Astrid: La Búsqueda - 01
— ¡Ciudadanos de Nordskot! —una voz tosca y arrogante resonó en la plaza de la ciudad donde una gran cantidad de personas se encontraba reunida. Toda ella apostada alrededor de un cadalso de madera, cuya estructura estaba preparada para una ejecución. Los ciudadanos dirigieron su atención hacia el origen de las palabras que acababan de oír.
Eoghan, dueño de aquella arrogante voz, subió a paso lento por una escalera de madera instalada a un costado del escenario. Este vestía una túnica negra que se movía al ritmo de sus pasos, mientras que sus ojos color azul cobalto observaban penetrantes al gran número de asistentes del cruento evento que se iba a realizar. Una enorme sonrisa se dibujó en su avejentado y arrugado rostro demostrando una seguridad implacable y, al mismo tiempo, su cabello canoso y bien peinado reflejaba el brillante sol que iluminaba la mañana en la ciudad.
— ¡Hoy, un hermoso día de otoño, haremos justicia en nombre de nuestro salvador Deus! —agregó a su discurso.
La muchedumbre vitoreó eufórica en respuesta, mientras Eoghan movió su mano derecha como señal para dar inicio al espectáculo. De forma inmediata, un personaje de aspecto descuidado y bruto, quien era el verdugo de la ciudad, subió al cadalso junto a una joven de piel canela y cabellos cortos y blancos. Exóticos tatuajes decoraban su cuello y espalda, que eran parcialmente visibles debido a la pobre vestimenta que esta traía encima. Sus extremidades estaban atadas con pesados grilletes de acero y su piel lucía llena de heridas. Estaba desnutrida y sucia, lo que, junto a su mirada encandilada, daba a entender que había permanecido prisionera por bastante tiempo sin poder ver la luz del día.
Ambos caminaron hacia el centro del cadalso, a lo que el público comenzó a gritar insultos en contra de la muchacha para luego lanzar fruta podrida y piedras hacia ella. La prisionera a duras penas pudo ocultar su rostro con sus encadenados brazos y evitar el daño en él, mientras una lluvia de odio lastimaba y ensuciaba aún más su cuerpo.
Eoghan hizo una señal para que el público detuviera su actuar, provocando un silencio sepulcral de forma inmediata. El verdugo y la prisionera se detuvieron al lado del anfitrión de la ejecución, quien carraspeó un poco antes de proseguir con su verborrea.
— ¡La mujer que está ante ustedes, tiene cargos por los crímenes de brujería e insubordinación! —susurros se pudieron oír entre el público en respuesta a lo que oyeron—. ¡Como nuestras leyes lo dictan, y luego del correspondiente juicio en su contra, la condena que ha de sufrir esta infeliz por su crimen es la muerte en la horca, por lo cual yo, Eoghan Erenhaft, generalísimo de la Cruzada Divina y representante de la voluntad de Deus, doy autorización a que esta ejecución se lleve a cabo sin demora!
El público celebró la condena y el entusiasmado verdugo empujó violentamente a la muchacha hacia donde estaba la horca provocando que esta cayese al suelo; al mismo tiempo, Eoghan se dirigió a un costado del escenario mientras susurraba para sí.
— No ensuciaré mis manos, tengo una imagen que cuidar.
En su desesperación, la joven comenzó a pedir clemencia a gritos, pero en un idioma extraño. Eoghan aprovechó esta instancia, y la ignorancia de los ciudadanos presentes, para incrementar más el odio que existía por la condenada.
— ¡No escuchen sus palabras, ciudadanos míos! ¡Está recitando un hechizo en su contra!
Al oír aquello, la joven guardó silencio y sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras el público volvía a abuchearla, provocando un gran bullicio en el lugar. La prisionera fue obligada a ponerse de pie y subir a una pequeña plataforma de madera, quedando su rostro frente a la soga. El verdugo apretó el nudo con mucha fuerza alrededor del cuello de la muchacha cortándole la respiración por unos instantes y provocando que este comenzase a sangrar lentamente debido al roce del abrasivo material que lo rodeaba.
Eoghan levantó nuevamente su brazo para ordenar silencio absoluto al público, quienes reaccionaron de forma inmediata, lo que hizo que el generalísimo esbozara una sonrisa de satisfacción en su rostro. La joven lo observó con odio, mientras Eoghan se dirigía a ella, con su arrogancia característica.
— ¿Tienes alguna última palabra, infeliz?
La joven sonrió burlonamente, dio un suspiro con mucho esfuerzo y gritó con todas sus fuerzas.
— ¡Nunca conocerán el Valhala! ¡Cobardes!
El público se estremeció con el grito de la muchacha, moviendo algo en su interior que llevaba años renegado. En cambio, Eoghan hizo una mueca burlona en respuesta y asintió al verdugo para que este patease la plataforma que sostenía a la prisionera. El peso de su cuerpo junto a los grilletes de hierro comenzaron a asfixiarla y, desesperada, la joven trató de liberarse de la agonía que había comenzado a sufrir. Mientras, el público observaba expectante y silencioso el desenlace del espectáculo. Los minutos fueron eternos para todos, pero los movimientos de la prisionera comenzaron a ralentizarse, hasta que finalmente se detuvieron, dando fin a su agonía.
El público estalló en jolgorio al ver que la muchacha había muerto, pero repentinamente su alegría se convirtió en horror.
Un hombre encapuchado, quien había aparecido de la nada, había dado un corte limpio en la garganta del verdugo con un katar que sostenía en su brazo derecho. Entonces, este pateó el pesado cuerpo sangrante desde el escenario, que cayó sobre el público presente; acto seguido, cortó la soga que había ahorcado a la joven cuyo cuerpo se desplomó violentamente sobre la superficie del cadalso. Todos estaban inmóviles ante lo sorpresivo del hecho, incluso Eoghan, quien no podía creer lo que estaba sucediendo. El encapuchado carraspeó, dio un gran suspiro y se dirigió al público, aprovechando el shock que su intervención había provocado.
— ¿Ustedes creen, estimados asistentes, que una bruja se dejaría capturar y ejecutar con tal facilidad? —vociferó el encapuchado, mientras observaba amenazante a Eoghan—. ¡Vamos, anciano decrépito! ¿Acaso crees que tus mentiras durarán para siempre? ¡Todo el tema de las brujas es una farsa inventada por ti!
El aludido apretó los dientes con furia, mientras el público observaba inmóvil lo que sucedía. Entonces, Eoghan sacó una espada de su cinto y apuntó hacia el alborotador con ella.
— ¿Qué locuras dices, bastardo? —respondió con evidente furia—. Acabas de condenar tu vida al tener la osadía de intervenir en la voluntad de Deus, maldito. Nadie se debe atrever a cuestionar los designios de Deus y de la Cruzada Divina. ¡Nadie!
Eoghan se lanzó a atacar al encapuchado, pero este lo esquivó sin mayor esfuerzo y con un solo movimiento hizo que la espada, junto a una mano sangrante agarrada a ella, volara por los aires y se incrustase en la madera del cadalso. Un alarido de dolor resonó, señal que el encapuchado aprovechó para tomar el cuerpo de la joven, colocarla en sus espaldas y correr tan rápido como sus piernas se lo permitieron. El público, furibundo, comenzó a perseguirlo para evitar su escape, al tiempo que los soldados de la ciudad llegaban hacia donde estaba el herido y se apresuraron en auxiliarlo.
— ¿Qué hacen aquí, estultos? ¡Atrapen a ese hijo de puta! —ordenó Eoghan a los soldados, apretando con furia el corte limpio de su brazo derecho para que dejara de sangrar —. ¡Yo mismo me encargaré de darte muerte! ¡¡Vayan por él!! ¡¡Qué esperan!!
* * *
En un bosque, ya bastante lejos de Nordskot, el encapuchado descansaba a la orilla de un río junto a su rescatada. Milagrosamente, la muchacha permanecía con vida, pero aún no había recuperado la consciencia y su respiración era bastante débil; sus brazos y piernas habían sido liberadas por su rescatador, quien logró violar la seguridad de los grilletes de acero con tan solo un pedazo de alambre.
Jadeante, ya una vez terminada aquella tarea, el hombre se quitó la capucha dejando caer una melena de color negro sobre sus hombros, mojó su rostro con el agua del río y, luego de beber del mismo lugar, se extendió sobre el suelo dando un gran suspiro de alivio. Observándolo con más detalle, el encapuchado no superaba los treinta años y su rostro lucía satisfecho por su reciente hazaña.
— Aun no entiendo por qué se me ocurrió jugar al héroe, pero obtuve doble premio por hacerlo. A ver si ese infeliz no olvida que aún hay gente que no cree en sus mentiras —se dijo a sí mismo en voz alta, mientras jadeaba nervioso, asimilando lo que acababa de vivir.
Una inspiración sonora y una tos ronca sacaron al encapuchado de sus pensamientos, haciéndole recordar que la muchacha aún seguía con vida. Esta abrió los ojos de golpe y observó inquieta a su alrededor. Al encontrarse con su salvador, dejó ver un rostro de sorpresa, mientras el hombre, preocupado, se acercaba a ella.
— ¿Te encuentras bien? ¿Puedes entenderme? —preguntó el hombre al mismo tiempo que hacía gestos con sus manos para explicarse lo mejor posible.
La joven asintió al mismo tiempo que una mueca de dolor invadía su rostro. El hombre sonrió y buscó en su alforja un montón de extrañas hierbas. Acto seguido, tomó un poco de agua, mojó una roca cercana donde colocó estas hierbas y comenzó a molerlas con un trozo de madera, creando una pasta verde que la muchacha miraba extrañada.
— Es una medicina que usamos en mis tierras, no te preocupes. Ayudará a que el dolor de tu cuello disminuya, luego de ser estrangulado por tanto tiempo; además, evitará que tus heridas se infecten. Eso sí, lo ideal sería que lavases tu cuerpo antes de aplicarlo, al parecer te arrojaron frutas podridas en la ciudad… —gesticuló con una mueca de asco provocando que la joven lo observara con tristeza. Entonces, esta hizo una señal para que él no viera su cuerpo desnudo, a lo que el hombre pacientemente respondió, mientras sonreía—. Está bien, está bien, sin espiar, tu tranquila.
El hombre dio la espalda a su rescatada, quien rápidamente se quitó los harapos con los que estaba vestida, un trozo de tela desgastada que apenas la cubría, y con mucho cuidado se sumergió en el agua. La sensación de frescura que recorrió su piel provocó que sus ojos se llenasen de lágrimas. La vida le había dado una segunda oportunidad; no podía creer que aún continuaba con vida luego de vivir aquel infierno.
Cuidadosamente, al tiempo que derramaba lágrimas de alegría, la muchacha lavó las laceraciones que recorrían su cuerpo y el hedor que le traía atroces recuerdos. Tal fue su esmero en ello, además del tranquilizante sonido del agua corriendo y el viento moviendo las hojas de los árboles que poco a poco se teñían de café por el otoño, que la joven perdió la noción del tiempo y, una vez terminado el baño, notó que su rescatador había desaparecido de las cercanías.
Asustada, salió del agua lentamente y observó que la piedra con las hierbas molidas permanecía en su lugar. Parte del equipaje de aquel hombre había quedado desparramado por los alrededores, ante lo cual el terror se apoderó de ella, ya que no conocía las circunstancias en las cuales había sido rescatada de aquel lugar y temió lo peor.
Un sorpresivo ruido la alarmó, por lo cual corrió a esconderse tras un árbol, mientras trataba de controlar su respiración, que se había agitado por el susto y así evitar ser descubierta.
— ¡Jovencita! ¿Ya has salido del agua? ¿Dónde estás? —una voz familiar provocó un gran alivio en ella, para luego exhalar toda la tensión de su cuerpo y asomar su cabeza desde detrás del árbol. El hombre, quien había vuelto con una bolsa de tela en su mano, al verla, sonrió y exclamó:
— ¡Ahí estás! Mira, compré ropa y vendas para ti. Cuando estés lista me avisas para ayudarte con tus heridas.
La muchacha sonrió ante la generosa acción y con mucho esfuerzo trató de responder.
— Gra… Gracias.
— Espera, ¿entonces sabes hablar el idioma de estos lados? — exclamó el hombre, sorprendido.
La joven sacudió la cabeza de lado a lado, para darle a entender que no manejaba el idioma. El hombre volvió a sonreír y lanzó la bolsa a la muchacha, quien con mucho esfuerzo la atrapó, mientras evitaba que él viera su cuerpo desnudo. Su rescatador volvió a la piedra y continuó aplastando la extraña pasta verde que había en ella.
— Mi nombre es Robin y ya que no tienes donde ir ¿qué tal si viajamos juntos? —dijo, para luego voltear a ver a la joven quien continuaba observándolo desde el árbol.
Ella asintió, con algo de duda, en respuesta, mientras abrazaba la bolsa que Robin le acababa de entregar.
— Kiran… —guardó silencio un momento para pensar lo que debía decir a continuación, y agregó—. Kiran es mi nombre.
— Así que Kiran, ¿eh? Es un muy bonito nombre —respondió Robin con una sonrisa de satisfacción—, aunque bastante disonante para una bruja.
Kiran volvió a asomarse desde el árbol y enojada sacudió la cabeza, mientras Robin explotaba en carcajadas.
— ¡Por supuesto que no eres una bruja! Ese charlatán de Eoghan solo castiga a los indefensos… —exclamó Robin para luego agregar con un dejo de tristeza—. Si tan solo una bruja de verdad lo pusiese en su lugar… ese vejestorio no tendría los huevos para hacerle frente.
Mientras Kiran seguía tras el árbol, Robin se puso de pie y comenzó a juntar ramitas secas para formar la una fogata con ellas. Kiran en tanto, se vistió con las ropas que Robin le había entregado, las cuales eran bastante más cómodas y hermosas en comparación al harapo que llevaba hace poco. Una vez lista, salió de detrás del árbol para ayudar a Robin a recoger materiales para la fogata.
De pronto, vio que aquel trapo continuaba en el suelo. Kiran lo observó con rabia, ya que evocaba recuerdos poco placenteros en ella. Robin notó que la joven estaba perdida en sus pensamientos al observar los harapos, por lo que no pasó por alto la oportunidad para consolarla.
— ¡Kiran! —llamó Robin, provocando que ella reaccionara y voltease a verlo. El hombre se acercó a su lado, para luego observar el sucio despojo que permanecía en el suelo, y agregar—. Bueno, verás… No sé lo que has vivido siendo una prisionera ni me interesa hacértelo recordar, pero creo que quemar esos harapos te ayudará a sacarte un peso de encima, ¿no lo crees así?
Kiran sonrió y dio un abrazo a Robin, quien no esperaba tal muestra de afecto e incómodo recibió el afectuoso gesto. Tras un momento de silencio, el hombre rompió el hielo.
— ¿Me ayudas a cocinar? Conseguí un poco de carne fresca en el mercado, así celebramos tu rescate, ¿qué te parece?
Entonces, tras varios minutos de infructuosos intentos, los muchachos al fin lograron encender la fogata y a la vez que las llamas se elevaron, iluminando el bosque que se iba oscureciendo a medida que la noche se acercaba, la muchacha arrojó al fuego lo que alguna vez fue su vestimenta. El dolor y las torturas que había sufrido se desvanecieron de sus recuerdos a la misma velocidad que las llamas devoraban los hilos de aquel despojo. Este era el inicio de la libertad que por tanto tiempo había deseado, mientras era prisionera en los oscuros calabozos de la Cruzada Divina.
Comments for chapter "01"
QUE TE PARECIÓ?
Simplemente god, adoro las interrupciones de ejecución pública. Si eso al inicio del capitulo quiza haya un error gramatical el resto es perfecto. Pienso que le dieron prioridad a la atención médica del generalísimo en lugar de continuar con la busqueda de la bruja y su salvador, una fogata es riesgosa por la señal de humo que deja pero hey, no me parece que el ejército de esa ciudad sea muy listo;)) ¿Se desarollara un romance entre estos 2? Me has enganchado