Astra - 26
Capítulo 1
Parte 1
Las horas transcurrían, y en la ciudad de Efibe los preparativos ya estaban hechos en la mansión que iba a albergar una fiesta de significativa importancia, la residencia Van Althius.
Al interior, en una de las salas exclusivas, se encontraban finiquitando detalles del evento, el señor Van Althius y un miembro de Neo Génesis, Romeu Vitalis.
– Las invitaciones ya están hechas, la gente comenzará a llegar a partir de las siete, espero que no se presenten ningún tipo de inconvenientes – decía el patriarca de la familia.
– No tiene por qué preocuparse señor, le aseguro que todas las medidas de seguridad están a tope, no escatimen en disfrutar la fiesta como es debido – respondió Romeu con absoluta tranquilidad.
– Eso espero, recuerden que gran parte de mi patrimonio estará en riesgo.
– No creo que haga bien en darle más importancia a sus bienes que a su propia vida, señor Van Althius.
– Está equivocado señor Vitalis, el patrimonio familiar lo es todo, aun si yo muriese, mi familia seguirá dependiendo de ello, las futuras generaciones seguirán dependiendo de ello. Pero si lo pierdo todo, vivir no significaría nada.
– Entiendo, pero como le repito, su seguridad y la de sus bienes están garantizadas – contestó Romeu –, y recuerde, es muy importante que nadie sepa que estaremos infiltrados entre los invitados, esta debe ser una más de las muchas fiestas privadas al interior del reino.
– Desde luego, todo se hará como lo conversamos – finalizó el señor de la mansión.
Romeu se puso de pie extendiendo la mano hacia el señor Van Althius, y este correspondió estrechando su mano. Finalmente el joven mago se retiró de la sala.
Ya cuando iba alejándose a través de los pasillos de la mansión, otra de los miembros de la orden, Jayla, lo estaba esperando hacia el final del recorrido, apoyada de espalda en la pared y con los brazos cruzados.
Cuando Romeu llegó hasta su posición, la joven comenzó a acompañarlo.
– Kai dijo que nos esperará a todos en su oficina dentro de tres horas – refirió Jayla.
– De acuerdo.
– Seguramente toca hablar de nuestros preparativos, más específicamente con la ropa, es ahora cuando comienzo a sentir un poco de emoción en este aburrido plan.
– ¿Aburrido? Como siempre te tomas todo a la ligera – respondió Romeu.
– Por favor, ¿ya vas a empezar con los sermones?
– Por cierto, lo de las vestimentas…
– ¿Um?
– Nada, olvídalo – terminó diciendo el joven mientras ambos salían de la mansión.
* * * * *
Algunas horas más tarde, al interior de las instalaciones de la orden, comenzaba a celebrarse la reunión a la que Kai había llamado a los miembros disponibles.
– ¡¿Queeeeeeeé?! ¡No puede seeeer!
– Tch, que ruidosa eres Jayla, ya es tiempo de que aprendas a comportarte como parte de la élite – recriminaba Alexei a su hermana después del alboroto que estaba ocasionando con aquellos gritos.
– Es que, es que no puede ser… yo ya tenía en mente cómo iba a ir vestida a la fiesta.
– Fufufu, pero es lo que te tocó, ni modo – Jane no desaprovechó la oportunidad para burlarse de su compañera.
– No Kai, no me puedes hacer esto, también quiero estar en la fiesta, ¿no lo entiendes?
– Silencio todos, Jayla, esto no es una fiesta de relajo ni de diversión, es una operación importante para nuestra causa, y entiendo que eres la persona indicada para la misión que te estoy encomendando, así que deja de hacer tus berrinches que para nada te va a servir.
Kai justificaba la orden que había impuesto sobre la joven peli rosa, claro que todo era cuestión de formalidad ya que las órdenes del general debían ser acatadas gusten estas o no, pero la afinidad que tenían entre todos, de alguna manera los hacía tratarse con más confianza.
– Ahora escuchen – continuó hablando el general –, estamos a escasas horas de que comience todo, no quiero un solo segundo de desconcentración, recuerden que por más criminales que sean, estamos tratando con sujetos extremadamente astutos, cualquier pestañeo y nos verán la cara.
Con las últimas recomendaciones del general y los demás miembros atentos a estas, aquella reunión iba terminando.
Parte 2
– Entonces, ¿solo te dedicas a la compra y venta de baratijas? – le preguntó Hana a la pequeña niña llamada Aiko, quien aún seguía vistiendo esa gabardina vieja que cubría casi la totalidad de su cuerpo.
– En efecto, y no es por presumir, pero cuando de negociar se trata no hay quién se me compare, es decir, esas baratijas muchas veces las he vendido a precio de alhajas – respondió Aiko con una sonrisa de satisfacción.
– ¿En serio? ¡Es increíble!
Hana no dejaba de halagar a la pequeña mientras esta parecía disfrutarlo mucho, al parecer era una persona a la que le gustaba recibir elogios de todo tipo.
– Fufufu… así que ya saben, cuando necesiten negociar con alguien no duden en pedirme ayuda…
– Eso será de mucha ayuda, grac…
– Por un precio módico podemos llegar a un acuerdo para… ¡¡waaahh!!
Al escuchar esas últimas palabras de la pequeña, Milo, con una expresión bastante tranquila, la había tomado de la gabardina por la parte de atrás del cuello, levantándola y llevándola fuera de la carroza mientras ella seguía hablando, hasta que se dio cuenta que estaba a unos centímetros del suelo.
– ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Era una broma! ¡Una bromaaaawaahh!
Aiko trataba de regresar a la carroza, temiendo que Milo la deje caer.
– No la asustes Milo – dijo Hana llamándole la atención a su compañero.
Ante esto, Milo regresó su brazo con el que sujetaba a Aiko, nuevamente dentro de la carroza para dejarla en su sitio.
Pero entonces, aún temblorosa, Aiko se retractó de lo que estaba diciendo.
– C-Como decía, con gusto ayudaré cada vez que lo necesiten je…je…
– Lo siento Aiko – se disculpó Hana –, la verdad es que me había asustado cuando comenzaste a decir eso de que nos cobrarías.
– ¿A-Ah? Jaja… es que a veces me gusta jugar bromas de ese tipo… jaja…ja – respondió Aiko viendo por el rabillo del ojo y con un poco de temor a Milo, que permanecía con los ojos cerrados y cruzado de brazos.
Con el paso de las horas, mientras conversaban, el vehículo en el que viajaban detuvo su marcha.
– ¿Qué sucede? – de inmediato se preguntó Hana mientras se asomaba hacia la parte de adelante para tratar de ver lo que había pasado.
Y es que se trataba de una persona, que se había detenido en medio de la carretera, un joven de cabellera marrón y desaliñada, aunque disimulado por una cinta que traía en la frente.
– Oye viejo, ¿vas para la ciudad? – preguntó la misteriosa persona con un tono de voz algo vulgar.
Aquel sujeto vestía trajes de muy baja calidad y cubierto además por un gran saco oscuro.
– Sí, me dirijo hacia allá, pero no soy un…
– Es una buena noticia, hey viejo ¿me puedes llevar? – decía el joven mientras se subía al lado del señor que conducía.
En la parte posterior del vehículo, todos a excepción de Milo, veían con cierta extrañeza el comportamiento del joven.
Milo solo seguía sentado, de brazos cruzados y con los ojos cerrados, como si estuviese tomando una siesta.
– Ah c-claro – respondió el conductor –, solo que debes ir a la parte de atrás – indicó señalando con el pulgar en aquella dirección.
– Sí, claro viejo
De un brinco, el joven llegó a la parte donde se encontraban todos y se sentó muy despreocupado de la impresión que pudiera haber causado.
La manera de sentarse era bastante áspera a los ojos de las personas.
Hana, quien se encontraba frente a él, trató de fijar su mirada en otra dirección, Aiko se pegó a Ireth, y Milo seguía en su misma postura.
– Oye señorita – el sujeto habló dirigiéndose a Hana.
– ¡…!
Cuando Hana regresó su mirada al frente se percató que el joven la veía fijamente, por supuesto que aquello la hizo sentir incómoda.
El gesto de Hana bastó para que el joven lo interpretara como una respuesta, y continuó hablando.
– ¿Ustedes también van para Efibe?
– S-Sí
– ¿Son de allá? – continuaba preguntando.
– N-No, solo vamos de paso, en realidad nos dirigimos hacia la capital.
– ¿Hacia Aglynthor?
– Sí… tú tampoco serás de por allá, ¿verdad?
Hana entonces pasó a preguntar para tratar de zafar de las incómodas preguntas de aquel sujeto.
– No para nada, yo también voy de paso.
– Entiendo, debes ser algún comerciante o algo así.
Al oír esa pregunta, el sujeto comenzó a reír, causando una sorpresa en Hana.
– Hahaha, nada, nada señorita, no acertaste… soy un simple bandido que se encuentra en su día de descanso.
Hana, Ireth y Aiko se vieron entre sí al escuchar la respuesta del sujeto.
Aiko se acercó a Hana y le murmuró con algo de escepticismo.
– Esta persona parece estar mal de la cabeza.
– Te doy toda la razón – respondió Hana, también murmurando –, vagabundo loco, lo mejor será seguirle la corriente.
El viaje transcurrió alrededor de una hora más en medio del silencio entre todos los ocupantes del vehículo.
– Oye señorita – llamó nuevamente el joven a Hana – tal vez conocen el Palacio Alvan.
– ¿Palacio Alvan? Pues… no, la verdad es que no.
– Vaya que suerte la suya hahaha – comenzó a reír nuevamente aquel sujeto.
– ¿Por qué la pregunta?
– Pues, es una mansión de una familia bastante adinerada… dicen que van a celebrar el compromiso del heredero con una mujer de la nobleza, una de esas tantas aburridas fiestas de la élite.
– Entiendo, pero y eso que tiene que ver…
– Bueno señorita, hasta aquí llego yo – el joven se puso de pie, interrumpiendo a Hana.
– ¿Qué? Pero si todavía no hemos llegado.
– Lo sé, pero no planeo llegar hasta la misma ciudad, debo tomar un desvío porque voy hacia otro lado.
– Oye, pero al menos podrías explicar…
De un salto, el joven bajó del carro en movimiento, dejando nuevamente a Hana con la palabra en la boca.
– Gracias viejo – diciendo esto, aquel sujeto se quedó de pie en la carretera ante la vista de las chicas.
– Que tipo para más extraño – comentó Hana, a lo que las otras dos chicas asintieron.
Poco minutos después, el carro fue detenido por lo que parecían ser guardias de alguna compañía militar.
– Jóvenes, tienen que salir de la carreta rápido, está prohibido trasladar personas en vehículos como el mío, tendré problemas si los encuentran aquí – habló el conductor con un tono de preocupación en su voz.
– ¿Por qué? ¿Qué sucede? – Aiko se puso de pie.
– ¡No! Agáchese, si la ven tendré problemas.
Esas décimas de segundo le bastaron a la pequeña para ver de quiénes se trataban. Esto la puso en alerta, porque los había reconocido de inmediato.
– ¿Qué? ¿Guardias del ejército real?
– ¡…! – Milo de inmediato abrió los ojos y se asomó por un lado de la carreta para ver ello.
Efectivamente, había muchos guardias deteniendo el avance de los carros y carrozas que llegaban al lugar. Uno de estos se comenzó a acercar hacia el conductor para hablar.
– Buenas tardes, ¿me permite inspeccionar su carga por favor?
– Claro, adelante – asintió el conductor, dado que una negativa contra la autoridad real podría ser bastante perjudicial.
– ¿Q-Qué hacemos? – preguntó Hana con algo de nerviosismo.
– Hay que salir de aquí – respondió de inmediato Milo.
– ¿Pero a dónde?
Entonces, Ireth logró divisar algo a unos metros más adelante.
– Podemos ir ahí – señaló con el dedo.
Se trataban de otros carros que trasladaban a grupos de personas.
El guardia, acompañado de otro más, se asomó a la parte posterior.
– Estas mercaderías, son de uso personal o van para el comercio – preguntó el guardia, después de solo haber visto la carga del conductor.
– Son para comercio – aseguró el señor.
– Bien, puede continuar.
Los guardias avanzaron hacia más atrás a detener a otra carroza que llegaba. Mientras tanto, Milo y las chicas, que se había estado ocultando a un costado de carro, se comenzaron a mover con cuidado hacia adelante.
– Gracias por el favor – agradeció Hana antes de dejar atrás al señor y su vehículo.
Se movieron aprovechando que todos los vehículos estaban detenidos por ese control que había. Además que los guardias también estaban ocupados con las inspecciones.
– ¿Qué es lo que estará pasando? – preguntó Aiko.
– No lo sé, tal vez siempre son estrictos con el ingreso a la ciudad – respondió Hana.
Cuando llegaron donde se encontraban los vehículos con las personas, pudieron notar un detalle, había una separación estricta de grupos, mujeres y varones iban separados en diversos carros.
– Ni modo, Milo, tendrás que subir al de varones – dijo Hana.
Sin responder nada, Milo ubicó con la mirada uno de los vehículo que trasladaban a los varones y se dirigió hacia este.
– Háganse a un lado – dijo subiendo ante la mirada de sorpresa de las demás personas.
– Oiga, usted no puede subir – dijo uno de ellos.
– ¿Por qué? ¿Cuál es tu problema? – de inmediato Milo acercó su rostro al de esta persona, con una mirada amenazante.
Esto de inmediato hizo callar al hombre, que solo atinó a responder.
– No… no pasa nada, amigo.
Luego Milo trató de acomodarse en un espacio, su expresión denotaba cierto fastidio, pero él más que nadie sabía de los riesgos de ser encontrado por militares.
Mientras por el otro lado Hana, Ireth y Aiko se habían acomodado también como pudieron entre todas las mujeres.
Los carros comenzaron a moverse, hasta que fueron detenidos nuevamente. En esta ocasión, por el lado de Milo, aparecieron tres personas por la parte posterior del vehículo, dos de ellos eran militares y el otro parecía ser una suerte de mayordomo o algo parecido.
– ¿Cuántos hay? – preguntó uno de los militares.
El hombre comenzó a contar apuntando con el dedo a todos los que estaban en el vehículo, incluido Milo, de quien por fortuna no sospecharon nada.
– Hay catorce – respondió.
– El otro militar al oírlo, lo apuntó en un cuaderno que traía en la mano.
– Pasen – ordenaron los militares –, y el carro se puso en marcha nuevamente.
Milo pudo respirar tranquilo luego de haber pasado sin ningún inconveniente aquel atolladero sorpresivo.
Sin embargo, a lo largo de todo el trayecto no hacía más que ver personas entre militares y lo que parecían ser sirvientes, lo que le impedía poder saltar del vehículo.
– Oye, ¿hacia dónde es que se dirige este carro? – preguntó el joven de cabellos verdes al sujeto que estaba a su costado.
– ¿Qué? Nos dirigimos a la mansión Van Althius – respondió aquella persona.
«¿Van Althius?» no escuché de esa familia. Ni hablar, escaparé desde allá, será mucho más fácil que hacerlo con todo este molesto control.
Mientras, similar situación estaban viviendo Hana y compañía, que también tenían a tres personas contando la cantidad de ocupantes de su carro.
– Un momento – refirió entonces uno de los militares.
Aquel hombre de inmediato señaló con un dedo acusador.
– ¡Tú! – dijo apuntando a la pequeña Aiko.
Aiko se puso nerviosa al sentir todas las miradas encima y solo atinó a agarrar del brazo a Ireth, que era quien se encontraba a su lado.
– Bájate del vehículo, los niños están prohibidos.
¿Prohibidos? ¿De qué?
Se preguntó Hana frente a las palabras de aquel hombre.
– N-No… es que… bueno… yo…
– ¿No oíste? Bájate – volvió a hablar el sujeto – ¿acaso no tienes padres?, ¿o te viniste a escondidas?
– No – habló entonces Ireth –, la verdad es que yo vengo con ella, es mi pequeña hermana, nosotras somos huérfanas y no tenía con quién dejarla, por eso siempre la llevo conmigo a donde voy.
Hana se sorprendió con la intervención de Ireth en defensa de Aiko, ya que hasta entonces a ella no se le había ocurrido nada para salir de ese problema.
– Pues lo siento mucho, siendo ese el caso no puedo dejar que continúes, ustedes dos bajen del carro, se quedan aquí.
El militar ordenó que ambas jóvenes bajaran, Ireth giró ligeramente la cabeza y con un ligero movimiento vertical dio a entender a Hana que no se preocupara por ellas. Hana solo tuvo que aceptar y confiar en su compañera.
El conteo siguió hasta que llegaron esta vez a la misma Hana.
– Alto – volvió a detener todo el militar.
El hombre llamó entonces a Hana.
– Usted, acérquese.
Hana, algo temerosa se puso de pie y avanzó hasta donde se encontraba el militar.
– Baje del vehículo por favor.
Hana accedió a la petición y bajó del carro sin mediar palabra alguna.
Entonces el militar habló de inmediato.
– Esta mujer tiene rasgos distintos al de las demás, más me parece de la nobleza.
– Sí, tienes razón – apoyó su compañero tomándose con los dedos el mentón.
– Discúlpenme, pero están equivocados, no pertenezco a la nobleza, además los rasgos no pueden diferenciar las clases sociales.
Hana no dudó en intervenir ante estos comentarios que hacían los militares.
– Eso lo vamos a ver ahora mismo – respondió el hombre –, llamen al señor Van Ewen, que él decida si continúa o no.
– Están cometiendo un error, ya se los dije – insistía Hana.
El hombre del traje parecido al de los mayordomos, luego de asentir a la orden, fue en busca de aquella persona.
Ireth y Aiko se encontraban algunos metros más atrás, luego de haber sido alejadas por otro personal del lugar, pero no sacaban la vista de su compañera.
– Aquí está el señor Van Ewen – regresó diciendo el «mayordomo».
Al instante apareció frente a los ojos de Hana, un rostro muy familiar.
– No puede ser – murmuró la joven, bastante sorprendida.
– Vaya, pero qué grata sorpresa – refirió con una gran sonrisa un joven vestido con un atuendo bastante casual.
– Alexei… ¿qué haces aquí?
– Creo que esa pregunta la debería hacer yo… señorita Hana, ¿qué hace en una situación como esta?
– Entonces, ¿la conoce? – preguntó el militar.
– Por supuesto que sí, aunque… no diría que es exactamente de la nobleza…
– ¿No?
– Terminen de examinar lo demás, mientras yo me encargo de esto – dijo Alexei mientras se acercaba a Hana.
– Sí señor.
Los militares continuaron contando a las mujeres del vehículo mientras Alexei llevó unos pasos más allá a Hana.
– Por favor, no me des problemas y solo di que puedo continuar.
– ¿Sabe? Ahora necesitaré que me explique cómo terminó en medio de esto, sin embargo, reservaré esa explicación para una ocasión propicia – decía Alexei, que no ocultaba su expresión de satisfacción.
– ¿Qué? No entiendo a lo que vas, solo… déjame ir – Hana se puso algo nerviosa y solo hizo aquel pedido.
– ¿Sabe a dónde se dirige este vehículo? – preguntó entonces Alexei, poniéndose un poco más serio.
Esto llamó la atención de Hana, que de inmediato preguntó.
– ¿A dónde?
– Pues va rumbo al palacio Alvan…
– ¿Alvan?
¿Por qué siento que ya escuché ese nombre?
Entonces lo recordó, el palacio del que hablaba el hombre desconocido que los acompañó por un tramo de su recorrido unas horas atrás.
– Así es – respondió Alexei –, en el palacio se va a celebrar una gran fiesta, y todos los que van en estos carros, son personal contratado por la familia para que trabajen durante todo lo que dure el evento.
– ¿Personal? N-No entiendo.
– Se lo pongo de esta forma… llegados a este punto, solo tiene dos opciones: si continúa el camino, terminará trabajando como sirvienta durante toda la noche. Y déjeme decirle que los trajes de sirvienta son muy sugerentes…
–……… ¿Heh? – Hana se quedó estática.
¿Sugerentes? ¿Acaso se refiere a «esos» trajes?
Hana ideaba en su cabeza aquellos llamados trajes sugerentes, de hecho, lo que en realidad imaginaba era a ella misma vistiéndolos.
Por supuesto, una idea que de inmediato enrojeció la blanca piel de la joven.
– A menos que guste de usar trajes de esa naturaleza… en ese caso yo…
– ¡Espera! – enfatizó Hana, interrumpiendo el comentario de Alexei –, n-no puedo hacer eso, no hay forma – finalizó ya recuperando su tono de piel natural.
– Sabía que diría eso – respondió entonces el joven esbozando una sonrisa. – Entonces me apena tener que decir esto pero… la segunda opción es que no le permita continuar y en este caso se irá detenida por el ejército por ser considerada sospechosa de infiltración.
– ¿¡Qué!?
– Tal parece que tu decisión ya está tomada… ¿o no?
Alexei parecía estar disfrutando los momentos de incomodidad que pasaba Hana, aunque trataba de disimular todo. Mientras, ella se encontraba en una encrucijada interna, entre no saber si ir detenida o ir de sirvienta.
No puedo ir detenida, definitivamente, si no todo se acabaría… pero… ir a vestir esos trajes…
Aún tenía la mirada contra el suelo, el cuerpo rígido, ambas eran decisiones inaceptables.
– Pasaré su caso al Mayor del ejército a cargo – dijo entonces Alexei, dándose vuelta para ir a conversar con los sujetos a cargo.
– No, espera por favor… otra forma… debe haber otra forma en la que pueda pasar, yo necesito entrar a la ciudad.
Alexei, después de haber dado unos pasos adelante, se detuvo, pero no volteó a ver a Hana.
– ¿Acaso el bicho y la mujer elfo la están esperando allá?
– No es algo que te importe
La respuesta de Hana fue inmediata, tanto que sorprendió al mismo Alexei, pero ello no hizo que el joven tuviera alguna reacción negativa, por el contrario, solo cerró los ojos para luego mostrar una leve sonrisa mientras volteaba nuevamente hacia ella.
– De acuerdo, no volveré a preguntar cosas que la incomoden.
Cuando Hana parecía tomar un respiro por este tema, llegó caminando uno de los militares a cargo.
– Señor, todo está conforme. ¿Todo bien con la señorita?
Cuando el hombre hizo aquella pregunta, Hana simplemente vio a los ojos de Alexei. El joven mago podía entender en la mirada de Hana la súplica que esta le hacía por no dejarla en problemas.
– ¿Señor? – volvió a preguntar el militar.
– No hay ningún problema caballero – respondió Alexei –, la señorita no forma parte del personal de la mansión.
Los ojos de Hana se abrieron más de lo normal mostrando la impresión que había sufrido al oír aquello. Al final, Alexei había decidido decir la verdad, pensó.
– Entiendo, entonces nos ocupa…
– Todavía no he terminado – interrumpió el joven mago –, de hecho la señorita si estará en la fiesta…
– ¿Eh? – solo esta reacción tuvo la joven de cabellos lila.
El militar veía algo confundido al joven mago, mientras este terminaba de hablar.
– La señorita Reis irá como mi acompañante.
–…………………………………… ¿Hah?
* * * * * *
Esperen actualización…
Gracias
Comments for chapter "26"
QUE TE PARECIÓ?