Astrid: La Búsqueda - 15
Regresemos un poco en el tiempo, para dirigirnos a las lejanas tierras de Aardal, hogar de Astrid. Habían pasado un par de días luego de que Astrid, junto a Fjola y Ronan, partieran en caravana desde Skatvik.
María, madre de Astrid, se acercaba al comedor en donde tenía servido el desayuno para ella. Consistía en huevos y el clásico queso fresco de la aldea; tostadas y una tetera para infusiones que recientemente había comprado completaban una simple y deliciosa comida.
Para sorpresa de la mujer, cuando se disponía a comer, oyó golpes en la vieja puerta de madera de la casa. Extrañada por lo temprano del llamado María se puso de pie y, mientras se acercaba a la puerta, refunfuñó.
— Es demasiado temprano para que los vecinos vengan a molestarme…
A medida que se acercaba a atender el llamado, su corazón se agitó y una extraña melancolía, mezclada con un poco de nostalgia, invadió su mente. Y no era para menos, ya que la persona que llamaba a su puerta era alguien a quien no esperaba volver a ver en su vida.
Su respiración se detuvo por unos segundos al ver a quien había llegado. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón se aceleró como no lo había hecho hace años.
— Ha pasado bastante tiempo, María… vine a quitarte el hechizo para modificar tu rostro, te ves terrible… —dijo Esna al ver a una emocionada María, para luego sonreír.
— ¡Esna! —gimoteó María echándose a llorar sobre su amiga, mientras le daba un enorme abrazo—. ¡No puedo creerlo! ¡Estás viva! ¡Qué alegría verte! —Esna había olvidado lo querendona que era María y más aún habiendo pasado tantos años desde su último encuentro. Luego de una lluvia de frases de sorpresa y alegría, María agregó: — ¿Quieres desayunar conmigo?
— Por supuesto, querida amiga —respondió Esna tratando de quitarse a María de encima—. ¿Entramos? Hace bastante frío y no quiero enfermarme.
— ¡Sí! ¡Sí! ¡Pasa, por favor! —se apresuró en decir María, para dejar entrar a su ahora invitada.
Ya instaladas para desayunar, Esna levantó su mano y un brillo emergió desde esta, cubriendo el rostro de María el cual pareció rejuvenecer y tomar rasgos similares a los de Astrid.
— Listo, tal y como lo prometí la última vez que nos vimos. ¿Necesitas un espejo? —preguntó Esna.
— Sí, por favor —respondió María.
Esna tomó un espejo pequeño desde su equipaje y lo entregó a María, quien sonrió al haber recuperado su antigua apariencia.
— Ya no recordaba mi rostro… pensé que iba a morir con el que creaste para mí, Esna —dijo María, a lo que agregó: — Había olvidado que me parecía mucho a Astrid… bueno, es mi hija después de todo.
— En efecto, querida amiga —dijo Esna—. Hablando de Astrid, ella es el motivo por el cual estoy aquí.
— ¿Te encontraste con Astrid? —preguntó María, entusiasmada—. Dime que está bien, por favor.
— Sí, tuvimos la fortuna de encontrarnos hace algunos días, iba en compañía de la hija de Mana —respondió Esna.
— ¿Fjola? —preguntó María, incrédula—. Pero… ella ha muerto, ¿no es así?
— Tan muerta como tú y yo —respondió Esna, mientras reía suavemente—, pero ella apareció simplemente en mi puerta, con Astrid al borde de la muerte en sus brazos.
María dio un respingo aterrado mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, el oír que su hija estuvo en riesgo le hizo pensar lo peor, pero Esna se apresuró en calmarla.
— Tu hija está bien, logré salvarla a tiempo, había sido envenenada por un comandante de la Cruzada Divina. Sus compañeros de viaje dieron muerte a aquel soldado, pero temo decirte que Astrid ahora es una fugitiva de la organización —agregó Esna, para luego beber un poco de su infusión.
— Por Odín… —suspiró María.
— Tu hija es una guerrera innata, María; debió heredar su fortaleza de ti —continuó Esna—. Puede que escuchemos más de ella en un futuro, porque también heredó lo problemática de Morgan.
— No me extrañaría… ¡Oh, gran Odín! Protege a mi pequeña brujita —oró María en voz alta.
— No está sola, María. Astrid consiguió muy buenos compañeros de viaje quienes darían su vida por ella, te lo puedo asegurar —dijo Esna.
— Y… ¿Has sabido algo de… él? —preguntó María, un tanto tímida.
— Sigue con vida —respondió Esna—. No lograron matarlo a final de cuentas, pero deben tenerlo encerrado en algún lugar del continente con sellos mágicos muy poderosos.
— ¿Quién te dijo aquello? —preguntó María, un tanto alegre por la noticia.
— Ingrid me lo comentó hace algunos meses, está viviendo en Tredge y me visita cada cierto tiempo.
— Eso significa que tarde o temprano Astrid llegará hasta él —dijo María.
— Así parece… —dijo Esna—. Pero dejemos este tema de lado, mujer. ¡Hace más de una década que no sé nada de ti! ¿O acaso no has hecho nada durante estos últimos años?
— ¡Claro que he hecho cosas! ¿Acaso crees que aún soy aquella niña adinerada y mimada que vivía en su lujosa mansión? —respondió María inflando sus mejillas, para luego echarse a reír junto a su amiga.
Sentadas en un cómodo sofá de mimbre, cuyos cojines estaban rellenos de lana de oveja, ambas conversaron por largas horas sobre las muchas cosas que habían vivido durante su tiempo distanciadas, con el sabor del té endulzado con miel en sus palabras. Esna notó, luego de haber desgastado su lengua conversando, que el sol de medio día estaba en lo alto del cielo, por lo que decidió interrumpir la charla.
— María… temo decirte que tengo planeado partir de Erinnere —dijo.
— ¿Por qué? —preguntó María—. Puedes quedarte aquí en Aardal, nadie nos buscará aquí, he vivido en paz por muchos años.
— Creo que no te has dado cuenta, y por ello son malas noticias para ti, pero ¿pensaste en si tus vecinos te reconocerían con tu rostro real? —preguntó Esna.
— N-no… No lo había considerado… —dijo María, mientras reía incómoda ante el regaño de su amiga.
— Me hubiese quedado en Skatvik si no hubiese querido que todo cambiase, era bastante respetada allá, como te conté hace un rato. Pero mientras tu hija hace frente de quienes huimos cuando teníamos su edad, nosotras estamos acá fingiendo que no pasó nada —reclamó Esna.
— ¡Oye! — dijo María, buscando argumentar en contra de lo que Esna decía, pero no logró pensar en nada.
— Además, por si no lo sabías, Eoghan sigue buscándote a pesar de que falseamos tu muerte. Se niega a aceptar que estás muerta por lo que hay retratos tuyos en muchas ciudades como si fueras una criminal. Ahora que deshice el hechizo, debes partir también o esta aldea, tarde o temprano, terminará destruida.
—No lo puedo creer… —reclamó María— ¿Después de tantos años? Cómo un hombre puede estar tan obsesionado…
— Su mera existencia es un problema, María —respondió Esna—. Bueno, será mejor que te alistes, iremos por Ingrid también, hay mucho que hacer —agregó la maga.
— ¿Qué tienes en mente? —preguntó María.
— Refundar la Cofradía de la Brújula y liberar a Erinnere de las garras de la Cruzada —sentenció Esna—. Es decir, terminar lo que empezamos quince años atrás.
* * *
Esna y María partieron desde Aardal, atravesando los mismos pueblos que Astrid y sus amigos habían recorrido tiempo atrás. Pasaron bastantes días en los que ambas amigas recorrieron grandes distancias a pie, deteniéndose solamente a dormir en alguna posada.
Poco a poco se acercaron a Tredge, en donde Ingrid aún no recuperaba la consciencia y estaba siendo cuidada por Asbjorn. Sus heridas eran bastante graves y él temía por la vida de la maga, ya que todos sus esfuerzos eran en vano. Ya estaba comenzando a atardecer, mientras Asbjorn se encontraba sentado en el comedor, con un rostro consternado.
— Señor Asbjorn… ¿se encuentra bien? —preguntó una de las niñas rescatadas, que ahora vivía en la posada, al verlo solo en el comedor.
— Estoy haciendo mi mayor esfuerzo para mantenerme fuerte, pequeña, no quiero rendirme y volver a quedarme solo… —respondió el posadero muy afligido.
— No desespere, la señorita Ingrid es fuerte, si ella logró vencer a aquel hombre malo… —dijo la muchacha.
De pronto, la puerta de la posada se abrió de golpe. Y dos siluetas llamaron la atención del posadero, siendo una de ellas muy familiar.
— No puedo creer que deba trabajar apenas entro a la posada en donde supone uno descansa, ¡por Odín!
— ¡Esna…! —exclamó Asbjorn, sin poder creer lo que estaba viendo, un milagro había ocurrido justo cuando él lo necesitaba.
— ¿Qué haces ahí sentado? —preguntó molesta Esna—. ¡Llévame con Ingrid! ¿O acaso quieres que muera?
— ¿Cómo supiste…? —preguntó Asbjorn.
— ¡Asbjorn! —interrumpió Esna.
Asbjorn se apresuró en guiar a Esna hacia la habitación en donde se encontraba Ingrid, ambos seguidos de la pequeña que acompañaba a Asbjorn momentos atrás. María observó sonriente la escena, para luego suspirar aliviada. Ambas habían apresurado su paso hacia Tredge cuando Esna sintió la débil presencia que Ingrid tenía, dándole a entender que su amiga estaba en problemas.
De pronto, otra de las niñas, cuyo rostro estaba marcado por una cicatriz, se acercó a María, observándola con curiosidad.
— Usted se parece mucho a la señorita Astrid… —dijo.
— ¿Oh? —se alarmó María, quien estaba sumida en sus pensamientos—. ¿Conoces a Astrid?
— ¡Sí! ¡Es una hermosa muchacha que me rescató a mí y a mis amigas de aquel calabozo! ¡Le debemos mucho!
— ¿Cuál es tu nombre, pequeña? —preguntó María, sonriendo ante las palabras que acababa de escuchar y le habían provocado un orgullo enorme.
— Dahlia —respondió la muchacha.
— ¿Cuántos años tienes? ¿Dónde están tus padres? —preguntó María.
— Tengo once años… y mis padres… mis padres… —respondió Dahlia, mientras hacía pucheros tratando de contener sus lágrimas.
— ¡Perdóname! —se apresuró en disculparse María, nerviosa—. ¡No era mi intención hacerte llorar!
— No es su culpa… —dijo Dahlia—. Fue aquel horripilante hombre gordo quien me secuestró a mí y a mis amigas… nos hacía cosas horribles en el calabozo. No sé de mis padres hace bastante tiempo.
María sintió mucha angustia al oír aquello; por su mente pasaron imágenes de lo que pudo haber vivido Dahlia encerrada en aquel lugar. Sin embargo, sacudió su cabeza para quitarse esos pensamientos y una idea llegó a su mente.
— ¿Qué tal si cocinamos? —preguntó María, buscando distraer a la pequeña de sus malos recuerdos—. Mi amiga y Asbjorn terminarán muy cansados luego de atender a Ingrid y necesitarán comida para reponerse.
— ¿La señorita Ingrid se pondrá bien? —preguntó Dahlia, emocionada.
— ¡Claro que sí! —dijo María—. Sé que Esna es capaz de hacerlo.
Dicho esto, Dahlia reunió al resto de las muchachas para guiar a María en la cocina de la posada y ayudarla con ciertas labores, mientras ella cocinaba. Al cabo de unas horas, ya que Ingrid necesitó mucha más energía y concentración que Astrid para recuperarse, Esna y Asbjorn regresaron al comedor de la posada en donde María y las niñas los esperaban para comer una deliciosa cena.
— Ese rostro… —exclamó Asbjorn, como si estuviese viendo un fantasma—. ¡Lady María! ¡No lo puedo creer!
— Hola, Asbjorn. Ha pasado tiempo —respondió tímidamente María, mientras saludaba con su mano al posadero.
— ¡Comamos! —chilló una de las niñas—. El señor Asbjorn tiene un rostro más aliviado, significa que la señorita Ingrid estará bien.
— Aquella pequeña tiene razón, Asbjorn —dijo Esna, mientras secaba sus manos con un paño—. Tienes a la mejor curandera de Erinnere en tu casa. Ingrid estará bien, venga, ¡vamos a comer!
Así, todos se sentaron a cenar, ya más aliviados por las palabras de Esna. Luego de que la cena terminase, Asbjorn y María llevaron a las niñas a dormir, mientras la maga bebía un poco de té en el comedor; al parecer esperaba que ambos regresaran de su labor para conversar. Cuando el posadero y María arribaron nuevamente al comedor, Esna les sirvió té para que estos la acompañasen.
— Gracias por todo, Esna —dijo Asbjorn—, de verdad esto es un milagro, Ingrid no despierta hace días…
— Llegamos justo a tiempo —respondió Esna—, tus cuidados evitaron que dejara este mundo prontamente; debes agradecerte a ti mismo el que Ingrid siga a tu lado.
— No es para tanto, ustedes las magas son excepcionales —argumentó Asbjorn.
— No vuelvas a minimizarte así, hombre —dijo Esna—. Por muy brujas que seamos, seguimos siendo humanas como todos los demás, también tenemos nuestros límites y talentos.
— Señor Asbjorn —interrumpió María—, ¿sabe usted a dónde se dirigió Astrid? Verá… es mi hija.
— ¿Su hija? ¿La señorita Astrid? —preguntó Asbjorn, sorprendido—. Ya sabía yo que tenía algo familiar aquella muchacha… Pues partió hace unos días hacia Lott en una caravana mercante de un buen amigo mío, ya que…
— Siento interrumpir, pero ¿qué demonios le sucedió a Ingrid? —preguntó Esna, dando un bufido exasperado—. Lamento no haberlo preguntado antes, pero ella estaba muy malherida.
— Es una historia larga, pero todo partió cuando Ferdinard atacó a Fjola en Osfund… —comenzó a relatar Asbjorn.
Mientras explicaba las circunstancias que llevaron a Astrid y sus amigos a enfrentarse a Ferdinard y cómo planearon toda la invasión de su mansión, María observaba fijamente al posadero, con una visible expresión de angustia en su rostro por todo lo que su hija había vivido hasta su llegada a la posada. En cambio, Esna, solo se limitaba a asentir en ciertos momentos de la historia. Asbjorn, luego de pausarse un momento para beber de su té, continuó relatando:
— Ingrid saldó cuentas con Ferdinard y, según lo que me comentó la señorita Astrid, una enorme explosión, que se escuchó por toda la ciudad, fue lo que provocó sus heridas.
— Ahora entiendo por qué Ingrid tenía tan horribles quemaduras… —dijo Esna.
— Fjola logró matar a Ferdinard, pero este utilizó un último hechizo para hacerse estallar y llevarse a Fjola con él —continuó Asbjorn—. Provocó un socavón en el jardín de su mansión que daba a las alcantarillas de la ciudad y desde entonces no tenemos noticias de ella. Astrid viajó sola hacia Lott para encontrarse con el joven Ronan.
— Oh, por Odín… —murmuró María, tratando de convencerse a sí misma de que no fue mala idea haber dejado viajar a Astrid ante lo relatado por Asbjorn.
— ¿Ha llegado gente de la Cruzada luego del altercado? —preguntó Esna, con un rostro más relajado al comprender todo el panorama.
— Por suerte, no —dijo Asbjorn—, aunque temo que lo hagan. Sin Ingrid, estaremos en desventaja contra ellos, si es que llegan a levantar armas contra nosotros.
—Esperemos que no suceda —exclamó Esna—. Bueno, tendré que asumir que ella no nos podrá acompañar a nuestra misión.
— Esna, por Odín —dijo María—, es obvio que no podremos contar con ella, viste su estado.
— Lo sé, lo sé, no me regañes —respondió Esna—, pero tampoco esperaba que todo lo que Asbjorn nos contó sucediera durante nuestro viaje. Necesitábamos a Ingrid con nosotras… Bueno nuestra travesía deberá pausarse por ahora, estoy muy cansada para continuar hoy y no puedo marcharme sin ver a Ingrid sana y salva.
— Gracias por todo, Esna —dijo Asbjorn, para luego retirar las tazas ya vacías de sus invitadas.
Al día siguiente, luego de la sesión de curación de Ingrid, Esna y María se encaminaron hasta las ruinas de la mansión de Ferdinard. Al llegar, ambas vieron los vestigios del combate que habían tenido las muchachas días atrás.
— Vaya desastre… —dijo María.
— Ni que lo digas, debió ser una batalla descomunal… —agregó Esna—. Pero no veo cadáveres por acá.
— Es verdad, según Asbjorn, Ferdinard sacrificó muchas vidas para invocar a aquel demonio —dijo María.
Entonces, ambas continuaron explorando el lugar, en donde vieron muchas cenizas esparcidas, además de la espada de Fjola y un gran socavón, desde donde se podía escuchar el sonido del agua torrentosa corriendo.
— Debió ser una gran caída… —dijo Esna.
— ¿Crees que Fjola siga viva? —preguntó María.
— Tengo la fe de que sí, pero no la certeza, María —suspiró Esna, tratando de mantener su optimismo—. Según el bardo, su destino final es Ersvik, si tenemos suerte, podríamos alcanzarlos en seis días, aunque necesitaríamos una caravana para mezclarnos con los ciudadanos.
— ¿Qué tal si le preguntamos a Asbjorn? Él debe conocer a alguien con una caravana —dijo María.
— ¿Pero irá a Ersvik? Digo, es bastante distancia —argumentó Esna.
— No perdemos nada consultando —dijo María.
— Me recuerdas a tu hija, idiota —dijo Esna para luego sonreír—, esas malas costumbres son culpa tuya.
— Ven, vamos, o no los alcanzaremos —dijo María.
— Nunca fue mi intención alcanzarlos, María, no seas impaciente —recriminó Esna, cuando de pronto recordó algo—. ¿Sabes? Deberíamos revisar los establos de este lugar, quizás haya algún caballo o incluso un carruaje.
— ¿No es eso robar? —preguntó María.
— ¿Vienes a preguntar eso ahora? Maldita sea… —se quejó Esna, para luego dirigirse hacia la parte posterior de la mansión.
Para suerte de ellas, un caballo yacía dentro de los establos, sin embargo, tenía una pata lastimada por una viga de madera que cayó sobre esta durante el enfrentamiento entre los magos. Respiraba débilmente y se asustó al ver a Esna, la maga lo calmó con suaves caricias, mientras María buscaba por los alrededores algo para darle de comer.
— Ferdinard era un pedazo de basura, pero al menos nunca hubiese dejado morir a un animal así —suspiró Esna, mientras comenzaba a murmurar una melodía para sanar la pata del animal—. Quizás me cueste un poco convencer a nuestros camaradas de refundar la cofradía… ¿Qué estamos salvando realmente? ¿A gente egoísta que no sigue nuestros ideales? ¿O simplemente queremos venganza?
María acercó unas hojas de lechuga que el equino comió de forma casi inmediata. Entonces, la mujer comenzó a acariciar la crin del animal con suavidad, mientras este cerraba los ojos ya más aliviado del intenso dolor que sufría.
— ¿Sabes? —musitó María—. Uno de mis miedos es que Astrid se corrompa; este mundo no es el mismo en el cual vivíamos años atrás… Al menos no desde mi punto de vista.
— También tengo ese miedo, aquella muchacha quiere ser uno de aquellos héroes que puedes leer en los libros de aventuras épicas, pero la realidad es más cruda de lo que uno quisiera —respondió Esna.
Otro día más pasó y aún no había señales de la Cruzada Divina por Tredge. Asbjorn y sus huéspedes bebían un poco de té luego de haber cenado cuando de pronto un fuerte sonido los alarmó.
— ¡Ingrid! —advirtió Esna, para luego todos dirigirse a la habitación de la mujer.
Al llegar, vieron que Ingrid había despertado de su largo sueño, pero su ánimo no era el de siempre. Las ventanas de su habitación estaban rotas, mientras que ella jadeaba agitadamente y su cuerpo estaba lleno de sudor.
La maga volteó a ver a quienes estaban en su cuarto. Al ver a Esna, sus ojos se llenaron de lágrimas y exclamó en un tono lleno de impotencia:
— Yukiko está viva, Esna. Pero aquel malnacido nos la ha vuelto a arrebatar.
Esna quedó estática al oír aquello, pero evitó quebrarse ante la noticia; la salud de su querida amiga era más importante en ese momento.
— Ingrid, ¿cómo te sientes? —preguntó rauda Esna, mientras examinaba el cuerpo de su amiga.
— Mi cuerpo duele como un infierno… —dijo Ingrid—, por un momento olvidé que salvé de milagro de aquella batalla.
— ¿Puedes moverte? —preguntó Esna.
— Sí, de hecho, hay muchas cosas sanas desde la última vez que estuve consciente —respondió Ingrid—. Gracias por salvar mi pellejo, nuevamente.
— No digas eso, Asbjorn te cuidó antes de que llegásemos, si no fuera por él, estaríamos lamentando tu pérdida— dijo Esna, sonriendo.
Ingrid observó a Asbjorn y sonrió con dulzura al posadero, provocando que el hombre se sonrojara completamente.
— Bueno —agregó Ingrid—, siento que mi apariencia no es la misma de antes, pero las marcas de guerra demuestran lo dura que es una en batalla.
— Me sorprende tu optimismo —dijo Esna—, esta llorona estaba desesperada por recuperar su apariencia que nunca envejece.
— ¡Esna! —reclamó María, provocando la risa de su compañía.
Asbjorn se apresuró en traer algo para comer, mientras María fue a vigilar a las pequeñas, quienes se habían alarmado debido a la explosión que había ocurrido hace unos instantes. Sus dotes de madre le ayudaron bastante a mantenerlas calmadas.
Esna volvió a aplicar su magia curativa en Ingrid, quien potenció la habilidad de su amiga con su propio éter, aliviando el intenso dolor que sentía.
Luego de comer, María y Esna se quedaron junto a Ingrid. Asbjorn se había retirado a sus aposentos, quedando solo ellas para conversar.
— Es un alivio saber que nuestro esfuerzo valió la pena, Ingrid —dijo Esna.
— Para mí también es un alivio verlas a ambas acá —respondió Ingrid—. María, tu hija es una persona maravillosa… me sorprende que sea tu hija.
Esna no pudo evitar ahogar una risa ante el comentario de Ingrid, cosa que María no pasó por alto. Aunque, solo observó con recelo a ambas brujas, mientras inflaba sus mejillas.
— Astrid tiene todo para ser una gran guerrera, María —continuó Ingrid—. Me sorprendió verla en aquel calabozo luchando por liberarse de aquella criatura.
María sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al recordar el peligro que había vivido su hija en aquella ocasión.
— Bueno, ese no es el tema que me preocupa en realidad… Me encontré con el alma de Yukiko mientras estaba inconsciente, solamente por eso sé que sigue viva.
— ¿Cómo? —preguntó Esna, confundida.
— No lo sé, tal vez Yukiko quería verme. Simplemente ocurrió —dijo Ingrid.
— ¿Y qué te dijo? —preguntó María.
—Solo pedía ayuda lastimosamente mientras se acercaba a mí, fueron unos pocos segundos los que estuve junto a ella —dijo Ingrid, en tono desanimado.
Esna observaba a Ingrid mientras apretaba los dientes con furia.
— Al parecer, Melvin separó su alma de su cuerpo con algún conjuro… —dijo Ingrid—. Ya me parecía raro que Yukiko fuera tan sumisa con ese hijo de perra que solo la ha usado para engendrar magos de casta pura. Su alma debe estar encerrada en algún lugar de Erinnere… aunque no sabría decirles donde.
— ¿Lograste comunicarte con su alma? —dijo Esna, incrédula—. ¿No habrá sido una ilusión producto de tu extremo dolor?
— Astrid también la ha visto, al parecer… —dijo Ingrid—. Cuando estuvo en la posada, ella me preguntó acerca de una extraña mujer que a veces aparece en sus sueños, específicamente, las veces en que su vida ha estado en riesgo. Si quieres le preguntas a ella, claro, si logras alcanzarla.
— ¡Espera, Ingrid…! —dijo María, alarmada.
— Nos vamos, María —exclamó Esna, inusualmente molesta para luego salir de la habitación y recoger su equipaje.
— ¿Qué? ¿Pero e Ingrid? —preguntó María, exaltada.
— Estaré bien —dijo Ingrid, buscando calmar a María—, estuve al cuidado de la mejor curandera de Erinnere después de todo, solo necesito tiempo para recuperarme. Sin embargo, Esna tiene asuntos personales con Melvin; yo, si fuera tú, la acompañaría. Necesita una mente fría para tomar decisiones.
María corrió rauda hacia la recepción de la posada para alcanzar a Esna, mientras Ingrid suspiraba lastimosamente.
— No tienes remedio, Esna… —susurró para sí—. Espero tengan un buen viaje, muchachas, ya las alcanzaré.
Ya fuera de la posada, Esna y María volvieron a las ruinas de la mansión de Ferdinard, en donde el joven caballo parecía esperarlas, mientras bebía el agua que ambas le habían dejado horas atrás.
Esna buscó por los alrededores y divisó una montura doble junto a unos arbustos, probablemente había caído ahí durante la batalla, y la colocó en el corcel que estaba de pie junto a ella.
— Siento tener que forzarte a llevarnos pequeño, pero necesitamos llegar a Ersvik lo más pronto posible —dijo Esna al caballo, quien observaba atento a la maga, mientras hacía unos últimos ajustes en la montura.
— Pensé que no era tu intención encontrarte con Astrid y sus amigos, Esna… ¿A qué viene tal cambio de opinión? —preguntó María, confundida.
— Solo la quiero encontrar para pedirle un favor —respondió Esna—. Ella sigue siendo muchísimo más valiente que yo. Vamos, sube.
Así, ambas mujeres dejaron Tredge a toda velocidad, mientras la noche poco a poco se hacía más profunda y fría en las vastas tierras de Erinnere.
Comments for chapter "15"
QUE TE PARECIÓ?