Blasphemy (2024) - 02
Entre los escombros de lo que alguna vez fueron las calles de la ciudad de Birmingham, una joven escapa de los hombres alados. Aquella joven adolescente de apenas 16 años, vestimenta rebelde que la iglesia considera signo de poca lealtad y cabello corto, mirada inocente y lágrimas secas en su rostro intenta salvar su vida, ya que los inquisidores divinos buscan a toda costa eliminar toda persona sensible a la magia.
Su camino la lleva hasta la avenida principal donde transitan carruajes y algunos carros con motores de carbón. Entonces busca desaparecer entre la multitud que la observa con ojos prejuiciosos y deseosos porque aparezca un inquisidor para llevársela de allí.
Cuando llega a una esquina y dobla por esta se encuentra con varios inquisidores de bajo rango que interrogan a las personas que pasan caminando por allí. Resulta que esa zona industrial se encuentra a pocos cientos de metros de esa avenida comercial y los choques de clases son muy fuertes. Ricos y obreros se disputan la influencia en la zona a pesar de que estos primeros no tienen dificultades al destruir toda clase de esperanza de las personas más pobres y desafortunadas.
Una mujer con abrigo de piel y apariencia opulenta la señala y los inquisidores empieza a correr apenas la ven parada en la calle:
—¡Ay no! —exclama la chica y rápidamente se aleja, pero desde lo alto es perseguida por los alados— Tengo que perderlos de alguna manera— piensa y sus ojos ven otro callejón que quizás la lleve a otra parte, pero siempre y cuando los pierda no importará.
En el camino empuja sin querer a un joven de chaqueta y pantalón negro y camiseta blanca. Sin detenerse y apenas volteándose se disculpa para continuar con su camino hacia el callejón:
—Es ella. —dice una mujer de apariencia extremadamente atractiva, así como refinada al joven alto que acaban de empujar.
—Eso parece. ¿Cómo procedemos? —pregunta el joven.
—Déjamelo a mí.
—Entonces yo me ocupo de esos idiotas que vienen aquí atrás.
—Como quieras.
—Nos vemos en unos minutos.
—Procura no llamar mucho la atención, tenemos que ser lo más silenciosos posible.
—Ya se, ya se.
Los exhaustos pasos de la joven se entorpecen por el agotamiento que la obliga a apoyarse contra la pared del callejón donde se ubica un pequeño nido de ratas en la parte inferior y suciedad de la lluvia del día anterior de agua estancada.
Desde el cielo desciende a toda velocidad un obispo de muy bajo rango, de esos que acaban de iniciar su labor como inquisidor y apenas llena un par de alas a diferencia de los más fuertes y veteranos que tienen entre seis y ocho en sus espaldas:
—Eres de lo más escurridiza, pero al fin te tengo. Tienes suerte de que sea yo solo porque si mis demás compañeros estuvieran aquí te habríamos aniquilados entre todos sin piedad. Pero soy alguien comprensible así que te mataré con todo mi poder de un solo tiro. Despídete…maldita bruja… —extiende su dedo índice y de la punta de su yema aparece una luz intensa.
—Yo…no soy ninguna…bruja…—responde ella— Mi nombre es… ¡Theresa Van Helsing!
Al decir esas palabras, Theresa extiende ambas manos abiertas y las apoya una sobre la otra apuntando las palmas hacia el obispo:
—¿Huh? ¿Qué se supone que quieres hacer? —pregunta el obispo, pero luego se da cuenta de que ocurre, entonces se apresura a disparar y una bala de luz sale de su dedo e impacta contra la pierna de la chica.
—¡Aaaaaaaaaaaggggghhhhhhh! —grita de dolor, pero con su pose firme— Técnica de fuego: Bala de llama.
De sus manos salen tres bolas de fuego que se encaminan hacia el obispo, pero este en respuesta se cubre con ambas alas color plata. En el camino una de ellas se desvía y golpea contra el techo de un edificio mientras que otro impacta contra las alas.
El obispo empieza a reírse del ataque fallido y cuando mira hacia arriba ve como la restante bola de fuego cae en picada e impacta contra el rostro del muchacho, quien maldice lleno de dolor y empieza a disparar sus balas de luz:
—¡Maldita puta! ¡maldita puta! ¡lo pagaras muy caro en el nombre de nuestro señor! ¡ya verás cuando…! —dice con el rostro quemado y ensangrentado.
Los demás obispos llegan al escuchar los gritos quejosos y de dolor del muchacho y al verlo gravemente herido en el rostro desvían sus miradas en Theresa, que yace en el suelo con el pie atravesado de lado a lado por el ataque de luz. Ella intenta escapar arrastrándose por el suelo y dejando un camino de sangre. Apenas logra huir unos metros porque uno de los obispos se acerca a paso lento y levanta su pie para apoyarlo sobre la pierna herida de ella. Después de eso, Theresa siente un dolor tan terrible que la hace gritar desesperada porque acabe la tortura. El obispo pisa con fuerza la zona destruida de la pierna de ella mientras se mofa el hombre de fe:
—¿Crees que vas a salir ilesa de aquí? Después de lo que hiciste serás llevada al Vaticano para que te abran el estómago y busquen lo que te hace ser lo que eres. Tus órganos van a ser desparramados en todos los departamentos de investigación de la iglesia y si tienes suerte te verán de utilidad como para rearmarte. Aunque eso sería lo más doloroso, jejeje. En fin ¡señores!
Los demás obispos se acercan a Theresa y levantan sus dedos en dirección a ella.
De repente una figura femenina vestida con telas purpura y de moda antigua de principios del siglo XVIII aterriza silenciosa detrás de los inquisidores:
—Ara, ara ¿así es como tratan a una bella dama? Evidentemente nunca van a saber lo que es tener a una mujer en la cama.
—¿Huh? —se voltea uno de ellos y la mitad de su cabeza sale volando y desparramando sangre contra la pared.
—¡No puede ser, vampirooooooo! —reacciona el líder de ese grupo.
El obispo herido es tomado por el cuello y la mujer se acerca a su oído mientras filosos colmillos sobresalen de su boca:
—Interesante cosecha. Huele bien así que…buen provecho. —hinca sus colmillos en el cuello del muchacho y succiona toda la sangre del cuerpo— Mmm…demasiada glucosa para mi gusto, deben de disfrutar de grandes comidas mientras las personas más pobras y los criptidos mueren de hambre. Además, hostigan a aquellos más débiles. —dice eso y mira como quedó maltratada Theresa— No podría ponerme de peor humor que personas como ustedes.
—De nada te servirá hacerte la justiciera, vampira. Como un ser proveniente del infierno es nuestro deber hacerte desaparecer de la tierra para siempre.
—Haaaa, cielos, ustedes tienen severos problemas con las mujeres. Ese tonto celibato que los obligan hacer sí que les afecta el cerebro a ustedes ¿verdad Oliver?
—¡¿Qué?! — se da vuelta el obispo y ve que la chica ya no está y cuando regresa su mirada hacia el frente encuentra a Theresa siendo sostenida entre brazos de un joven alto parado al lado de la vampira— ¡Tsk, obispos a la cuenta de tres disparen sus balas de luz santa…!
—Siento llegar tarde, pero esos dos obispos no dejaban de gritar y balbucear sobre que iré al infierno. Una gran estupidez además estoy de muy malhumor en la ciudad y lo sabes.
—Por eso no te regañaré, sabiendo que es difícil para ti estar entre multitudes. Así que es ella la descendiente de Abraham. Tiene su misma nariz y la misma fortaleza para no dejarse vencer ante la muerte.
—Tiene una gran herida en la pierna y se desangra mucho. Tendríamos que darnos prisa.
—Si, si, no hace falta decirlo. Por cierto…creo que es justo que sepas mi nombre obispo…siendo el único que queda de aquí…
—¿El único? ¿de qué hablas? —gira una vez más y ve a sus subordinados empalados con sangre solida como si fuera menos que ganado para la vampiresa— ¡T-Tu maldito demonio! — levanta sus dedos índices y prepara las balas de luz para matarlos a los tres, pero en el instante que abre la boca, una docena de estacas de sangre lo atraviesan por todas partes y como si fueran cuchillas se mueven hasta despedazarlo.
La vampiresa siente mareos y se apoya en el brazo y hombro de Oliver. Los ataques vinculados con la sangre para los vampiros tienden a servir como última opción por si las cosas se vuelven complicadas, pero en muy pocos casos se da que un criptido no sufre efectos graves. Eso ocurre con los vampiros de alto rango que han sabido perfeccionar sus habilidades de sangre:
—¿Te encuentras bien Zanya? —pregunta Oliver.
—S-Si, solo estoy algo agotada. Tener que usar mis habilidades de sangre más de una vez en esta noche me ha vuelto algo…inestable. —responde la mujer— Por suerte la chica se ha desmayado y no ha tenido que ver esta situación tan desagradable.
—El dolor hizo el trabajo. —añade Oliver mientras mira a Theresa— Creo que tenemos que irnos rápido antes de que lleguen los arzobispos.
—No podría estar más de acuerdo.
—¿Quieres que te ayude?
—No quiero entorpecerte.
—No lo haces…nunca lo haces…—se agacha y muestra a Zanya la ancha espalda— Ven, súbete.
Antes de que lleguen los arzobispos, la mayor amenaza posible en la ciudad, Oliver y Zanya corren a toda velocidad con la joven Theresa siendo transportada hasta unos desagües que conectan a unas redes de túneles que usualmente son utilizados por criptidos para escapar de autoridades y descansar de la vista humana o los inquisidores. Allí son recibidos por una persona encapuchada que les da la bienvenida y guía entre los pasillos de piedra y agua que circula como un rio en la compleja red de túneles que recorren la ciudad de Birmingham.
El oscuro y frio ambiente hace sentirse como si fuera un lugar hostil, lejos de la civilización y lamentablemente donde los criptidos no tienen otra opción más que volverlo su hogar. Theresa abre sus ojos, después de casi dos horas, desmayada. Cuando los abre lo primero que ve es el rostro muy atractivo y juvenil de Oliver, luego mira a Zanya otra belleza que no parece de ese mundo y queda maravillada:
—Ara, ya despertaste. —dice Zanya.
—Yo…estem…—dice la chica, avergonzada.
—¿Quieres ponerte de pie? —pregunta Oliver mientras siente como la chica hace fuerza para poder mover sus piernas.
—G-Gracias…—dice tímidamente.
Pone un pie y luego el otro sobre el suelo, aún siente mareos, pero tiene la suficiente fuerza como para sostenerse. Mira a su alrededor, curiosa por saber dónde se encuentra y quienes son esas personas que a simple vista son humanos pero que albergan un aura de peligro que la hace sentir nerviosa. Sin embargo, Zanya le acaricia el cabello y sonríe:
—¿Te sientes mejor? ¿quieres descansar un rato? —pregunta la vampiresa.
—No hay tiempo, tenemos que llegar lo antes posible. —dice la mujer encapuchada.
—Lo sé, lo sé, pero ella sufrió una herida grave y…—responde Zanya.
—¡¿Herida?! —reacciona Theresa al recordar que fue lastimada por una bala de luz así que mira su pierna y ve que está curada, apenas se ve una cicatriz en la zona impactada— Ya no está ¿Qué fue lo que sucedió?
—Tranquila, yo te curé. —explica Zanya— Verás, puedo controlar la sangre y en algunos casos raros, puedo estimular las células para que se acelere la regeneración, pero siempre en base a la sangre. Fue difícil y hasta acabé desmayada como tú.
—Me diste mucho trabajo, por cierto. —interrumpe Oliver.
—No fue lo que dijiste arriba. Eres demasiado tsundere ¿sabes?
—Cállate.
—Haaaa, en fin, la cosa es que tenemos que llegar rápido al refugio así que no te tardes ¿sí? Perdón que te lo diga Theresa.
Zanya se acerca para reunirse con Oliver y esa mujer misteriosa. En el camino Theresa le pregunta intrigada a la vampira:
—Disculpa ¿Cómo sabes mi nombre?
—Eso es algo por lo que tendremos que guardar silencio al menos hasta llegar al refugio. Solo ten la seguridad de que somos tus aliados así que no te preocupes por nada. —responde después de voltearse y sonreír para darle calma.
***PARTE II***
En el callejón de la ciudad, Sebastian y Rosa llegan desde un vuelo fugaz con sus alas extendidas. Debajo de ellos son recibidos por varios obispos de bajo rango que investigan lo ocurrido con sus compañeros. Allí el arzobispo Sebastian observa los cuerpos masacrados. Se agacha y toca con sus dedos el liquido oscuro que se encuentra manchando los cuerpos. En eso se da cuenta de que es sangre y rápidamente va hacia el joven exprimido hasta casi los huesos:
—No tiene sangre. —dice Sebastian.
—Fueron completamente destruidos. A excepción de este obispo, los demás recibieron daños a sus órganos como si fueran atacados por cosas filosas. Pero este…es extraño como murió.
—No lo es.
—¿A qué te refieres?
—Arzobispo Rosa, dígame algo ¿Qué clase de Criptido deja un charco de sangre, destroza por medio de empalamiento a sus enemigos y succiona la sangre de otro hasta no dejarle nada?
—No puede ser ¿aún existen?
—Oh claro que sí, y son más peligrosos de lo que puedes imaginarte. Tratamos con dos criptidos para ser especifico. Un vampiro y un hombre lobo. —señala otro cuerpo colgado desde el techo del edifico frente a ellos— Bien, no quería hacerlo porque arrebata mucha energía, pero es necesario. —extiende sus manos abiertas y de su cuerpo se libera un aura de luz brillante— Ritual Divino: Eterno resplandor del millar de espada de luz.
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