Astrid: La Búsqueda - 16
— ¡Sal de tu escondrijo, Baab, perro bastardo! —gritó Nikki, mientras permanecía de pie frente a la entrada de una gigantesca torre de sólidos ladrillos. La guerrera lucía agitada y llena de sudor, y no era para menos; a su alrededor, una gran cantidad de soldados inconscientes o medio muertos decoraban el pueblo de Ersvik.
Las chicas tardaron menos de un día en llegar al pueblo natal de Ronan. Allí, los soldados, bajo órdenes directas de Baab, las recibieron listos para el combate. Nikki y Fjola, llenas de ira por el secuestro del bardo, descendieron de la caravana y arremetieron sin compasión en contra de los soldados. Mientras, Kiran conducía a Hope para alejarse de la lucha y Astrid derribaba con magia a los soldados que trataban de acercarse a ellas. Luego de algunos minutos, el último soldado caía exhausto tras no poder vencer a ambas guerreras.
— Ya extrañaba dar palizas así —suspiró Fjola, mientras secaba el sudor de su frente con su brazo.
— Con lo que presencié, me alegro de no tenerla como enemiga, señorita Fjola —dijo Nikki, para luego sonreír a la mercenaria con una expresión de alivio en su rostro.
— ¿Quieren un poco de agua? —preguntó Astrid, mientras les mostraba unas cantimploras a las muchachas, quienes se acercaron a la caravana en donde Astrid y Kiran las esperaban, alejadas del combate.
— Gracias, pequeña —dijo Fjola, bebiendo con ganas desde la cantimplora. Nikki bebió pausadamente, mientras los lamentos y quejidos de los soldados se escuchaban por los alrededores.
La ubicación en la que se encontraban era conocida como la plaza de Ersvik, en donde ahora se erguía una torre construida a la fuerza por ciudadanos de Ersvik para que la Cruzada Divina continuara con sus operaciones. Los alrededores lucían empobrecidos y descuidados, incluso muchas de las casas estaban prácticamente abandonadas, siendo ocupadas por los soldados de la Cruzada; sus dueños habían sido encarcelados o ejecutados por la organización. El olor a agua salada llegaba a ratos con la brisa marina a la nariz de Astrid, quien por primera vez en su vida apreciaba el mar de cerca.
De pronto, Fjola y Nikki las arrastraron a ella y a Kiran fuera de la caravana con mucha violencia, mientras Hope relinchaba aterrada. El ruido de madera destruyéndose llenó sus oídos, ya que dos figuras habían caído sobre la caravana, destruyéndola casi por completo. La yegua corrió desesperada, buscando alejarse de la amenaza que había aparecido de forma repentina.
— ¿Tan desesperado por ganar estás, Baab? —preguntó burlona Nikki, mientras veía a los soldados que habían caído del cielo y se acercaban a ellas.
— Tus reflejos no cambian, Nicole —dijo una mujer de rubios cabellos trenzados en un ajustado moño en su cabeza; portaba un tridente y una pesada armadura. Sus rasgos faciales eran muy similares a los de Nikki.
— Tendremos que reprender a esta niña malcriada, Ignis —exclamó un hombre que acompañaba a la mujer. Su rubia barba destacaba incluso más que su voluminoso cuerpo; su cabello también tenía trenzas, pero estas caían hasta la mitad de su espalda. Mientras enterraba un pesado mandoble en el suelo, agregó: — Como en los viejos tiempos…
— Señorita Nicole… ¿acaso ellos son…? —preguntó Astrid.
— Así es, señorita Astrid —respondió Nikki—. Baab llamó a mis padres para detenerme.
— Y una mierda que sean tus padres, Nikki —dijo Fjola, mientras blandía su espada, dispuesta a pelear—. Si son perros de la Cruzada, son mis enemigos.
— Vaya, vaya, que señorita tan soez para hablar —exclamó Ignis—. Creo que a nuestro señor le hará muy feliz que le llevemos a su retoño, Alexander.
— Así que conocen a mi padre, ¿eh? —dijo Fjola—. Bueno, será una lástima que no puedan volver a encontrarse con él.
— ¡Astrid! ¡Kiran! ¡Vayan por Ronan! ¡Corran! —exclamó Nikki, mientras adoptaba una posición defensiva, lista para el combate.
— No tan rápido —exclamó Ignis, preparando su tridente para arrojarlo a las muchachas, quienes ya habían emprendido su carrera, pero Fjola lanzó una estocada directa hacia el rostro de la mujer, obligándola a usar uno de sus brazos para frenar el ataque, tensando todos los músculos de este para contenerlo.
Viendo que Fjola había bajado la guardia, Alexander blandió rápidamente su mandoble para rebanar el brazo de Fjola, pero Nikki reaccionó y repelió violentamente el ataque de su padre, haciéndolo retroceder un par de metros. Ignis aprovechó la distracción para quitar la espada de Fjola de su brazo y reagruparse con su esposo, alejándose un par de metros de las muchachas.
Ignis rasgó parte de su vestido y apretó con mucha fuerza la herida que tenía en su brazo con una venda improvisada, cuyo blanco color se tiño de carmesí con la abundante sangre que salía de esta.
— El combate está frente a nosotros, Ignis —reclamó Alexander, viendo que la mujer había sido lastimada por su propio descuido.
— Siento las molestias, Alexander —respondió Ignis—. Olvidé por un segundo que son guerreras y no unas niñas malcriadas.
Fjola escupió al suelo al oír aquello, molesta. Nikki, en cambio, solo suspiró y retomó su posición de combate.
— Y sigues subestimándolas —replicó Alexander, mientras reacomodaba su brazo, el cual se desencajó al recibir el impacto del escudo de Nikki. Una vez que lo reacomodó, agregó—: Será mejor que pelees en serio, querida, o terminaremos como alimento para los buitres.
Fjola se puso en guardia rápidamente, ya que ambos guerreros expelieron una sed de sangre inexplicablemente violenta que jamás había sentido.
— ¿Qué demonios…? ¿De dónde salió esta gente? —pensó la mercenaria, pero se tragó su temor y junto a Nikki ambas se lanzaron al combate.
* * *
Mientras tanto, Astrid y Kiran corrían hacia la torre a toda velocidad. Astrid estaba ansiosa, ni Fjola ni Nikki estaban junto a ellas y no estaba segura de poder enfrentarse a un hombre como Baab o siquiera a algún soldado de la Cruzada Divina. La maga recordó su experiencia con Pietro, la que casi le costó la vida, lo que provocó que su respiración se agitase y su mente se llenase de angustia. Sin embargo, Astrid tragó el miedo que tenía y apretó el paso para llegar hacia la puerta de la torre.
A la distancia, una silueta familiar las esperaba en la puerta: unos cabellos pelirrojos brillaban con el sol de mediodía que cubría toda la ciudad.
— ¿Joven… Ronan? —preguntó Astrid, mientras disminuía su velocidad, buscando acercarse de forma tranquila al bardo.
Astrid, se comenzó a sentir mareada y lentamente empezó a perder el control de su cuerpo. Sin embargo, un movimiento de Kiran la hizo escapar del trance en el que se encontraba.
La muchacha había sacado una de las dagas que tenía en su cinto y sin disminuir la velocidad saltó sobre Ronan y apuñaló su cuello con furia.
— ¡Señorita Kiran! ¿¡Qué está haciendo!? —exclamó Astrid horrorizada.
— ¡Éste no es joven Ronan, señorita Astrid! —gritó Kiran, para luego ser expulsada a gran velocidad por una fuerza invisible. Kiran se estabilizó en el aire y cayó de pie sin perder de vista al bardo—. ¿Acaso no se da cuenta? ¡Sienta el éter!
Astrid percibió el éter a su alrededor, lo que provocó que su cuerpo sintiera un escalofrío de horror. Un poder maligno emanaba de aquel Ronan falso, quien no paraba de sangrar por la herida que Kiran le había provocado.
— ¡Maldita sea! —exclamó Ronan, mientras forzaba con sus poderes a que su herida dejara de sangrar—. ¿Qué tienes que no caíste en mi hechizo, maldita extranjera? Ya me decía mi señor Eoghan que no eran cosa fácil… Tendré que matarlas de una sola vez.
En un pestañeo, una explosión de energía lanzó a Astrid y a Kiran por los aires, mientras que los vidrios de la torre estallaban en una lluvia de cristales. Las muchachas cayeron violentamente al suelo, arrastrándose por varios metros. Mientras, la risa de Ronan desafinaba para convertirse en una desagradable y arrogante, casi dentro de la locura.
— ¿Se creen capaces de vencer al gran Baab, pequeñas escorias? —gritó Baab, quien había recuperado su apariencia original—. No crean que por haber vencido a aquella bola de manteca serán capaces de derrotarme. Las cosas banales como el sexo o el dinero no son importantes para mí, el poder lo es todo en este mundo, y se los demostraré de primera fuente.
Baab movió sus dedos y luego cerró su puño. En un instante, la torre que se erguía tras él comenzó a derrumbarse. Al darse cuenta de ello, Astrid, quien se incorporó rápidamente luego de caer, dio un grito desesperado.
— ¡Joven Ronan!
* * *
Fjola y Nikki continuaban intercambiando ataques con Ignis y Alexander. Ambos bandos lucían sudados y lastimados, mas ninguno daba pie atrás en el combate. De pronto, la onda de choque que Baab había provocado desestabilizó a los luchadores, pausando el encuentro y llamando la atención de todos.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Ignis.
— La señal de que debemos largarnos de aquí, Ignis —respondió Alexander, para luego suspirar y agregar—. Aquel imbécil planea liberar su poder y destruir todo nuevamente. No pienso quedarme acá.
— Ya nos enfrentaremos en otra ocasión, Nicole… —continuó Ignis—. Si es que sales viva de esta.
Antes de que Fjola y Nikki pudieran reaccionar, Ignis y Alexander se habían alejado del lugar en dirección a la entrada del pueblo. Fjola se disponía a seguirlos, pero Nikki la detuvo.
— Debemos ayudar a las muchachas —dijo.
Fjola asintió y ambas se dirigieron hacia la torre, que de un momento a otro comenzó a derrumbarse. Entonces, divisaron a Kiran y Astrid quienes continuaban en el suelo tras el ataque de Baab. Fjola asistió a las muchachas, mientras Nikki protegía con su escudo a sus compañeras. Astrid se incorporó de forma inmediata, mientras que Kiran aún no se levantaba del suelo.
— Kiran, ¿te encuentras bien? —preguntó Fjola, a lo que Kiran no reaccionó. La mercenaria vio que la cabeza de la muchacha sangraba —. Debió haber caído de forma muy violenta. Astrid, cuida de Kiran, por favor.
— ¡Sí! —respondió Astrid, mientras Fjola y Nikki tomaban posiciones de combate. La maga comenzó a limpiar con un pañuelo la sangre del rostro de Kiran.
— Vaya… no esperaba que la cachorra de los Armstrong se levantara contra la Cruzada Divina —dijo Baab—, pero menos esperaba ver a la señorita Erenhaft viva luego de casi una década de haber sido declarada muerta por su propio padre.
— Dejé ese apellido hace años, brujo. Ahora soy una simple ramera que busca aniquilar a su porquería de organización —respondió Fjola.
— Por lo que veo, perdiste bastante sangre, Baab —dijo Nikki, burlona—. ¿Estás seguro de poder con ambas?
— Por supuesto, mocosas —respondió el brujo, elevando con sus poderes parte de los escombros de la torre y lanzándolos a toda velocidad hacia las muchachas.
Nikki se interpuso entre los proyectiles y sus compañeras, conteniendo el brutal ataque para luego repelerlo, mientras Fjola aprovechaba los puntos ciegos que esta había generado para lanzarse con una estocada directa al torso de Baab. Sin embargo, su ataque fue detenido por la poderosa magia del brujo.
— Justo donde te quería, Fjola —dijo, burlón—. ¿Sabías que tu padre, antes de ejecutar a tu madre, nos permitió divertirnos con ella hasta aburrirnos? Su rostro de desesperación era bastante satisfactorio de ver…
Las crudas palabras hicieron enfurecer a Fjola, quien, con toda su fuerza, continuó tratando de perforar el torso de Baab. Sin embargo, aquella reacción era justo lo que el brujo necesitaba para su próximo movimiento.
— Mordiste el anzuelo… —agregó Baab. Entonces, Fjola cayó como peso muerto al suelo.
— ¡Fjola! —chilló Astrid, al ver que su amiga no reaccionaba, luego de la caída. Nikki observaba incrédula la escena, mientras jadeaba de cansancio.
Entonces, Fjola volvió a ponerse de pie, pero un detalle en sus ojos encendió la alarma del resto de sus compañeras.
— Siento el éter de Baab alrededor de Fjola, señorita Nicole… —advirtió Astrid.
— Oh, por Odín… no debí decir lo de hace un rato…—dijo Nikki, preparando su escudo para volver a combatir. Sus brazos dolían mucho, el repeler los pesados escombros hizo que se resintieran más de lo que esperaba. Además de que su cuerpo completo estaba exhausto tras la pelea contra sus padres.
Sus pensamientos apenas le dejaron tiempo para reaccionar al ágil ataque que una poseída Fjola lanzó en su contra, haciéndola retroceder unos milímetros.
— ¿Cuánta fuerza tiene esta mujer? —pensó Nikki, mientras repelía la espada de la mercenaria.
Al ver un punto expuesto en la sólida defensa de Nikki, Fjola aprovechó el momentum que la fuerza de ella le había dado, para propinar una certera patada en una de las piernas de la muchacha, desestabilizándola por unos instantes. En ese lapso, la mercenaria aprovechó de atravesar con su espada uno de los costados de Nikki, que las placas de su armadura habían dejado expuesto.
— ¡Señorita Nicole! —chilló Astrid, mientras Nikki daba un grito de dolor desgarrador.
Fjola sacó su espada violentamente del cuerpo de Nikki, quien a pesar del dolor permanecía de pie y en guardia, al tiempo que la sangre corría hacia sus piernas y el jadeo se intensificaba, tratando de aguantar el dolor que sentía.
La vista de Nikki comenzó a nublarse debido al exceso de esfuerzo que estaba haciendo en aquel instante, y su cuerpo comenzó a adormecerse. Nikki poco a poco comenzó a ceder ante la fiereza de la batalla, hasta caer inconsciente al suelo, ante la atónita mirada de la maga.
Astrid corrió hacia Nikki para evitar que Fjola la matase, dando la mercenaria un paso atrás, alerta ante los movimientos de la maga.
— No sé qué habrá hecho aquel brujo para poseerte, pero la Fjola que conozco no se dejaría manipular tan fácil por aquel idiota —dijo Astrid—. Si tengo que enfrentarte para salvarte… ¡Lo haré con gusto!
Desde las manos de Astrid, dos pequeñas bolas de fuego emergieron, para luego convertirse en enormes flamas. La maga estaba dispuesta a todo con tal de ganar tan desigual combate, incluso sacrificarse a sí misma.
Pero, para sorpresa de todos, Fjola fue inmovilizada por una silueta familiar, quien aplicó una llave al brazo armado de la mercenaria, cayendo ambos al suelo. Baab, de pronto, sintió un dolor intenso en el pecho. Kiran había recuperado la consciencia y, sin que él pudiera percibirla, aprovechó su distracción para propinar un certero ataque.
Baab repelió nuevamente a Kiran, quien se estabilizó en el aire sin mayor problema. Sin embargo, la muchacha no esperaba que él arrojara un escombro directamente hacia su cuerpo, golpeándola violentamente y haciéndola caer de nuevo al suelo.
Entonces, el brujo salió disparado junto al escudo de Nikki hacia el interior de las ruinas de la torre. La guerrera había aprovechado la distracción que sus compañeros habían logrado y las pocas fuerzas que le quedaban para arriesgarse con un poderoso ataque en contra del brujo.
Ronan, el dueño de la silueta, continuaba aplicando la llave al brazo de Fjola, quien de pronto comenzó a dar palmaditas al bardo para que la soltara.
— ¡Me rindo! ¡Me rindo! —chilló Fjola, que gracias al ataque combinado de Kiran y Nikki logró recuperar el control de su cuerpo.
Mientras, Astrid intentaba afirmar a Nikki, puesto que nuevamente estaba perdiendo el conocimiento. La armadura de la mujer aumentaba considerablemente su peso, obligándola a esforzarse bastante para evitar que esta cayera violentamente al suelo.
Ronan, tras soltar a Fjola, se dirigió hacia donde estaba Kiran y la tomó en brazos, mientras esta sangraba desde su boca; el impacto del escombro debió romper algo dentro de ella, bastante difícil de curar en aquel instante.
— Nikki, ¿puedes oírme? —preguntó Fjola a la guerrera que había herido.
— Creo… —respondió Nikki pausadamente—. Necesito dormir un poco… me siento muy cansada.
— Tenemos que largarnos de acá, muchachas —exclamó Ronan—. En estas condiciones nos es imposible vencer a aquel brujo.
Kiran se aferró al cuerpo de Ronan, mientras tosía. Astrid observó a Fjola fijamente, quien no quitaba su mirada de Nikki, la cual poco a poco iba desvaneciéndose.
— Tienes razón, Ronan —dijo Fjola, con evidente frustración—. Retirémonos o no sobreviviremos a más ataques.
— Creo que eso no será posible, muchachos… —interrumpió Astrid, aterrada ante lo que estaba presenciando en aquel momento.
Las armas de los soldados que Nikki y Fjola habían derrotado comenzaron a elevarse en el aire y a llenar los alrededores de la plaza. Todas ellas eran controladas por la poderosa magia de Baab, quien ya se había reincorporado del reciente ataque. Las heridas en su cuerpo se volvieron a abrir y estas sangraban profusamente, los muchachos se juntaron un poco más, intimidados ante tal escenario. Baab respiraba agitadamente, mientras la sangre iba tiñendo su vestimenta. Luego de una pausa, el brujo gritó.
— No me queda mucho. ¡Pero ustedes se irán al infierno conmigo, bastardos!
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