Astrid: La Búsqueda - 13
Astrid viajaba sobre una caravana mercante que se dirigía hacia Lott, una ciudad minera más grande que Osfund, en donde muchos comerciantes se detenían para realizar sus negocios. También era conocida por albergar uno de los cuarteles de la Cruzada Divina.
Asbjorn advirtió a la maga, antes de partir, que debía ser precavida con la Cruzada, ya que a pesar de todo lo que había sucedido ella seguía siendo una fugitiva y lo mejor que podía hacer era mezclarse con los lugareños. Fue por esto que el posadero solicitó ayuda a un comerciante amigo quien escoltaría a Astrid hasta su próximo destino.
Astrid se sentía incómoda en aquella caravana y no encontraba el tema indicado para iniciar una conversación con aquel mercader, pero para su suerte el hombre decidió iniciar la charla, aliviándola de las preocupaciones que rondaban por su cabeza.
— ¿Así que vienes desde Aardal, pequeña? —dijo—. Mis hermanos mayores viven allá, ¿conoces a Dellingr y a Esja?
— ¡Sí! ¡Los conozco! —respondió Astrid—. Ellos me cuidaban mientras mi madre viajaba hacia la ciudad a comerciar.
—¿De verdad? —preguntó el mercader—. Debes tener un encanto especial para que incluso ellos hayan querido cuidar a una niña pequeña. Siempre fueron muy agrios conmigo y otros niños en nuestra juventud, no los soportaban.
— La edad cambia a la gente, señor —respondió Astrid—. Ellos ya son bastante mayores y aman jugar con los pequeños de la aldea.
— Ha pasado mucho tiempo desde que los vi por última vez, ¿serán unos veinte años? —agregó el mercader—. Vaya, eso fue incluso antes de la guerra… el hablar de ellos contigo me hizo echarlos de menos…
— Yo creo que una visita no les vendría mal… Siempre me contaban historias acerca de su querido hermano menor, deben de extrañarlo mucho —respondió Astrid con su habitual sonrisa.
— Lo sé, lo sé… —dijo el mercader—. Creo que este verano tomaré una pausa en mi trabajo y los visitaré, también extraño el queso de ese lugar…
Así pasaron los minutos, que se convirtieron en horas y, poco a poco, la caravana se fue acercando a Lott. El camino hacia la ciudad bordeaba el río que resurgía desde Tredge, cuyo violento torrente era observado por Astrid cada cierto tiempo con angustia, pero también con la esperanza de que su amiga, o algún rastro de ella, apareciera para calmarla.
Un gran muro, rato después, detuvo su marcha. Este era similar a la entrada de un castillo, pero estaba construido entre dos laderas montañosas para evitar visitantes no deseados. Los guardias revisaron el equipaje de los viajeros además de la mercadería del hombre y, tras no encontrar nada sospechoso, abrieron las puertas para que la caravana pudiera entrar.
Luego de despedirse, el mercader dirigió su caravana hacia su próximo destino, mientras que Astrid buscaba la posada de la bulliciosa y atareada ciudad. No tenía forma de avisarle al bardo que había llegado, pero uno de los puntos donde podría encontrar información eran las posadas; su otra opción era una taberna, pero prefería evitarlas debido a la mala experiencia vivida en Osfund.
Sin embargo, a pasos de llegar a la posada, el hombro de Astrid fue suavemente tomado por una mano y una presencia escalofriante inmovilizó sus pasos. Una suave voz femenina recorrió su oído, dulce y peligrosa a la vez, en un susurro.
— Vaya, vaya… tienes bastantes agallas para recorrer una ciudad protegida por un miembro de élite de la Cruzada Divina, ¿o no, pequeña? Sé que puedes sentir mi éter y, si sabes lo que te conviene, serás lo suficientemente amable para acompañarme a una deliciosa taza de té, ¿no lo crees?
Astrid no volteó a ver a su interlocutora, estaba paralizada del terror. El aura de aquella bruja no era como la de Ferdinard, esta de verdad infundía miedo a pesar de que su voz indicaba totalmente lo contrario. Sin oponer resistencia, Astrid asintió, y acompañó a la extraña mujer lejos de la posada.
* * *
Ronan se encontraba almorzando en un puesto de comida al aire libre, junto a una muchacha de cabellos blancos y piel morena que a ratos llamaba la atención de los que circulaban por el lugar.
Ronan había ingresado a Lott durante el amanecer, ya que optó por pasar la noche dentro de su caravana, en medio de un bosque, por miedo a ser descubierto por la Cruzada Divina. Una vez dentro de la ciudad, se dirigió a la posada, pero no encontró a sus amigas ahí, por lo que decidió dar un paseo por el mercado para comer algo fresco. Mientras recorría el lugar divisó a una muchacha siendo reprendida por uno de los mercaderes, ante lo cual el bardo no dudó en intervenir, salvándola del apuro.
Luego, se dirigieron a un puesto de comida, en donde ambos se sirvieron una porción de puré de papas con trozos de pollo, comiendo con bastante apetito. La muchacha observó a Ronan fijamente, mientras masticaba su comida.
— G-Gracias por rescatar a Kiran —dijo la muchacha.
— No fue nada —respondió Ronan con una sonrisa—, tu compañía evita que me vuelva loco por la preocupación.
— ¿Preocupación? —preguntó Kiran— ¿Qué es lo que preocupa a joven Ronan?
— Mis amigas —respondió Ronan—, acordamos reunirnos en este pueblo, pero no han dado señales y estoy un poco preocupado por su bienestar.
Dicho esto, Ronan bebió un poco de jugo de naranja para calmar un tanto la sed que llevaba. El puré estaba algo salado, pero en realidad la angustia le secaba la garganta. De pronto, un hombre se sentó al lado de Ronan y llamó su atención tocándole un hombro.
— ¿Eres tú Ronan, el bardo? —preguntó el encapuchado con una voz grave, casi raposa—. Fjola está en la posada muy malherida y preguntó por ti.
— Espera —intervino Ronan, tomando precauciones ante un posible enemigo—, ¿quién eres?
— ¿Robin? —preguntó Kiran al reconocer la voz del encapuchado, quien mostro su rostro al ver que la muchacha lo había reconocido.
— Hola, Kiran, ha pasado tiempo —respondió Robin, para luego cambiar el tema—. Vengan conmigo, rápido.
Ronan pagó por la comida y el grupo se alejó del lugar para dirigirse a la posada de la ciudad. Mientras caminaban, Robin comentó los pormenores de su hallazgo.
— La encontré hoy en la mañana, inconsciente a las orillas del río. A pesar de la cantidad de horas que permaneció bajo el agua y las heridas en su cuerpo, seguía viva. Sin dudarlo, la traje a la posada para que se recuperase. Es un alivio que nadie la reconozca por estos lados, así que, por ahora, no hay riesgo de que los busquen en este pueblo. Lo demás se lo puedes preguntar a Fjola cuando lleguemos; recuperó la consciencia hace poco y preguntó por ti al decirle que estábamos en Lott. Lo ideal es que marchen ya de este pueblo, pero Fjola aún no puede esforzarse mucho por las heridas que recibió.
Una vez en la posada, los chicos fueron a la habitación en la que se encontraba Fjola y vieron que estaba sentada en su cama, bebiendo un poco de leche tibia. Ronan no pudo ocultar su alegría y de no ser por Robin, quien instintivamente lo frenó, se habría lanzado sobre la mercenaria.
— ¡Señorita Fjola! —exclamó el bardo con alegría.
— Entonces sí estabas aquí en la ciudad, Ronan. ¿Por qué no te alojaste acá en la posada? —preguntó Fjola, sin evitar sonreír al ver al bardo sano y salvo.
— Preferí dormir en la caravana, para no levantar sospechas —respondió el bardo.
— Eso es bastante más sospechoso, hombre… —reclamó la mercenaria para luego agregar: — ¿Y quién es la pequeña que está junto a ustedes?
— Su nombre es Kiran —respondió Robin—, es la muchacha que rescaté hace algunos meses de las garras de Eoghan. ¿Lo recuerdas?
— Sí, lo recuerdo —dijo Fjola.
— Se metió en problemas con unos comerciantes, pero intervine para rescatarla del apuro. Su manejo de nuestro idioma no es muy bueno y por eso decidí acompañarla. No esperaba que fuera conocida de este hombre —agregó Ronan.
— Eso significa que esta muchacha ha viajado sola por meses sin saber nada de nuestras tierras… —gruñó Fjola a Robin, quien se inquietó ante la mirada furibunda de la mercenaria—. ¿Qué clase de idiota eres? Si no la quieres, no debiste rescatarla en primer lugar.
— Sabes que trabajo solo, Fjola —respondió Robin—. Además, ella tenía el suficiente dinero para sobrevivir sola…
— Pero es una fugitiva, Robin —increpó Fjola—. ¿Cómo te hubieses sentido si todo tu esfuerzo hubiera sido en vano?
— Está bien, mujer —intervino Robin, buscando evitar que Fjola siguiera alterada —. Será mejor que Kiran viaje con ustedes, pero no te pongas así… Me sorprende la cantidad de energía que tienes para el estado en el que te encuentras.
— Bienvenida será, Robin —dijo Fjola.
— ¿Y qué sucedió con la señorita Ingrid? —intervino Ronan.
— No lo sé, Ronan —respondió Fjola—. Lo último que recuerdo fue que Astrid y ella iban de regreso a la posada —. Fjola se detuvo y tomó un poco de aire lentamente debido al dolor en su torso. Entonces, continuó—. Luego, Ferdinard usó un último truco para tratar de matarme, haciendo colapsar el suelo en la mansión y me hizo caer por las alcantarillas que cruzan Tredge hacia el río. No recuerdo mucho más después de eso.
— ¿Entonces significa que ustedes fueron quienes provocaron todo el alboroto en el pueblo vecino? —intervino Robin, para luego agregar: — Esta mañana llegó una tal Lady Odette con un grupo de soldados a la ciudad; estaban preparándose para hacer una visita a Tredge luego de que sus superiores le informaran acerca del ataque a la mansión.
— No me sorprende la rapidez con la que se enteraron de toda la conmoción. Matamos a uno de los poderosos de la Cruzada Divina, ¿recuerdas lo que nos comentó Esna, Robin? —agregó Fjola.
— Sí, lo recuerdo, ¿entonces el señor de Tredge era uno de aquellos brujos…? Vaya sorpresa— dijo Robin.
— Tenemos que encontrar a la señorita Astrid… —dijo Ronan en un tono preocupado—. La señorita Ingrid me dijo que los magos son capaces de percibir a otros magos por medio del éter, ¿qué tal si aquella mujer es una bruja como Ferdinard?
Fjola y Robin se miraron entre sí, el bardo tenía razón y, sin agregar más, los muchachos salieron raudos de la habitación. Mientras, Kiran observaba inquieta la escena, buscando alguna explicación a lo que estaba sucediendo. Al ver su expresión nerviosa, Fjola invitó a la muchacha a sentarse junto a ella.
—Ven acá, Kiran… —dijo la mercenaria en un suspiro, a lo que la muchacha tímidamente se acercó a su lado—. Ahora que viajarás con nosotros, debo ponerte al corriente de todo lo que implica.
* * *
Al mismo tiempo, Astrid caminaba hacia un palacio cuya entrada era protegida por soldados de la Cruzada Divina escoltada por la mujer misteriosa con quien se había encontrado cerca de la posada.
— ¿Viajas con más personas? —preguntó la mujer, mientras jugueteaba con los cabellos de Astrid, sin separarse de su lado.
— Nos separamos en Tredge, no conozco su ubicación exacta —respondió Astrid, ocultando su miedo lo mejor posible ante el aura intimidante de la mujer.
—Vaya, puedo ver que no mientes, pequeña —dijo la bruja.
Entonces, ambas llegaron a la entrada y los soldados se irguieron rígidamente al ver a la mujer, para luego saludar en voz alta.
— ¡Buenas tardes, Lady Odette!
— Muy buenas tardes, muchachos —respondió Odette, sin soltar los cabellos de Astrid.
— Buenas tardes —dijo Astrid, teniendo en cuenta la amenaza de Odette minutos atrás.
— Esta muchacha es una invitada mía, por favor, trátenla bien mientras me ocupo de un par de asuntos —agregó Odette, observando a Astrid—. ¿Por qué no te presentas a los soldados?
— ¡S-Sí! —titubeó Astrid, nerviosa—. ¡Mi nombre es Astrid, es un gusto!
— Bien Astrid, mis hombres te llevarán a la sala de reuniones mientras me esperas —agregó Odette, para dirigirse nuevamente a los soldados—. Trátenla bien, no olviden que es mi invitada, ¿claro?
— ¡Sí, señora! —respondieron los soldados, para luego abrirles el paso y ambas entraron al edificio.
La decoración del lugar era sobria, con burdeos como color principal de cortinas y algunos lienzos bordados con el escudo de armas de la organización. Los soldados guiaron a Astrid hacia una sala amplia, en cuyo interior había una mesa de centro hecha de madera, barnizada exquisitamente, y sillones cuyos respaldos compartían el color burdeos del lugar, que a primera impresión lucían cómodos.
Una vez Astrid tomó asiento, un par de sirvientas se acercaron raudas a ella, para consultar si deseaba servirse algo para beber. Astrid contestó de forma cortés, como su madre le había enseñado, que deseaba un poco de agua, por lo que las sirvientas llenaron de inmediato un vaso de vidrio con el fresco líquido.
— Muchas gracias —respondió Astrid, dando la señal para que las sirvientas se retiraran del lugar.
De pronto, quedó sola, sin nadie a su alrededor. Astrid comenzó a beber del agua que le habían servido, de forma nerviosa. Pensaba en cómo escapar sin alarmar a Odette, ya que aún podía sentir su presencia incluso estando alejada de ella, pero el terror la llenaba cada vez que Odette se movía. La sensación era extraña, podía sentir a la bruja como si estuviera en la habitación junto a ella.
— Esto de controlar el éter es más complejo de lo que creía, ahora que tengo la capacidad de sentirlo, no puedo discriminarlo —pensó para sí Astrid.
De pronto, el aura tenebrosa de Odette se comenzó a acercar a ella y su nerviosismo aumentó al mil por ciento. La puerta de la habitación se abrió y la bruja hizo aparición.
— Entonces, ¿qué tienes que contarme, pequeña? —exclamó Odette, mientras ingresaba a la habitación, jugueteando con su cabello—. ¿Qué tienes que ver con los incidentes de Tredge? ¿Fuiste tú quien mató a Ferdinard?
— ¡No, no! —exclamó Astrid al mismo tiempo que negaba con su cabeza.
— Te creo… —respondió Odette—. Pero, aun así, tendré que comprobar si esto es verdad o no.
Odette acercó una de sus alargadas uñas hacia la frente de Astrid, quien sintió un dolor horrible en su cabeza por unos segundos, como si introdujeran agua en su cerebro. Luego de un momento de silencio, que a Astrid le pareció una eternidad, la mujer agregó:
—En efecto, yo busco a una asesina y tú no pareces ser una, sin embargo, tienes un aura muy interesante. ¿Sabías que tienes las habilidades de un mago, pequeña?
— Sí, Lord Ferdinard descubrió mi potencial interior hace algunos días —respondió Astrid, arriesgándose con una mentira que había preparado momentos antes de que Odette ingresara a la habitación.
— ¿Eras parte del harem de ese cerdo? —exclamó Odette, con evidente asco.
— No, no alcancé a serlo ya que la mansión fue atacada la noche después de haberme comprado —respondió Astrid—. Cuando todo el alboroto terminó, escapé de Tredge para viajar hacia Ersvik y migrar del continente para aprender magia.
— Bueno, debo ser sincera… casi, casi me creo tu historia, pequeña —exclamó Odette mientras daba una sonrisa macabra que heló la sangre de Astrid—. Sin embargo, estás bajo mi detector de mentiras y este me dice que estás mintiendo.
Odette levantó uno de sus dedos y Astrid logró ver un hilo de energía conectaba el dedo de la mujer con su frente; de alguna forma ella sabía si estaba mintiendo o no por medio de la magia.
Astrid no pronunció palabra alguna, Odette se puso de pie y comenzó a caminar cerca de la muchacha. Astrid vio que las vestimentas de la bruja eran bastante provocativas, mientras que su cabello negro y liso le daba un aspecto más tétrico a su caminar.
— Bueno, tampoco es que ese cerdo me cayera bien, merecía morir —dijo Odette para luego volver a su asiento—. Sin embargo, órdenes son órdenes y debo acatarlas… Siguiente pregunta: en la noche del ataque a la mansión de Ferdinard, ¿estabas sola?
— No, viajaba con dos personas más —respondió Astrid.
— Así me gusta, la verdad por delante —exclamó Odette—. Siguiente pregunta. ¿Quién mató a Ferdinard?
— Una mercenaria conocida como La Súcubo, era la mano derecha de Ferdinard, pero lo traicionó por el bien del pueblo en el que vivían.
— Ya encontraste el truco de mi hechizo pequeña, ocultando información, pero sin necesidad de mentir. Eres bastante astuta, Astrid —respondió Odette para luego largarse a reír—. Bueno, siguiente pregunta…
— ¿Qué tal si cambiamos de interrogado?
Astrid estaba petrificada con lo que estaba viendo, Robin había perforado uno de los costados de Odette con su katar izquierdo, mientras que con el derecho sujetaba el cuello de su prisionera; entonces, agregó: — Suficiente interrogatorio a la pequeña brujita, ¿qué tal si te hago un par de preguntas a ti ahora?
Odette sufría de un intenso dolor, nunca pudo sentir la presencia del asesino que estaba a su lado y eso la había sorprendido gratamente. Robin hizo una señal con su rostro a Astrid para que saliera del lugar, a lo que ella hizo caso de forma inmediata, dejando a ambos personajes solos.
— Vaya, vaya —exclamó Odette. — Tienes agallas para tomarme por sorpresa de esta forma, guapo…
— Primera pregunta, ¿has estado importando esclavos desde el Continente Oriental? —preguntó Robin.
— Sí, ellos han llegado a Erinnere por órdenes mías. Cuando terminemos el interrogatorio te mostraré donde los te…
— Segunda pregunta —interrumpió Robin, mientras presionaba el torso de Odette, haciéndola gemir de dolor —. ¿Quién tiene a Fátima y dónde se encuentra?
Odette no respondió de inmediato, provocando que Robin perdiera la paciencia y continuara perforando el torso de la mujer. Sin embargo, en lugar de sangre, sombras comenzaron a surgir desde la gran herida de la bruja, las cuales aprisionaron el brazo del asesino.
— No sé si te habías dado cuenta —dijo Odette, sin perder la calma—, pero estás tratando con una bruja, y nosotras las brujas odiamos a los hombres impacientes. Creo que tendré que corregir a este pequeño malcriado… ¡Se acabó el interrogatorio!
Odette giró su cabeza en ciento ochenta grados para mirar fijamente a Robin con una sonrisa macabra. Robin sintió el peligro que Odette representaba y trató de liberar su brazo izquierdo sin éxito, mientras la bruja reía suavemente. Entonces, numerosas sombras cubrieron a ambos y los hicieron desaparecer de la habitación.
* * *
Astrid salió del palacio con la mayor calma que le fue posible, incluso se despidió de los soldados que rato atrás la habían escoltado. Caminó de forma apresurada y sin rumbo. De pronto un brazo la jaló a un pequeño callejón, Astrid estuvo a punto de gritar por el pánico que sentía, pero al ver el rostro familiar de quien la había interceptado cambió su miedo por alegría y, mientras derramaba las lágrimas que había contenido todo el tiempo, abrazó al pelirrojo bardo que la esperaba en aquel lugar.
— ¡Qué alegría verlo, joven Ronan! —exclamó Astrid, pegada al pecho del bardo.
— A mí también me alegra verla sana y salva, señorita Astrid —respondió Ronan, mientras acariciaba el cabello de la maga.
— Tuve tanto miedo… —dijo Astrid—. Pero ¿cómo supieron dónde estaba?
— Estuvimos haciendo una ronda por la ciudad y vimos que esa mujer llamada Odette te estaba escoltando… —respondió Ronan, para luego agregar: — ¿Dónde está Robin ahora?
— Se quedó en aquel lugar—respondió Astrid, secándose sus lágrimas—. Él iba a interrogarla, pero me ordenó escapar antes de… Espere, ¡el aura de esa mujer desapareció!
— ¿Qué? —exclamó Ronan—. ¿Qué significa eso, señorita Astrid?
— El señor ladrón debió ser secuestrado por aquella mujer… —respondió Astrid con una voz temblorosa—. Esa mujer era una bruja de verdad, joven Ronan, era más atemorizante que Ferdinard, por mucho…
— Mierda… —dijo Ronan, con evidente frustración—. Será mejor que regresemos a la posada, la señorita Fjola y Kiran nos están esperando.
— ¿Fjola? —chilló Astrid, sin poder ocultar su alegría.
— Sí, de alguna forma logró escapar, apresurémonos —sentenció el bardo, a lo que ambos caminaron fuera del callejón en dirección a la posada.
Una vez allá, Astrid tuvo que contener mucho las ganas de lanzarse sobre Fjola para abrazarla. La mercenaria sonrió alegremente al ver a la maga. Ronan notó que Kiran no estaba, por lo que volvió a salir de la habitación en su búsqueda.
— Es un alivio ver que lograron escapar de aquel lugar, Astrid —dijo Fjola.
— El señor Asbjorn tenía razón… —respondió Astrid, conteniendo sus lágrimas de alegría—. Estás viva.
— ¿Pensaste que había muerto? —dijo Fjola, con una sonrisa incómoda en su rostro, para entonces echarse a reír—. Yo también. Para ser sincera, aún no logro entender cómo sobreviví con tanto daño en mi cuerpo. ¿Te encuentras bien? ¿No te hicieron nada?
— No, pero el señor ladrón fue secuestrado por una bruja… —dijo Astrid.
— ¿Una bruja? —preguntó Fjola.
— Así es —intervino Ronan, quien había vuelto de buscar a Kiran por la posada—. Aquella mujer llamada Odette es una bruja.
— Oh, por Odín —reclamó Fjola—. Lo que nos faltaba, será mejor marcharnos de este pueblo cuanto antes.
— Por cierto —preguntó Ronan—. ¿Dónde está Kiran?
— ¿Kiran? —preguntó Astrid—. ¿Quién es Kiran?
— Es la muchacha que Robin rescató hace unos meses. Nos contó acerca de ella la vez que nos encontramos camino a Skatvik, ¿recuerdas? —dijo Fjola.
— Creo que sí —dijo Astrid—. Pero ¿qué hace acá en Erinnere?
— No puede valerse por sí misma, si bien logra entender algo de nuestro lenguaje, le cuesta mucho comunicarse —respondió Fjola—. Por ende, ha sido casi imposible para ella salir del continente —luego de pausarse por unos momentos, con una mueca de dolor en su rostro, agregó—. Creo que debió ir al mercado, me dijo que tenía una forma de curar mis heridas.
— Iré a buscarla —dijo Ronan—. Solo espero que no se haya metido en algún problema.
Ronan volvió a salir de la habitación. Entonces Fjola se acomodó un poco en su cama para continuar con la conversación.
— ¿Qué tal está Ingrid? —preguntó la mercenaria.
— Quedó muy malherida… —dijo Astrid—. Cuando deje Tredge, esta mañana, continuaba inconsciente. El señor Asbjorn está cuidando de ella y también de las pequeñas que eran esclavas de Ferdinard.
— Es un alivio escuchar eso —respondió Fjola—. No esperaba que Ingrid sobreviviera a aquella pelea, los brujos son algo bastante peligroso…
— Hablando de brujos… Algo me inquietó en Odette… —agregó Astrid—. Por alguna razón su rostro me pareció familiar, como si lo hubiese visto en mis sueños…
De pronto, Kiran corrió dentro de la habitación seguida de Ronan. Ambos se veían muy agitados, lo que alarmó a ambas muchachas.
— ¿Qué sucede, muchachos? —preguntó Astrid, mientras Fjola salía de su cama, preparada para todo.
— ¡Debemos marcharnos ya! —dijo Ronan—. Planean cerrar la ciudad y no dejar salir a nadie por lo que ocurrió ayer en Tredge. Además de dar la alarma de la desaparición de aquella mujer llamada Odette; se cree que ha sido secuestrada.
— Kiran lo escuchó, mientras compraba hierbas medicinales —agregó Kiran.
— ¿Qué esperamos? —dijo Fjola, mientras Astrid tomaba sus cosas y salía de la habitación—. Si nos quedamos, estaremos en problemas.
* * *
Mientras tanto en Nordskot, Eoghan estaba reunido con un hombre de aspecto tosco, dentro de lo que parecía ser su oficina. El generalísimo lucía muy molesto, mientras que su interlocutor lo observaba fijamente sin mover un solo músculo de su rostro.
— ¡Ferdinard ha muerto, Gallagher! —exclamó Eoghan—. ¡Primero Pietro y ahora Ferdinard! ¿En qué nos descuidamos para que sufriéramos tales bajas? ¿Quién puede conocer tanto nuestro ejército y ser capaz de hacernos frente?
— No lo sé mi señor… Esta situación me tiene tan sorprendido como a usted —respondió Gallagher sin perder la calma.
— Permítanme interrumpir, estimados —una voz aguda e irritante se oyó en la oficina, llamando la atención de ambos hombres—. Creo que tengo la explicación que buscan.
Un hombre hizo su aparición frente a Eoghan y Gallagher, su aspecto era muy demacrado y débil. Eoghan asintió en señal de aprobación a las palabras del hombre.
— Somos todo oídos, Baab —dijo Eoghan.
— Eirian encontró el cadáver de Pietro hace algunos días, cerca de Frontara. Al leer sus recuerdos, adquirió información valiosa que nos guio hacia la responsable de todos los sucesos que han golpeado a nuestra organización estas últimas semanas —respondió Baab, con su agudo e irritante timbre de voz.
— ¿Es alguien conocido? —preguntó Gallagher, curioso.
— Muy conocida, diría yo —respondió Baab—. Se le dio por muerta hace algunos años, mis estimados señores, pero para sorpresa de todos, ella sigue con vida y al parecer busca venganza por la muerte de su madre. Hablo nada más ni nada menos que de Fjola.
Eoghan cambió su rostro a uno más furioso y enrojecido, profirió insultos, mientras lanzaba su copa de vino al suelo con rabia. En cambio, Gallagher observaba incrédulo a Baab con su boca abierta a más no poder. Entonces, el brujo continuó con su relato.
— Si mis predicciones son ciertas, ya debió haber dejado Lott, por ende, el camino la llevará hacia Quint.
— ¿Qué hay de Odette? ¿No ha llegado a Lott aún? —preguntó Eoghan.
— Hablé con ella hace unos minutos; ya había llegado al cuartel de Lott, pero no había novedades ni nada sospechoso que mencionar. De todos modos, se dirigirá con su comitiva a Tredge para investigar lo que sucedió con Ferdinard. Si llegase a ocurrir algo, se lo haré saber de inmediato, mi señor —respondió Baab.
— Gracias por la información Baab, trata de interceptar a Fjola lo antes posible, esa mujer es muy peligrosa —dijo Eoghan, tratando de recuperar la compostura.
— ¿Qué tan peligrosa puede ser una simple humana? —preguntó Baab, en un tono soberbio.
— Ella es tan fuerte como Gallagher, Baab —agregó Eoghan apuntando a Gallagher—. No por nada este hombre es conocido como el aniquilador de brujas. Ella recibió su mismo entrenamiento y es capaz de soportar combates en contra de los brujos con maestría. Sin mencionar que sabe muchas cosas que pondrían en jaque a la Cruzada Divina.
— Si lo ponen de esa manera —intervino Gallagher—, lo más probable es que ella haya asesinado a Lord Ferdinard también, vaya mujer…
— Ese cerdo de Ferdinard era un debilucho en comparación a mí, mis estimados señores —alardeó Baab, para luego agregar—. Déjenme esto a mí, aquella mujer será un insecto fácil de aplastar.
* * *
Los aventureros dejaron Lott sin muchos problemas. Astrid y Ronan viajaron juntos en el asiento del conductor para no despertar sospechas, ya que ambos habían entrado de forma normal al pueblo e incluso Astrid había sido una “invitada” de Odette, lo que hizo las cosas más expeditas.
Fjola y Kiran se encontraban dentro de la caravana escondidas, la mercenaria recibía atención en sus heridas por parte de la muchacha, quien con mucha maestría curó una a una sus lesiones.
— Kiran aprendió muchas cosas durante tiempo en Erinnere, señorita Fjola —susurró Kiran—. Sus heridas sanarán, prometo.
— Eres muy amable, Kiran —respondió Fjola, susurrando al tiempo que aguantaba el dolor que sentía.
La caravana rodó montaña abajo por un par de horas. Astrid y Ronan conversaban acerca de las comidas que se preparaban en Ersvik y que Astrid jamás había escuchado en su vida, pero estaba ansiosa por probar. Poco a poco el miedo que el grupo tenía de ser atrapados por la Cruzada disminuyó, mientras el verde paraje que tanto extrañaban volvía a aparecer. Habían pasado demasiados días en las montañas áridas y con poca vegetación.
Lentamente el atardecer fue tiñendo los alrededores. Los aventureros decidieron detenerse a descansar dentro de un bosque cercano. Luego de encender una fogata y de que Ronan preparase la merienda, todos se sentaron alrededor del fuego a comer, a excepción de Fjola, quien no bajó de la caravana para evitar forzar su cuerpo.
— Mi nombre es Kiran Attar, provengo desde tierras lejanas, conocidas por acá como Continente Austral —dijo Kiran a Astrid.
— ¡El Continente Austral! —exclamó Astrid—. ¡He leído mucho acerca de ese lugar! Eso significa que usted ha viajado en barco, ¿verdad?
— Así es —respondió Kiran, llevando un puño a su pecho, orgullosa—. Mis padres eran comerciantes de telas… fuimos capturados por Cruzada cuando hacíamos gran acuerdo.
— ¿Dónde los capturaron? —preguntó Ronan—. ¿Recuerdas el nombre de la ciudad?
— Serken… rode, creo —respondió Kiran, dando golpecitos con su índice en su frente para ayudarse a recordar—. Era un puerto que usábamos seguido para comercio con gente de Erinnere.
— Si mal no recuerdo, Robin había mencionado algo acerca de un embargo marítimo con otros continentes, ¿recuerdas, Astrid? —preguntó Fjola, para luego comer un poco de caldo que el bardo le había servido.
— ¡Sí! —respondió Astrid.
— También había escuchado eso… —agregó Kiran—. Una vez en puerto, soldados ordenaron ceder nuestro barco por embargo. Pero padres negarse a entregar nuestro barco y nosotros prisioneros de Cruzada. Ellos dieron trato horrible en prisión e ideé un plan de escape para liberarnos. Padres lograron huir, pero Kiran hecha prisionera otra vez mientras escapaba y fue sentenciada a muerte por Cruzada.
— ¿Eso significa que tus padres escaparon de vuelta a casa? —preguntó Fjola, para luego agregar: — Vaya, entonces lo del embargo no era solo con el continente de Robin, sino con todo el mundo. Si los padres de Kiran informan a sus gobernantes acerca de lo que les sucedió acá, estallará una guerra de escalas incalculables…
— Espero que padres hayan llegado bien a casa —suspiró Kiran. —Robin rescató a Kiran y la ayudó a aprender idioma mientras me cuidaba. Me cuesta hablar, pero entiendo muy bien idioma local.
—¿Y cuál es su objetivo ahora? Digo, si estaba tan lejos de Serkenrode…—preguntó Astrid.
— Kiran busca puerto para infiltrarse en barco. Kiran quiere regresar a casa, reunirse con sus padres y vivir tranquila nuevamente —respondió Kiran con lágrimas en sus ojos. Astrid le dio un abrazo, mientras la muchacha lloraba desconsolada— Kiran quiere regresar… Kiran ha sufrido mucho.
— Tranquila Kiran, puedes confiar en nosotros —dijo Ronan, buscando calmar a su nueva compañera—. También hemos sido azotados por la Cruzada Divina y entendemos en parte lo que has sufrido.
— Hemos perdido a nuestras familias por los caprichos de Eoghan, Kiran —agregó Fjola, seria—. Tenemos la misma sed de venganza que tú en estos momentos y no descansaremos hasta ver la cabeza de ese malnacido rodar en el suelo.
Ronan y Astrid observaron a Fjola para luego asentir en señal de aprobación. Entonces, la mercenaria dio un enorme bostezo, el cual contagió a sus compañeros, indicando que ya era hora de irse a dormir. Luego de apagar la fogata con arena, el grupo se metió dentro de la caravana y se acomodaron para que todos tuvieran un lugar para descansar, evitando molestar a Fjola.
Astrid observaba el cielo nocturno mientras navegaba en sus pensamientos; cerca suyo se oía la respiración de sus compañeros, que habían conciliado el sueño de forma inmediata.
— ¿Cómo estará mi madre en estos momentos? —pensó la muchacha mientras buscaba una posición que le permitiera dormirse—. Espero que no se sienta tan sola… sería genial que la señorita Esna fuera a visitarla, ahora que estoy viajando con los muchachos…
Así, Astrid poco a poco consiguió dormirse nuevamente, agradeciendo en sus pensamientos a Odín que les hubiera permitido a ella y a sus amigos seguir con vida en la búsqueda de su padre.
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