espada que traes en la espalda, ¿no te parece que deberías ocultarla?
– Es verdad Hana – Ireth apoyó el comentario de Milo – podría ser que el señor piense que somos alguna clase de bandidos.
– ¿Bandidos? Mmm puede que tengan razón, pero…
– Además tu comportamiento ya de por sí asusta a la gente.
Ese último comentario, Hana estaba segura que Milo lo había dicho a propósito, cuando ella volteó a verlo lentamente con una mirada amenazante pudo ver en él un gesto que nunca antes había visto, estaba segura que lo había visto tratando de contener la risa, pero tan pronto como Milo la vio, su expresión volvió a su seriedad habitual.
¿Acaso este tipo puede reír?
Se preguntó Hana mientras no dejaba de verlo con extrañeza.
– Oye, ¿te sucede algo?, ¿tengo algo extraño en la cara? – con aquellas preguntas que hizo Milo, Hana salió del pequeño trance en el que había quedado.
– ¿E-Eh? No, no pasa nada.
– Hana, el carro ya está cerca.
– ¡Es verdad! Ahora como hacemos para ocultarlo.
– Yo me puedo encargar – Ireth le mostró a Hana la palma de su mano, como esperando a que le entregara el arma.
– ¿En serio puedes hacerlo? – Hana comenzó a quitarse el correaje junto con la espada.
– Sostén la espada apoyada contra el suelo por favor.
Ante el pedido de Ireth, Hana tomó la espada por el astil y clavó la punta de la hoja contra el suelo, mientras la joven elfo se paraba en frente.
Ireth entonces unió a la altura de sus pechos las yemas de los dedos de ambas manos formando una especie de triángulo. Luego de unos segundos de silencio, una brisa comenzó a rodear su cuerpo y pronunció unas palabras, que se entiende estaban en lenguaje élfico.
– Edo euq em arg ot artseun dadied et nerdo ardorag.
Al instante la espada desapareció de la mano de Hana, como si se desintegrara en partículas pequeñas.
– Increíble, es igual a la habilidad de Milo, ¿verdad? – dijo Hana viéndolo justamente.
– Es verdad, se parece en algo, aunque no diría que es igual.
– Muéstrale para que vea.
– Claro – Milo parecía dispuesto a realizar su demostración, pero no pasaron muchos segundos para que se detuviera –… espera ¿qué? ¿Crees que esto es alguna clase de espectáculo?
– Tch… – dijo Hana haciendo la vista a un lado, en señal de fastidio.
Los jóvenes siguieron esperando algunos minutos hasta que finalmente el carro llegó hasta su punto, con una seña de su brazo, Hana hizo que aquel hombre que venía conduciendo detuviera su marcha.
– Hola – se dispuso la joven a hablar primero –, señor ¿acaso se dirige hacia la ciudad? – preguntó.
– Sí, llevo algunos productos para comercializar.
– Ah qué bueno, nosotros también nos dirigimos allá, pero verá, llevamos caminando días y ya casi no tenemos fuerzas para seguir, ¿fuera tan amable de llevarnos?
– Umm, claro está bien, además pueden acompañar a la persona que va atrás, que también estoy llevando hasta allá.
– Muchas gracias
Los tres comenzaron a ir hacia la parte trasera del carro, y tal como dijo el comerciante, había una persona sentada en un rincón, cubierta con una gabardina oscura y algo maltrecha, bastante concentrada en una pieza de pan que comía y que parecía disfrutarla mucho, hasta que cruzaron miradas con Hana. Era ella, la niña a la que habían buscado hasta el cansancio la noche anterior, que a su vez la veía paralizada aún con la pieza de pan en su boca.
– ¿Aiko? – de pronto Hana se sintió como aliviada – ¿Qué estás hacien…?
Antes de que pudiera terminar de preguntar, la pequeña pasó como un rayo por su lado, saltando del carro y poniéndose a correr por la carretera de regreso al pueblo.
– ¿E-Eh?
Aiko corría tan rápido como le era posible, luego de haber dejado a tras a todas esas personas, tenía una ligera sonrisa en su rostro.
– Jeje, ya no podrán alcanzarme – diciendo esto volteó hacia atrás viendo cómo se perdía de la vista de los demás, pero cuando regresó la vista al frente chocó con algo que la hizo rebotar hasta caer al suelo – ¡Auch!
Tomándose el trasero con ambas manos, Aiko levantó la cabeza para ver qué había frenado su avance, y en frente tenía a una silueta masculina.
– Oye, ¿no sabes que es de muy mala educación dejar a una persona con la palabra en la boca?
– ¿P-Pero cómo…?
Unos metros más adelante, en el carro, Hana e Ireth ya se encontraban sentadas, pero la apariencia de Hana era pobre, el desplante de Aiko la había afectado en definitiva.
– Vamos, no te pongas así – Ireth trataba de animarla –, por la actitud que ha mostrado tal vez hubiera sido perjudicial llevarla con nosotros.
Entonces, el ruido de una rabieta hizo que ambas vieran hacia aquella dirección donde había escapado Aiko, y para su sorpresa fue precisamente a ella a quien vieron pataleando y tratándose de zafar de Milo, quien la tenía tomada por el cuello de la gabardina mientras se acercaba hacia ellas.
– ¿Q-Qué se supone que haces? – preguntó Hana muy a su pesar – Tampoco podemos traerla contra su voluntad.
– Claro que se irá – respondió Milo –, pero antes hay algo que tiene que decir – diciendo esto la soltó en el carro.
Y ahora Hana podía notar cierto grado de vergüenza en Aiko, perceptible por la forma en cómo se muñequeaba.
Más pronto que tarde entendieron la razón de su comportamiento, resulta que Aiko se sentía mal por haberse aprovechado de ellos de la manera en que lo hizo y sobre todo por lo que le había hecho a Hana en su enfrentamiento del torneo, y no se creía con derecho de hablar siquiera con ellos. No la culpaban por pensar así, era una niña después de todo, pero lo mejor de todo esto era que todo se había aclarado, Hana por supuesto la perdonó de inmediato y tal como lo había venido pensando, la invitó a formar parte del grupo.
Al principio Aiko se negó, aduciendo que solo les causaría problemas, algo que por cierto Milo apoyó. Aiko dijo que debido a su habilidad con alto grado de rareza, las personas optaban por no acercarse a ella. Era una historia en verdad conmovedora, así que con más razón Hana se puso firme, le habló de la importancia que significaría tenerla con ellos, además de que a partir de ahora ya no tendría que vivir sola como hasta ahora lo había hecho.
Al final, Aiko aceptó venir con Hana, el día comenzó con esa gran noticia, ahora sí comenzaban su viaje a Efibe con los mejores ánimos posibles.
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